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Wedge había acudido a la reunión en el Hogar Uno con un mal presentimiento, y éste no había tardado en empeorar. El que no hubiera dispuesto de tiempo para hablar en privado con el almirante Ackbar y el general Salm y llegar a alguna clase de compromiso sobre el caso de Corran le había puesto todavía más nervioso. «Dejarlo atrapado en esa situación durante quién sabe cuánto tiempo es todavía peor que imponerle un auténtico castigo disciplinario…». Pero el almirante parecía tener concentrada toda su atención en la reunión, por lo que Wedge supuso que no dispondría de ninguna ocasión para tratar de defender a Corran.
Wedge era todo un comandante, pero también era el oficial más joven presente en la reunión. Reconoció a varias personas aparte de al almirante Ackbar y al general Salm, pero no conocía a todo el mundo. Vio a un grupo formado por cuatro bothanos —un general, dos coroneles y un comandante— en la parte delantera de la sala, pero no pudo ponerle nombre a ninguna de las caras. Aun así, resultaba evidente que iban a estar al frente de la reunión, y esa convicción inicial de Wedge enseguida quedó claramente confirmada cuando los oficiales de menos rango empezaron a ir y venir por la sala para transmitir la información contenida en sus cuadernos de datos a los de los otros oficiales.
El general bothano ocupó el estrado situado en el fondo de la sala y las luces suspendidas sobre su audiencia se debilitaron. El pelaje blanco del bothano se volvió casi deslumbrante, y sus ojos dorados adquirieron el aspecto de estar hechos de metal fundido. Con un uniforme del ejército de la Alianza y un puntero telescópico plateado sostenido en las manos unidas a la espalda, el general empezó a hablar en un tono cuya calma y suavidad no lograban ocultar su apasionada concentración.
—Soy el general Larin Kre'fey, y voy a ponerles al corriente de la naturaleza de la misión que abrirá el camino de Coruscant a nuestras valerosas fuerzas. Si tienen la bondad de conectar sus cuadernos de datos, verán cuáles son las características básicas de la instalación que vamos a atacar. Por el momento no necesitan saber dónde se encuentra, y bastará con decir que la posesión de esta base es vital para el Núcleo Imperial.
Wedge hizo cuanto pudo para seguir el curso de su exposición. El mundo —conocido con el nombre de código de Luna Negra— era normal y habitable, y bastante parecido a Endor salvo por el hecho de que carecía de formas de vida nativas similares a los ewoks. Los equipos de exploración enviados por la Antigua República lo habían calificado de pobre en minerales u otras riquezas explotables. Se creó una pequeña base porque el sistema demostró ser útil como punto de trazado y cartografía para establecer rutas hacia el Sector Corporativo y más allá, pero el mero hecho de que fuese una encrucijada espacial no bastaba para suscitar un gran nivel de comercio o crecimiento económico. Aparte de algunos intentos experimentales de estimular el desarrollo —todos los cuales fracasaron cuando la aparición del Imperio hizo que las investigaciones exóticas dejaran de disfrutar de las generosas inversiones crediticias que había permitido la anterior política impositiva—, el planeta acabó siendo prácticamente olvidado.
—El Imperio expandió la base y le proporcionó proyectores de campos de fuerza, pero únicamente para que la Rebelión no la considerase como un objetivo excesivamente invitador con vistas a establecer un santuario tan cerca del Núcleo. —El general Kre'fey extendió una mano—. La base también dispone de cuatro cañones iónicos de gran calibre, y cuenta con dos escuadrones de cazas TIE.
Wedge frunció el ceño. Ese nivel de defensas le parecía un poco extraño: resultaban demasiado poderosas para un mundo remoto y carente de importancia, pero al mismo tiempo eran demasiado débiles para un mundo susceptible de colocar a la Rebelión tan peligrosamente cerca de Coruscant. Vladet, un cuartel general de sector, sólo disponía de cuatro cazas TIE, dos cañones iónicos y un conjunto de escudos, pero no contaba con unos generadores de energía lo bastante poderosos para poder utilizar los cañones y los escudos de manera simultánea. Wedge no tenía la sensación de que Luna Negra fuese alguna clase de trampa imperial, pero sí le parecía un objetivo lo suficientemente protegido como para que los imperiales destacados en ella pudieran pedir ayuda a otros mundos cercanos y resistir hasta el momento en que ésta hubiese llegado.
El general bothano siguió hablando, y pasó a describir la modalidad de ataque que proponía emplear. Ésta consistía en utilizar el Emancipador —uno de los dos Destructores Estelares de la clase Imperial que fueron capturados en Endor y que habían sido reparados por la Alianza— para derribar los escudos. A continuación el Ala Defensora del general Salm entraría en acción para bombardear las instalaciones y defensas imperiales, con el Escuadrón Rebelde encargándose de mantener alejados de los bombarderos a los cazas TIE. En cuanto la resistencia de superficie hubiera sido debilitada, los transpones de tropas desembarcarían a los contingentes de la Alianza y completarían la conquista del planeta.
—Espero haber alcanzado la fase operacional dentro de dos semanas —concluyó el general Kre'fey—, y la conquista debería haberse completado en quince días estándar a partir de este momento.
Los ojos del general Salm fueron más allá de Wedge para posarse en el almirante Ackbar.
—¿Este plan ya ha sido aprobado?
Ackbar, que estaba sentado junto a un almirante plateado mon calamariano Ragab, del Emancipador—, no acogió demasiado bien la pregunta.
—Sí, general Salm, este plan…
Kre'fey le interrumpió.
—Discúlpeme, almirante Ackbar, pero creo que puedo responder a esa pregunta. —El bothano se alisó el blanco pelaje facial con la mano izquierda, haciendo que formara una puntiaguda prolongación de su barbilla—. Sí, general, el Consejo Provisional ha aprobado este plan. ¿Tiene alguna objeción a la decisión que su sabiduría le ha impulsado a tomar en lo concerniente al asunto?
—Por supuesto que no, general Kre'fey, pero dos semanas no es mucho tiempo para preparar un asalto.
—Si sus pilotos no son capaces de hacer lo que se espera de ellos, general, hay otros escuadrones de ala-Y en la flota.
—Mi gente estará preparada.
«Me parece que no se aprecian demasiado el uno al otro…»., pensó Wedge mientras levantaba la mano.
—Si se me permite hablar, tengo algunas preguntas que hacer acerca de la operación.
El bothano extendió las manos en un gesto lleno de indulgencia.
—Adelante, comandante.
—Estaba pensando en los escudos deflectores y…, bueno, su informe muestra que son vulnerables al bombardeo cuando se los proyecta lo suficientemente lejos como para que cubran instalaciones satélite no esenciales en la superficie. ¿Y si el comandante de la base se limita a reducir el diámetro de la cobertura?
—Daría igual. La base no posee una capacidad generadora lo suficientemente elevada para levantar unos escudos que pudieran soportar nuestro bombardeo.
—¿Incluso si no utiliza los cañones iónicos?
Esa pregunta suscitó un momento de titubeo antes de ser contestada.
—Eso no cambiaría las cosas.
A Wedge no le gustó nada la escasa confianza que había en la voz de Kre'fey. El éxito de la operación dependería de que consiguieran derribar los escudos. Wedge no quería pensar que el general Kre'fey se estuviera comportando como un estúpido, pero su dependencia del bombardeo desde el espacio parecía notablemente miope. En Hoth los imperiales decidieron utilizar un ataque de superficie para derribar los escudos. El bombardeo había dado resultado en otros lugares en el pasado, pero la solución de Hoth pareció ser la más eficiente. Y la presencia de cañones iónicos en la superficie significaba que las naves encargadas de llevar a cabo el bombardeo podrían ver interferidos sus sistemas, lo cual causaría retrasos y haría surgir el espectro de alguna clase de ayuda procedente de otro sistema que quizá llegaría a tiempo de rechazar la ofensiva.
Wedge volvió a levantar la mano.
—¿Sí, comandante Antilles?
—No veo ningún listado de los TIE estacionados en Luna Negra. ¿Son ojos oculares, bizcos, incautos o luminosos?
Los ojos del bothano se endurecieron.
—Disculpe, ¿cómo ha dicho?
El general Salm se encargó de efectuar la traducción.
—El comandante Antilles quiere saber si los cazas son cazas estelares TIE, interceptores, bombarderos o modelos avanzados.
—Ah… La mayoría son cazas estelares, y hay unos cuantos ejemplares de otros modelos. —La mirada de Kre'fey recorrió la sala en busca de otras preguntas, pero nadie tenía ninguna pregunta que hacer—. A fin de mantener la seguridad operacional, las coordenadas de su destino no les serán proporcionadas hasta que partan. Los paquetes de simulación que les vamos a entregar satisfarán todas sus necesidades de información detallada. Ysanne Isard ha elevado el nivel de sus operaciones de contrainteligencia, y esta misión se resentiría considerablemente de la falta del efecto sorpresa.
«Y sin efecto sorpresa, nuestra gente lo pasará bastante mal…»., pensó Wedge mientras meneaba la cabeza.
—Esto no me gusta.
Los ojos del general bothano se entrecerraron hasta convenirse en dos curvas doradas.
—Lo que le guste y lo que no le guste carece de importancia, comandante. El Consejo Provisional ha aprobado este plan, y eso es más que suficiente.
La sequedad de la réplica enfureció al corelliano.
—Puede que los miembros del Consejo la hayan aprobado, general, pero ellos no van a tomar parte en esta misión.
—Pero yo sí estaré allí, comandante, en el primer transpone y abriendo el camino durante el descenso para conquistar Luna Negra… —Las fosas nasales de Kre'fey se dilataron tan súbitamente como si estuviera percibiendo el olor de una presa—. Confío en que no dudará del valor de los bothanos.
«¿Cómo podría hacerlo cuando los bothanos aprovechan cada ocasión que se les presenta para recordarnos a todos que fue su pueblo el que obtuvo la localización de la segunda Estrella de la Muerte y toda la información referente a ella?».
—No, señor. Confío en que usted tampoco dudará del valor de mi gente. Llevarán a cabo la misión que se les encomiende, pero me parece que estoy obligado a tratar de asegurarme de que podrán volver a casa luego.
El labio inferior de Kre'fey se curvó en una mueca despectiva.
—Ya sé que se trata de una obligación con la que siempre ha sabido cumplir en el pasado, comandante Antilles.
Wedge sintió que un puño invisible se cerraba alrededor de su corazón. Los rostros de todos los amigos y camaradas que había perdido a lo largo de la guerra contra el Imperio desfilaron velozmente por su cerebro, y de repente tuvo la horrible impresión de que todos y cada uno de ellos se habían convertido en héroes póstumos única y exclusivamente para que idiotas como Kre'fey tuvieran la oportunidad de convenir a más rebeldes en héroes póstumos. Las filas de los muertos parecían interminables, y en una fracción de segundo la ira abrasadora que Wedge estaba dispuesto a volver contra Kre'fey fue engullida por el vacío que había reclamado a las figuras de sus recuerdos.
Ackbar se puso en pie.
—Me parece que los motivos de preocupación del comandante Antilles son perfectamente válidos, general Kre'fey. Me sorprende que su precisión en las cuestiones de recogida de datos de inteligencia, que normalmente es envidiable, se haya permitido cometer semejante descuido. Admito que nos ha dicho a qué hora subirá la marea, pero algunos de nosotros necesitamos conocer el minuto y el segundo. Usted es perfectamente capaz de proporcionarnos dicha información…, y nos la proporcionará.
El bothano miró fijamente al mon calamariano.
—¿O?
—O consideraré necesario cancelar la operación.
—Pero el Consejo la ha aprobado.
El mentón de Ackbar se fue elevando lentamente.
—El Consejo es un organismo político que toma decisiones políticas. A diferencia de lo que sucede en una batalla, donde el desenlace no puede ser reconsiderado, las decisiones políticas pueden ser revisadas una y otra vez. El Consejo decidió que había que emprender una acción contra Coruscant, y su ataque satisfacía los parámetros que habían fijado. Eso no significa que sea el único plan susceptible de satisfacerlos.
—Ya veremos si este ataque sigue adelante o no, almirante. Distribuiré los paquetes de simulación entre todos los mandos para que puedan iniciar el adiestramiento.
El mon calamariano apoyó los puños en las caderas.
—Obtendrá esos datos, o yo mismo destruiré personalmente todos sus paquetes de simulación.
El bothano se mordisqueó el labio inferior, y acabó dirigiendo una inclinación de cabeza a sus oficiales.
—Perfecto. Obtendremos la información de la que quiere disponer…, si puede ser obtenida —dijo, y después le ladró una seca orden en bothano a sus oficiales y éstos salieron de la sala detrás de él.
La sala se vació de manera más bien rápida, dejando a Wedge, Salm y Ackbar a solas delante del estrado iluminado. El mon calamariano inclinó la cabeza y clavó la mirada en el rostro de Wedge.
—Siento lo ocurrido —dijo después—. Fue algo tan imperdonable como innecesario.
Wedge todavía se sentía como si le hubieran disparado en el estómago.
—¿Por qué todo el mundo concede a los bothanos el mérito de haber localizado la segunda Estrella de la Muerte y haber anunciado que el Emperador se encontraría a bordo de ella? ¿Acaso todos han olvidado que el Emperador nos atrajo hasta Endor para exterminarnos? Los bothanos cayeron en la trampa, pero ahora van por ahí exhibiendo el haberse dejado engañar tan orgullosamente como si fuera una medalla.
El mon calamariano asintió lentamente.
—He oído expresar esa misma opinión suya a otros…, principalmente a aquellos miembros del Consejo que se han encontrado atrapados entre un bothano y alguna disputa por el poder. Los bothanos le dirían que el Emperador sólo concibió la emboscada después de que la información fuese robada y empezara a concebir sospechas. Sólo disponemos de la palabra del Emperador de que engañó a los bothanos y aunque Luke jamás nos mentiría a sabiendas, no puedo otorgar mi confianza al Emperador en lo que respecta a ningún asunto.
Wedge se inclinó hacia adelante y se pasó las manos por la cara.
—Estoy seguro de que tiene razón, almirante. Supongo que lo que me ocurre es que veo esa duda como la sombra oculta detrás de la ilimitada confianza en sí mismos que exhiben los bothanos. Quizá tuvieran razón en lo referente a la Estrella de la Muerte y ahora Kre'fey quizá tenga razón en lo que respecta a esta Luna Negra, pero si se equivoca… Bueno, entonces mucha gente morirá.
—Comparto su preocupación, comandante. Dispondrá de su información.
El corelliano asintió.
—Bien, ¿puede decirme al menos dónde se encuentra Luna Negra?
Ackbar titubeó antes de responder.
—Sólo si realmente necesita saberlo, comandante, y en este momento no necesita saberlo. Pero antes de que se vaya, dispondrá de todos los datos que necesita. El sistema Luna Negra se encuentra en un sector muy denso, y el número de rutas de entrada y salida es limitado. Computar soluciones de astronavegación resultará bastante sencillo porque el número de soluciones posibles es muy reducido. Eso hace que tender emboscadas también resulte más fácil, por lo que la información le será proporcionada cuando realmente necesite disponer de ella…, y no meramente cuando quiera conocerla.
Wedge reflexionó durante unos momentos y acabó asintiendo.
—Comprendo la necesidad de extremar las medidas de seguridad. No me gustan demasiado las limitaciones que impone, pero también las comprendo.
La boca del mon calamariano se abrió para dejar escapar una suave risita.
—Veo que vamos haciendo progresos. Irán a un mundo llamado Noquivzor, y organizará la operación desde allí. Varias unidades más se reunirán con ustedes en ese mundo, el Ala Defensora entre ellas. —Ackbar juntó las manos—. Bien, supongo que querrá hablar con el general Salm de las acusaciones que se van a presentar contra Corran Horn…
Wedge se recostó en el asiento.
—Si vamos a tener que vivir juntos, creo que será lo mejor. ¿Está de acuerdo conmigo, general?
Salm asintió.
—Estoy de acuerdo, pero ahorrémonos la molestia de discutir. Olvídese de las acusaciones.
—¿Cómo ha dicho, general?
El anciano y ya medio calvo piloto de bombarderos alzó las manos.
—Si insistiera en que Horn fuera sometido a un consejo de guerra por lo que hizo, sólo conseguiría ponerme en ridículo…, y además así Horn se libraría de tener que tomar parte en el ataque contra Luna Negra. —Una mueca de disgusto contrajo los ojos castaños de Salm—. Sigo pensando que el Escuadrón Rebelde necesita recibir unas cuantas lecciones de disciplina, pero también creo que las cosas no irán nada bien en Luna Negra. Con Horn y el resto de sus pilotos allí, puede que el ataque no acabe convirtiéndose en la pesadilla que me temo va a torturarme durante las próximas dos semanas.