Debemos asumir que el estereotipo argentino de los últimos años da vergüenza. Es el producto de vicios pertinaces. Hay que reconocerlo para estar en condiciones de conseguir su superación.
Es ilustrativa la siguiente anécdota.
Un argentino paseaba por una ciudad de España. Conducía un auto alquilado mientras hacía chistes sobre los gallegos. A toda velocidad pasó una luz roja. El motorista de la Guardia Civil lo persiguió, lo alcanzó, lo hizo detener y preguntó:
—Usted es argentino, ¿verdad?
—Sí, soy argentino. Pero ¿qué pasa, viejo? ¿Nada más que los argentinos pasamos con luz roja?
—Pues no. Pero solo los argentinos ríen cuando lo hacen…
Es innegable que numerosos compatriotas se esmeran en cometer travesuras dentro y fuera del país que revelan un arraigado conflicto con la ley, falta de respeto hacia los demás, egoísmo, soberbia. En algunas partes nos hacen burla con cariño y en otras nos atacan con odio.
Hace poco recibí un texto que se difundía en forma anónima por correo electrónico y, pese a mi búsqueda, no conseguí localizar al autor. Es un proyecto de manual sobre Cómo debe comportarse un auténtico argentino. Entre ironías y cotidianas observaciones, dibuja un retrato que hace más atroz aún nuestro encanto de ser argentinos. Tiene cinco partes y dice así:
CONDUCIENDO:
Moleste sistemáticamente al que viene detrás; a la vez haga luces y toque bocinazos al de adelante. Usted es superveloz y nadie le puede ganar.
El uso indiscriminado de la bocina es capaz de disolver el tráfico de avenida Córdoba a las seis de la tarde.
La ley de la masa es válida. Por ejemplo, si usted viene circulando en una camioneta cuatro por cuatro y por la derecha aparece su «oponente» tripulando un pequeño Fiat, ¿quién tiene derecho de paso?… ¡Acertó!
Lea la nueva ley de tránsito: las bicicletas, ciclomotores y motos pueden circular como se les cante y en el sentido que se les cante; el casco puede ser llevado en el codo, para que los cabellos disfruten de la brisa.
El peatón tiene derecho a nada, pero cruza por donde quiere. Si usted tiene la cuota del seguro al día, píselo; eso le enseñará a respetarlo.
Las rayitas blancas en la esquina son para decorar el asfalto. No se sabe quién fue el irresponsable que les dijo a los peatones que deben cruzar por allí.
El auto de al lado es su enemigo mortal.
Los fabricantes de autos cometieron una total incoherencia: poner tres pedales cuando la gran mayoría de los conductores tiene solo dos piernas. No se confunda: suprima el del medio.
Encender las luces intermitentes (balizas) lo habilita para hacer cualquier cosa que se le ocurra. No colocarlas, también.
La luz roja del semáforo indica ¡peligro! Entonces acelere a fondo y sálgase de allí cuanto antes.
Las ambulancias, los bomberos y la policía pueden esperar. Nadie en el universo tiene tanta necesidad de llegar a destino como usted.
EN EL BAÑO PÚBLICO:
No presione ningún botón, a ver si se ensucia o acalambra los dedos.
Se asume que en todos lados hay papel, jabón y secamanos, y que todo funciona a la perfección.
Use toooodo el papel que quiera; el que lo sigue a usted no lo necesitará.
Arroje toooodo ese papel al inodoro. La física moderna ha demostrado que se desintegra en el agua.
No olvide llevar un indeleble para escribir en puertas y paredes la primera estupidez que le venga a la cabeza. A otro más idiota le causará gracia.
EN LA VIDA COTIDIANA:
Si llueve y tiene paraguas camine debajo de los techos y balcones. No vaya a ser cosa de que se le moje… el paraguas.
Si no tiene paraguas y se largó a llover, corra como un desesperado porque cuando alcance la velocidad del sonido la lluvia no lo mojará más.
Si en un negocio no encuentra la prenda que busca, no se impaciente: haga que el vendedor le exhiba todas las prendas, así se mantiene ágil y despierto en el trabajo.
Tómese un café o una gaseosa en el bar y no olvide dejar de propina cinco centavos. Las moneditas son útiles para el colectivo.
Si habla desde un teléfono público y el número al que llama da ocupado, insista de nuevo una y otra vez. Los que están esperando en la cola no tienen nada que hacer.
EN SU CASA:
Si vive en el último piso no olvide, antes de tomar su ascensor, llamar a todos los demás ascensores, así los que están abajo y quieren subir tienen tiempo, mientras esperan, de reflexionar sobre lo que hicieron durante el día.
Si, por el contrario, vive en el primer piso, llame también a los ascensores, lo cual permitirá que su vecino del piso alto tenga tiempo extra para planificar sus actividades del día.
Saque la basura cuando quiera. Usted paga tantos impuestos que tiene derecho a esperar que haya agentes municipales listos para recogerla a cualquier hora.
Decir «buen día», «permiso», «disculpe» y «gracias» ya pasó de moda.
Las ventanas se inventaron para tener la casa limpia, sin la desgracia de acumular basura en tachos malolientes. Además, es muy, pero muy gracioso arrojar elementos contundentes desde la ventana o el balcón.
EN LA OFICINA:
Tenga en cuenta que las cerraduras fueron creadas por un resentido social que quería inventar una prueba de ingenio.
Todo es de propiedad pública, aun las pertenencias de los que trabajan allí. ¿Se olvidó de comprar cigarrillos? No importa: siempre hay otro amable fumador al que no le cuesta nada sostenerle el vicio durante ocho o nueve horas.
Si usted fuma, cierre las ventanas, así el resto comparte el humo que producen sus generosas pitadas.
Los comentarios del tipo «qué mal te ves», «qué feo te queda» o «qué pelotudo sos» ayudan a fortalecer la autoestima de sus subordinados.
Es válido y saludable hacerle notar a una compañera que ha engordado.
Lo mismo vale para el compañero que se está quedando pelado.
Hable a los gritos, así lo oirán, respetarán y puede que alguno le conteste.
El encargado de la limpieza tiene mentalidad de sirviente. Ensucie a fondo, para que él disfrute cuando limpia la oficina y la deja brillante.