Mesopotamia

En el panteón demoníaco de la cultura del Tigris y el Éufrates, Ardat Lili o Lilitû se solazaba en seducir durante el sueño a los hombres, consiguiendo, con su excitación que derramasen su semen, apresurándose a beberlo inmediatamente. Equivalente rol realizaba su adalid Lilû con respecto a las mujeres: se trata de una virgen que durante las noches se dedica a raptar a los niños. Una tableta de arcilla de Arslan Tash la representa bajo la forma de una loba con cola de escorpión a punto de devorar a un niño. He aquí el antecedente de la Lamia griega y de la Lilith judía (véase más abajo).

No demasiado distinto era el demonio sumerio Lamme (en akadio: Lamashtu), poseedor de siete nombres y siete formas diferentes. Un demonio múltiple, siniestro, confuso para sus propias víctimas. La iconografía akadia la representa bajo los trazos de una mujer desnuda, los miembros inferiores terminando en garras de ave de presa, la cabeza y las orejas de una leona o, a veces, de un buitre. Solo un exorcismo conseguía que uno se deshiciera de ella, enviándola al paraje de donde provenía, la Montaña, que, para los babilonios, no era otro sitio que el mismísimo infierno. Ésta ceremonia se asemejaba a una amable invitación a viajar al más allá; en ningún momento parece una lucha descomunal entre el demonio y el exorcista como se puede evidenciar en el fragmento siguiente, donde el oficiante enumera a Lamashtu las provisiones necesarias para emprender el largo trayecto de vuelta a los infiernos:

«Recibid del comerciante tu abrigo y tus provisiones de viaje,

recibid del fundidor, los anillos, los ornamentos de tus manos y tus pies,

recibid del joyero, la cornalina, ornamento de tu cuello,

recibid del artesano, el peine, el huso, y tu pectoral.»

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Su esterilidad la empujaba a atacar a las mujeres encinta y a las madres en general. Ávida de maternidad, pedía que le dejaran amamantar a las criaturas, cuando en realidad no tenía leche qué darles. En su lugar los vampirizaba. Y si se oponían a sus deseos provocaba abortos o enfermedades a los recién nacidos. Se creía que si un bebé lloraba o temblaba sin causa aparente alguna, incluso cuando se le estaba lactando, significaba que Lamashtu andaba cerca. Es un vampiro femenino que masacra a los niños, que sorbe la sangre de los humanos y come su carne.

R. Campbell Thompson nos habla

[61] de otro demonio de esta cultura, el Ekimmu, que practicaba el canibalismo, usurpando las almas de los vivos. Era un cadáver que no encontraba reposo por el hecho de haber roto algún tabú imperante en Mesopotamia. También entre los akadios se conocía a unos seres llamados «Rappaganmekabk», sombra de muerto, que se combatían con el fuego purificador.