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La verdadera Elma Fitzgerald ha muerto, y su hermano Walter, que bajo su propio nombre no puede reclamar su herencia porque es buscado por la policía, se está haciendo pasar por ella.
Holland ha sido uno de sus amigos en remotas partes del mundo. Walter no logra arrancar a su tío declaraciones concretas acerca del dinero, y para forzarlo finge un compromiso matrimonial con Holland, creyendo así obligarle a que se lo entregue. Pero es el caso que, aunque Walter lo ignore, el almirante ha especulado con ese dinero y lo ha perdido.
El joven, que en otras épocas ha sido actor, no encuentra ninguna dificultad en engañar al almirante, que no ha visto a su sobrina desde que era niña. No se preocupa de Holland, y reserva sus mejores efectos de maquillaje para el vecindario, ante el cual representa el papel de una vampiresa, con verdadera delectación artística.
Entretanto el almirante ha recibido una carta anónima de Célie, con la revelación de que «Elma» es un hombre, y se la ha deslizado en el bolsillo, sin leerla, antes de salir para la Vicaría. Allí la abre después de la cena, mientras espera a su sobrina, que se está despidiendo del vicario.
Inmediatamente confronta a Walter con la verdad, cuando cruzan el río en bote, y lo amenaza con entregarlo a la justicia. Walter, que conoce el carácter intransigente de su tío, lo apuñala en cuanto el bote ha entrado en la casilla. Se dirige luego a la casa, y aguarda hasta que todo queda en silencio. En seguida se maquilla para personificar al almirante, se embute en un sobretodo, se mete el periódico en el bolsillo y se va a exhibir en el Lord Marshall, cuya iluminación es mediocre y su portero un palurdo casi imbécil. Allí pregunta por Holland para declarar acto seguido que le es imposible esperar.
Regresa. Algo más tarde se encamina al cobertizo, saca el bote y cruza con él el río, pone el cadáver en el otro bote, y corta la amarra. Piensa que saldrá directamente al mar, y que, como el bote de su tío ha quedado en la casilla, se supondrá que su tío ha partido a pie para tomar un tren con destino a Londres.
No es eso, sin embargo, lo que ocurre. El bote navega al principio río abajo, pero queda luego en un bajío, y el reflujo lo impulsa después corriente arriba.
Descubierto el crimen, «Elma» se apresura a huir, llevándose el vestido blanco, que tiene manchas de sangre, pero se propone volver con alguna buena excusa, seguro de la coartada que se ha preparado.
Es exacto que el vicario volvió a sacar su bote aquella noche, y lo hizo para encontrarse con su esposa en el puente de Fernton. Su ansiedad por no ser objeto de murmuraciones explica perfectamente su modo peculiar de proceder.