XV

Comenzó a llamarme centaura cuando me vio adelantar a otras chicas de las clases de salto. La verdad es que tenía facilidad y don de mando, también flexibilidad y persistencia. Pero sobre todo, ahora lo veo así, podía pensar con mi cuerpo, fundirme en el aura de irradiación animal como si me sumergiera en una corriente de agua profunda y caudalosa. Un poder que, debo confesar, he perdido con el tiempo, pero que en aquella época me permitió aprovechar las lecciones del instructor en unos pocos meses y quedar en el segundo lugar de mi categoría en el torneo anual de clubes de la ciudad. Al evento asistieron la abuela y mis tutores. Me felicitaron y fuimos a comer al Restaurante del Lago. La verdad es que tanta excitación me había dado hambre. Devoré el filete sangrante que había ordenado y me engullí buena parte de la carne de Mirna, que por lo general era inapetente, y que de buen grado me cedió su plato, diciéndome:

—Come, come, querida, que estás creciendo espléndidamente y necesitas muchas más proteínas.

Cuando brindaron a mi salud, Rodolfo se mostró como un padre orgulloso.

—Por Artemisa, toda una amazona, una verdadera centaura…

Qué lejos estaban ellos de imaginar que ese regusto sangriento y esa hambre por desgarrar el filete tenían un sentido recóndito para mí de plenitud y victoria —y que, al cabo de los años, se convertirían en el sello distintivo de mi cocina.

Mi abuela sonrió complacida. Le daba gusto verme tan amada por mis padrinos. Después de comer la llevamos a su casa. Mirna nos esperó en el auto mientras Rodolfo y yo la acompañábamos a la entrada de su condominio. Al bajar de regreso por el elevador, una mujer con su bebé en carriola ocupaba buena parte del espacio. Rodolfo tuvo que ponerse detrás de mí para dejarla salir cuando llegamos al vestíbulo. Sentí el vigor de su cuerpo que me dominaba con tan sólo poner las manos en mis hombros. Entonces se inclinó a mi oído y dijo unas palabras dulces y filosas. Me dijo llanamente: “Mi centaura”, y yo percibí que con ese simple posesivo me proclamaba suya y me montaba.