26

El ala-X de Corran emergió del hiperespacio a la sombra del Emancipador. El perfil en forma de daga del Destructor Estelar proyectaba una profunda cuchillada sobre la imagen del mundo que el corelliano conocía únicamente como Luna Negra. Más allá del Emancipador vio a la Eridain y dos cruceros pesados modificados. El Mon Valle transportaba al Ala Defensora de Salm, y el Corulag serviría como plataforma de lanzamiento para las ocho lanzaderas de asalto que llevarían a las tropas de superficie rebeldes hasta el suelo del planeta.

El Emancipador mantendría su posición actual para proteger el vector de salida del sistema. Ninguna de las reuniones de información le había proporcionado el nombre del sistema y del mundo, pero aun así Corran sabía que ejecutar el salto de salida iba a resultar bastante difícil. Durante su última reunión de información, el general Kre'fey había puesto mucho énfasis en la necesidad de observar el máximo nivel de seguridad posible con respecto a la operación y les había prometido que, aunque ignoraban el nombre del mundo en el que iban a luchar, las generaciones futuras lo conocerían y los cubrirían de elogios por haber estado allí.

Mientras le oía hablar Corran había pensado que Kre'fey contaba con unas reservas de confianza lo bastante grandes para conquistar aquel mundo por sí solo, pero eso no consiguió disipar los oscuros presentimientos que tenía acerca de la misión. Las reuniones habían dedicado más tiempo a reforzar la moral que a exponer hechos. Las sesiones de simulador habían permitido que todo el mundo acabara sintiéndose muy cómodo con el papel que desempeñaría en el ataque y, en lo que concernía a Corran, eso era precisamente lo peor que podía llegar a ocurrir en una operación militar.

«Mantened los ojos bien abiertos y volad lo mejor posible…, porque de momento eso es todo lo que podéis hacer». Silbador activó la pantalla táctica de Corran.

—Jefe Rebelde, no tengo naves enemigas en el campo de visión, pero la base cuenta con un escudo.

—Gracias, Nueve. Pilotos, inicien la formación para escoltar al Ala Defensora. —La voz de Wedge surgía con nítida claridad de los auriculares del casco de Corran—. Vuelen alto y acompañen al Emancipador.

Corran tiró de su palanca de control e hizo que el ala-X iniciara un lento giro que acabó colocándolo encima del Destructor Estelar. El navío de guerra empezó a lanzar andanada tras andanada de fuego turboláser y salvas de haces iónicos. Los rayos rojizos se unían entre sí para crear telones de energía que se abrían paso a través de la atmósfera hasta chocar con la protección de la base imperial. Después el color rojo sangre se iba infiltrando poco a poco en el escudo, oscureciendo la instalación que había debajo de él.

Cuando el escudo empezaba a palidecer para inclinarse hacia el rosado, una manta cerúlea de energía iónica se desplegaba sobre él. El fuego azulado se fragmentaba y chisporroteaba sobre la cúpula de energía, proyectando centenares de relámpagos parecidos a zarcillos. Algunos de ellos se desprendieron de la cúpula, y los edificios que se encontraban fuera de su santuario estallaron y se derritieron. La jungla empezó a arder, rodeando la base con un anillo de llamas. «Eso la convierte en un objetivo perfecto, aunque los incendios harán que resulte bastante duro volar por ahí abajo…».

—Silbador, proporcióname un esquema general de las corrientes de aire en la superficie. Ah, y comprueba las dimensiones del escudo. Cuando empiece a volverse más pequeño, eso querrá decir que se está desmoronando.

**

Una oleada de energía tras otra descendía a través de la columna de humo que se elevaba hacia el cielo. La energía se estrellaba contra los escudos con un estrépito atronador que creaba vibraciones y las difundía hasta una profundidad lo suficientemente grande para hacer temblar el centro de mando en el que se encontraba Kirtan. Al principio el incesante ataque le había hecho encogerse y temer por su vida, pero los sonidos ya se habían mezclado unos con otros para convertirse en un rugido que no parecía tener fin. Los escasos monitores del centro de mando que funcionaban estaban mostrando imágenes de la flota atacante tomadas por los satélites y el círculo de llamas que había aparecido sobre la superficie del planeta.

Derricote se volvió hacia Kirtan.

—Resulta realmente difícil creer que alguien pueda sobrevivir ahí abajo, ¿verdad?

El oficial de inteligencia asintió.

—Pone a prueba la credulidad de cualquiera, general.

—Y los rebeldes siempre están tan dispuestos a caer en la credulidad… —El general volvió la cabeza hacia uno de los técnicos sentados delante de los controles del escudo—. Situación actual, señor Harm.

—Seguimos al cien por cien, señor.

—Excelente. Inicien una disminución del nivel de energía utilizando porcentajes aleatorios, y empiecen la aleatorización partiendo de siete. Cuando lleguen al setenta y cinco por ciento, reduzcan a cincuenta. Cuando los rebeldes empiecen a disminuir la intensidad de las salvas, bajen a veinte, luego a cinco y después a cero.

Kirtan sintió cómo un hilillo de miedo se iba deslizando a través de sus entrañas.

—¿Está seguro de que no destruirán todo este lugar? En Vladet no dejaron ni los cimientos.

—Ésa es la razón por la que nos encontramos debajo de los cimientos, agente Loor.

Kirtan se encogió sobre sí mismo cuando una detonación particularmente potente hizo temblar el suelo.

—Confío en que sepa lo que está haciendo.

—Dado que no tiene otra elección, le agradezco su confianza. —Derricote se frotó las manos—. Los rebeldes quieren usar este lugar para futuras operaciones, y ésa es la única razón por la que nos están atacando. Pero si lo quieren, entonces tendrán que pagar mi precio para hacerse con él.

**

El graznido de Silbador hizo que Corran volviese la mirada hacia la pantalla táctica. Los escudos que cubrían la base habían empezado a contraerse. Al ver que éstos empezaban a desfallecer, el Emancipador fue reduciendo la intensidad del bombardeo láser y se concentró en utilizar los cañones iónicos. Sus descargas no causaban tanto daño como las de los cañones láser, pero si los escudos se desmoronaban de forma inesperadamente rápida, una andanada iónica no destruiría aquello que el general Kre'fey tenía intención de capturar.

Corran colocó su ala-X junto al Escuadrón Vigilante y desconectó la impulsión.

—Grupo Tres en posición.

—Recibido, Nueve. Manténgase a la espera.

La voz de Tycho desapareció bruscamente del comunicador cuando el controlador de vuelo cambió de canal.

Corran sintonizó su unidad de comunicaciones en la frecuencia táctica que compartía con su grupo. Aún no habían conseguido un piloto que sustituyera a Lujayne, por lo que el Grupo Tres seguía teniendo un piloto menos. Pero esa ausencia sólo era uno de los elementos de la operación que no le gustaban nada a Corran. Sabía que encontrar pilotos no resultaba nada fácil, pero también sabía que Tycho hubiera podido pilotar el ala-X de Lujayne sin ninguna dificultad, y estaba convencido de que aquel hombre sería mucho más valioso a bordo de un caza que dirigiendo el tráfico dentro de la Eridain.

—Diez y Doce, nos mantendremos aquí. —Corran echó un vistazo a su pantalla táctica—. Sus escudos se están debilitando muy deprisa. Seremos los siguientes en entrar.

El balido triunfal de Silbador sintió de heraldo al desmoronamiento de los escudos de Luna Negra. Los labios de Corran empezaron a curvarse en una sonrisa, pero una preocupación indefinible seguía agazapada en las profundidades de su cerebro. No conseguía identificarla, pero no tardó en roer su sonrisa y hacer que la quemadura de la bilis empezara a abrasarle el interior de la garganta. El corelliano activó su comunicador.

—Control, Nueve sigue mostrando que el enemigo está ciego.

—Recibido, Nueve. Manténgase a la espera. —El eco de una vacilación nada típica de él resonó en las palabras de Wedge—. Orden directa del general Kre'fey, pilotos: escoltarán a las lanzaderas de asalto en su descenso al planeta.

—¿Cómo ha dicho, Control? —La incredulidad que había teñido la voz de Wedge resonó también en la de Corran—. El Ala Defensora está lista para iniciar su barrido.

—Jefe Rebelde, Kre'fey considera que eso ocasionaría un retraso innecesario. Los ala-Y han recibido la orden de volver a casa, y ahora tendrán que escoltar a sus lanzaderas durante el vector de entrada. La resistencia en el planeta ha sido eliminada.

—¿Y qué pasa con los cañones iónicos, Control?

—Si hubieran podido disparar, a estas alturas ya lo habrían hecho —gruñó la voz del general Kre'fey por los canales del comunicador—. La resistencia ha terminado. Ya podemos reclamar lo que hemos venido a buscar.

La estática puntuó el silencio que siguió a la declaración de Kre'fey, y después Wedge volvió a la frecuencia.

—Jefe Rebelde a Escuadrón Rebelde, inicien la formación para servir de pantalla a los escoltas.

El estómago de Corran ejecutó un salto mortal.

—Esto no me gusta nada.

—Nueve, este canal ha sido concebido para el uso militar y no para expresar opiniones. Guardémonos los comentarios para la reunión de análisis en cuanto hayamos terminado la misión. —La voz de Wedge perdió una parte de su tono cortante a medida que seguía hablando—. Y tratemos de volar lo suficientemente bien para que pueda haber una reunión de análisis…

—Ésa es mi intención, Jefe Rebelde. —Corran empujó la palanca de control hacia adelante y accionó un interruptor—. Estabilizadores-S en posición de ataque.

El Emancipador empezó a alejarse del planeta, adoptando una posición que le permitiría proteger a la fuerza del ataque de cualquier intruso imperial. Corran se sintió todavía más desnudo mientras contemplaba su retirada. El Destructor Estelar no había sido construido pensando en un enfrentamiento con un contingente de cazas, pero su impresionante potencia de fuego podía mantener alejados a los TIE y, quizá, incluso destruir sus instalaciones de lanzamiento en la superficie planetaria.

«Pero naturalmente Kre'fey les habrá prohibido que emprendan ese tipo de acción, porque quiere que las propiedades inmobiliarias sigan intacta…». La ya considerable inquietud que se había adueñado de Corran aumentó todavía más a medida que se aproximaba a las siluetas cuadradas de las lanzaderas de asalto que se estaban alejando del Corulag. Cada una de las ocho lanzaderas transportaba cuarenta comandos y efectuaría tres trayectos de ida y vuelta entre el planeta y el Corulag para llevar a todo el contingente hasta la superficie. Aunque no eran muy veloces, las lanzaderas disponían de un armamento lo bastante poderoso para mantener a raya a los TIE durante el tiempo suficiente para que los pilotos de los ala-X pudieran ir acabando con ellos.

La pantalla táctica del corelliano seguía sin mostrar nada en términos de oposición de cazas. Los escudos de la base habían caído. La operación parecía estar yendo mejor de lo esperado, y el comprenderlo hizo surgir un escalofrío en la base de la columna vertebral de Corran. Sabía que sentir miedo cuando todo parecía normal era una auténtica estupidez, pero una parte de su ser no podía aceptar tanta buena fortuna.

De manera totalmente inconsciente, su mano izquierda se cerró sobre el medallón que colgaba de su cuello. «Las cosas estaban yendo tan a la perfección como ahora cuando mi padre murió… Esperábamos tener problemas, no nos encontramos con ninguno y bajé la guardia. Mi padre murió porque yo bajé la guardia… Vi cómo moría, y no hice nada. No lo vi llegar, pero llegó, exactamente de la misma manera en que ocurrirá en este lugar. ¿Qué es lo que anda mal aquí?».

La respuesta a la pregunta le llegó un nanosegundo antes de que viera cómo el primer haz azulado de energía iónica ascendía desde el suelo para estrellarse contra la primera lanzadera de asalto. La energía azul cerró sus garras sobre la Modaran y la dejó atrapada en una red de descargas eléctricas. Destellos de luz plateada fueron indicando las sucesivas explosiones en los motores y los sistemas de armamento. Con el humo surgiendo de una docena de compuertas, la lanzadera inició un lento y tambaleante descenso a través de la atmósfera y hacia el suelo que la esperaba debajo de ella.

No llegó a chocar con el planeta. La lanzadera todavía se encontraba a un kilómetro de la superficie cuando chocó con un escudo de energía renovado y estalló. Los fragmentos de metal fueron arrancando chispazos al escudo mientras se deslizaban sobre su superficie.

Silbador gimió una advertencia. La pantalla táctica estaba mostrando múltiples contactos de cazas que surgían de túneles de lanzamiento esparcidos alrededor del perímetro de la cúpula del escudo. También informaba de que aunque el diámetro del escudo no había aumentado, su nivel de energía era un doscientos por ciento superior al de antes, lo cual significaba por lo menos una mitad más del máximo nivel de energía que se había considerado como posible teniendo en cuenta las estimaciones de la potencia de los generadores presentadas durante las reuniones de información. «Todo eso…, y además hay cañones iónicos».

—Control, saque de ahí a los transpones ahora mismo —ordenó Wedge.

—Jefe Rebelde, tendrán que enfrentarse a múltiples contactos de cazas. Dos escuadrones, globos oculares y bizcos.

—Los veo, Control. Escuadrón Rebelde, mantengan a los imperiales alejados de las lanzaderas.

Corran meneó la cabeza.

—Siete lanzaderas, dos docenas de imperiales y once ala-X… Oh, sí, esto va a ser coser y cantar.

El quejumbroso gemido de Silbador estuvo más acorde con los auténticos sentimientos de Corran que sus palabras. El corelliano activó su comunicador.

—Grupo Tres, mantengan la formación. Los bizcos vienen hacia nosotros.

—Ooryl los tiene en pantalla, Nueve.

Andoorni dio un informe similar.

—Doce ha adquirido objetivos.

Corran tecleó un gráfico y lo superpuso a la trayectoria de los interceptores que se estaban aproximando. «Vienen hacia nosotros siguiendo una trayectoria considerablemente oblicua. Bueno, que sea su funeral…».

—Grupo Tres, pasen a torpedos protónicos y adquieran un blanco. Si quieren jugar…

Un trío de andanadas iónicas surgió de la superficie del planeta. Una de ellas avanzó hacia el Grupo Tres, atravesando el vector que los bizcos hubieran tenido que estar utilizando para entablar combate con los ala-X. La segunda chocó con el Emancipador y se esparció por encima de su casco con la velocidad de un incendio sobre una pradera resecada por el verano. La tercera ascendió hacia una de las lanzaderas, pero nunca llegó a alcanzar su objetivo. Corran vio cómo el haz sufría una ligerísima pérdida de intensidad, como si hubiera chocado con un escudo, pero la bola que produjo al disiparse no dejó tras de sí ni un solo resto.

—Dos, informe.

La petición de Wedge fue respondida por un silencio absoluto.

—Jefe Rebelde, no tenemos ningún contacto con Rebelde Dos.

«Maldición… Peshk acaba de sufrir el impacto de ese haz. Le hemos perdido».

—Acción evasiva a nivel máximo, pilotos. Control, haga bailar a las lanzaderas.

—Grupo Tres, estado de alerta.

La retícula de puntería de Corran pasó al rojo y la nota musical de una fijación de objetivo llenó sus oídos. El corelliano apretó el gatillo y lanzó un torpedo contra uno de los interceptores que se aproximaban a él. Después pasó a los láseres, conectó los cuatro cañones y escogió otro objetivo. Mientras su torpedo alcanzaba el primer blanco, Corran entró en la zona de alcance del segundo y permitió que recibiera toda la potencia de sus cañones láser.

Los destellos producidos por los haces láser al reflejarse contra sus escudos ocultaron los resultados del disparo, pero Silbador le informó de que un interceptor había sido destruido y otro había quedado dañado. En cuestión de segundos Corran dejó atrás la hilera de interceptores, y después tiró de su palanca de control, giró y volvió a lanzarse sobre ellos. Los bizcos, que habían quedado reducidos de ocho a seis, se dividieron en elementos de vuelo y se dispusieron a entablar combate con ala-X solitarios. Mientras dos de los bizcos empezaban a describir un círculo para ir hacia él, Corran invirtió el curso, inició un picado y luego subió y giró para encararse con ellos.

Derivó toda la energía posible a sus escudos delanteros, y después ejecutó un rizo que elevó al ala-X sobre su estabilizador-S de babor. Eso estrechó su perfil y permitió que la primera andanada de haces láser lanzada por los bizcos se perdiera a los lados del caza. En el último segundo posible, Corran seleccionó un torpedo protónico y lo lanzó en lo que casi era un disparo a quemarropa. El corelliano no había llegado a obtener una fijación de objetivo consistente, pero aun así el torpedo chocó con el primer TIE y lo hizo pedazos.

Corran desplazó la palanca de control hacia adelante y atravesó a toda velocidad el centro de una explosión de llamas. Cuando llegó al otro lado vio que había perdido al compañero de ala del interceptor, pero un problema más inmediato enseguida absorbió toda su atención.

—¡Doce, vire a babor inmediatamente!

El ala-X de Andoorni se desvió hacia la izquierda, pero el bizco que había estado siguiendo las emanaciones de sus motores se mantuvo pegado a ella.

—Con más energía, Doce. Suba.

—No puedo hacerlo. He perdido un estabilizador lateral.

—Serpentee, Doce.

La rodiana hizo que su ala-X iniciara la maniobra de tirabuzones, y los primeros disparos de los interceptores fallaron el blanco por una gran distancia. Después la proa de la nave volvió al vector original, y los haces de los bizcos atravesaron los motores. Una cortina de fuego cubrió el lado derecho de la nave, haciendo pedazos los estabilizadores-S. Un segundo después todo el caza se estremeció y su piel metálica se desprendió del casco. Un estallido de llamas plateadas surgió de la nada para convertir la nave en un sol en miniatura, y después la bola de gases en ebullición se desplomó sobre su propio agujero negro.

Corran vaporizó al asesino de Andoorni. Una parte de su ser quería prorrumpir en vítores para celebrar el haber podido cobrarse venganza en su nombre, pero Corran reprimió aquellas emociones. Dadas las circunstancias, el disfrutar de la muerte de un imperial le estaba tan prohibido como el llorar la muerte de su camarada. Ya habría tiempo para eso más tarde…, «si es que hay un más tarde». Cualquier cosa que apartara su atención del trabajo al que tenía que dedicar todos sus recursos y su capacidad le mataría, por lo que Corran expulsó aquellos pensamientos de su mente y se concentró en la batalla que hervía a su alrededor.

—Grupo Tres, la lanzadera Devoniana tiene a cuatro interceptores en vectores de entrada.

—Ooryl ha recibido la transmisión, Control. Ooryl los tiene.

—Estoy en su puerta trasera, Diez.

Los interceptores habían alterado su formación para establecer dos grupos, y habían seleccionado una de las lanzaderas de asalto como objetivo. Ooryl colocó su ala-X detrás de la primera pareja y redujo el nivel de impulsión para igualar su velocidad.

—Ooryl va a usar torpedos.

—Apunte bien, Diez, y buena suerte.

Los TIE rompieron la formación y se alejaron en cuatro direcciones distintas.

—Diez, pase a láseres. Deben de tener sistemas de advertencia de las amenazas.

Un caza provisto de ese equipo advertiría al piloto con una luz indicadora cuando otra nave hubiera obtenido una fijación de torpedo sobre él. Llevar a cabo una rápida serie de bruscos virajes permitiría escapar del centrado antes de que el torpedo fuera lanzado. Estaba claro que los pilotos de los interceptores que tenía delante conocían muy bien su oficio. Sólo unos pilotos muy buenos consiguen sobrevivir para llegar a veteranos en los TIE, y uso hacía que aquellos enemigos fuesen mucho mis mortíferos que cualquier otro de los pilotos a los que los ala-X se habían enfrentado hasta aquel momento.

Corran elevó el ala-X sobre los estabilizadores de estribor e inició el largo viraje que lo colocaría detrás de uno de los bizcos. Silbador graznó una nerviosa advertencia sobre otro interceptor que se estaba preparando a fin de colocarse a la cola de Corran, pero el piloto no hizo nada para librarse de la persecución del caza. El corelliano siguió totalmente concentrado en su ataque, comprimiendo el arco de su giro para reducir al máximo la distancia que lo separaba de su objetivo.

Silbador empezó a ponerse todavía más insistente, y Corran sonrió.

—Corta la impulsión.

Mientras el androide obedecía esa orden, Corran dejó caer el pie sobre el pedal derecho del timón. Eso elevó la popa de su nave, una maniobra que introdujo una nueva corrección en el curso hacia la nave que había delante de él. Además, la treta le proporcionó un ángulo de tiro terriblemente abierto al bizco que le estaba siguiendo.

—Contraimpulsión…, ahora.

Silbador volvió a conectar los motores en el mismo instante en que el ala-X completaba su arco de ciento ochenta grados. Los motores empezaron a emitir su impulsión en contra de la trayectoria de vuelo de la nave, con lo que eliminaron de manera muy efectiva su inercia e hicieron que ésta quedara totalmente inmóvil en el espacio durante una fracción de segundo. Por un momento casi impalpable, el ala-X estuvo centrado en las miras del interceptor.

Pero el piloto del interceptor ya había iniciado su giro combinado con viraje para mantener dirigidos sus cañones hacia el punto en el que hubiese debido estar el ala-X. Corran accionó delicadamente el pedal izquierdo e hizo que el morro de su caza se deslizara a lo largo de la trayectoria de vuelo del bizco. Los cuatro cañones láser escupieron dos estallidos de dardos rojos que perforaron el ala de babor y atravesaron la cabina.

El interceptor alcanzado quedó fuera de control e inició una lenta espiral de caída. Más andanadas iónicas procedentes del planeta se abrieron paso a través de los combates individuales. El Emancipador sufrió dos impactos más, y el Mon Valle también fue alcanzado. Corran no vio que ningún otro caza o lanzadera fuese alcanzado, pero la hilera de verdosos haces láser que surcó su vector de vuelo le impidió seguir prestando atención al nuevo ataque procedente del planeta.

—¡Ooryl ha sido alcanzado!

Corran aumentó la impulsión y lanzó al ala-X hacia adelante y hacia arriba justo a tiempo de ver cómo la nave de su hombre de ala empezaba a hacerse pedazos.

—¡Ooryl!

El ala-X se desintegró. Los módulos motrices salieron despedidos en direcciones distintas para alejarse en un vertiginoso girar y la carlinga estalló en un millón de fragmentos resplandecientes. Corran vio cómo Ooryl salía de la nave alcanzada, y también pudo ver cómo el gandiano agitaba los brazos. Corran se permitió albergar la esperanza de que se tratara de algo más que un puro reflejo casual, y un momento después vio cómo un trozo de los estabilizadores-S del caza atravesaba el brazo derecho del piloto, amputándolo por encima del codo. El cuerpo empezó a dar tumbos por el espacio, pero ése fue el único movimiento que Corran pudo percibir en él.

—Control, Diez se encuentra fuera del vehículo. Haga que alguien baje hasta aquí para recogerle.

—Nueve. Emancipador informa de que la zona está demasiado activa para poder llevar a cabo operaciones de rescate.

—Convénzalos, Control.

La voz de Wedge volvió a la frecuencia.

—Control, tengo a Tres y Ocho fuera de sus vehículos. Necesitamos ayuda.

—Estoy en ello, Jefe Rebelde. Se hará.

«Tres y Ocho… ¡Son Nawara y Erisi! Dos muertos y tres más fuera de combate…».

Una nueva voz surgió de los auriculares de Corran.

—Aquí Control a todas las unidades. Buenas noticias: vuestro rescate va está en camino. Malas noticias: tenemos dos escuadrones de bizcos que se aproximan desde el norte planetario; tiempo de llegada estimado, dos minutos. Las lanzaderas se están preparando para saltar al hiperespacio.

Corran contempló cómo las lanzaderas de asalto iniciaban sus aceleraciones para alcanzar la velocidad lumínica. La Corulag va se había esfumado, al igual que lo habían hecho los ala-Y, encabezando así la maniobra de huida del desastre. Dos andanadas iónicas se esparcieron sobre el Mon Valle, dejándolo paralizado en el espacio. La Eridain estaba empezando a moverse y el Emancipador ya había iniciado su avance hacia el norte planetario pero, al hacerlo, se había orientado a sí mismo para la entrada en hiperespacio si el almirante Ragab no conseguía decidirse entre el marcharse o luchar.

«Lárgate. No hay ninguna razón para permanecer aquí».

Un estridente silbido de su androide astromecánico hizo que Corran invirtiera su nave y descendiera en picado. Un par de bizcos pasó a toda velocidad junto a él, y un instante después uno estalló cuando Rebelde Cuatro le dio en la cola.

—Gracias, Cuatro.

—Gracias por haber hecho de cebo, Nueve.

Los TIE restantes se alejaron y pusieron rumbo hacia los cazas que se estaban aproximando por encima del casquete polar del planeta.

—¿Los perseguimos, Jefe Rebelde?

—Negativo. Cubran a nuestra gente hasta la recogida.

Corran activó su comunicador.

—Jefe Rebelde, hay dos escuadrones enteros de bizcos contra media docena de nosotros, y eso quiere decir que las cosas van a ponerse bastante feas.

—Si no puede ocuparse de los cuatro que le corresponden, Nueve, yo me encargaré de ellos.

Corran ignoró la pulla de Bror.

—Hagan lo que puedan. Estamos aquí para proteger a los nuestros. —La voz de Wedge contenía una confianza que dio nuevos ánimos a Corran—. Concéntrense en su misión y dejen que el resto se ocupe de sí mismo.

—Control a todas las unidades: tiempo de llegada estimado de los TIE, treinta segundos. El Tres ha sido recuperado.

Corran sonrió, levantó la cabeza y pudo distinguir a lo lejos el blanco casco triangular de la Prohibido suspendido en el espacio. El piloto se había aproximado todo lo posible al sitio en el que había estado flotando Nawara Ven, y luego había utilizado un rayo tractor de rescate para introducir al piloto en la esclusa de emergencia del casco.

El corelliano elevó el morro de su ala-X, viró y fue hacia el punto en el que estaba flotando Ooryl.

—Diez está aquí, Prohibido.

—Gracias. Nueve. Tengo las coordenadas, y voy hacia allí.

Corran parpadeó. «Ésa es la voz de Tych…».

—Capitán, ¿es usted?

—Culpable, Diez. Tiene cuatro bizcos aproximándose a su posición. Ocúpese de ellos antes de que yo llegue allí, por favor.

—De acuerdo. —Corran se estremeció. Sólo se le ocurría una acción capaz de superar en nivel de estupidez al hecho de que un ala-X se enfrentara a cuatro interceptores, y era que el piloto de una lanzadera desprovista de armamento se internara en una zona de guerra para recoger pilotos. Después una sonrisa fue curvando lentamente sus labios. «Sólo es una estupidez si morimos haciéndolo. Si logramos sobrevivir, es heroísmo»—. Y hoy tengo la ocasión de convertirme en un héroe.

Corran puso la impulsión a toda potencia y derivó la energía de los sistemas láser a sus motores. Eso hizo que su velocidad se acercara al máximo. Ajustando la palanca de control y manejando los pedales con mucha suavidad, hizo que su nave saltara, ondulara y virara. Después pasó el control de armamentos a torpedos e intentó conseguir una fijación en el primer bizco, pero éste enseguida escapó de sus miras.

El caza de Corran pasó a toda velocidad junto a ellos, y dos de los interceptores iniciaron rápidos rizos para perseguirle. Las maniobras los hicieron subir y alejarse a medida que aumentaban la impulsión para igualar la velocidad de su objetivo. Incrementar la velocidad significaba que sus rizos se volverían más anchos de lo que quizá les hubiese gustado. «Pero su superioridad numérica es tan grande que pueden permitirse el lujo de ser un poquito torpes, ¿no?».

Corran redujo la impulsión a la mitad y describió un brusco viraje.

Prohibido, pinte uno con una fijación de proyectiles.

Poniendo la impulsión al máximo, Corran hizo que su nave avanzara a toda velocidad por el vector que le había llevado a través de la formación de bizcos. Uno de los interceptores interrumpió su ataque sobre la lanzadera, por lo que Corran se concentró en el otro. Centró la nave en su retícula de puntería y esperó hasta obtener una fijación de torpedos. Cuando la retícula pasó al rojo, Corran presionó el gatillo y lanzó un torpedo protónico contra el interceptor.

El piloto enemigo ascendió y se desvió hacia estribor, lo que le sacó del arco de fuego delantero de la lanzadera. Esa maniobra le hubiese alejado de cualquier torpedo disparado por la lanzadera, pero el proyectil de Corran sólo tuvo que ejecutar una pequeña corrección del curso para asegurar el impacto. El torpedo se abrió paso a través de la cola del interceptor y estalló, escupiendo chorros de fragmentos metálicos que se expandieron en todas direcciones desde el centro de una nube incandescente.

Sabiendo que estaba abusando de su suerte, Corran viró y se lanzó en pos del interceptor al que la Prohibido había conseguido hacer huir. Reduciendo la velocidad, describió un viraje y apareció dentro del arco del rizo del bizco. Un movimiento de su pulgar pasó el control de armamento a los sistemas láser. El bizco empezó a describir virajes y ondulaciones, pero Corran siguió pegado a él.

Silbador graznó una advertencia sobre el regreso de los otros dos interceptores, mas Corran la ignoró. Lanzó una andanada láser y logró que los haces cayeran sobre una de las alas del bizco, pero el enemigo siguió huyendo. Corran derivó más energía hacia sus motores y empezó a reducir la distancia que le separaba del bizco, mas el androide astromecánico seguía dirigiéndole silbidos llenos de insistencia.

La pareja de interceptores se había aproximado hasta quedar a un kilómetro de él, y se hallaba firmemente pegada a su cola.

—Aquí Nueve: no me iría nada mal un poco de ayuda.

—Estoy en ello, Nueve. Diez va en camino. Vire a babor cuando se lo indique.

«¿Diez? Ése es Ooryl, pero no era su voz… ¿Qué está pasando aquí?».

—Ya.

El timón izquierdo primero y una rápida manipulación de los estabilizadores de babor después sacaron a Corran de su trayectoria de vuelo anterior. El corelliano vio cómo unos haces azules salían disparados hacia las naves que le habían estado siguiendo, y durante un momento se sintió totalmente desorientado. Haces azules significaban andanadas de cañones iónicos, pero el planeta había estado detrás de él y no enfrente. Y los cañones iónicos instalados en la superficie nunca hubiesen disparado contra unos TIE, ¿verdad?

—Sus problemas ya están resueltos, Nueve.

Corran viró, y de repente todo empezó a volverse más claro. Los ala-Y del Ala Defensora llegaron en picado y ascendieron a través del combate, disparando contra los interceptores con furioso abandono. Lo que les faltaba en gracia a las lentas naves del Ala Defensora quedaba sobradamente compensado por su potencia de fuego. Su incorporación al combate destruyó o dejó incapacitada a media docena de interceptores.

—¡Están huyendo!

La voz de Salm surgió del comunicador.

—Nada de celebraciones. Con ellos fuera de la zona, los cañones iónicos volverán a abrir fuego.

Prohibido a Control, tengo a todos los pilotos.

—Puede saltar al hiperespacio, Prohibido.

Cuatro andanadas iónicas procedentes del planeta subieron hacia los cielos y volvieron a esparcirse sobre el Mon Valle. El crucero pesado modificado empezó a desintegrarse. Los módulos de escape salieron despedidos de la sección que circundaba al puente y se alejaron hacia el espacio, mientras que el resto de la nave empezaba a descender lentamente hacia Luna Negra.

—Espero que caiga sobre la instalación.

—Control a todos los cazas: pueden saltar al hiperespacio.

—¿Necesita cobertura la Eridain para recuperar los módulos de escape, Control?

—Negativo, Jefe Rebelde: los módulos ya han iniciado sus trayectorias de salida, y los interceptores están volviendo a casa.

—Gracias, Control. —La voz de Wedge parecía estar saturada de cansancio—. Volvemos a la base, chicos.

—Entendido, Jefe Rebelde. —Corran lanzó una última mirada a Luna Negra, y luego dirigió la proa de su caza hacia las estrellas—. Lo que quiere decir en realidad es que la mayoría de nosotros vamos a volver a la base, Silbador. Dos meses de preparación, y en diez minutos el escuadrón ha quedado reducido a la mitad de sus efectivos… Alguien ha cometido errores muy serios aquí, y nuestros amigos han tenido que pagar por ellos. Eso nunca volverá a ocurrir.