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Wedge puso el pulgar sobre la pantalla del cuaderno de datos que le estaba ofreciendo Zraii, el técnico verpiniano, y ejerció una suave presión.
—Gracias por haber instalado los depósitos auxiliares de combustible tan deprisa. Van a significar mucho en esta misión. —El técnico insectoide respondió con un zumbido que hizo que Wedge sonriera y asintiese con la cabeza, ya que no tenía ni idea de lo que le estaba diciendo el técnico. Supuso que se trataría de algo relacionado con las vainas ablativas que había colocado sobre el morro de los ala-X. Éstas se quemarían cuando los cazas entraran en la atmósfera de Borleias, proporcionándoles la apariencia de meteoritos que se estuvieran consumiendo ante cualquier posible observador de la superficie—. Has hecho un trabajo magnífico, Zraii.
Por encima de la cabeza del técnico vio que Mirax entraba en el hangar acompañada por Corran. Le dio un beso en la mejilla, y después el piloto echó a correr hacia la silueta verde y blanca de su ala-X. Mirax le siguió con la mirada, ciñéndose una chaqueta de vuelo de los rebeldes alrededor de sus hombros.
«¿Mirax y Corran? Vaya, quizá sea verdad eso de que los extremos se atraen. —Wedge pensó que aquella atracción mutua parecía tan improbable como la que unía a la princesa Leia y Han Solo, y el pensamiento hizo que sintiera un repentino y desagradable vacío en el estómago—. Si su relación tiene tantos altibajos emocionales como la de ellos…».
Mirax fue hacia él y le contempló en silencio y con los ojos entrecerrados.
—¿Quieres que alguien te preste unos cuantos problemas, Wedge?
—¿Me estás leyendo la mente?
—¿Eh?
—Bonita chaqueta… Te queda mucho mejor que a Corran.
Mirax sonrió, pero no se ruborizó.
—Somos amigos. Anoche Ooryl me ofreció su cama y acepté el ofrecimiento. Corran y yo hablamos, pero no ocurrió nada. —Volvió la cabeza y vio acercarse a Erisi—. Y por suerte Corran no ronca. Eso me ha permitido descansar un poco.
Wedge meneó la cabeza.
—Estamos a punto de partir, Mirax. He dejado un mensaje para ti y para tu padre por si no vuelvo.
—Volverás, Wedge. Has devorado lo mejor que podía llegar a ofrecer el Emperador, así que no hay ninguna razón para imaginar que las migajas se te puedan atragantar. —Mirax le abrazó y le besó en la mejilla—. Bien, veremos si consigo encontrar suficiente pintura para adornar tu T-65 con las nuevas presas…
—Gracias, Mirax. —Se volvió hacia Erisi—. ¿Tiene algo para mí, Dlarit?
—Control de Misión comunica que el Caso Verde ha entrado en vigor.
—Bien, eso quiere decir que podemos partir. —Wedge dejó escapar un potente silbido, alzó la mano derecha y la movió en un rápido círculo por encima de su cabeza. Los pilotos del Escuadrón Rebelde le miraron durante un segundo, y luego se metieron en sus cabinas—. Siento que no vaya a venir con nosotros, Dlarit.
—Yo lo siento todavía más. Que la Fuerza los acompañe.
Wedge sonrió.
—Gracias. Y no se metan en líos, ¿de acuerdo?
Después se puso el casco y subió a la cabina de su ala-X. Se instaló en el asiento de eyección e introdujo la secuencia de ignición en el ordenador. Los motores cobraron vida con sólo la sombra de un gemido. Wedge cerró la carlinga y luego volvió la cabeza.
—¿Preparado, Mynock?
La unidad R5 emitió un pitido y Wedge proyectó una sombra de miedo en la estridente réplica. «Pero si no nos sintiéramos así, esto no sería una misión…».
—Aquí Jefe Rebelde a Control de Misión: solicito permiso para el despegue.
—Control a Jefe Rebelde, usted y su escuadrón pueden despegar. Que la Fuerza los acompañe…, y buena puntería.
—Lo haremos lo mejor que podamos, Tycho. Los veremos dentro de diez horas.
—Los estaré esperando.
Wedge alzó una mano con el pulgar levantado en un gesto dirigido a la silueta de Tycho, tenuemente visible en la ventana del centro de control, y después empezó a proporcionar energía a los haces repulsores. El ala-X se fue elevando lentamente del suelo, y una suave presión sobre los pedales del timón hizo que girase hacia la izquierda y se alineara con la puerta del hangar. Wedge dio un poco más de impulsión y empezó a avanzar. Permitió que el morro del ala-X descendiera un tanto para poder ver mejor la zona a través de la que volaba, retrajo el tren de aterrizaje y salió del hangar.
Las sabanas doradas de Noquivzor se extendieron a su alrededor, alejándose en todas direcciones con sus largos tallos de hierba delicadamente agitados por las suaves brisas. La nave de Wedge parecía ser inmune al viento, de la misma manera en que era inmune a la paz del planeta. Varios puntitos marrones se fueron acercando unos a otros en la lejanía para formar una especie de marea oscura cuando un rebaño de nerfs salvajes invadió el valle. En lo alto de un árbol enorme, el único visible para Wedge, una manada de taoparis medio escondida entre el follaje esperaba a que la presa se aproximara un poquito más antes de iniciar su cacería.
«Tycho tenía razón: no soy demasiado viejo para esta clase de juego. Aun así, ya llevo demasiado tiempo jugando a él. Cuando vuelva, saldré a dar un paseo por estas llanuras y disfrutaré de un poco de vida y un poco de paz. —Wedge asintió lentamente—. Si llego a permitirme olvidar por qué estoy luchando, entonces el seguir luchando va no servirá de nada».
La voz de Corran surgió de los auriculares del casco.
—Escuadrón Rebelde en formación, señor.
Wedge elevó el morro de su caza.
—Gracias, Rebelde Nueve. Velocidad máxima hacia el punto de salto, chicos. Tenemos una cita, y no podemos llegar ni con un solo minuto de retraso.
Wedge puso la impulsión al máximo, dejando tras de sí tallos de hierba agitados por el viento y un hervir de nubes como la única señal de que había estado en el planeta.
Y Noquivzor borró esas huellas sin el más leve esfuerzo.
**
Mirax se estremeció y se rodeó el torso con los brazos. Después giró sobre sus talones hasta quedar de espaldas a la entrada del hangar, y al hacerlo vio que Erisi le estaba lanzando unas miradas cuya intensidad no tenía nada que envidiar a la de un haz iónico. «Ahora ya sé por qué estaba teniendo tanto frío…». Deslizó los brazos dentro de las mangas de la chaqueta, y la ciñó alrededor de su cintura para que la cinta con el nombre de Corran pudiera ser vista encima del bolsillo del pecho.
—Creo que lo harán estupendamente.
—Yo no lo creo, sino que lo sé. —La thyferrana volvió a fulminarla con la mirada—. Pero tu pequeña diversión con Corran podría hacer fracasar la misión, naturalmente. Corran necesitaba descansar.
—Y descansó. —Mirax le sostuvo la mirada sin inmutarse—. Corran y yo sólo somos amigos. Su padre conocía a mi padre.
—Su padre perseguía a tu padre.
—Y acabó capturándole, ¿verdad? No deberías inquietarte, ya que eso garantiza que no puede llegar a surgir nada entre nosotros.
—Me alegro. Asegúrate de que sea así.
El desafío implícito en sus palabras enfureció a Mirax.
—¿Y si no lo hago?
Los ojos azules de Erisi despidieron un chispazo de ira.
—Eres una contrabandista. Puedo hacer que nunca vuelvas a transportar un cargamento de bacta. Puedo hacer que cualquier persona que quiera ganar un poco de dinero mediante los cargamentos de bacta no vuelva a hacer ninguna clase de tratos contigo. En resumen, que puedo poner fin a tu carrera aquí y ahora.
La expresión de la thyferrana se volvió un poco menos sombría y amenazadora, pero la energía que iluminaba sus ojos no disminuyó en lo más mínimo.
—Y, a la inversa, también se te puede recompensar por haber decidido mantenerte alejada de Corran. Esa misma influencia que podría llegar a utilizar en tu contra puede ser utilizada en beneficio tuvo. Podemos ser amigas, y en tal caso descubrirías que esa amistad te sería muy útil.
Mirax reprimió el deseo de alzar la mano para borrar la sonrisa de satisfacción del rostro de Erisi mediante una bofetada. «Quedó a la deriva en el espacio y ahora no va a tomar parte en esta misión con su escuadrón, así que no puede estar pensando con demasiada claridad».
—Lo consideraré como una especie de consejo. Aun suponiendo que llegara a sentir algo más por Corran… Bueno, me gano la vida vendiendo toda clase de cosas de las que podría llegar a gustarme disponer para mi propio uso. De hecho, ahora mismo debería estar atendiendo mis negocios. Si me disculpas…
—Por supuesto. —Erisi sonrió dulcemente, pero la sonrisa no logró ocultar el veneno que había en sus ojos—. Ya volveremos a hablar.
Mirax le devolvió la sonrisa y después echó a andar hacia el Patinaje del Pulsar. Subió por la rampa y olisqueó el aire en busca de vestigios de refrigerante. No encontró ninguno, lo cual hubiese debido hacerla feliz, pero la breve conversación con Erisi la había dejado un poco preocupada. «Y si me siento así, es por algo más que por esa manera tan imperiosa en la que me habló», comprendió.
Mirax había aprendido a vérselas con toda clase de actitudes hacia ella por parte de los clientes, pero eso le había resultado muy fácil porque se trataba de negocios y no era nada personal. Erisi le estaba dando órdenes en materias concernientes a su vida personal, e incluso había llegado a amenazar con ejercer presiones comerciales para conseguir que Mirax cambiara su vida personal. Lo que Erisi le ofrecía era realmente muy tentador, pero el resultado práctico sería que Mirax estaría vendiendo un trozo de sí misma, y eso era algo que ya se había jurado no volver a hacer jamás.
Quería convencerse a sí misma de que su preocupación surgía del principio en que se basaba todo aquel asunto, pero no podía disipar los inicios de ciertos sentimientos que empezaba a experimentar hacia Corran. No se trataba de amor —de eso estaba bastante segura—, pero sí era algo que podía acabar desplazándose en esa dirección. Como mínimo, Corran representaba algo perteneciente al pasado de Mirax que le proporcionaba una ilusión de continuidad a la vida.
Sabía que odiar a Corran hubiese podido resultar tan fácil como lo había sido el permitir que le gustara, y en realidad había esperado experimentar más sentimientos negativos hacia él…, pero esos sentimientos sencillamente no estaban ahí. Mirax había creído que Corran se pondría furioso cuando la viese aparecer con el ryshcate y los artículos del mercado negro. Eso habría sido una razón más que suficiente para formarse un pésimo concepto de él, pero Corran había aceptado los regalos con una sincera gratitud. Esa misma noche Mirax ya había empezado a sentirse mucho mejor dispuesta hacia él, y por eso había huido.
Mirax tenía que admitir que había aceptado la oferta de Ooryl para tener otra oportunidad de producir sentimientos negativos. Había estado preparada para acostarse con Corran, y para odiarle al día siguiente en el caso de que la hubiera seducido con algún pequeño discurso de la variedad «Mañana puedo morir». El hecho de que Corran no hubiese intentado seducirla, y de que hubiera esquivado diestramente todas sus invitaciones para darle calor durante la noche, confirmaba lo que Mirax había sabido desde el principio: Corran era un poco más complejo que el típico agente de la ley corelliana.
Se estremeció. «Ni necesito ni quiero tener una relación emocional con nadie, y mucho menos con el hijo del hombre que envió a Kessel a mi padre… Y tampoco quiero que una reina del bacta se crea con derecho a darme órdenes».
Mirax irguió la cabeza cuando se dio cuenta de que su piloto sullustano acababa de decirle algo.
—¿Qué has dicho?
Liat Tsayv, el piloto de orejas de ratón, soltó una nueva serie de quejidos y chirridos.
—No, no sé adónde vamos porque no sé qué es lo que vamos a transportar.
El sullustano inclinó la cabeza hacia un lado y dejó escapar un murmullo claramente reprobatorio.
—Bueno, para tu información te diré que no me he acostado con un piloto, y aun suponiendo que lo hubiera hecho, no es el oficial de intendencia de la unidad. ¿Se te ha ocurrido pensar que podías pedirle una lista de demandas a Emetrés? ¿No? —Señaló la consola de comunicaciones—. Pues hazlo ahora mismo.
Liat sintonizó una frecuencia de comunicaciones y después empezó a soltar graznidos y chillidos. Mirax presionó otro botón, y una lista holográfica de iconos y precios de compra y venta surgió de la placa holográfica y fue creciendo en el centro de la cabina del Patinaje. Mirax la recorrió rápidamente con la mirada y vio que casi todo era equipo militar, el cual era pagado con promesas y aportaba un margen de beneficios muy reducido a la ecuación. Aun así, estaba dispuesta a traerlo siempre que encontrara algún cargamento de elevado valor que mereciese hacer el viaje.
La lista de artículos de consumo apareció ante ella, y Mirax enseguida la encontró mucho más prometedora que la lista militar. Después empezaron a aparecer unos cuantos productos bastante raros.
—Liat, solicita confirmación de los precios correspondientes a los apartados del quince al veinticinco.
El sullustano obedeció su orden, y después asintió y se frotó las manos con una clara codicia.
—Maldición, esto no me gusta nada. —Mirax hizo entrechocar sus palmas—. Dile al androide que compraremos todo lo que tenga de los apartados del quince al veinticinco. Sí, todo.
Liat respondió con un chirrido lleno de irritación.
—Ya sé que no cabrá. Negocia un contrato de exclusividad con él y dale lo que quiera, sea lo que sea…, incluso suponiendo que quiera que vayamos a medias en los beneficios. Venga, hazlo. —Sacó un comunicador del hueco de recarga de la pared de la cabina—. Avísame cuando hayáis terminado. Estaré fuera buscando al oficial ejecutivo de Wedge. Tenemos un problema muy grande, y si no consigo encontrar alguna forma de resolverlo…, bueno, entonces unos cuantos amigos míos están yendo hacia la muerte.