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El martillo y el yunque

El 12 de agosto, el comandante Neave, con el 13.°/17.° Regimiento de Húsares, que seguía adentrándose en el valle del Orne, escribió en su diario: «Mucho calor —pero no hace buen tiempo para luchar—; la infantería avanza sudorosa y polvorienta, y nosotros simplemente nos asamos dentro de los tanques». Pero todos se consolaban pensando que pronto iba a acabar aquello. «La imagen vista de cerca es terrible. El viejo "Sangre y Agallas" [Patton] se está metiendo en París, y aquí en Normandía los alemanes están a punto de ser rodeados».1

Los alemanes, sin embargo, no estaban a punto de ser rodeados. Todavía había un hueco de unos treinta y tantos kilómetros entre el cuerpo de ejército canadiense de Simonds, al norte de Falaise, y el XV Cuerpo de Haislip, en las cercanías de Argentan. Los intentos llevados a cabo ese mismo día por parte de la 59.a División de ampliar su cabeza de puente sobre el Orne cerca de Thury-Harcourt fueron frustrados por la 271.a División de Infantería alemana y las escarpadas y frondosas colinas existentes a ambos lados del río.

A la mañana siguiente, 13 de agosto, Simonds informó a su unidad acerca de una nueva ofensiva, la Operación Tractable. Mientras que el grueso de las tropas canadienses volvía a atacar en dirección a Falaise, debido a la insistencia de Montgomery, la 1.a División Acorazada polaca, en el flanco izquierdo, se dirigiría más al este, hacia Trun. Parece que Montgomery no había discutido claramente los planes con Bradley, a pesar de que se había reunido con él ese mismo día. Da la impresión de que había vuelto a su anterior idea de rodear a los alemanes en el Sena. En vez de enviar a la 7.a División Acorazada para reforzar la ofensiva canadiense, la mandó al este, en dirección a Lisieux. Montgomery había empezado ya a presionar a Eisenhower para que le diera todos los suministros y apoyos que necesitara, de modo que fuera el XXI Grupo de Ejército el que cargara contra Berlín.2

Simonds lanzó la Operación Tractable a las 11:00 de la mañana del 14 de agosto. En vez de aprovechar la oscuridad para evitar pérdidas a manos de las defensas antitanques alemanas, organizó una espesa cortina de humo provocada por la artillería. También se usaron bombarderos, a pesar de los contratiempos sufridos durante la Operación Totalize. Esta vez, la mayoría de los 811 bombarderos medianos, fueron bastante precisos, aunque 77 de ellos lanzaron sus cargas sobre las tropas canadienses y polacas de retaguardia y causaron 391 bajas. Resulta increíble que volviera a cometerse el mismo error y se utilizaran marcadores de objetivo de color amarillo y granadas de humo igualmente amarillas para señalar a las propias tropas.3

Los canadienses enseguida se dieron cuenta de que el río Laizon representaba un obstáculo antitanque más serio de lo que se habían imaginado. Algunos de sus regimientos acorazados sufrieron ese día graves pérdidas. A su izquierda, los polacos avanzaron con gran ímpetu, encabezados por su sección de reconocimiento, el 10.° Regimiento de Fusileros Montados.

El 14 de agosto, la Panzergruppe Eberbach recibió una orden de Hitler enviada por radio. «El ataque ordenado por mí mismo al sur de Alencon debe llevarse a cabo bajo cualquier circunstancia de inmediato como preparativo para el ataque sobre Avranches». Eberbach, furioso por aquella incesante fantasía de Hitler, se replegó con las unidades de tanques de sus divisiones: la Leibstandarte Adolf Hitler tenía 30; la 2.a Acorazada, 25; la 116.a Acorazada tenía 15, y la 9.a Acorazada había quedado reducida a una compañía de granaderos acorazados.

«La moral de combate de las tropas alemanas se ha venido abajo», escribía Eberbach. «No sólo estaban agotadas y debilitadas por el hambre. Las promesas propagandísticas han resultado todas falsas, la imbatibilidad del Muro Atlántico, las armas V que iban a obligar a Gran Bretaña a hincarse de rodillas, y toda esa palabrería sobre los nuevos aviones y submarinos que iban a asegurar la victoria final». Eberbach era consciente de que los soldados tiraban las ametralladoras y de que los tanques eran abandonados sin motivo, o incluso sin haber sido volados. «Los rezagados sin armas eran bastante numerosos. Hubo que inaugurar "líneas de captura" por detrás del frente [para coger a los desertores y a los que huían sin autorización]. Ni siquiera la SS constituía una excepción a la regla. La 1.a División Acorazada de la SS nunca había combatido de un modo tan miserable como en este momento». Los alemanes temían además que se produjera un aterrizaje aerotransportado por su retaguardia, plan que, en efecto, los aliados habían considerado, pero que luego habían descartado.4

Ese mismo día, Patton, que estaba totalmente desesperado por la inactividad forzosa del XV Cuerpo en Argentan, tomó un avión y fue a ver a Bradley. «Realmente es un plan estupendo, totalmente mío», escribió en su diario, «y he obligado a Bradley a pensárselo. Estoy muy feliz y animado. Tenía a todo el cuerpo de ejército en marcha a las 20:30, de modo que si Monty intenta ir con cuidado, será demasiado tarde».5 El general Cook y su puesto de mando del XII Cuerpo cerca de Le Mans recibieron un mensaje típicamente lacónico de Patton, entregado por un alto oficial del Estado Mayor del 3.er Ejército. «Tome Orleans de una vez».6 Al cabo de unas horas, el comando de combate A de la 4.a División Acorazada estaba ya en la carretera de Saint-Calais a Orleans, en un «brinco de 120 km».

Tres divisiones de Haislip, la 80.a, que estaba recién llegada, la 90.a y la 2ème DB francesa, debían quedarse en Argentan mientras el resto se abría paso por el este hacia Dreux, situada apenas a 50 km del Sena. La rapidez del avance supuso una inyección de moral enorme, anotó Patton al día siguiente. «El número de casos de fatiga de guerra (el nuevo nombre dado a la cobardía) y de autolesiones ha descendido materialmente desde que estamos moviéndonos. A la gente le gusta jugar en un equipo ganador».

Los tripulantes de los tanques del 3.er Ejército, siempre mal afeitados, se habían convertido en los héroes de las tropas de intendencia y de otros soldados de la retaguardia. «Algunos reclutas intentaron incluso dejarse la barba para emular a las unidades de combate», escribía un médico del 2.° Hospital de Evacuación, «pero nuestro oficial al mando no tardó en poner freno a todo eso».7

Algunos se dejaron arrastrar demasiado por el clima de entusiasmo en aquel avance aparentemente imparable. Un corresponsal de guerra americano, decidido a batir a todos sus rivales, apareció en Chartres dispuesto a ser testigo de la toma de la ciudad. Por desgracia, todavía faltaban dos días para eso. El 6.° Regimiento de Seguridad alemán no tardó en hacerlo prisionero.8

El cabo Spiekerkotter, todavía con el grupo de zapadores de la 256.a División de Infantería que había escapado de Avranches, llegó a Chartres en su maltrecho Citroen. Mientras las tropas de la guarnición eran organizadas para defender la ciudad del avance de los americanos, Spiekerkotter y sus camaradas encontraron un depósito de suministros de la Wehrmacht. Había sido abandonado por el personal de intendencia, pero aún no había sido saqueado. Estuvieron dando vueltas por él, contemplando con asombro las estanterías cargadas de todo tipo de alimentos, vinos, licores, cigarrillos, incluso máquinas de afeitar eléctricas, guantes de cabritilla y grandes frascos de agua de colonia, lujos que el soldado de primera línea no había visto nunca. «Nos hubiera gustado pasar allí el resto de la guerra», observó Spiekerkotter.9 Cargaron el Citroen con latas de comida, cigarrillos, los guantes de piel y un frasco de colonia, y se dispusieron a cruzar el Sena por Melun. Tuvieron suerte de que no los detuviera la Feldgendarmerie y los obligara a integrarse en una unidad improvisada para defender la ciudad.

El 15 de agosto, mientras los canadienses tenían que pelear a brazo partido en su intento de avanzar hacia Falaise, los polacos abrieron brecha por la izquierda. Por suerte para ellos, la mayoría de los cañones de 88 mm de la Luftwaffe habían sido retirados, pero su progresión, que los condujo hasta el río Dives, cerca de Jort, supuso una hazaña impresionante. Mientras tanto, al este de Caen, el I Cuerpo británico, integrado ahora en el 1.er Ejército canadiense, obligó a los alemanes a replegarse a la línea del bajo Dives. Pero como suele ocurrir a mediados de agosto, el calor dio paso de pronto a una tremenda tormenta y una lluvia torrencial. El terreno duro y polvoriento se convirtió en una «pasta fangosa».10

El cuartel general de Kluge, perfectamente consciente de los peligros, escribió que la situación del aprovisionamiento estaba «haciéndose más crítica cada hora que pasa».11 El 5.° Ejército Acorazado calificaba su escasez de munición de «catastrófica».12 La 85.a División de Infantería había quedado reducida a un batallón y medio y la Hitlerjugend disponía sólo de quince tanques. Pero ese día, mientras los maltrechos restos de los ejércitos alemanes en el norte de Francia intentaban escapar del desastre total que habría supuesto el hecho de quedar rodeados, en el sur se confirmaba el fin de la ocupación de Francia por los nazis.

La invasión del sur de Francia, la Operación Anvil (Yunque), había sido un elemento fundamental de los planes americanos ya desde finales de 1943. Churchill se había opuesto a la idea con incansable obstinación. No quería distraer tropas del frente de Italia, sobre todo porque soñaba con invadir Austria y los Balcanes para impedir que la frontera soviética de posguerra recorriera el Adriático de arriba abajo.

El presidente Roosevelt, irritado por la que él consideraba excesiva desconfianza de Churchill hacia Stalin, maniobró de forma que dejó a los británicos desarmados en la Conferencia de Teherán de noviembre de 1943. Sin avisar a Churchill, habló con Stalin acerca del plan de invadir el sur de Francia, además de Normandía. Los británicos quedaron horrorizados. Stalin aprobó la idea de inmediato. Dijo incluso que los suizos eran unos «cerdos» y propuso «invadir el país al subir por el valle del Ródano».13 La falta de buques y lanchas de desembarco impidió que la invasión del sur de Francia coincidiera con la Operación Overlord, tal como querían los americanos, lo que no les supondría obstáculo lanzarla más adelante.

Para exasperación de Roosevelt, Marshall y Eisenhower, los británicos no dejaron en ningún momento de intentar alejar la Operación Anvil, rebautizada Dragoon, del sur de Francia. Las acaloradas discusiones llegaron a tensar las relaciones angloamericanas más que cualquier otro desacuerdo en materia de estrategia. Eisenhower creía por otra parte que la Operación Dragoon, con el empleo de las divisiones francesas destinadas a Italia y al norte de África, justificaría la enorme inversión realizada por los americanos y además convertiría a los franceses en socios y amigos.

El 4 de julio Churchill propuso repentinamente a Roosevelt trasladar la Operación Dragoon a Bretaña, aunque ningún puerto de la región estaba operativo y el sistema de aprovisionamiento de los aliados en el norte de Francia estaba al borde de la quiebra. «No puedo pretender que tenga elaborados todos los detalles», añadía torpemente el primer ministro británico.14 Roosevelt rechazó con firmeza la idea. Churchill volvió a intentarlo el 5 de agosto, cuando visitó a Eisenhower. «Ike dijo que no», escribió su asistente, «siguió diciendo que no toda la tarde, y acabó diciendo que no en todas las formas que le permitía su dominio del inglés».15 Eisenhower estaba «prácticamente agotado» cuando se fue Churchill.

Los hechos demostraron que los americanos tenían toda la razón. El desembarco de 151 000 tropas aliadas en la Costa Azul, desde Niza hasta Marsella, se llevó a cabo sin encontrar prácticamente oposición, el importante puerto de Marsella quedó asegurado y la invasión provocó la rápida retirada de los alemanes del centro y el suroeste de Francia. Incluso Hitler se vio obligado a reconocer la necesidad de hacerlo, escribió el general Warlimont, «especialmente cuando se comprobó que las primeras operaciones de paracaidistas y tropas aerotransportadas habían tenido un éxito inmediato. Fue la única ocasión que recuerdo en la que Hitler no vaciló demasiado antes de decidir la evacuación del territorio».16 Pero la repentina retirada de los alemanes desembocó en un feroz ciclo de violencia en Francia.

Presintiendo la victoria, la Resistencia incrementó sus ataques, y los alemanes, especialmente la SS, respondieron con represalias brutales e indiscriminadas. La policía de seguridad y la Gestapo masacraron en muchos lugares a sus prisioneros antes de retirarse. En total fueron fusiladas 600 personas, entre ellas casi todos los judíos que estaban bajo la custodia de los alemanes. En algunas zonas, la Resistencia había intentado convertir la guerra de guerrillas en insurrección abierta, por lo general con resultados catastróficos.

En el Vercors, el altiplano situado entre Grenoble y Valence, una gran fuerza de unos 3200 maquis había despejado ya la zona de alemanes a finales de junio y había izado la bandera tricolor. En Argel, el general Cochet no les había dicho que aguardaran los desembarcos en el sur de Francia. Aun así, su intento de retener el terreno ganado frente a las tropas regulares iba en contra de todas las reglas de la guerra de guerrillas. El 14 de julio los americanos lanzaron en paracaídas mil contenedores cargados de armas, pero para entonces los alemanes ya habían rodeado la meseta con 10 000 soldados con apoyo de artillería. Una semana después, las tropas de la SS aterrizaron en planeadores y al poco tiempo toda la zona había quedado sometida. Los maquis habrían debido dispersarse para seguir combatiendo en otro momento pero, a pesar de carecer de armas pesadas, intentaron librar una batalla convencional contra un número abrumadoramente superior de enemigos. El heroísmo desesperado acabó en matanza. Las represalias fueron brutales, como afirma la historia oficial de la guerra en Francia elaborada por el SOE. «Una mujer fue violada sucesivamente por diecisiete hombres, mientras un médico alemán le tomaba el pulso, para hacer que los soldados se pararan cuando la víctima se desmayaba. A otra le sacaron las tripas y la dejaron morir con los intestinos colgando alrededor del cuello».17

La Resistencia hacía de la Gestapo y la SS su objetivo siempre que podía. El 6 de agosto, el Sturmbannführer Ludwig Kepplinger, de la 17.a División de Granaderos Acorazados de la SS, sufrió una emboscada en Villiers-Charlemagne, al sur de Laval. Al día siguiente, el jefe de la Gestapo de Cháteauroux fue asesinado de un pistoletazo. El 10 de agosto por la noche, las autoridades alemanas anunciaron que ese día «han sido eliminados en combate 128 terroristas en territorio francés».18 Tres días después, en Tourouvre, en el departamento del Orne, dieciocho hombres fueron ejecutados y la calle mayor del pueblo incendiada, casi con toda seguridad por miembros de la división Hitlerjugend. El regimiento de artillería de la Hitlerjugend dictó una orden en la que afirmaba que «las represalias no serán nunca bastante duras».19

Las matanzas continuaron casi hasta finales de agosto, incluso cuando ya se había esfumado cualquier esperanza de resistir en Francia. Sólo seguía viva una saña feroz. En Buchéres, cerca de Troyes (Aube), una unidad de la SS mató a 68 civiles, entre ellos mujeres y niños, algunos incluso bebés. El 25 de agosto, a raíz de un ataque de la FFI contra un camión de la Wehrmacht en el que resultaron heridos tres soldados alemanes, la SS asesinó a 124 personas, entre ellas 42 mujeres y 44 niños, en Maillé (Indre et Loire), y el pueblo fue destruido. En el departamento del Aisne, en Tavaux y en Plomion, unos miembros de la división de la SS Leibstandarte Adolf Hitler y de la Hitlerjugend asesinaron a un total de 34 civiles, de los cuales sólo uno pertenecía a la Resistencia. En las veintiséis peores matanzas llevadas a cabo en Francia en 1944, fueron asesinados 1904 civiles[66]. 20

La gran ofensiva en Normandía, combinada con los desembarcos del 15 de agosto en el sur de Francia, desencadenó la precipitada retirada no sólo de los alemanes, sino también de la odiada organización paramilitar de Vichy, la Milicia (Milice). Durante los días sucesivos, se replegaron el personal de la Luftwaffe y de la Marina de los puertos del sur y del oeste de Francia, los oficiales de la Organización Todt, el personal de intendencia y administrativo de los depósitos militares, y de la policía de seguridad, en definitiva, todo el aparato de la ocupación alemana creado a lo largo de los últimos cuatro años. Se libró una incesante batalla en toda Francia contra la Milicia. Conscientes de lo que les esperaba si se quedaban en Francia, aquellos paramilitares criminales buscaron su salvaguardia en el este de Francia y luego en Alemania. Requisaron vehículos, bicicletas y caballos, así como alimentos para facilitar su huida.

Las fuerzas alemanas establecidas en el suroeste ordenaron a sus hombres escapar en «grupos de marcha». Pocos consiguieron huir. La mayoría sucumbió al hambre y al cansancio, y se vieron obligados a rendirse a la FFI o a los americanos. La Resistencia mató relativamente a pocos de los militares alemanes capturados. Los entregaron orgullosamente a los aliados o a las fuerzas regulares francesas, pero casi ningún miembro de la Gestapo, de la SS o de la policía de seguridad sobrevivió a su captura.

En cumplimiento de la política de tierra quemada practicada durante la retirada, los destacamentos alemanes recibieron la orden de destruir puentes, instalaciones telefónicas, ferrocarriles y puertos, así como cualquier establecimiento que pudiera contribuir a su reparación. Los grupos de enlace del SOE en el XXI Grupo de Ejército y del cuartel general avanzado del SHAEF trasladaron a la Resistencia peticiones de «acciones antidestrucción», lo que significaba la frustración de los intentos de los alemanes de inutilizar tras de sí los sistemas y medios de comunicación.21

El colapso de las fuerzas de ocupación alemanas supuso también el colapso del régimen de Vichy. En Normandía, un alto funcionario de Vichy comunicaba durante el momento de la gran ofensiva americana que «al haber tomado una nueva dirección los acontecimientos militares», iba a retirarse para «alcanzar el territorio francés según las órdenes del gobierno».22 Se retiró junto con el Feldkommandant de la localidad, que le proporcionó combustible para su coche. Pero cada vez que intentaba establecer una nueva subprefectura, primero en Gavray, luego en Saint-Poix y por fin en Mortain, la rapidez del avance de los americanos lo obligaba a seguir huyendo a toda velocidad. Pierre Laval, primer ministro del mariscal Pétain, intentó persuadir a este último de que buscara refugio en el cuartel general de Eisenhower[67]. 23

El día D. La batalla de Normandía
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