América
Los indios Kwakiutl de la Columbia británica, ejecutaban la danza de Hamatsa, símbolo del deseo de la carne humana. La imagen caníbal era la llave entre el mundo de las fuerzas sobrenaturales y el hombre. Por otro lado se creía en la existencia de espíritus caníbales que se escondían en el bosque, y en consecuencia existía un rito de iniciación en el cual el neófito se internaba en el bosque provisto de una máscara con la que pretendía asustar a dicho espíritu y mantenerlo confinado en su territorio para que no se acercara al poblado y diezmara a sus habitantes.
En el México colombino, las brujas civateteo practicaban el vampirismo. Se creía que éstas eran los espíritus de mujeres nobles fallecidas al dar a luz y se las relacionaba con el dios Tezcatlipoca.
Otras historias se refieren a los ritos de los distintos pueblos precolombinos: En Perú se mezclaba la sangre de los sacrificados con harina y se modelaba la figura del dios Huitzilopochtli (parecido al pan que cocían los antiguos rusos con sangre de vampiro).
En Nueva Granada, el Lugaru, brujas que habían pactado con el demonio, debían proporcionar cada noche a su señor grandes cantidades de sangre caliente. Tal vez el origen venga del Congo y de Guinea, traída por los esclavos africanos. Dichos vampiros tenían el aspecto de decrépitas damas.
Los aztecas adoraban con sacrificios humanos al dios Sol, señor de los guerreros que se alimentaba del corazón de los humanos y muy especialmente de la sangre. Mientras los cráneos de las víctimas eran destrozados, los nobles y dignatarios del pueblo comían diversas partes del cuerpo del sacrificado y bebían la sangre que se había licuado al remover el corazón en una vasija.
En Brasil existía el jaracaca (caracterizado como una serpiente) que atacaba a las madres en el momento de dar el pecho: el niño era retirado y él amamantaba, mientras al niño se le daba a chupar la cola del vampiro.