4.

Lejos de allí, en un edificio que parecía abandonado, un chico se acercó y entró dentro del lugar que olía a madera podrida por el paso de los años. Varios hombres lo miraron al entrar pero él no les hizo caso y siguió hasta el fondo del pasillo donde se hallaba un imponente hombre, el cual, el chico temía más que a nada en el mundo pero sabía que no podía dejar entrever su miedo o su madre podría sufrir las consecuencias.

El joven entró en una habitación que se hallaba en penumbra a excepción de una vela que había en una mesilla y alumbraba la mitad de la cara de aquel hombre, lo que le daba un aire siniestro y cruel.

-Vaya, hacía días que no venías a verme, hijo- dijo el hombre recalcando la última palabra.

-No he venido a verte a ti, vengo a ver a mi madre…- respondió el chico.

-Ya veo… te dejaré verla cuando me cuentes las novedades.

El chico suspiró, resignado. No tenía otra alternativa que contarle lo que acontecía.

-Ya apareció la chica de la leyenda…- dijo escuetamente.

El hombre esperó un poco más y luego dijo:

-¿Y? ¿Qué más?

-Bueno, ya se presentó ante la manada y ante el Consejo de Clanes. No controla a su loba.

Esto último hizo reír al hombre. Su risa era macabra y al chico le daban escalofríos con sólo oírla.

-No controla a su loba ¿eh? Eso es una buena noticia para mí…

-¿Puedo ver ya a mi madre?

El hombre le hizo un gesto desdeñoso y le contestó:

-Ya sabes dónde está…

El chico salió de la habitación y bajó las escaleras que estaban un poco más allá. No le hacía falta luz alguna, se sabía ese trayecto de memoria. Desde pequeño había recorrido ese pasillo para poder ver a su madre, la cual estaba prisionera por su propio marido.

El chico llegó ante las puertas donde estaba su madre encerrada y le dijo a los dos tipos que custodiaban la puerta que lo dejaran entrar.

Uno de ellos sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta. El joven entró en la habitación y vio a su madre tendida en la cama con una mano esposada a uno de los postes de la cama. Su rostro presentaba algunos moratones y varias magulladuras en su cuerpo.

Allí acostada se la veía marchita, sin vida y eso a él le dolía demasiado. Todas las noches deseaba poder sacarla de esa oscura habitación pero hasta que no cumpliera con lo que le encomendó su padre no podría hacerlo.

-Mamá…

La mujer que tenía los ojos cerrados, los abrió y miró a su hijo. Una leve sonrisa asomó a su rostro pero rápidamente desapareció con un gesto de dolor.

-Hijo…- susurró la mujer- te he echado de menos…

El chico se acercó y se arrodilló junto a la cama. Tomó la mano libre de su madre y le dio un beso en esta.

-Yo también te he echado de menos, no sabes cuánto…

-Veo que has traído noticias de fuera porque si no, no vendrías.

-Ese hombre no me deja verte si no le traigo noticias de fuera.

-¿Y cómo estás?

-Mal, me siento mal al traicionar a la gente que me aprecia.

-Pues no sigas con esto, hijo, te estás sacrificando por mí y sabes que tu padre no me dejará salir de aquí nunca.

-Lo hará, me prometió que lo haría si cumplía mi parte del trato y lo estoy haciendo.

-Abandona todo esto, vete con esa chica de la que me has hablado. Tu padre no me hará daño, ya no me quiere ni ver… me desprecia…

-Él podrá despreciarte pero yo nunca te dejaré sola, no quiero perderte, mamá.

La mujer acarició la mejilla de su hijo con delicadeza.

-¿Qué noticias me traes de fuera?

-Tu sobrina ya es la jefa del clan… aunque no controla a su loba.

-¿Y de mi hermana? ¿Sabes algo de ella? ¿O de mi madre?

-Abuela está bien, se la ve muy contenta porque ya Jaelle es la jefa del clan. De la tía no sé casi nada… pero supongo que estará contenta de que su hija ya sea una loba.

-Hijo, quiero que cuides de tu prima, no hagas nada que pueda perjudicarla… si tu padre te pide que le hagas algo, niégate y huye lejos…

-Mamá, ese hombre no es mi padre… no le digas así.

-Es tu padre, lo quieras o no… pero prométemelo.

-No puedo prometerte algo así, no quiero dejarte sola en manos de ese hombre para que te haga más daño del que ya te hace.

-Yo estoy bien…

-¿Qué estás bien? ¿Tú te has visto? Maldita sea, mamá, te tiene encadenada como un animal y encima te golpea para sentirse superior…

-Olvídate de mí y prométeme que harás lo que te pido.

-Pero mamá…

-Por favor, hijo, hazme caso por una vez, si él te dice que le hagas daño, niégate, no me pasará nada. Será mejor que te vayas, llevas ya mucho rato aquí abajo y no quiero que te haga daño a ti también.

El chico suspiró resignado e intentó abrazar a su madre intentando no hacerle daño a su magullado cuerpo.

-Volveré pronto, te lo prometo.

-Sé que volverás, te quiero, hijo.

-Y yo a ti, mamá.

Tras esto, el chico salió de allí acongojado al ver a su madre en el estado en el que se encontraba.

Pasaron algunos días en los que Jaelle practicaba hasta la saciedad con Kyle el control de su loba. Rara vez conseguía controlarla y ahora, cada vez que entrenaba, tenía que llevarse un arsenal de ropa consigo por si se transformaba, tener ropa de repuesto.

La joven no había podido llamar a su mejor amigo como le había prometido ya que sus entrenamientos ocupaban la mayor parte del día y cuando anochecía se encontraba cansada hasta para hablar. Directamente iba hasta su cama y se tiraba allí, exhausta.

Libby le llevaba la cena pero a veces la chica no probaba bocado ya que se quedaba profundamente dormida. Pero una noche, ya cerca de la madrugada, alguien la llamó mentalmente.

“Jaelle, despierta, es urgente”

La chica abrió los ojos rápidamente y miró a su alrededor.

“¿Kyle?”

“Rápido, tienes que venir conmigo, han encontrado el cadáver de una loba”

La joven se levantó y se vistió. Algunas de sus articulaciones se resintieron pero ahora no era momento de quejarse, acababan de encontrar el cadáver de una loba. Cuando estuvo lista, salió de su casa y se encontró a Kyle en el jardín convertido en lobo.

-¿Dónde la han encontrado?- le preguntó la chica al lobo.

“Transfórmate y sígueme, no hay tiempo de explicaciones”

La joven asintió y se apartó para quitarse la ropa y transformarse. Tras esto, salió de su escondite y siguió a su compañero por los bosques hasta llegar a los límites de la ciudad. Allí ya se encontraban varios lobos de la manada e incluso de otras.

Al parecer, la loba que estaba muerta, había desaparecido hacía algunos días y no se le encontraba por ningún lado, hasta que finalmente apareció esa noche allí. Presentaba claros signos de tortura.

“¿Cuánto crees que llevará muerta, Kyle?” preguntó la chica mentalmente a su compañero.

“Puede que unas pocas horas… no sabría decirte…”

“Es terrible” dijo Belinda apareciendo al lado de Jaelle “la han torturado hasta matarla… y tiene heridas en el cuello…”

“¿Qué quieres decir?” preguntó Jaelle mirando a la chica.

“Sólo hay una especie que va directa al cuello de quien sea para tomar su sangre, Jaelle, y esos son los vampiros. Estoy segura de que ellos son los que están provocando tantas muertes entre los nuestros”

Jaelle miró a todos los lobos que estaban allí y luego miró el cadáver que comenzaba a transformarse en humano. Se trataba de una joven que apenas contaba treinta años. La chica tuvo que apartar la mirada porque varias zonas de su cuerpo estaban en muy mal estado y le provocó arcadas.

“Esta mujer pertenece al clan del oeste” dijo Yandrak que se acercó a ellos lentamente. Su pelaje se confundía con la noche oscura y la joven casi no lo vio hasta tenerlo justo delante de sus narices “la han torturado hasta matarla, diría incluso que la han violado”

“Malditos” dijo Kyle y miró a la joven muerta “si fueron los vampiros, entones habrá que matarlos” dijo tajantemente el chico y miró a Jaelle.

La joven no supo qué decir en ese momento. Su estómago estaba revuelto después de haber visto el estado en el que se hallaba el cadáver y lo único que quería era encontrar un sitio donde poder vomitar lo poco que tenía en su estómago.

“Mañana nos reuniremos y veremos lo que hacemos, estamos aquí pensando cosas en caliente, pensaremos con la mente despejada mañana, ¿entendido? No quiero que nadie ataque a nadie hasta que decidamos lo que vamos a hacer” dijo Jaelle a todos los lobos que habían allí “los del clan del oeste, pueden llevarse el cadáver y darle sepultura. Cuando se decida lo que vamos a hacer, avisaré al Consejo de Clanes para comunicar la decisión”

Tras esto, Jaelle se alejó lentamente y un poco tambaleante por lo que los tres amigos la siguieron de cerca. Belinda se puso a su lado.

“¿Te encuentras bien?”

“Sí, es sólo que no me ha sentado bien ver el cuerpo de aquella chica en aquel estado, nada más, se me pasará”

Belinda no dijo nada más y todos la siguieron hasta la casa de la joven ya cerca del amanecer. Antes de llegar, los demás fueron al lugar donde tenían sus ropas y se transformaron. Jaelle se transformó y se vistió. Aún sentía nauseas al rememorar en su mente la imagen de aquella joven. Salió del lugar donde se había vestido y sin poder aguantar más, vomitó en la hierba.

Los chicos se acercaron a Jaelle que se había arrodillado en el suelo, algo mareada.

-¿Te encuentras bien?- preguntó Kyle.

-Sí…

-Cualquiera lo diría- dijo Belinda, haciendo un gesto de asco ante la vomitona de su amiga- si tan mal te sentaba ver un cuerpo torturado, lo hubieras dicho y no hubieras tenido que pasar por eso.

-Ya se me pasará, tendré que acostumbrarme hasta que encontremos al culpable de estas muertes.

-Yo sigo pensando que son los vampiros, son nuestros mayores enemigos desde tiempos inmemorables. Son de las pocas criaturas que no nos soportan.

-Como si existiesen más- dijo Yandrak- sólo estamos nosotros los licántropos y los vampiros.

-¿Es que le hemos hecho algo para que nos odien de esa forma?- preguntó Jaelle.

-Lo que hemos hecho ha sido evitar que mueran muchos mortales- dijo Belinda- si fuera por los vampiros, ahora mismo no habría humanidad mortal en esta ciudad.

-Sí, vale, pero ¿sólo por eso?

-Que nosotros sepamos sí- respondió la chica.

-Entiendo… de todas formas, debemos pensar bien en lo que haremos, no podemos atacar a los vampiros así como así, hay que idear un plan e investigar… ¿sabemos por dónde van los vampiros? Es decir, los lugares que frecuentan.

-Uno de los lugares que más frecuentan es la trasera del hospital donde uno de ellos, que se hace pasar por médico, les da sangre que la gente dona- contó Yandrak.

-Comenzaremos a investigar por ahí…- dijo Jaelle- pero no quiero ataque ninguno por ahora.

-Como quieras pero si no atacamos podrían morir más licántropos- dijo Kyle.

-Tendremos que arriesgarnos- dijo la joven levantándose- prometedme que no haréis nada que afecte a la investigación.

Los otros asintieron aunque no muy convencidos y luego se fueron a sus casas.

En las afueras de la ciudad, una gran casa de campo que parecía más un castillo que una casa propiamente dicha, vivían los grandes enemigos de los licántropos. Los vampiros.

Uno de ellos, de aspecto realmente hermoso con su pelo corto de color castaño oscuro y los ojos marrones claros recorría los pasillos hasta llegar a lo que parecía un despacho.

-He vuelto- dijo el vampiro a la vampiresa que estaba de espaldas a él.

Esta se giró, mostrando un hermoso rostro de piel pálida enmarcado por una larga melena de color castaño con un gracioso flequillo que cubría su frente, debajo había unos preciosos ojos de color ámbar que podrían conquistar a cualquiera. Era tan hermosa que parecía una princesa y así era como la denominaban: la Princesa de los Vampiros.

-¿Qué noticias me traes?- preguntó ella con una voz dulce muy característica de su persona.

-Los licántropos van tras los nuestros, han estado en la trasera del hospital donde trabaja Gavin. Creen que somos los culpables de las muertes de los suyos de estos últimos meses.

-Algo razonable. Si mataran a los míos de los primeros que sospecharía sería de mis enemigos tal y como están haciendo ellos.

-¿Qué vas a hacer?

-Esperemos a ver qué paso dan y según actúen, lo haremos nosotros.

-Allegra, si dejamos que actúen ellos primero, podría ser nuestra perdición.

-Lo sé, Dreck, pero si lo hacemos nosotros primero, tendrán mayor seguridad para echarnos la culpa de esas misteriosas muertes y entonces sí que estaríamos perdidos.

La joven vampiresa hablaba con voz serena mientras cogía uno de los tantos libros que allí había. Lo ojeó rápidamente y volvió a colocarlo. Justo cuando iba a coger otro, apareció un vampiro corriendo, interrumpiendo en la estancia.

-Princesa, han encontrado a uno de los nuestros hecho pedazos cerca de aquí.

Allegra se acercó y preguntó:

-¿Alguien estaba con él?

-Sí y dijo que un grupo de hombres, bastante misterioso, lo despedazaron, cree que eran licántropos.

-Lo que yo te dije- dijo Dreck.

-Entonces no queda más remedio que encontrarse con ella y aclarar las cosas- dijo Allegra y miró a su amigo- prepara todo para encontrarnos con ellos pero que parezca una casualidad.

Dreck asintió y salió junto con el otro vampiro, dejándola sola con sus pensamientos.

Se ponía enferma cuando uno de sus vampiros la llamaba Princesa ya que muchos lo decían con retintín porque ella nunca iba a ser como ellos y no estaban conformes con que ella fuese la jefa.

Su padre, el Rey de los Vampiros había dejado embarazada a una mujer mortal, su madre, la cual murió cuando dio a luz a una medio vampiro. El haber nacido así, suponía en su tiempo una especie de insulto contra la especie pero llegó a acostumbrarse a ella y no hacer caso a los duros comentarios de los otros vampiros.

Tras la dura muerte del Rey a manos de unos cazadores, ella ocupó el lugar de su padre, algo que no gustó para nada a los subordinados pero consiguió imponerse consiguiendo así el respeto de los vampiros más jóvenes. Los más antiguos seguían reticentes aún a someterse al mandato de una media mortal como ella.

Nada de eso le importaba, lo que quería era tener una existencia tranquila y para eso debía solucionar el tema de los licántropos.

Christopher pasaba un día por delante de la casa de Jaelle justo cuando ella salía de allí.

La joven la verlo, se detuvo de repente como si se hubiese acordado de algo pero al ver que él seguía caminando decidió seguirlo.

-Chris, espera- pero él no le hizo caso y siguió caminando hasta que finalmente ella lo agarró del brazo. Christopher se detuvo pero no la miró- ¿por qué me rehúyes?

-Yo no te rehúyo, tengo prisa, eso es todo.

-¿Entonces por qué no me miras?

-No tengo por qué mirarte cuando tú ni siquiera te has dignado a hacerme una llamada tal y como me prometiste.

La joven bajó la mirada, arrepentida.

-Lo siento, Chris, pero no he podido, he tenido algunos problemas.

-Problemas… con esos amigos nuevos ¿no? Te lo estás pasando mejor con ellos que cuando estabas conmigo… lo entiendo…

-Pero ¿qué dices? Eso no es así, tú eres mi mejor amigo.

-Quién lo diría porque no me llamas y desde el día de tu cumpleaños apenas he podido verte, se supone que los amigos estamos tanto para lo bueno como para lo malo y no haces otra cosa que evitarme o al menos esa es la sensación que me estás dando.

-Tengo serias razones para no estar siempre contigo… he sufrido muchos cambios desde el día de mi cumpleaños.

-Eso ya me lo has dicho, no hace falta que te repitas, además si tienes serias razones para no estar siempre conmigo, al menos podrías decírmelas y así asimilarlas y evitar que te llame cuando me preocupo por ti o cuando quiero hablar con la que era mi mejor amiga.

-Por favor, no me digas esas cosas…

-¡Claro que te las digo porque lo que estoy diciendo es real! ¿Acaso has mirado tu móvil últimamente? Apostaría lo que fuera a que no.

Jaelle sentía cada vez más lejos a su amigo a pesar de estar uno frente a la otra. No quería perderlo pero si le decía lo que era podría ser peor. En realidad los amigos no están para todo lo bueno y para todo lo malo. Ella no podía compartir su secreto con él porque probablemente no la entendería.

-Tú no lo entiendes… créeme que si pudiera explicártelo lo haría pero no puedo.

-¿Cómo tienes la cara de venir entonces a decirme que por qué te rehúyo? Creo que no tienes derecho a replicarme cuando tú no haces nada por salvar esta amistad que poco a poco se va rompiendo y no por mi culpa. Por mi parte siempre serás mi mejor amiga.

-Tú eres mi mejor amigo- insistió ella- siempre lo has sido y siempre lo serás, tú fuiste el único que estuvo conmigo cuando nadie quiso. Mira, ¿qué te parece si nos echamos una escapada? Podemos ir no sé… al cine, yo te invito.

Christopher la miró, sorprendido, con una ceja enarcada.

-¿Y esto a qué viene ahora?

-Que no quiero perderte, eres el único que siempre me ha comprendido y no me puedo permitir perder a mi mejor amigo desde siempre.

Christopher sonrió levemente y la abrazó.

-Esperaré el tiempo que haga falta hasta que me cuentes qué es lo que te pasa ¿vale?

La joven asintió levemente aunque dudaba que algún día pudiese contarle la locura en la que se había convertido su vida.

 

Ada
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