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La lanzadera de Kirtan Loor emergió del hiperespacio un segundo antes de que la oleada de torpedos protónicos alcanzara a la Devastadora. Suspendido a unos diez kilómetros por encima de la lejana fragata de la clase Lancero, el agente de inteligencia sólo pudo ver cómo un cono verde de potente luz láser hendía el espacio y, después, una intensa claridad surgida de la nada que apareció en la base del cono e iluminó la estructura de la fragata dentro de la que ardía. Estallidos subsidiarios rodearon la nave con murallas de fuego, y después la fragata empezó a alejarse lentamente mientras los módulos de escape salían disparados en todas direcciones para escapar de su deriva.
—¡En el nombre de los Sith! ¿Qué ha ocurrido aquí?
El piloto de la lanzadera meneó la cabeza.
—No lo sé, pero mis lecturas indican que ahí fuera hay una burladora de bloqueos de la Alianza y un número considerable de cazas. ¡Voy a poner rumbo inmediatamente hacia el Incontenible!
El miedo que había en la voz del piloto casi consiguió imponerse al sentido de la misión de Kirtan.
—Mientras lo hace capte la máxima cantidad de charla de comunicaciones posible, teniente. Quiero poder disponer de todo lo que se diga. ¿Cuenta con alguna sonda de exploración? Lance una.
—Los sensores nos están diciendo todo lo que necesitamos saber sobre la fragata que los rebeldes acaban de destruir, señor.
—No estoy, interesado en ella, estúpido. Lance la sonda hacia la burladora de bloqueos y los cazas —dijo Kirtan, y si se abstuvo de estrangular al piloto fue únicamente porque no sabía manejar la lanzadera—. Si tuviera un láser por cerebro, ni siquiera podría derretir un trozo de hielo con él.
—Sonda lanzada. —El piloto le miró—. ¿Alguna cosa más, o puedo poner rumbo hacia la cubierta del Incontenible para que salgamos de aquí?
—¿Esos cazas suponen una amenaza realmente seria para nosotros?
—Probablemente no. Se encuentran demasiado lejos, pero no quiero correr el riesgo de que nos alcancen.
—Muy bien. Entonces lleve a cabo su maniobra de atraque, pero no interrumpa el flujo de datos de esa sonda.
—Como ordenéis, mi señor.
Kirtan ignoró la obvia burla que contenía su voz y se recostó en su asiento para pensar. La minúscula sonda-cohete proporcionaría escasos datos útiles. Había sido diseñada para que se hundiera en la atmósfera de un planeta y transmitiera datos atmosféricos e información acerca de los vientos a una lanzadera con vistas a determinar cómo dichas condiciones afectarían al vuelo y al descenso. La sonda también disponía de las capacidades básicas imprescindibles para la detección de comunicaciones, y de unos cuantos sensores visuales que quizá pudieran proporcionarle algunos datos sobre la burladora de bloqueos y los cazas.
Y todo eso sólo serviría para confirmar lo que Kirtan ya sabía: los cazas, o por lo menos una parte de ellos, pertenecían al Escuadrón Rebelde. Su necesidad de devolver el golpe después de la incursión sufrida por su base resultaba tan evidente como el que la Rebelión necesitaba castigar al almirante Devlia por haber osado atacarlos.
Kirtan unió las manos, juntando las puntas de los dedos.
—¿Estamos recibiendo alguna clase de señal de la Gran Isla, teniente?
—Sólo las de las balizas de advertencia automáticas y algunas localizaciones muy tenues procedentes de restos de cazas TIE.
«Excelente… Eso quiere decir que Devlia acaba de conseguir justo lo que se merecía».
Kirtan ya estaba seguro de que el Escuadrón Rebelde y la Rebelión se vengarían de la incursión incluso antes de haber deducido su localización, y ésa era la razón por la que había querido que el envío de una sonda mecánica precediera a un ataque a gran escala. Destruir al Escuadrón Rebelde hubiese creado un serio obstáculo para las operaciones rebeldes en el sector de Rachuk, y no cabía duda de que también hubiera evitado la pérdida de la Devastadora, así como de la Gran Isla. «Si las cosas se hubieran hecho a mi manera, ahora el almirante Devlia sería un héroe en vez de un cadáver…».
Kirtan cerró los ojos e hizo acudir a su memoria toda la información de que disponía sobre los efectivos y las ubicaciones dentro de la esfera de espacio que rodeaba a Coruscant. Tanto Corellia como Kuat se encontraban en la porción más densamente habitada de la galaxia y, a causa de sus astilleros, ambos mundos se hallaban muy bien defendidos. Sus respectivos sectores albergaban una actividad rebelde bastante limitada, en gran parte debido a la presencia imperial. Aunque eran lo suficientemente arrogantes para creer que podían destruir el Imperio, los rebeldes no eran estúpidos. Atacar al Imperio allí donde éste disponía de más fuerzas no era una buena forma de ganar la guerra.
Sectores como Rachuk constituían eslabones débiles en el perímetro, pero no eran las claves para obtener la victoria en la guerra civil galáctica. La guerra industrializada exigía la destrucción de la capacidad para librar la guerra de una de las dos fuerzas enfrentadas, y el conquistar mundos primitivos que producían muy poco de cuanto contribuía al esfuerzo de la guerra no era una buena forma de alcanzar ese objetivo. La facilidad con que se podía trasladar a los efectivos necesarios desde otras guarniciones imperiales para que atacaran Rachuk significaba que, como posición ocupada, resultaría muy difícil de defender, y en consecuencia Kirtan había dado por supuesto que los rebeldes no intentarían conservar sus conquistas.
«Y dejarlo en nuestras manos significa que tenemos que dedicar ciertos efectivos a defenderlo, lo cual diluye todavía más nuestra fortaleza…».
La elección ideal para un ataque rebelde sería un sector del espacio en el que la movilidad estuviera severamente limitada debido a la presencia de agujeros negros, nubes de gases ionizados y otras anomalías gravíticas que volvieran impredecibles y peligrosos los viajes hiperespaciales. Dicho sector también tendría que encontrarse fuera de las áreas más densamente habitadas de la galaxia porque eso minimizaría la cantidad de apoyo que el Imperio podía llegar a dedicarle, pero no se encontraría tan lejos de esas mismas áreas como para que la Alianza, que también obtenía una gran parte de su apoyo de los mundos mas populosos del Imperio, no pudiera proveerlo y defenderlo.
Kirtan rebuscó en su memoria enciclopédica y extrajo de ella los nombres de una docena de sectores-candidatos, y además estaba seguro de que tenía que haber como cuatro veces ese número de sectores sobre los que no sabía absolutamente nada. El agente de inteligencia se abstuvo deliberadamente de seleccionar un objetivo. «Si el engañarme a mí mismo sobre la veracidad de una hipótesis de trabajo realmente es la clase de error que causó la muerte de Gil Bastra, está claro que no puedo permitirme volver a cometer semejante error…».
El piloto accionó un interruptor en la consola de control de la lanzadera y las alas se retrajeron. El aparato de transporte de la clase Lambda se posó sobre la zona dorsal del casco del crucero, y las pinzas de retracción se cerraron con un chasquido. Un temblor hizo vibrar la lanzadera cuando el túnel de atraque golpeó suavemente a la nave desde abajo y formó un sello hermético alrededor de la rampa de salida de la lanzadera.
Kirtan se quitó el arnés de seguridad.
—Grabe todos los datos y transmisiones de la sonda en tarjetas separadas y luego borre la memoria de esta nave, teniente.
—Sí, señor.
Kirtan salió de la cabina y bajó por la rampa hasta la cubierta del Incontenible. El capitán Rojahn le recibió con un brillo de curiosidad en los ojos.
—Bienvenido de nuevo, agente Loor. Ha sabido calcular el momento con una gran precisión, porque no hemos tenido que esperar mucho.
—Me temo que la tripulación de la Devastadora verá las cosas desde una perspectiva mucho menos optimista.
Rojahn meneó la cabeza, y luego se puso bien la gorra gris.
—Quizá no. Si se nos permite recuperar los módulos de escape, entonces tal vez podremos preguntárselo.
—¿Si se nos «permite» recuperarlos?
—La mayoría va hacia Vladet, pero algunos se están dirigiendo hacia el espacio. Probablemente suponen que los rebeldes tomarán el planeta. —Rojahn se encogió de hombros—. Yo los recuperaría, pero he recibido órdenes muy estrictas de poner rumbo hacia el sistema de Pyria en cuanto usted hubiera vuelto a bordo.
El sistema de Pyria era uno de los sistemas candidatos que Kirtan había incluido en su lista. El mundo habitado de aquel sistema se llamaba Borleias, y el Imperio mantenía en él una pequeña base supervisada por el general Evir Derricote. Para Kirtan el sistema no tenía absolutamente nada de particular, aparte del hecho de que figuraba en su lista de sistemas que los rebeldes podían llegar a elegir como objetivos.
El agente de inteligencia enarcó una ceja.
—¿Y las órdenes procedían del Centro Imperial, de la directora Isard?
Rojahn asintió.
—Hay órdenes selladas que le esperan en su camarote.
Kirtan reflexionó durante unos segundos y acabó asintiendo.
—Sáquenos de este sistema. Si recogemos algunos módulos de escape antes de saltar, por mí de acuerdo. Tendrá que trazar un rumbo evasivo hacia nuestro destino. Si los módulos pueden concentrarse en nuestro vector de salida, son todos suyos.
El capitán de la armada sonrió.
—Gracias, señor.
—No hace falta que me lo agradezca, capitán. Todos estamos juntos en esto, ¿verdad?
Kirtan se abstuvo de sonreír a pesar de la sensación de poder que estaba empezando a crecer dentro de su pecho. «Lo que hago ahora es renunciar a un poco de tiempo para obtener más lealtad…, y eso es algo que no sabía hacer cuando estaba en Corellia. Con cada nueva lección que aprendo me voy volviendo un poco más mortífero para la Rebelión. —Y, finalmente, acabó sonriendo—. Y cuanto más mortífero soy para la Rebelión, más útil me vuelvo dentro del Imperio. Esa utilidad se traduce en poder, y en el Imperio el poder es la esencia de la vida…».