El primer caso del que tenemos noticia en estas
tierras, ocurre a mediados del siglo de oro español, entre 1555 y
1558, en la provincia de Vizcaya en el lugar de Ceberio
[119]. La denuncia de un
lugareño, Juan de Arana y su mujer contra Diego de Guinea, María de
Guesala y otros, fundamentada en el testimonio de una niña de ocho
años, Catalina de Guesala, ponen en marcha la parafernalia
justiciera, con todas sus armas y bagajes; un testigo, Hurtado de
Areilza y Torreçar refiere que teniendo la tierna edad de cuatro
años recordaba al susodicho Diego de Guinea sustraerle de la cama,
llevándole a su casa, donde procedía a hacerle sangrar rodillas y
muñecas, y detrás de las orejas, chupándole a continuación la
sangre…, luego frotaba las heridas con cierto ungüento y le
retornaba a su lar, los jueces comprobaron la existencia de las
cicatrices, que aún se conservaban al paso del tiempo. Los
condenados tuvieron suerte y Diego «el vampiro» y los demás sólo
fueron flagelados mediante el tormento de agua y cordel.