CAPÍTULO 2
La luz matutina cubrió la habitación. El trinar de las aves tras el cristal de la ventana la hizo despertar. Tenía ojeras, el cabello de ondas despeinado entre la almohada. Sintió como si no hubiera pegado un ojo en toda la noche. Recordó el susto de la presencia de Bruno Linker: Un desconocido, ¿a quién se le ocurre ser amable a tan altas horas de la noche? ¿Cómo si necesitará su camisa? Prefería la bata de doña Verónica antes de una prenda que estuviera impregnada de su varonil fragancia. Bueno, bien es cierto que ella fue algo amable al servirle chocolate caliente, pero era diferente. Ella estaba despierta, era inevitable no verle. No podía escabullirse al saber que estaba armado. Siempre ha creído que los hombres con armas conservan vestigios de peligro y ser cautelosa es lo mejor, debió ser indiferente a ello, no tenía opción. Su camisa instó ser acariciada, la tela era de un algodón suave y cálido que instaba a ser usada, pero no la necesitaba, estaba convencida de que su ropa estaría completamente seca luego de pasar la noche frente a la hoguera de la chimenea. Decidida entró a la sala de baño con marcos de madera. El estilo rústico en las paredes con impresiones de caracoles y helechos barnizados, al igual que el resto de la casa, le fascinaba. Abrió el grifo para lavarse la cara y enjuagarse la boca. El agua estaba helada y el calentador no parecía funcionar, lo lamentó porque su brazo se crispó. ¡Diablos, sin cepillo dental! Se reprochó mientras sacaba pasta dental para untarla en el dedo índice con el que pretendía limpiar los dientes. ¡Cepillo dental marca Acme!- Sonrió frente al espejo recordando las caricaturas de Hanna Barbera de su infancia. Revisó su ropa interior y deshaciéndose de sus protectores diarios, se aseó. No deseaba pasar vergüenzas como las de su encuentro con Bruno Linker. Que dijera cualquier otra cosa de ella pero no, que no fuera pulcra. Era obsesiva con la limpieza probablemente por haber nacido y crecido en una tintorería. “la más reconocida de la ciudad”.
Presurosa descendió las escaleras en busca de su ropa con la disposición de emprender camino de regreso a la terminal de Mérida comprar un boleto de viaje a Caracas y regresar a su vida normal. El campo y las montañas eran de su agrado, pero las condiciones de su llegada no eran las apropiadas para disfrutar de ellas. El pasillo principal al pie de la escalera estaba desolado, escuchaba ruido en la cocina, así que se acercó para dar los buenos días. “La cortesía por delante “se decía así misma mientras buscaba la manera de no mencionar el gran susto de anoche. Bruno Linker lucía unos pantalones jeans azul marino oscuro que enmarcaba muy bien sus piernas, un sombrero de pana guindaba en su espalda sujetado al contorno de su cuello, su camisa azul celeste resaltaba el color de su piel bronceada y esos ojos detectivescos, al girarse traía consigo una pieza de pan y una taza de café. La miró de arriba abajo diciéndole con los ojos: ¿Ey, y qué paso con la camisa que te preste? A lo que no tuvo más respuesta que un titubeó. No comprendía porque sus miradas la intimidaban tanto.
En su cinto, resaltaba la empuñadura de la misma arma. Sonrió excusándose en un murmuro para ir en busca de su ropa.
- Está seca. Pero la camisa que deje anoche te hubiera caído muy
bien. Después de todo aún no podemos salir del rancho.
- ¿cómo? Preguntó en un masculló deteniéndose tras el paso del
comedor. Corrió una de las sillas y se sentó creyendo que se desmayaría. Empalideció. Quiso comprender las facciones de aquel hombre, las estudiaba como si cursara anatomía o fisiología humana, suspiró deseando no convertirse en médico forense y terminar practicándole una disección. Temía que aquel hombre varonil, musculoso, atractivo, con mirada de no sé qué cosa estuviera mintiendo. Tintineó una taza sobre la mesa sin dejar de observarlo mientras lo escuchaba- Disculpa, pero anoche la camioneta tuvo una avería en el motor. No me pareció oportuno comentárselo cuando la vi junto a la chimenea para no perturbar su descanso.
¿para no perturbar mi descanso? –Pensó irónica- ¡ja! Gracias a su dulzura tengo este par de ojeras. Ahora, ¿qué haré? Detenida en el corazón de los Andes con completos desconocidos…aunque parece sincero. No creo que mienta en algo así, ¿qué ganaría? además es creíble que con la tempestad de anoche el motor pudiese dañarse. Pero debe haber otra forma de regresar a la ciudad, es cuestión de buscar…- Y como si le hubiera leído el pensamiento él continuó- estoy esperando a Berrios con una carga, viene de montaña arriba. Intercambiaremos algunos sacos y emprenderá camino a Mérida. Al llegar podrás aprovechar e irte con él. No te preocupes- pareció consolador y hasta cariñoso al servirle café caliente en la taza presa de sus tintineos. Su sonrisa pareció tierna a lo que Lorena le correspondió. ¡De nuevo ese chispazo eléctrico al rozar sus dedos! ¿Será que este hombre tiene un cable conectado? ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué se sentía intimidada? ¡Tengo que ser racional!- se repitió así misma al beber el café- No querrás parecerle fácil a este señor ¿cierto, Lorena Blasco?
- Si lo deseas, puedes usar mi celular. Es uno de los pocos
celulares que mantiene buena cobertura en estos lados de los Andes, así podrías poner al tanto de tu bienestar a los tuyos.
Bruno pudo ver el brillo de júbilo y alivio en sus ojos tras los cristales. Movió su cabeza en aceptación- gracias, sr Bruno. Es usted muy amable- pero de seguro Lorena no diría lo mismo si supiera lo arrogante que podría ser. Lo descubrió cuando tomó el iphone y acertó a comunicarse con el hijo de su padrino, un joven de su edad cuyo trato le sonó íntimo y ofensivo. Su semblante cambió por completo y aunque la conversación se llevo a cabo junto a la señora Verónica y él, la incomodidad fue obvia. Lorena se explicó por considerarlo simple, no había razón para crear un mal entendido con un desconocido armado de quien dependía por completo.
- Es semana Santa señorita, no debería preocuparse, después de
todo, los locales comerciales y las universidades cierran en esta época.
- Bruno, ese comentario no ayuda en lo absoluto a la señorita-
Reclamó la señora- ¿es que tú crees que vino acá a pasar vacaciones? Debes entender su preocupación, no es fácil dejar todas tus responsabilidades en manos de otros. Amor- Se dirigió ahora a Lorena- esperemos a los choferes de los camiones para que te lleven de regreso. De seguro no tardarán en llegar.
- Se les agradece, en cuanto a mi actividad comercial, le comentó
señor Bruno que, como buena extranjera trabajo los seis días de la semana. Es costumbre familiar. He abusado de la confianza de mi padrino y de Marcos, su hijo, al dejar en sus manos la administración de todo durante este viaje tan accidentado. Esa es mi mayor preocupación. Si hubiera sabido que todo esto iba a pasar, jamás hubiera salido de casa. Se lo aseguro.
- ¡Vaya, Lorena!, no ha sido tan malo el conocernos, ¿no lo
crees?, el celular que perdiste, tu malestar por el viaje y estos contratiempos no representan gran cosa, recuerda que no hay mal que por bien no venga- “eso espero”- pensó Lorena al escucharla- para mí ha sido un verdadero gusto tener a alguien con quien charlar. Bruno ya no es tan divertido como antes y como que se aburre con una vieja como yo.
- Eso no es cierto nana, sólo que necesito estar ocupado y
mantener al día el rancho para que sea amena nuestra estadía, no es como vivir en la ciudad, allá no hay pasto que crezca hasta tus ventanas y tienes un supermercado a la vuelta de la esquina, aunque acá tratamos de tener nuestra buena dispensa-. Sonrió.
- Si lo desea arregle su ropa y baje, voy a ensillar caballos para
hacer un recorrido por los cultivos mientras llega el camión. Podría usted acompañarme.
Sus ojos brillaron de júbilo por segunda vez, después de todo ese hombre no podría ser tan letal como pensaba, pero debía controlar su yo interno y ponerlo en su lugar para evitarse desbarajustes emocionales u hormonales. Sería vergonzoso que él pudiera percibir sus feromonas. Esperaba que él no estuviera en busca de ellas. Debía ser racional y coherente, cosa que no se le hacía muy fácil al tenerlo tan cerca.
Respeto a usar o no la camisa, Lorena optó por usarla, después de todo no querría ensuciar su única blusa y sweater para viajar. En cuanto al pantalón, el jeans oscuro tenía sus ventajas para poder repetir sus posturas. Como debía estar cerca de su anfitrión vio apropiado aceptar el ofrecimiento de buscar algún artículo de limpieza femenina que le resultará útil y tuvo mucha suerte. En las gavetas superiores del closet encontró, desde cepillo dental hasta un par de sus delicados protectores. Una deliciosa agua de colonia Parisina se unió a su hallazgo.
Mientras tanto Bruno estaba en las afueras del rancho, junto a Tomás, el capataz. Le había traído a Trino, un pura sangre fiel y dócil bajo sus riendas. Su pelaje era de un azabache hermoso y de contextura robusta que llevaba una montura de cuero marrón digno de un elegante caballo de paso. Tomás y él había fraternizado lo suficiente como para confiarse ciertos hechos personales. Era un buen amigo y hasta confidente. Escuchaba atento su declive sentimental y le aconsejaba cuando debía hacerlo. Para ser un hombre de campo se versaba muy bien en cosas de mujeres y en relaciones comerciales. Tomás se encargaba de las ventas de los productos de las tierras, mucho antes de que Bruno Linker se las comprará a Don Sebastián Blanco. Bruno Linker se sintió con confianza más que con derecho en pedirle a su capataz que no permitiera el acceso de vehículo alguno hasta que él se lo indicará.
- Tomás, no quiero ver a diez kilómetros de la finca a ningún
camión, vehículo, ni siquiera motocicleta alguna, ¿crees que puedas ayudarme con eso? además esto debe quedar entre tú y yo, la nana no debe enterarse de lo que te estoy pidiendo, ¿está claro?
- Bien, pero no olvide patrón que la cosecha no puede
posponerse mucho tiempo.
- No te preocupes, será por poco tiempo.
- Disculpe que me meta, patrón pero ¿es por la muchacha esa
que llegó con ustedes anoche?
- Quiero conocerla, Tomás. No será por mucho tiempo. Sabes
que me es fácil escanear a las mujeres- Sonrió con diversión- un par de horas con ella y podré saber quién es, de dónde es y hacia adonde va.
- Pero patrón no es más fácil y barato si va directo al grano con
ella y la invita a salir, así se conocerían los dos.
- No, Tomás. Hay algo diferente en esa mujer. Si la invito se
bloqueará. Probablemente crea que la quiero secuestrar o algo así.
- ¿Cómo así señor? ¿Y qué le puede hacer creer eso a esa
muchacha? Eso sería aberrante.
- Lo sé, por eso no deseo darle pie a que lo piense, por los
momentos quiero que crea que el motor de la camioneta se daño, así que no se te ocurra ponerla andar. Desconecté algunos cables por si acaso. Si quieres finge repararlo para que ella se convenza.
- Como usted diga patrón. Voy a telefonear a Berrios y a los
demás hombres para que no se acerquen por el rancho.
- Un año sin mujeres ha sido mucho tiempo para mí. Nunca
pensé que algún día pasaría por algo así… No creo soportar más tiempo aunque lo que viví con mi ex fue un completo infierno ya lo considero superado… aunque al mirar a esa mujer siento que todavía no estoy preparado para abrirme al mundo de nuevo. No quiero ni imaginar que todas las mujeres sean como mi ex o como las mujeres que tuve antes. Me aterra. Por otra parte creo que este retiro me ha hecho perder el toque Tomás, es como si de repente, me sintiera viejo.
- ¿Y esa señorita lo ha seducido señor?
- Para nada. Eso es lo que me hace creer que perdí el toque,
Tomás- Sonrió. Comenzó a cepillar la melena de trino- Quizás falta un poco de diversión y menos tensión, por eso quiero que todo esto de la espera de los camiones sea natural, para que ella me permita conocerla.
- Pero mucho cuidado patroncito, no vaya usted a equivocarse.
- No lo creo. Además esa mujer vive en Caracas, así que debe
saber más que tú y yo juntos. Las mujeres de las capitales suelen ser más…experimentadas
- A veces las apariencias engañan. Patrón si usted ha visto algo
diferente en ella no creo que sea su experiencia, porque si así fuera y por lo que lo conozco a usted, ya la habría metido a su cuarto, ¿no es así señor?, además de ser así esa mujer sería “una dura”, “ la más dura de estas tierras” sería la única en romper su celibato desde que usted dejo su país.
- Abstinencia amigo Tomás- espetó con el dedo índice en lo alto
dándole énfasis con su acentuada voz- pero jamás un celibato. ¿Te
imaginas? No lo soportaría, es como volver a nacer y ser un monje- sonrió- lo más hermoso y placentero de este mundo Tomás, es la mujer y pienso que mi abstinencia es solo terapéutica por lo tanto es temporal. Necesitaba olvidar muchas cosas y sanar heridas. Solo eso.
- Más bien creo que está jugando con candela, señor. Tenga
cuidado no se vaya a quemar.