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El que el general Derricote consiguiera abstenerse de soltar juramentos y maldiciones al hallarse envuelto por la asfixiante atmósfera de Borleias no sorprendió excesivamente a Kirtan Loor. El buen general tenía un porte y unos modales lo suficientemente parecidos a los de un sapo para que el oficial de inteligencia pudiera imaginarse que aquella particularidad le salvaba de derretirse bajo los efectos del calor y la humedad. El obeso comandante de las fuerzas imperiales destacadas en el sistema de Pyria equipó su rostro con una sonrisa, y la brusca curva descrita por su boca fue inmediatamente imitada por la curvatura de las dos papadas que oscilaban debajo de ella.

—Me complace ver que la semana y media que lleva en Borleias no parece haberle afectado excesivamente, agente Loor. —Derricote colocó sus manos de gruesos dedos sobre la oscura madera de la superficie de su escritorio—. ¿Ha encontrado todo lo que necesitaba para su inspección de nuestras defensas?

Kirtan asintió, y después se quedó totalmente inmóvil y contempló en silencio al oficial imperial durante unos segundos. El agente de inteligencia esperó, sin decir nada y sin moverse, hasta que las comisuras de la sonrisa de Derricote empezaron a temblar.

—Mi segunda inspección fue satisfactoria —dijo después—. Todo está tal como debería estar. Sus generadores de escudo se encuentran en buen estado, sus dos escuadrones de cazas TIE están siendo mantenidos en un elevado nivel de preparación, y su programa de adiestramiento obliga a sus pilotos a trabajar tantas horas que sus ejercicios resultarían más que suficientes para el doble de los efectivos de que dispone.

—La preparación es el precio que hay que pagar por una vigilancia constante, agente Loor. —La voz de Derricote mantuvo su tono entre presuntuoso y desafiante, pero los marrones ojos de aspecto bovino del general empezaron a parpadear un poco más deprisa de lo que hubieran debido hacerlo normalmente—. Estamos aquí para detener a la Rebelión, y eso significa que tenemos que estar preparados.

Kirtan sonrió afablemente, y después se inclinó sobre el escritorio del general.

—Y lo están. Ha hecho muy bien al esforzarse por mantener la seguridad de esta base y, de hecho, sus sistemas de seguridad informática son más eficientes que cualquiera de los que he visto hasta ahora fuera del mismísimo Centro Imperial. Y desde la muerte del Emperador no he conocido a ningún oficial que prestara tanta atención a su deber, general…

—Mi vida está consagrada al Imperio.

—Pues yo diría que su vida está dedicada a usted mismo, general. —Kirtan permitió que las yemas de sus dedos tabalearan sobre el cuaderno de datos incorporado al escritorio de Derricote—. Me he tomado la libertad de visitar su despacho cuando usted no estaba aquí, y he consultado los archivos secretos de su cuaderno de datos. Es usted un auténtico artista. Duplica todas las peticiones y solicitudes de suministros y les añade complejas etiquetas de clasificación burocrática…, y luego las envía a múltiples mandos, cada uno de los cuales cree que usted se encuentra bajo su supervisión. Ha conseguido obtener el combustible y los suministros suficientes para mantener cuatro escuadrones de cazas TIE. Dado que aquí sólo hay dos escuadrones, he de suponer que los demás se encuentran en el complejo de biótica de Alderaan.

—No sé de qué me está hablando.

—Lo dudo, general. He leído su expediente. Estudió en la Academia Naval del Imperio, pero se concentró de manera muy especial en todas las asignaturas relacionadas con la biología y la botánica. Se encuentra perfectamente cualificado para dirigir una instalación militar de estas características, desde luego, pero posee cualificaciones realmente únicas en lo referente a conseguir que el complejo de biótica vuelva a estar en condiciones de operar. —Kirtan sonrió—. Y quizá incluso podría conseguir que volviera a dar beneficios, ¿verdad?

El rostro de Derricote se volvió de un gris ceniciento, pero su sonrisa no llegó a desaparecer del todo.

—Esto no supone una completa sorpresa para mí, agente Loor. Dispongo de recursos.

Kirtan se irguió cuan alto era y después bajó la mirada hacia Derricote.

—Eso no me sorprende, general. La instalación hidropónica de Biótica de Alderaan a duras penas llegó a ser algo más que una fuente de ahorro de impuestos para la corporación que la creó antes de que el Imperio cambiara las leyes impositivas. Cuando eso ocurrió, fue confiada al cuidado de los androides de mantenimiento y luego acabó siendo olvidada. Y después Alderaan fue sometido a lo que podríamos llamar un tratamiento disciplinario, y el mercado para los artículos procedentes de Alderaan empezó a florecer… Mis cálculos, que son de naturaleza más bien conservadora y están basados en datos de hace unos doce meses, indican que si usted lleva dos años operando ya debería haber obtenido dos millones de créditos.

—Sólo llevamos quince meses produciendo a nuestro nivel máximo, pero el capítulo de gastos generales es reducido, por lo que en realidad hemos obtenido dos coma setenta y cinco millones de créditos…, aunque una gran parte de esa suma se halla inmovilizada en inventarios almacenados en otros mundos.

—Su capítulo de gastos generales es tan reducido por la única razón de que el Imperio está financiando sus actividades, ¿verdad?

El general formó un puente con los dedos.

—Piense en ellas empleando la palabra «nuestras».

—Podría pensar en ellas como mis actividades, general. —Kirtan se cruzó de brazos—. Pero no creo que pudiera mantenerlas durante mucho tiempo. Al repasar su sistema de seguridad percibí evidencias de lo que podría haber constituido un cierto grado de interferencias de la Alianza con los mensajes de la red holográfica.

Los ojos de Derricote se endurecieron, y el general se irguió detrás de su escritorio.

—Eso es cosa de los bothanos. Siempre están intentando interferir todas las comunicaciones de la red holográfica. Yo les proporciono datos, y eso los mantiene contentos.

El repentino filo cortante que había adquirido su voz sorprendió considerablemente a Kirtan, al igual que lo hizo la transformación física del general. El mero hecho de erguirse y alzar el mentón había bastado para que Derricote dejara de ser un sicofante fracasado y servil y se convirtiera en la clase de hombre capaz de organizar el complicado engaño que había posibilitado la existencia de sus actividades agrícolas clandestinas. «Me ha mostrado únicamente lo que quería que viera para que le subestimas…».

Derricote rozó la pantalla de su cuaderno de datos con la punta de un dedo.

—Tanto la frecuencia como la duración de los contactos han estado aumentando últimamente. ¿Debo relacionar ese cambio con su visita, agente Loor, o he de limitarme a pensar que el hecho de que tanto la Alianza como el Imperio estén empezando a sentirse tan interesados por mi pequeño hogar sólo es una coincidencia?

Kirtan entrecerró los ojos.

—El sistema de Pyria es uno de los varios sistemas cuyo perfil indica que pueden ofrecerle un camino de acceso al Núcleo a la Alianza.

—El sistema de Pyria encaja con ese perfil únicamente porque los rebeldes no conocen mis defensas.

—Dos escuadrones de cazas TIE más no significarán gran cosa para ellos.

—Ah, así que después de todo hay algunas cosas que no sabe sobre Borleias… Eso sí es realmente sorprendente, agente Loor. —Derricote sonrió—. Voy a decirle una cosa, hijo: deje que yo me encargue de las defensas. Usted es un agente de inteligencia, no un genio militar.

Kirtan señaló el cuaderno de datos particular del general.

—Cuando examiné sus archivos no vi nada que indicara que es usted un genio militar, señor.

Derricote se golpeó suavemente la sien con la punta de uno de sus gruesos dedos.

—Eso se debe a que soy lo bastante listo para saber que los únicos datos que se encuentran realmente a salvo son los que están almacenados aquí arriba. He estado esperando el inicio de alguna clase de acción contra Borleias desde que descubrí que la estación de biótica seguía hallándose en condiciones de operar, y he trazado mis planes en consecuencia.

El oficial de inteligencia percibió la confianza que había en la voz de Derricote, y también aisló otro componente en el tono que acababa de emplear. «Impaciencia…».

—Está esperando ser atacado, y además arde en deseos de que le ataquen.

—Puede que haya organizado mi pequeño negocio particular, agente Loor, pero soy un hijo leal del Imperio. —El obeso general se encogió de hombros—. Y además, estuve en Derra IV. Allí aprendí a pasarlo en grande matando rebeldes, y durante mi estancia en Borleias he ido dando forma a mis planes con vistas a conseguir que este sistema llegue a ser igual de mortífero para la Alianza.

—Un convoy resultó totalmente aniquilado en Derra IV, general. Fue un acontecimiento muy elogiable, desde luego, pero no se trataba de una tuerza militar. —Kirtan meneó la cabeza—. En cambio, no dudo de que aquí tendrá que enfrentarse con lo mejor de que disponen los enemigos del Imperio…, el Escuadrón Rebelde incluido.

—Que envíen lo mejor o lo peor da absolutamente igual. —El general Derricote sonrió sin inmutarse—. Los rebeldes esperan llegar a Borleias para extinguir una vela, pero cuando lleguen serán consumidos por una nova.