COMO SI EL ROCÍO TE HUBIESE BESADO
No sé qué estoy esperando. Que llegues a casa, que yo oiga la puerta abrirse y cerrarse, vea tu cabeza a la entrada de la sala
—Hola
tus pasos por el corredor hacia la cocina o la habitación, una persiana que baja, un grifo abierto, un armario, tú de nuevo acercándote a mí, sentándote en la sala con un suspiro
—¿Y?
olvidándome, encendiendo el televisor, cogiendo una revista de modas del cestito al lado del sillón, tu perfil, ahora con gafas, que hojea horóscopos, vestidos, maquillajes, se vuelve marcando la página con el dedo
—¿Tienes hambre?
la boca seria, los ojos serios, el collar mexicano
¿mexicano?
del mismo color que la blusa, quitándote el pendiente para responder al móvil con un
—Hola
diferente del
—Hola
que me diste, más lento, más tierno, envuelto en la cinta de una sonrisa, conocí ese modo de hablar hace tantos años, ese cuerpo inclinado hacia atrás, los dedos arreglándome el pelo como si la voz que no oigo lograse verte
—Mañana, pasado mañana, miércoles
seguro que un hombre que no sé quién es o prefiero no saber quién es, las piernas cruzándose en sentido contrario
—Después te llamo, ¿vale?
el móvil guardado en el bolso, la sonrisa disuelta en la boca seria, en el collar mexicano
—No me has dicho si tenías hambre
cuánto tiempo hace que dejaste de quererme, cuánto tiempo hace, te acuestas primero que yo, te despiertas por un segundo cuando llego a la cama
—¿Te importa apagar la luz?
oculta en la almohada de espaldas a mí, me desnudo frente a la claridad de los números del despertador, el colchón vibra y te despierta de nuevo
—Dios mío
encuentro por la mañana mis cereales en una bandeja y el apartamento vacío, un resto de gotas en la cortina de la bañera, tu cepillo de dientes húmedo al lado de mi cepillo de dientes seco, tu ausencia tan presente en la revista de moda olvidada en el sofá, el cuenco de tus cereales en el fregadero con la cuchara dentro, lleno hasta la mitad de agua blancuzca, unos flecos de alfombra que descosió uno de tus tacones, el collar mexicano
¿mexicano?
en el tablero de la cómoda, qué ropa tendrás hoy, qué peinado, qué zapatos, con quién vas a almorzar, si le pido a mi secretaria que hable con la tuya la doctora ha salido o si no ha salido
—Di que tengo mucho trabajo
de manera que no sé qué estoy esperando. Ya con las llaves del automóvil en la mano me quedo frente al cuarto de baño observando las gotas en la cortina de la bañera y te imagino saliendo de la ducha con la toalla grande sujeta a la cintura y la pequeña en la cabeza, despidiendo lagrimitas de vapor como si el rocío te hubiese besado. Imagino tus pies en las baldosas, tu espalda, tus hombros, me siento al volante contigo desnuda a mi lado y poco a poco, a medida que se acerca el garaje de la empresa, una paz, un contento, una exaltación de novio. Tengo tu fotografía en el estante de los libros, junto a la medalla del torneo de tenis y a la carta enmarcada del ministro, una fotografía de hace cinco años a lo sumo, con gafas oscuras, en la playa, haciéndome señas. Solíamos cenar en la terraza ahuyentando a los mosquitos, muchas farolas de barcos se encendían en el mar. Tal vez fuésemos felices en esa época. Sin duda fuimos felices, porque las paredes del corazón eran tan finas que se podía escuchar del otro lado.