Jueves 19 de mayo

Al día siguiente me dirigí a la facultad, aunque no tuviera nada que hacer allí, y marqué el número de Lempereur. Según mis cálculos, debía de ser más o menos la hora a la que salía de su clase; respondió, en efecto. Le propuse tomar una copa; no le gustaban mucho los cafés cerca de la facultad, y me sugirió vernos en Delmas, en la place de la Contrescarpe.

Subiendo por la rue Mouffetard, reflexioné sobre las palabras del marido de Marie-Françoise: ¿mi joven colega sabía más de lo que me había querido decir? ¿Estaba aún directamente implicado en el movimiento?

Con sus sillones club de cuero, el suelo de madera oscura y sus cortinas rojas, el Delmas era absolutamente de su estilo. Nunca hubiera ido al café de enfrente, el Contrescarpe, con sus irritantes estanterías de libros falsas; era un hombre con buen gusto. Pidió una copa de champán, yo me contenté con una Leffe de barril y algo se rompió dentro de mí, de repente me sentí muy cansado de mi sutileza y de mi moderación, y ataqué directamente, antes incluso de que regresara el camarero:

—La situación política parece muy inestable… Francamente, ¿qué haría en mi lugar?

Mi franqueza le hizo sonreír, pero respondió en el mismo tono:

—Creo que lo primero que haría sería cambiar la cuenta bancaria.

—¿La cuenta bancaria? ¿Por qué?

Me percaté de que casi había gritado, debía de estar muy tenso, sin ser consciente de ello. El camarero regresó con nuestras bebidas, Lempereur hizo una pausa y respondió:

—No es seguro que las recientes evoluciones del Partido Socialista vayan a ser muy apreciadas por su electorado… —Y en ese momento comprendí que él sabía, que aún desempeñaba un papel en el seno del movimiento, y quizá un papel decisivo: conocía perfectamente todas esas informaciones secretas que se habían filtrado en la nebulosa identitaria y tal vez fuera él mismo quien había decidido mantenerlas en secreto, hasta el momento—. En esas condiciones —prosiguió lentamente—, la victoria del Frente Nacional en la segunda vuelta es muy posible. Están obligados (absolutamente obligados, se han comprometido demasiado en ese sentido ante su electorado, que es masivamente soberanista), a salir de Europa y del sistema monetario europeo. A largo plazo, las consecuencias para la economía francesa tal vez serán muy beneficiosas; pero, en un primer momento, viviremos unas convulsiones financieras considerables; no es seguro que los bancos franceses, incluso los más sólidos, puedan resistirlas. Así que le recomendaría abrir una cuenta en un banco extranjero, mejor algún banco inglés, como Barclays o HSBC.

—¿Y… eso es todo?

—Ya es mucho. Además… ¿tiene algún lugar en provincias donde pueda refugiarse algún tiempo?

—No, la verdad es que no.

—Le aconsejaría de todas formas marcharse lo antes posible; busque un hotelito, en el campo. Vive en Chinatown, ¿verdad? Hay pocas posibilidades de que haya saqueos o enfrentamientos graves en ese barrio; pero de todas formas, en su lugar, me marcharía. Tómese unas vacaciones, espere un poco, deje que se aclaren las cosas.

—Tengo la sensación de ser una rata que abandona el barco.

—Las ratas son mamíferos inteligentes —respondió en un tono pausado, casi divertido—. Muy probablemente sobrevivirán al hombre; su sistema social, en todo caso, es mucho más sólido.

—El curso académico aún no ha acabado; todavía me quedan dos semanas de clases.

—¡Eso…! —Esta vez sonrió con franqueza, casi carcajeándose—. Pueden pasar muchas cosas, la situación está lejos de ser previsible; pero lo que me parece casi imposible ¡es que el curso académico acabe en condiciones normales…!

Luego calló, sorbiendo lentamente su copa de champán, y comprendí que no diría nada más; una sonrisa levemente despreciativa flotaba aún en sus labios y, sin embargo, curiosamente empezaba a caerme simpático. Pedí una segunda cerveza, esta vez aromatizada a la frambuesa; no me apetecía irme a casa, allí no me esperaba nada ni nadie. Me preguntaba si tendría una compañera, o alguna novia; probablemente, sí. Era una especie de eminencia gris, de líder político en un movimiento más o menos clandestino: hay chicas a las que eso las atrae, como es bien sabido. También hay chicas que se sienten atraídas por los especialistas en Huysmans, a decir verdad. Una vez incluso hablé con una chica joven, guapa, atractiva, que fantaseaba con Jean-François Copé; necesité varios días para reponerme. En estos tiempos, entre las chicas, puede encontrarse de todo.