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El nada característico silencio que Emetrés mantuvo durante el vuelo desde el Aplazamiento hasta el Hogar Uno había hecho que Wedge empezara a preguntarse si la galaxia no habría cambiado súbitamente a su alrededor mientras dormía. El androide no había suplicado, pedido, insistido ni aburrido con detalles sobre lo necesario que era el que fuese al Hogar Uno y, de hecho, se había limitado a hacer acto de presencia y a decir que tenía ciertos asuntos que atender a bordo del navío insignia rebelde.

Tycho se había encogido de hombros, por lo que Wedge decidió permitir que los acompañara. El androide parecía desusadamente callado, pero eso no tenía nada de siniestro y, en realidad, constituía una novedad muy bienvenida. Mientras pilotaba la Prohibido en su rumbo hacia el crucero mon calamariano, Wedge cayó en la cuenta de que apenas había visto a Emetrés durante su estancia en Talasea, y de que le había oído todavía menos. De hecho incluso había oído menos quejas acerca del androide, y decidió tomárselo como una buena señal. Wedge pensaba que el cuidar de los pilotos ya era una labor bastante dura por sí sola para que además tuviera que agravarla preocupándose por los androides.

La sonrisa que iluminó el rostro del general Salm cuando Wedge y Tycho entraron en la sala de reuniones del almirante Ackbar, incrementó la extraña sensación de distanciamiento de la galaxia que estaba experimentando el corelliano.

—Capitán Tycho, comandante Antilles… Me alegro de verlos. Han sido muy amables al hacer que su androide M-3P0 enviara esa remesa de trajes de vuelo nuevos al Ala Defensora. Aceptamos sus disculpas, y tenemos muchas ganas de colaborar con ustedes en esta misión.

Wedge miró a Tycho, pero su oficial ejecutivo meneó la cabeza en una negativa casi imperceptible. «Si eso hace feliz a Salm, ¿realmente necesito saber qué está ocurriendo?».

—Gracias, general. Después de todo, nos encontramos en el mismo bando.

El rostro de Corran se apartó lentamente de Wedge para volverse hacia Salm y luego volvió a girar hacia Wedge. El almirante parpadeó y juntó las manos-aletas.

—Aguas limpias y poco oleaje… Magnífico. —El mon calamariano se sentó y pulsó uno de los botones del brazo del asiento—. Nuestros androides han vuelto a comprobar los hallazgos del equipo forense que llevó a cabo las autopsias de los soldados de las tropas de asalto que ustedes trajeron de Talasea, y han confirmado que el sarpullido presente en tres de ellos ha sido producido por la roséola de Rachuk. El análisis de ADN del virus muestra una variación con respecto al secuenciamiento comunicado hace dos años y, dada la velocidad a la que tienen lugar las mutaciones espontáneas, eso indica que debería tratarse de la variedad más reciente.

Wedge asintió.

—Así que los imperiales vinieron de Rachuk.

Ackbar señaló la imagen holográfica generada por ordenador que estaba creciendo en el centro del grupo, y que mostraba un mundo relativamente pequeño en el cual había unas cuantas islas selváticas dispersas.

—En sí el sistema de Rachuk carece de importancia, pero su situación en la zona centro de la galaxia significa que un gran número de naves lo atraviesan mientras se dedican al comercio. El Imperio estableció una base en Vladet para mantener alejados a los piratas, una labor que fue llevada a cabo relativamente con éxito. El sistema de Chorax se encuentra dentro del sector controlado por Rachuk, al igual que el sistema de Hensara, por lo cual parece lógico suponer que el comandante del sector decidió que había que eliminar al Escuadrón Rebelde.

—Pero ¿cómo llegaron a enterarse de dónde estábamos?

La expresión del rostro de Salm se ensombreció ligeramente.

—La presencia de un espía en su base no puede ser totalmente descartada.

Wedge lanzó una rápida mirada de soslayo a Tycho, pero no percibió ninguna reacción a la observación del general. «Admirable, desde luego. Aun así, no estoy dispuesto a quedarme callado…».

—El resultado de que no hubiera ningún espía sería que su inexistencia produciría la misma falta de evidencias que la presencia de un espía que conoce muy bien su trabajo, y estoy pensando en alguien tan bien camuflado que no hemos podido dar con él.

—Eso sigue sin constituir una razón por la que no debamos buscar a un espía.

Tycho meneó la cabeza.

—El nivel de seguridad de la base era excelente. Todos los mensajes recibidos o enviados contaban con la autorización correspondiente.

—Que usted sepa.

—No se trata de eso, señor, porque…

—O quizá prefiere limitarse a hablar de ciertos mensajes —dijo Salm, y sonrió.

—General, el capitán Celchu está exponiendo los resultados de toda una serie de comprobaciones que llevé a cabo personalmente. No hubo ninguna filtración por parte del Escuadrón Rebelde.

Ackbar puso punto final a la discusión agitando una mano-aleta.

—Es más que probable que el Imperio colocara unos cuantos sensores pasivos en los edificios después de que Vader matara a los colonizadores. Si esos sensores recogieron datos y luego los transmitieron pasado un tiempo, o utilizando un formato que no reconoceríamos fácilmente, entonces la transmisión lograría escapar a nuestros sistemas de vigilancia. Teníamos varios equipos barriendo la zona, pero detectar la presencia de sensores pasivos no resulta nada fácil.

—También podría haber sido un caso de suerte pura y simple.

Salm miró a Tycho.

—¿Qué quiere decir, capitán?

Tycho apartó un par de mechones de cabellos castaños de su frente.

—Los imperiales tienden a ser poco sutiles. Si yo hubiera estado al mando y supiera dónde se encontraba el Escuadrón Rebelde, habría utilizado todos los recursos a mi disposición. Sabemos que el mando de Rachuk cuenta con un Interdictor y que dispone como mínimo de un crucero de ataque capaz de transportar a tres escuadrones de cazas TIE. Dado que todos esos efectivos no hicieron acto de presencia, sospecho que se limitaron a enviar pelotones de soldados de las tropas de asalto para que reconocieran los sistemas deshabitados del sector…, eso presuponiendo, por supuesto, que tienen espías en la mayoría de los sistemas habitados. Un pelotón dio con nosotros, y el comandante decidió ser ambicioso y destruirnos sin la ayuda de nadie.

Ackbar asintió.

—Otra conclusión lógica obtenida de las evidencias disponibles. También ha habido una considerable cantidad de tráfico llevado a cabo por pequeños navíos mercantes que entran y salen de Talasea.

—Sí, señor. Emetrés puede proporcionarle todos los datos sobre ellos.

—Ya lo ha hecho y todos parecen estar limpios, comandante, pero bastaría con que un tripulante cometiese un error para que su seguridad se viera en peligro. Aun así, y en última instancia, la razón por la que la base de Talasea fue localizada no tiene tanta importancia como el hecho de que hayamos descubierto el origen de los soldados de las tropas de asalto. Han transcurrido dos días estándar desde la muerte de esos soldados, por lo que existen muchas probabilidades de que su ausencia haya sido notada.

Wedge se cruzó de brazos.

—La respuesta imperial estándar sería la de enviar las fuerzas necesarias, tomar el planeta e impedir que pudiéramos volver a utilizarlo.

—Esperamos que el Devastación y el Áspid Negro sean utilizados para impedir que el Escuadrón Rebelde lleve a cabo un ataque rápido seguido por una huida todavía más rápida contra la fuerza expedicionaria de Talasea, lo cual significa que no estarán defendiendo Rachuk. —Salm estiró el brazo y tocó el mundo holográfico con las puntas de los dedos. La isla que había seleccionado fue aumentando de tamaño para acabar sustituyendo al planeta del que formaba parte. A medida que la imagen se iba expandiendo, el ordenador añadió edificios, montañas, baterías de cañones iónicos y demás detalles de importancia militar. Dos cordilleras (los bordes del cráter de un volcán apagado) rodeaban la base a la manera de un par de paréntesis—. Disponemos de otras informaciones sobre las situaciones y rutas de patrullaje de las naves del sector de Rachuk. Creemos que Vladet debería poder ser sometido a un ataque de represalia, y que la Gran Isla nos ofrece el objetivo ideal para ello.

Wedge se acercó un poco más a la isla holográfica suspendida en el aire.

—¿Escudos de defensa?

Salm sonrió, y a Wedge le complació que aquella mueca de depredador no estuviera dirigida hacia él.

—No si quieren disparar sus cañones iónicos. Como puede ver, la isla forma parte de un antiguo volcán. Los generadores son del tipo geotérmico y bastante viejos, y nunca conseguirían elevar el escudo al mismo tiempo que suministraban energía a los cañones iónicos.

—¿Y si prefieren jugar a hacerse la tortuga en vez de tratar de disparar?

El piloto de bombarderos trazó un círculo alrededor de lo que originalmente había sido el perímetro del cráter. En el sur el muro se había desmoronado hasta casi desaparecer, y una gran parte de la base había sido construida sobre la planicie que unía el volcán con la bahía. En el lado norte del cráter el muro había empezado a erosionarse, pero aun así apenas se trataba de una pequeña mella en comparación con la brecha que había hacia el sur.

—El generador del escudo tiene que proteger desde la playa hasta las cimas de las montañas. En el lado norte debería ser posible abrirse paso a través de la montaña y crear una brecha lo suficientemente grande para que nuestros bombarderos pudieran pasar. En cuanto estemos debajo del escudo, los generadores dejan de existir y todo se ha acabado.

«Parece que debería dar resultado…». Wedge deslizó una mano sobre su mentón.

—¿Nos limitaremos a atacar y luego nos iremos, o tomaremos posesión del objetivo?

—Queremos causar los daños suficientes para que el Imperio tenga que trasladar nuevos contingentes a Vladet. —Ackbar pulsó otro botón del brazo de su asiento, y la isla se desvaneció—. En estos momentos se puede considerar que el sector de Rachuk sólo existe en tanto que símbolo, y como una herida que el Imperio debe taponar de alguna manera. Queremos que la incursión empiece dentro de doce horas. ¿Cuál será el nivel operacional del Escuadrón Rebelde en ese instante, comandante?

—Tendré que prescindir de dos pilotos. Podría entregarle el ala-X de Forge al capitán Celchu.

—No —dijo el general Salm, sacudiendo la cabeza en una firme negativa.

Ackbar abrió la boca para sonreír.

—Lo que realmente quiere decir el general Salm con esa negativa es que utilizaremos a la Eridain como centro de mando y de control. El capitán Celchu operará allí para coordinar al Escuadrón Rebelde con el Ala Defensora. Hemos optado por este arreglo a petición del capitán Afyon.

Wedge miró al general Salm y frunció el ceño. «¿Cómo puede estar dispuesto a confiarle todas nuestras fuerzas a Tycho cuando no quiere confiarle la cabina de un ala-X? ¿Acaso no resulta obvio en cuál de los dos sitios puede causar mayores daños?».

—¿Le parece una solución aceptable, capitán? —preguntó, empleando un tono lo suficientemente seco y cortante para poder estar seguro de que Tycho comprendería que su comandante se enfrentaría a Salm en el caso de que el piloto quisiera tomar parte en la incursión.

—Sí, señor. De todas maneras, no he acumulado las suficientes horas de vuelo a bordo de un ala-X para que se me pueda considerar cualificado con vistas a esta misión, así que me encantará ocuparme de la coordinación y el control de vuelo.

Salm tiró de los extremos de su guerrera azul.

—Dispondré de mi propio controlador de vuelo a bordo de la Eridain, y usted trabajará con él.

—Por supuesto, señor.

«Y su hombre decidirá si hay que transmitir las órdenes o no», pensó Wedge mientras inclinaba la cabeza en un asentimiento dirigido a sí mismo.

—Haremos que todo salga lo mejor posible.

—Excelente. —Ackbar cerró los ojos durante un instante, lo que Wedge interpretó como un signo de agradecimiento por su cooperación—. ¿Volverán al Aplazamiento para el servicio conmemorativo?

—Si no les importa, el general Salm y yo los acompañaremos a bordo de la Prohibido para asistir también.

Wedge sonrió, más a causa de la oferta del almirante que debido a la clara expresión de sorpresa de Salm.

—Sería un honor, señor.

—Y honraremos a sus muertos. —Ackbar se volvió hacia el piloto de bombarderos—. Y supongo que querrá que sus pilotos del Ala Defensora también estén allí, ¿verdad, general?

Salm titubeó durante unos momentos antes de asentir.

—Si lloramos juntos antes de volar juntos, nuestras unidades quizá no tendrán tantas pérdidas que llorar después de que hayamos atacado Vladet.

**

Kirtan Loor no pudo evitar encogerse involuntariamente cuando sintió cómo el temblor se abría paso a través del suelo. Un estruendo ahogado llegó a sus oídos un segundo después. El comunicador suspendido de su solapa despidió un siseo de estática antes de que una voz firme y tranquila emitiera su informe.

—Hemos perdido a Cuatro-Dieciocho y a Cuatro-Veinte.

El agente de inteligencia se estremeció, y no debido al frío de la noche talaseana. El soldado de las tropas de asalto que estaba informando había reaccionado como si la pequeña trampa para incautos instalada por los rebeldes hubiera acabado con un par de androides en vez de con un par de personas. «Aunque después de todo los soldados de las tropas de asalto apenas son humanos, ¿verdad?». Educados para ser fanáticamente leales al Emperador, la mayoría de ellos parecían haber quedado ligeramente afectados por su muerte. Eso no había disminuido su nivel de eficiencia, pero al parecer hacía que sus propias vidas les importaran bastante menos que antes.

Y en Talasea cuidar del bienestar continuado de tu propia persona parecía ser una habilidad imprescindible. Los rebeldes habían dejado un montón de sorpresas explosivas para quienquiera que siguiese sus pasos sobre Talasea. «E imaginarse la identidad de ese "quienquiera" no debe de haberles resultado muy difícil…».

Loor se irguió.

—Aunque después de todo, el número de soldados de las tropas de asalto que puedan llegar a morir carece de importancia, naturalmente… En algún sitio tiene que haber una fábrica que los produce a partir de un molde.

El agente de inteligencia empezó a sonreír ante el comentario susurrado que acababa de salir de su boca, pero un instante después una helada daga de miedo se hundió en sus entrañas. Dos soldados de las tropas de asalto acababan de emerger de la niebla como espectros surgidos de la tumba. Las dos armaduras blancas se detuvieron directamente delante de él, pero ninguna de las dos se tomó la molestia de inclinar el cuello hacia atrás para dirigir la mirada hacia el rostro de Loor.

—Agente Loor…

Kirtan asintió e hizo cuanto pudo para convertir sus facciones en una máscara inexpresiva que recordara a las imágenes de Tarkin que había visto.

—¿Sí?

—Mensaje de prioridad desde Vladet. Se le ordena que vuelva a Vladet inmediatamente y que espere nuevas órdenes.

—¿A qué demonios se cree que está jugando ese idiota de Devlia?

Kirtan se había puesto furioso cuando se enteró de que Devlia había enviado un solo pelotón de las tropas de asalto para inspeccionar Talasea. El agente de inteligencia había recomendado utilizar un androide de sondeo, y lanzar un ataque a gran escala después de su inspección. Devlia había ignorado sus recomendaciones y había enviado soldados de las tropas de asalto porque, para usar sus mismas palabras, eran «un recurso renovable». En cambio, no se podía decir lo mismo de los androides de sondeo.

«Y tampoco de los transpones de las tropas de asalto…». Kirtan bajó la mirada hacia el soldado.

—Envíe un mensaje al almirante Devlia y dígale que volveré a Vladet cuando haya terminado de inspeccionar esta base.

—El mensaje procedía del Centro Imperial, señor, no del almirante Devlia.

Kirtan alzó la cabeza con deliberada lentitud y permitió que su mirada se perdiera en la lejanía, más allá de las cúpulas blancas de los cascos de los soldados. Sabía que sus esfuerzos para ocultar la perplejidad y el miedo que sentía estaban resultando totalmente inútiles. «Sospecho que los soldados de las tropas de asalto son capaces de oler el miedo igual que los animales».

—¿Han enviado una nave para que me lleve hasta allí?

—Debe usar una de las lanzaderas, la Helicón, e ir directamente a Vladet. Le está esperando en la zona de descenso.

—Gracias por haberme transmitido el mensaje —dijo Kirtan, pero en su voz no había ni el más leve rastro de convicción—. Sigan con la inspección.

Los dos soldados de las tropas de asalto se alejaron a través de los remolinos de niebla, dejando solo a Kirtan para que fuese atacado por la frialdad del aire en el exterior y el hielo del miedo en el interior. «Corazón de Hielo ya debe de haber recibido mi mensaje sobre este fracaso… Si está buscando algún culpable de la catástrofe, no permitiré que me haga cargar con ella». Kirtan se obligó a sonreír y reafirmó su esfuerzo imaginándose a un tembloroso almirante Devlia.

Y temblarás, hombrecillo —dijo después—. Al ignorarme has irritado a mi dueña y señora, y sospecho que su ira puede ser decididamente letal.

**

Los siete féretros habían sido colocados encima de la plataforma de un elevador de haces repulsores, y cada uno estaba recubierto por una tela blanca a la que se había adherido un emblema azul. Para seis de ellos, aquel emblema era la insignia rebelde. El sudario de Lujayne Forge lucía la insignia del Escuadrón Rebelde, con uno de los doce cazas ala-X recortado. Los féretros habían sido dispuestos en el centro del hangar de cazas de estribor del Aplazamiento, con el de Lujayne ocupando la posición central.

Directamente detrás de ellos se encontraban todos los miembros del Escuadrón Rebelde salvo uno. A Andoorni Hui se le había permitido salir del tanque bacta mientras durase la ceremonia, pero todavía se hallaba demasiado débil para poder mantenerse de pie sin ayuda. Hui estaba recostada en un sillón flotante, con los oscuros ojos medio entornados y los miembros casi paralizados. Wedge pensó que se la veía tal como él se sentía por dentro, con todo el cuerpo oprimido por el peso invisible de la pérdida que había sufrido el escuadrón.

Detrás de los pilotos estaban los técnicos y las dotaciones que habían sido evacuadas de Talasea. Flanqueándolos estaban los hombres y mujeres del Ala Defensora de Salm, así como algunos de los tripulantes y una parte del personal médico del Aplazamiento. La reunión recordó a Wedge la que había tenido lugar en Yavin 4 para honrar a Luke, Han y Chewbacca por haber destruido la Estrella de la Muerte. «Ojalá el motivo de esta reunión fuera tan maravilloso como el de aquélla…».

Wedge dio un par de pasos hacia adelante, saliendo de entre el almirante Ackbar y el general Salm, bajó la mirada hacia los féretros y volvió a alzarla.

—Hace siete años, muchos de los nuestros se reunieron después de una gran batalla para conmemorar el heroísmo de nuestros amigos. En ese momento, ninguno de nosotros pensaba en cuán desesperada era nuestra situación o en lo larga que llegaría a ser la batalla contra el Imperio. Para nosotros, el futuro era el próximo minuto, hora, día o semana. La esperanza de vida, especialmente entre los pilotos, se medía por misiones y los cálculos rara vez requerían usar más de un dígito.

«Durante esa reunión en Yavin 4 pudimos celebrar nuestra victoria como si, con la destrucción de esa sola arma terrible —la primera Estrella de la Muerte— hubiéramos provocado el desmoronamiento del Imperio. Sabíamos que no era así, y también sabíamos que no tardaríamos mucho tiempo en abandonar Yavin, pero por lo menos en esa ocasión pudimos olvidar lo desesperado y difícil que sería nuestro combate por la libertad.

»Pudimos olvidar que muchos amigos nuestros morirían en el futuro mientras perseguían el sueño común de la libertad para todas las personas y todas las especies que viven en la galaxia».

Wedge tragó saliva, intentando disolver el nudo de tensión que estaba empezando a oprimirle la garganta.

—Ese sueño sigue vivo. Nuestra lucha continúa. El Imperio todavía existe, aunque su fortaleza se tambalea, su tenacidad vacila y su presa sobre los mundos que domina se va debilitando. Aunque esté agonizando, todavía puede infligir la muerte y éstos, los cuerpos de nuestros camaradas, dejan espantosamente claro ese hecho.

»No voy a deciros que Lujayne, Carter, Pirgi o los demás querían que siguierais luchando, o que vuestra lucha hará que su sacrificio haya valido la pena. Todas esas cosas sólo serían viejos tópicos gastados, y nuestros amigos se merecen algo más. Han dado aquello que luchamos por preservar. Nuestro deber, y la petición silenciosa que nos dirigen, consiste en seguir luchando hasta que el Imperio nunca pueda volver a robarle la vida a aquellos que no quieren nada más siniestro que la libertad para todos.

Wedge dio un paso hacia atrás y después dirigió una inclinación de cabeza a un técnico situado junto a la compuerta exterior del hangar de lanzamiento. A su señal, la plataforma se fue alzando lentamente y flotó hacia la vasta abertura. Las hileras de pilotos y dotaciones de tierra se abrieron por el centro para dejarla pasar, y luego volvieron a formarse cuando la plataforma entró en el campo de retención magnético desplegado alrededor de la compuerta exterior. Una vez fuera de la nave, la plataforma se apartó de los féretros y éstos quedaron suspendidos en el espacio, rodeados por las estrellas y el vacío.

El técnico utilizó un rayo tractor para ir impulsando los féretros, uno por uno, en una lenta y majestuosa trayectoria hacia la enana roja que ardía en el corazón del sistema estelar. «Partid en vuestro último convoy…». Cuando los sudarios blancos quedaron iluminados por los destellos rojizos del sol, la línea formada por los siete féretros adquirió la apariencia de otros tantos haces láser que, moviéndose a cámara lenta, trazaban un arco que terminaría hundiéndolos en la lejana estrella.

Ackbar puso la mano sobre el hombro de Wedge.

—Nunca es fácil despedirse de tu gente…

—No, y nunca debería llegar a serlo —murmuró Wedge, asintiendo con repentina firmeza—. Si llega a serlo, entonces nos habremos convertido en el enemigo…, y no voy a permitir que eso ocurra.