Me irrita sobremanera que Eurípila, seductora como es,
Sienta ese anhelo amoroso por el tosco Artemón.
Su aspecto era antaño raído y desharrapado
Pendientes de madera asomaban entre su pelo.
Envuelto en un apestoso manto de cuero de buey
Confeccionado a partir de los restos de un escudo, resultaba patético,
Un sinvergüenza que para nada valía, un bruto,
Que igual frecuentaba la compañía de la cocinera que de la ramera,
Una vida criminal la suya.
Le había visto a menudo atado a un cepo de tortura,
Dando un gañido cada vez que recibía un cachete
Y le tiraban del pelo y de la barba.
Pero ahora el hijo de Kike llega montado
En un carruaje, con aros de oro en las orejas,
Y portando una sombrilla de marfil
Digna de una hermosa doncella.
ANACREONTE, circa 500 a. C.
Poetae Melici Graeci, 43