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1. Cuatro hombres están comprometidos en un suministro de armas a los ejércitos chinos. Son ellos: Míster X (principal elemento financiero), el almirante Penistone (experto artillero vinculado con China y retirado en forma no muy clara del servicio, que tiene intereses económicos menores en la empresa), sir Wilfrid Denny (en otro tiempo funcionario de aduanas en la China), y Holland (encargado de las «transacciones en el terreno» y, como fácilmente se comprende, sujeto poco amigo de discutir sus negocios con la policía.)
2. El almirante desea aumentar su participación en la sociedad o, para decirlo en otros términos, desea desplazar a míster X, y está en tratos con sir Wilfrid y con Holland sobre el particular.
3. Sir Wilfrid se muestra evasivo. Se niega a proceder abiertamente, y previene en secreto a míster X.
4. Míster X, que ya desconfiaba del almirante y quería tenerlo vigilado, ha persuadido a su amante para que se introduzca en casa de Penistone, en calidad de doncella francesa de Elma Fitzgerald.
5. Cuando el almirante se traslada a Rundel Croft: a) sir Wilfrid teme que míster X pueda pensar que también él lo traiciona; b) la «doncella francesa» descubre que, río por medio, habita el esposo que abandonó hace diez años. Se marcha, pues, e informa del motivo a míster X.
6. Sir Wilfrid entera a míster X de que el almirante intenta concertar una entrevista de los tres socios. Holland, al parecer, está de acuerdo. Sir Wilfrid recibe la orden de fingir que también él lo está, y de procurar que el encuentro se realice en algún sitio «neutral», como por ejemplo cerca del puente de Fernton (no en él). Igualmente se le indica que mantenga reserva sobre sus tratos con Holland y con el almirante.
7. El almirante se niega a dar su consentimiento para la boda de Elma con Holland, a menos que éste acepte sus planes «comerciales» y se comprometa a invertir, en la nueva sociedad que espera formar, parte del capital que debe recibir la novia. Acaso pueda también ayudarla a «administrar» el dinero del hermano, que ha sido siempre una bala perdida, y ha desaparecido desde hace algún tiempo, pero sobre el cual se han recibido noticias recientes que permiten «presumir» su fallecimiento.
8. Míster X, enterado por sir Wilfrid del lugar y la hora convenidos para la «entrevista secreta», se dirige a ella en automóvil, disfrazado de chófer y con guantes. Ha insistido en que la «doncella francesa» vaya a la Vicaría y arregle en tal forma sus relaciones con su ex esposo que pueda, en caso necesario, volver a ocupar su puesto en Rundel Croft. Por su parte se propone, mientras ella esté con el vicario, introducirse en la casa de Penistone (que conoce perfectamente gracias a los informes de su amante) y sustraer diversos documentos relativos a los «contratos chinos».
9. Mientras la «doncella francesa» está con el vicario, míster X atraviesa el jardín con el propósito de cruzar el río en el bote de aquél, y en el camino se encuentra con el almirante que acaba de regresar en su bote.
10. El almirante se había apresurado a marcharse después de cenar en la Vicaría, porque deseaba dejar a Elma en su casa, y asistir luego a su «entrevista secreta».
Después de limpiar su bote como de costumbre, comprueba que ha dejado olvidada su pipa, y que su cigarrera está vacía. Entra en la casa y toma un sobretodo con la intención de ir caminado hasta el puente, pero entonces se le ocurre que le llevará casi el mismo tiempo atravesar el río en bote hasta la Vicaría, recuperar su pipa y continuar a pie desde allí. (De acuerdo con el mapa, las distancias son prácticamente idénticas.)
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11. Míster X y el almirante conversan. Míster X exhibe el periódico de la tarde con sus noticias de China. El almirante, que no puede olvidar la cita concertada, se siente algo incómodo. Se retiran a la glorieta. Allí ha quedado, no sólo el sombrero del vicario, sino también el cuchillo. La conversación termina en una disputa y míster X apuñala al almirante.
Hora aproximada del hecho: las 11 de la noche.
12. Míster X reflexiona, y llega a la conclusión de que sus disposiciones previas pueden encubrir perfectamente el crimen. Hasta ha aconsejado a sir Wilfrid que dé el nombre del almirante cuando pregunte por Holland en su hotel, lo cual puede sugerir que Penistone estaba con vida en Whynmouth a las 11.00.
13. Encuentra la llave de la puerta ventana. Cruza el río en el bote del almirante (dejando el cadáver en la glorieta), reúne los papeles del estudio, vuelve a cerrar con llave, y vuelve a cruzar hasta la Vicaría, dejando caer la llave inadvertidamente. Supone que se le ha caído en el agua, pero no se atreve a encender una luz para cerciorarse.
14. Espera en el automóvil. Cuando la «doncella francesa» reaparece (y, naturalmente, míster X está seguro de que ni ella ni su ex marido hablarán del encuentro) le indica que siga sola, conduciendo despacio el automóvil, hasta el puente de Fernton, y desde allí hasta Rundel Croft. Luego, cuando calcula que el vicario se ha ido a dormir, transporta el cadáver al bote del clérigo, deja el cuchillo junto al cuerpo (no hundido en él) y agrega a la carga el sombrero del vicario. Su intención original había sido soltar el bote a la deriva, pero no tarda en advertir que probablemente el río esté sujeto al influjo de las mareas, y que después de todo acaso el bote no salga al mar, por lo que resuelve dejar así las cosas. (El cadáver, por consiguiente, ha permanecido «bajo techo» hasta cerca de la una, y la sangre ha cesado de manar antes de que se deposite en el bote.)
Míster X vuelve a cruzar el río en el bote del almirante (que guarda en forma incorrecta en el cobertizo), se dirige por los terrenos de Rundel Croft al encuentro de su automóvil, y se aleja de allí con la «doncella francesa».
15. La ausencia del almirante preocupa tanto a Holland como a sir Wilfrid. Esperan durante un tiempo considerable y luego Denny se retira a su casa. (A la mañana siguiente, cuando míster X lo llama por teléfono para «averiguar» cómo ha transcurrido la entrevista, se apresura a partir para Londres). Holland por su parte, decide llegar a un acuerdo con el almirante de una vez por todas.
Echa a andar hacia Rundel Croft, advierte un coche estacionado cerca de la entrada, y resuelve hacer un rodeo hasta la Vicaría, porque todo el negocio es algo turbio y no desea ser visto. Su ansiedad por no atraer la atención retarda el avance. Con profundo horror, descubre el cadáver en el bote del vicario. Son ya aproximadamente las dos de la madrugada. Comprende el peligro en que se halla, pues carece de una coartada y el almirante pudo haber anunciado que iba a encontrarse con él cerca del puente, a lo que hay que añadir que el asunto del testamento y de la boda puede resultarle comprometedor. Hace, pues, un análisis minucioso de la situación.
La marea, según presume, cambiará de un momento a otro, y el agua empezará a correr río arriba. Debe esperar el cambio. Pero la espera se le hace penosa. Se siente cada vez más inquieto y más deseoso de alejarse. Hacia las tres, la corriente empieza a aflojar. Corta entonces la amarra: no porque no logre desatar el nudo, sino porque cortarlo se aviene mejor con su estado de ánimo y le parece un procedimiento más expeditivo. Después piensa en las impresiones digitales y arroja el cuchillo al río.
16. Ahora el plan de Holland consiste en hacer creer que ha pasado en su hotel toda la noche. Le urge ver a Elma, y se dispone a hacerlo en cuanto sea una hora razonable para presentarse en Rundel Croft, adonde llega, en efecto, antes que Rudge. Emery y Jennie Merton deben ser aleccionados un poco. Esto explica la demora en abrir la puerta cuando el inspector llama.
Elma y Holland convienen en que nadie, fuera de ellos dos, sabe que el almirante vacilaba en dar su consentimiento para la boda, pues el joven visitaba la casa como novio oficial.
El motivo suministrado por el testamento no será, pues, tan importante y, en cualquier caso siempre podrá argüirse que Elma está verosímilmente a punto de heredar la fortuna de su hermano. Por lo demás, si se casan no podrán obligarla a declarar en contra de su marido, y sólo ella sabe lo que se proponía hacer el almirante después de cenar en la Vicaría. Se han procurado ya una licencia, porque las circunstancias (el negocio de los armamentos, las proposiciones del almirante, etc.) aconsejan la conveniencia de estar dispuestos a contraer matrimonio a corto plazo.
Elma y Holland parten pues para Londres.
17. El «vestido famoso» no estuvo escondido nunca, pero, precisamente por ser el favorito, resultaba el más adecuado para llevarlo a Londres en aquella oportunidad. Por esa misma razón no permitió Elma que su nueva doncella, todavía poco práctica, lo empacara con sus otras cosas. Lo dobló, pues, personalmente y lo dejó sobre un estante mientras conversaba con el inspector, después de lo cual lo guardó ella misma en su maleta, encima de todo lo demás.
En lo que al cuidado de su apariencia concernía, cabe decir que Elma, como muchas otras mujeres, se preocupaba más de su arreglo ante los extraños que ante los íntimos (aunque, por falta de tiempo, no lo hiciera aquella vez con el inspector).
En la entrevista disimuló como pudo; por momentos bien y por momentos mal.
18. La actitud del vicario se explica así: cuando la policía se presentó por primera vez en su casa, su preocupación principal fue que nada trascendiera de la entrevista con su ex esposa.
Debía pensar en sus hijos por encima de todo (éste fue casi su primer pensamiento).
El sombrero no tiene nada que ver con el caso; se aferrará pues a su historia. No sabe nada del crimen, y no lo puede relacionar con él, pero si la visita de la «doncella francesa» se descubre, no se habrá ganado sino una complicación innecesaria.
Entonces, cuando él ha dado ya su versión de: «Todo en calma después de las 10.15», sobreviene la pérdida del cuchillo noruego y su descubrimiento de manchas reveladoras en la glorieta.
Regará, pues, el jardín, y si maneja la manguera mal, o inoportunamente, ello sólo podrá achacarse a su incompetencia para las cosas de este mundo.