CAPÍTULO 5


Bruno Linker después de ir en busca de su taza de chocolate no regresó. Realmente en una finca había más trabajo del imaginado, especialmente, en época de lluvia. Ambas mujeres no hicieron otra cosa que conversar y conversar, fue así como supo el nombre de la ex esposa de Bruno y algunos detalles pocos dignos de su profesión, la señora Verónica se repitió un par de veces su deseo porque su hijo putativo pudiera hallar una mujer como Lorena para formar un hogar. Por un  momento sintió tristeza por él y por ella misma, al no encajar en el prototipo de mujer que él buscaba. Ambos eran muy diferentes aunque en sus vidas compartiesen vivencias semejantes.   No era un hombre de una sola mujer así que eso lo alejaba de su ideal de hombre, es decir de su anhelado y onírico príncipe,  además hombres como él solo aspiran a llevarse a la mujer a cama y no precisamente como mucama. Son incapaces de brindar cariño o abrazar cuando más se necesita ser abrazado, son mudos y ciegos ante las sensaciones del cuerpo y del alma, si es que tienen alma. Lorena estaba convencida de que cada ser humano nacía con otro ser y solo podía encajar con esa única persona, así que si se entregaban a cuerpos equivocados, el empalme se desgastaba y en cada falsa entrega dejaría su alma, además de sus fluidos. No deseaba que eso ocurriera con ella. Esperaba que cuando su cuerpo decidiera doblegarse a las pasiones lo hiciera por amor y con la persona indicada. Necesitaba saberse amada y convencida de que esa sería su otra mitad, necesaria para empalmar. Debía ser el engranaje perfecto. Lorena se preocupó, porque su cuerpo replicaba lo que su mente decía.

Fabiola y Yoraima, una de las criadas, prepararon la cena antes de irse a dormir. Ellas descansaron frente a la chimenea. La señora en un amplio mueble y Lorena en los cómodos cojines sobre la alfombra. Afuera un torrencial aguacero acechaba los campos.

Bruno Linker no llegaba aún y por primera vez desde su llegada pudo ver inquietud en la mirada de la señora Verónica, como si presintiera algún peligro. De repente cambió el semblante para no transmitir su preocupación y le ofreció acceso al despacho de la casa en donde podría encontrar libros de temas muy variados para pasar el rato. Se emocionó. Leer era su manera de liberar el estrés del día aunque su amiga Sabrina la viera como un bicho raro. Como sus lesiones estaba muy reciente no insistió en que su huésped se levantará, así que ella misma buscó un par de novelas románticas que según sabía, de tantas conversaciones entre ellas, eran de su preferencia. Se las recomendó porque las había leído un par de veces cada una de ellas. Con gusto las aceptó y las empezó a leer hasta que el sueño se apoderó de ella.

La señora Verónica también se quedo dormida sobre la mecedora y con su cesta de bordados sobre las piernas. Estaba exhausta. A su edad es fácil ser presa del agotamiento, sin embargo, la presencia de su hijo putativo la hizo despertar. Perezosa estiró los brazos hasta ponerse de pie.

-   ¿qué pasa Bruno? Te veo tenso.

-   Sí nana. No te puedo engañar. Estoy preocupado.

-   Suena mal. Quítate esa ropa antes de que te resfríes, amor-. Lo

ayudó a despojarse de la camisa y recibió su sombrero mojado.

-   El río creció de nuevo.

-   ¿y ahora cuántas cabezas de ganado arrastró?

-   No nana. Algo peor. Se llevó el puente.

-   ¡Santo Dios! ¿qué le vamos a decir a esta niña? Primero el

motor de la camioneta, luego su caída y los derrumbes montaña arriba y ahora esto. No lo va a creer.

-   Ni modo. Tendrá que hacerlo. Todo es factible en épocas de

Lluvia. Mañana con la luz del día vamos a evaluar los daños para determinar hasta qué punto podríamos reconstruirlo entre nosotros mismos. La última vez el gobierno tuvo mucho retardo en la reparación de la transandina y está vez con ese mismo atraso las perdidas serían millonarias. Acabaría con los demás productores… Nosotros aunque padezcamos la pérdida no nos afecta en lo absoluto, pero a Artiaga y a  Martin, los dejaría en la ruina.

-    ¡Santo dios! ¡eso sería terrible! ¡una calamidad! Ahora que lo

recuerdo, Sebastián tiene un compadre ingeniero con una contratista. Él podría ayudarnos. He escuchado que tiene grandes influencias con el gobierno.

-   Sí. Lo había pensado- Levantó la mirada hacía el montón de

cobertores sobre su huésped-   ¿cómo sigue la señorita?

-   Lorena, bien. Un poco adolorida, pero es normal luego de esa

caída. Tranquilo hijo. No tenemos por qué preocuparnos, es una chica fuerte… noble y bonita- Suspiró-  Estaba pensando en lo maravilloso que sería que tú te casaras con una chica como ella.

-   Nana, no la conoces. ¿ cómo puedes hacerla tu patrón de

referencia?. No sabemos si es una loca de carretera.

-   Por favor Bruno, no vengas con esa. Tú más que nadie sabes

reconocer a ese tipo de mujeres y lo peor del caso es que tienes un imán para ellas. Te gustan esas mujeres locas, generosas con todos los hombres, pero a las mujeres dignas para una casa ni las miras.

Ambos rieron en medio de un efusivo abrazo.

-    Nana sabes que nunca me he encontrado con un espécimen

como ella – Bromeó . Hizo una pausa para exhalar - Me preocupa su reacción. No creo que lo tome muy bien.  Es exasperante.

-   No me parece que lo sea. Por el contrario es tierna y

colaboradora, si no fuera porque está lesionada te aseguro que habría preparado la cena.

-    Te creo nana. ¿Y la vamos a dejar dormir allí? ¿En el piso del

vestíbulo?

-   Sí, Bruno. Acá está cómoda y hace menos frío que en su

habitación, hasta he pensado en hacerle compañía, ¿por qué no te quedas tú también?. Ve a  tu habitación, date un baño, te cambias y regresas. El calor de la chimenea nos caerá bien. Esta noche va a ser muy fría.

-   Así  sí Verónica, ¿te imaginas? Si esa mujer me ve durmiendo,

solo,  a su lado, es capaz de matarme al instante.

-   ¡Como me gustaría escuchar que tú matarías por estar a su

lado!

Bruno se retiró pensativo. Las palabras de su mamá putativa  albergaban tristeza y rondaban su cabeza, acechando, carcomiendo su entereza. ¿Qué estaba pasando? De repente su nana querida y su único amigo, el capataz Tomás estaban lanzado claras indirectas sobre mantener o no una relación con la huésped. ¡Ja! ¡Como si fuera fácil! Ella evadía con inteligencia y era muy buena para crearse historias, pero su ingenuidad la delataba. No alcanzaba los límites de la experiencia de Bruno Linker.  Sus pasos lo condujeron a través del pasillo para finalmente acceder al despacho en donde buscaría el umbral secreto a su habitación, realmente era una habitación independiente tenía su entrada principal tras uno de los costados de la casa cerca del porche y junto a la huerta familiar, bordeada de  helechos y rosas, pero casi nunca recurría a ella.

Al entrar se miró en el espejo de pedestal a un costado de la entrada oculta. Estaba hecho un desastre. Sucio, despeinado y oloroso a estiércol, necesitaba urgente un baño y toda su exquisita colección de loción para después del baño. Necesitaba despertar interés olfativo en esa mujer para optar a hacerla suya. No le caería mal que esa fuera su noche, aunque ahora, ¿cómo podría llevarla de regreso si estaban completamente incomunicados? Ni nadando podrían cruzar, por lo menos hasta que cese el temporal.

-   “¡Comprobado!. Una mentira mentalizada se convierte en una

realidad tangible. Ahora sí es verdad Lorena Blasco, que no podrás marcharte de mi lado. Para bien o para mal te has convertido en mi prisionera”.

No podía dejar de pensar en la  permanencia de esa mujer. El solo pensarla despertaba en él vastas sensaciones de placer. Afuera llovía a cántaros y el frío era intolerable así que no se negó a la oferta de su nana. Se puso su bata de casa, la amarró de un tirón, agarró un par de cobertores de lana y una acolchada almohada. Buscó la puerta en la pared secreta, esperó por ella y salió atravesando el despacho.

En el vestíbulo la única luz visible en el área era la luminiscencia de la chimenea. El silencio reinaba y su nana Verónica dormía cabizbaja sobre uno de los muebles. Se acercó despertándola, creyó que era injusto que a su edad durmiera de esa forma, de seguro su cama era más cómoda y cálida. No tuvo otra genial idea que quedarse a dormir en la misma área de Lorena. Se hizo lugar junto a ella, sobre un viejo sofá. Tendió los cobertores echándose uno de ellos encima, se cruzó de brazos mientras la contemplaba. El contraste de las llamas sobre su piel la embellecían aún más. Sus lentes reposaban a un costado con grandes posibilidades de que los pisará al levantarse, así que, los recogió y los colocó sobre la mesa. Se animó a tomar una copa de vino de una licorera en la entrada del vestíbulo, se sirvió una copa. La tintineó con sus dedos por un largo rato mientras su mirada se fijaba en ella, todavía recubierta por los cobertores de lana. De repente desistió de su imagen sensual al imaginarla con la bata floreada de su nana. Sonrió al parecerle gracioso. Bebió la copa de vino y se fue a dormir, ignorando que desde los cristales de las ventanas laterales su capataz Tomás, lo observaba, atento a lo  que su jefe  y amigo estaba viviendo. Algo completamente nuevo para él. “Dormir con una mujer sin tocarla”.

A la mañana siguiente Lorena despertó primero y al levantarse se sorprendió. Bruno estaba durmiendo en el mueble continuo boca arriba y con las mantas en forma de tienda  de campaña desde su cintura hacia abajo. Algo debió expresar esa mujer porque hizo que se despertase. Audaz percibió la sorpresa de Lorena Blasco, quien ahora esquivaba las miradas tras sus pómulos nuevamente ruborizados. Ella hizo un gran esfuerzo por inhalar aire mientras sentada entre los cojines se aferraba a sus rodillas dobladas a su frente. Para Bruno era natural que su mejor amigo despertara primero y nunca se había sentido avergonzado de él, hasta ese momento. Reaccionó cubriéndose el miembro varonil con las manos, sentándose en el mueble y echando sobre su cintura el resto del cobertor.

Apagada su presencia tuvo la oportunidad de saludarla con una sincera sonrisa.

-   ¿Qué tal tu noche? Eh, disculpa, cómo sabrás todos o casi

todos los hombres tenemos este, “pequeño” e “impertinente” “detalle”, como mujer casada o concubina debes saberlo, ¿cierto?

Sus palabras sonaron arrogantes a pesar de intentar ser divertidas, sin  embargo Lorena reaccionó en su buen papel.

-   Bien. Fue una noche deliciosa. Respecto a sus “impertinentes

detalles masculinos” no se preocupé. Es natural. Lo entiendo y es obvio, por esa razón es que suelen decir que  ustedes poseen dos miembros para existir. Las necesitan para pensar y actuar, así que es normal que tenga vida propia.

-   ¡Vaya!- se quedó mudo, solo pudo expresarse con una curiosa

mueca en sus labios mientras levantaba sus manos al frente anonadado por su respuesta. Si se hubiera creado una imagen más mundana de ella pudiese sonar natural, pero viniendo de esa Lorena idealizada, ingenua. Lo dejaba sin palabras.

La vio ponerse de pie amordazando un quejido por una de sus raspaduras.

-   ¿te sientes bien? Tu caída fue fuerte. Es un terreno muy

pedregoso y de mucha pendiente, por esa razón no perdemos tiempo trabajándolo.

-   Estoy bien, no se preocupe por eso. Tampoco se sienta

culpable, fue mi decisión haber estado allí y como dice usted, pudo ser peor. Puedo caminar y es suficiente, por lo menos con eso me basta para cuando llegue el camión de cargas para ir a la terminal de la ciudad.

Él carraspeó un poco al revolverse la cabellera castaña. Se ajusto la bata para dormir sentándose con las piernas abiertas.

-   Lorena… hoy tampoco podrás viajar.

-   ¿Qué? …  ¿Qué me quiere decir?

-   Lo lamento mucho, pero no podemos dejar el rancho. Anoche

el río se llevó el puente.

-   ¿qué? No, eso no puede ser verdad. ¿es que acaso usted tiene

algo en contra de mi regreso? Si descubro que usted me está reteniendo…Podría  convertirme en su peor enemiga.

-   ¡Por Dios! ¿me estás amenazando? ¿qué interés podría tener en

ti? ni siquiera eres mi tipo, mírate, tienes una belleza desgarbada y piensas demasiado para actuar. Eres lo opuesto a mis preferencias.

-   Me ha desilusionado aún más. Creí que usted podría ser un

caballero, pero es un disfraz de hombre. No me extraña que ninguna mujer lo soportase.

De pie, muy cerca de ella, la tomó de ambos brazos y forzó su rostro a estar muy cerca del suyo. Bruno pudo ver como sus labios temblaban y como sus ojos lo escudriñaban atentos a la presencia de la señora Verónica con intensiones de clamar por su ayuda. Lorena enmudeció, era como si ese hombre le robará la tranquilidad y las palabras, de repente sintió su aliento fresco. Tibió. Entrecortado. La comisura de sus labios palpitaban. Su nariz rozó su cuello descubriendo una piel femenina erizada. La barba que amenazaba con crecer rozaba con rugosidad sus pómulos desestabilizándola. De nuevo se ruborizó y jadeó inconscientemente al sentir su rigidez escapando de su entrepierna. Una rigidez nunca sentida que tocaba a las puertas de su bajo vientre, alborotando su equilibrio hormonal, ignorando la gruesa tela del pantalón jeans que llevaba puesto. Acercó sus labios simétricos, rosados y suaves sobre los suyos; pálidos y deshidratados, temblorosos y fríos. Un susurro tras el pabellón de su oreja acalló sus sentidos mientras su corazón latía delatándose ante él.

-  Las mujeres me soportan porque soy muy buen amante, señorita.

De un solo impulso la hizo a un lado. La miró fijo con ojos brillantes, algo perversos. Luego espetó.

-   Pero usted no es de mi gusto señorita  Blasco Veragua. Así que

Despreocúpese. No tengo intenciones en retenerla para ninguno de mis placeres.

Jamás en todos sus veintidós años se había sentido tan humillada, desbastada e impotente. Las palabras de ese hombre hacían eco en sus oídos aún después de haberse marchado. Estaba molesta consigo misma, por exhibir sus debilidades ante su arrogancia. ¡Maldito Rubor! – Renegó- No entendía cómo podían acalorarse tanto sus mejillas y orejas cuando Bruno Linker la miraba o rozaba. Era un comportamiento absurdo e idiota del que necesitaba prescindir como toda una mujer adulta y madura.  Ahora más que nunca rememoraba la película Americana que tantas veces vio. Su propia película “Misery “ parecía empezar y por supuesto había descubierto quien sería su Annie  Wilkes.

En lo personal, Lorena consideraba muy extraño que un par de desconocidos tuvieran tantas atenciones para con ella. No existía razón. Aunque las intenciones de ese hombre no estaban delimitadas aún, no podía descartar la de hacerla suya. “¿Y si es un traficante de mujeres? ¡Trata de Blancas! ¡Dios mío, qué puedo hacer!” – Se movía de un lado a otro del vestíbulo. La chimenea expelía su último aliento.

-   ¿qué te pasa Lorena? – Preguntó la señora Verónica al entrar al

vestíbulo.

-   Nada. Nada- “Debe ser su cómplice”- pensó- “ no, no puede

ser, ¿qué me está pasando?, no puedo creer  lo que estoy creyendo, debo reaccionar con inteligencia. Actuaré como si no ocurriera nada”

-   Señora Verónica hoy si vendrán los camiones, ¿cierto?

-   ¿Y Bruno no te dijo nada?

-   ¿de qué?

-   Que anoche el río arrasó con todo, incluyendo el puente, ahora

no hay forma de cruzarlo – . Y como si le estuviera leyendo la mente le dijo- ni siquiera nadando Lorena, no mientras estemos en época de lluvia- Bueno de todas formas no podría nadar. Siempre reprobó las clases de natación y el agua no le traía recuerdos gratos. Evitaba en lo posible las playas o ríos para no ser víctima de la tristeza y la depresión.

 

Ada
titlepage.xhtml
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_000.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_000_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_000_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_000_0003.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_000_0004.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_001_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_001_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_001_0003.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_001_0004.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_002_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_002_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_002_0003.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_002_0004.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003_0003.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003_0004.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003_0005.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003_0006.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003_0007.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_003_0008.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_004.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_004_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_004_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_004_0002_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_004_0002_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_004_0002_0003.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_004_0002_0004.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0003.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0004.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0005.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0006.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0007.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0008.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0009.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0010.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0011.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0012.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0013.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0003.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0004.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0005.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0006.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0007.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0008.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0009.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_007_0014_0010.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_009.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_009_0001.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_009_0002.html
CR!RTV9YZCR4N0255H6B2T3EVEY8Y0P_split_009_0002_0001.html