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Operación Totalize
Mientras la 30.a División americana luchaba desesperadamente para no perder Mortain, el recién creado 1.er Ejército canadiense lanzaba otra gran ofensiva en la carretera que conducía a Falaise. Era la Operación Totalize. Montgomery no tenía muy buena opinión del comandante en jefe de esa unidad, el teniente general Henry Crerar, y no dudó en expresarlo con claridad. Lo consideraba un artillero de la primera guerra mundial, un tipo poco inspirador y pesado. La rigidez de Crerar no había sido una cualidad para la 1.a División de Infantería canadiense en Italia, cuyos hombres prefirieron servir a las órdenes de los expertos comandantes británicos del 8.° Ejército.1
Había también una dimensión política en todo aquello. Crerar estaba firmemente determinado a defender los intereses de Canadá. Monty veía en esta postura un desafío a su mando. Los altos oficiales canadienses detectaban una actitud de desdén hacia ellos, percepción que se vio agravada cuando Montgomery envió a algunos de sus oficiales del Estado Mayor al cuartel general de Crerar para que supervisaran la operación. Montgomery también consideraba que el general Rod Keller de la 3.a División canadiense era «poco apropiado para ejercer el mando de una división».2 Por otro lado, sentía una gran admiración por el teniente general Guy Simonds del II Cuerpo de Canadá, planificador y máximo responsable de la Operación Totalize.
Debido a la escasez de tropas canadienses, el 1.er Ejército de Canadá tuvo que ser reforzado con el I Cuerpo británico y la recién llegada 1.a División Acorazada polaca. El ataque debía iniciarse poco antes de la medianoche del 7 de agosto. La 51.a División Highland, que recuperaba ahora su anterior prestigio, avanzaría por el lado oriental de la carretera Caen-Falaise, mientras que la 2.a División canadiense lo haría por el occidental. El general Crerar, perfectamente consciente de que los relatos que hablaban de soldados de la SS matando a prisioneros canadienses habían corrido como la pólvora entre los reclutas recién llegados, dictó una orden contra cualquier desmán con el que se pretendiera «vengar la muerte de nuestros compañeros».3
Simonds había aprendido mucho de los errores que los británicos habían cometido con anterioridad, especialmente de los de la Operación Goodwood. Así pues, decidió lanzar un ataque nocturno para reducir las pérdidas que pudieran causar los potentísimos cañones antitanque de 88 mm de los alemanes. También montó en vehículos blindados a las unidades de infantería que iban a la cabeza. Con el fin de proveerlos de los suficientes vehículos de arrastre, se desmontaron los cañones de artillería de 105 mm de los «Priests» [«curas» o «sacerdotes»] autopropulsados, los llamados defrocked Priests [«curas apartados del sacerdocio»]. Ello permitiría a las formaciones que se lanzaran al asalto avanzar con la infantería inmediatamente después de que los bombarderos hubieran acabado de saturar las posiciones alemanas en primera línea.
Simonds, sin embargo, contaba con una información errónea proporcionada por un desertor yugoslavo de la 89.a División de Infantería alemana, que había cruzado las líneas para rendirse. El individuo en cuestión contó que su unidad acababa de sustituir a la 1.a División Acorazada de la SS. Simonds, que no supo darse cuenta de que la Leibstandarte había sido trasladada a Mortain para contraatacar, pensó que esta formación simplemente había sido retirada para fortalecer la segunda línea del frente alemán entre Saint-Sylvain y Bretteville-sur-Laize. Esta idea influenciaría su visión de la batalla. Decidió que la segunda fase, encabezada por las divisiones acorazadas de polacos y canadienses, no debía empezar hasta que se concluyera otro bombardeo a las 13:00 horas del día siguiente.