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Confinado en el silencio del hiperespacio, Wedge volvió la cabeza para mirar por encima de su hombro y frunció el ceño.

—¿Estás totalmente seguro en lo que respecta al marco temporal de ese patrón de búsqueda?

Mynock volvió la cabeza en su dirección y dejó escapar un balido claramente imploratorio.

—De acuerdo, de acuerdo.

Los números del androide indicaban que un patrón de búsqueda imperial estándar de un kilómetro cuadrado necesitaría dos horas y media estándar para examinar el lado oscuro de la luna. «Si Corran consiguiera mantenerse por delante de ellos y pasar al lado iluminado, entonces también tendrían que registrarlo. Eso significa que todavía podría estar escondido. Si no… —Wedge echó un vistazo al cronómetro del caza—. Si no, tienen que haberlo encontrado hace hora y media como mínimo».

La frustración convirtió las manos de Wedge en dos puños tensamente apretados. Sabía que habían hecho cuanto podían hacer dentro de los parámetros de la misión para ayudar a Corran. Los primeros diez interceptores lograron alcanzarlos porque redujeron el nivel de impulsión y esperaron. Los cinco ala-X habían destruido a sus enemigas sin ninguna dificultad, pero el combate los dejó reducidos a unos niveles de combustible realmente críticos. Los ala-X pasaron a la velocidad lumínica, dejando tras de sí a una docena de bizcos para que buscaran a Corran.

Cuando llegó el momento de efectuar el primer salto de tránsito, Wedge ordenó a todo el mundo que dedicara el tiempo que tardarían en llegar a Noquivzor a trazar planes para volver y rescatar a Corran. Durante las últimas tres horas, Wedge había organizado una operación de rescate y había pensado en todas las clases de contingencias posibles según cuales fueran los datos que pudieran obtener sobre Borleias. El Ala Defensora todavía no habría llegado a Borleias cuando los ala-X descendieran sobre las pistas de Noquivzor, pero había una posibilidad de que la gente de Page pudiera tener alguna noticia y hubiera accedido a la red holográfica imperial para transmitirla.

Eso dependería mucho de la suerte, pero el obtener información de la red holográfica ya era otra cuestión. Borleias habría informado de que estaba siendo atacado, y ese informe podía contener detalles que indicaran cuál era la situación actual de Corran. Apenas volviera al espacio real, Wedge haría que Emetrés examinara las últimas informaciones procedentes de Borleias. «Necesito saber con qué he de esperar encontrarme cuando volvamos…».

El núcleo de su plan era arriesgado, y Wedge sabía que Ackbar nunca lo aprobaría. Los riesgos de la misión ya habían sido expuestos previamente, y Corran se había ofrecido voluntario para ir. Se le echaría de menos, pero poner en peligro las vidas de otras personas para efectuar un rescate que probablemente no saldría bien sería una auténtica locura.

Por mucho que supiera que Ackbar tendría la razón de su parte cuando le hiciera ver todas esas cosas. Wedge también sabía que no podía abandonar a uno de los suyos. «El Imperio me ha arrebatado tantos amigos que ahora he de hacer todo lo posible para salvar a los que se encuentren en peligro». Wedge sabía que su insistencia en que Tycho formara parte del Escuadrón Rebelde constituía una especie de rescate, y no pudo reprimir una sonrisa sardónica. «Y salvarle de Salm resultó bastante más difícil de lo que nunca podrá llegar a serlo sacar a Corran de Borleia…».

En Noquivzor los ala-X podrían repostar y volver a despegar en cosa de media hora. Wedge suponía que en realidad el viaje de regreso empezaría pasada una hora, porque recordaba que ése era el tiempo mínimo que los técnicos necesitarían para volver a instalar los cañones láser en la Prohibido. Con Tycho pilotando la lanzadera y los ala-X como escolta, se convertirían en un enemigo más que temible para la docena de interceptores que había en el sistema de Borleias.

«¿Una docena? Apuesto a que Corran se encargará de reducir a la mitad ese número para facilitarnos el trabajo…».

Wedge apoyó la espalda en el asiento y se dio cuenta de que estaba pensando en Corran como Corran, y no como el teniente Horn. La distancia que había interpuesto entre su persona y Corran se había derrumbado sobre sí misma. Wedge había decidido distanciarse de todos los nuevos reclutas para mantener su autoridad sobre ellos. El Escuadrón Rebelde era una unidad peculiar y no excesivamente disciplinada, pero si quería que los pilotos le siguieran, Wedge debía mantener esa distancia.

Pero aun así, de repente se dio cuenta de que en realidad también se había aislado de ellos para protegerse a sí mismo. Después de haber perdido a tantos amigos y haber experimentado el dolor de sus muertes, Wedge apenas se atrevía a permitir que nadie llegara a estar demasiado cerca de él. No convenirse en un amigo de sus pilotos significaba que el dolor de verlos morir no sería tan agudo. Wedge lamentaba mucho que Lujayne Forge, Andoorni Hui y Peshk Vri'syk hubieran muerto, pero sus muertes no le habían herido tan profundamente como las de Biggs, Porkins o Dack.

«La distancia emocional es como un blindaje para el corazón». Ese blindaje era necesario porque sin él la abrumadora naturaleza de la lucha contra el Imperio acabaría aplastándole. Después de haber visto morir a tantos, hubiese resultado muy fácil suponer que todo había sido en vano. «Pero si hubiéramos empezado a pensar eso, ahora las Estrellas de la Muerte estarían destruyendo planetas y el Emperador seguiría gobernando la galaxia…».

Corran se había ganado la amistad que Wedge sentía hacia él, y no meramente gracias a su capacidad como piloto de un ala-X. El joven corelliano se había tomado muy en serio todo lo que Wedge le había dicho sobre llegar a formar parte de la unidad. Era evidente que Corran sabía que seguir a los interceptores que se disponían a atacar a una lanzadera de asalto significaría quedar abandonado, y había hecho esa elección porque en realidad no se trataba de una elección. «El resto de la unidad habría hecho exactamente lo mismo… Y ahora querrán volver allí para rescatar a Corran, naturalmente».

Saltar de Noquivzor a Borleias siguiendo un vector directo sin llevar a cabo un salto lateral previo les permitiría llegar al planeta en poco menos de tres horas. Eso expondría a Noquivzor a un considerable riesgo de ser descubierto por las fuerzas imperiales, pero Wedge esperaba que la gente de Page estuviera dándoles otras cosas en las que pensar. Aun así, un salto a la periferia del sistema de Borleias y luego otro salto de aproximación harían que emergieran del hiperespacio siguiendo una dirección que ocultaría su punto de origen. «O eso espero…».

Un botón verde empezó a parpadear en la consola de mando. Wedge lo presionó, y el hiperespacio desapareció para ser sustituido por el sistema de Noquivzor. El comandante corelliano activó inmediatamente su comunicador.

—Jefe Rebelde a Emetrés.

—Aquí Emetrés, señor. Tengo un mensaje urgente para Bror Jace.

—No es tan urgente como mis órdenes, Emetrés. Que Zraii se prepare para llenar nuestros depósitos, y que haga que unos técnicos empiecen a instalar cañones láser en la Prohibido. Volveremos a despegar dentro de una hora como máximo.

—Sí, señor.

—Y contacta con los de inteligencia. Quiero poder disponer de cualquier dato de la red holográfica procedente de Borleias.

—Sí, señor. —El androide parecía un tanto nervioso—. Señor, disponemos de alguna información sobre Borleias.

—¿De veras? —El corazón de Wedge empezó a palpitar frenéticamente dentro de su pecho—. ¿De qué se trata? ¿Tiene algo que ver con Corran?

—Sí, señor.

—Envíamela.

—Es un holograma.

Wedge frunció el ceño.

—Haz que el ordenador lo comprima a dos dimensiones y transmítelo.

—Quizá desee esperar un poco, señor.

—¡Emetrés!

—Iniciando inmediatamente la transmisión tal como ha solicitado, señor.

El monitor pasó a mostrar una imagen de Corran Horn, y Wedge meneó la cabeza. «¿Qué demonios…?».

—Si está viendo esto, comandante Antilles —dijo Corran solemnemente—, eso querrá decir que no he conseguido volver…