23
Corran se irguió, apoyando la espalda en el mamparo de su litera al mismo tiempo que levantaba las rodillas.
—¿Qué os ha traído hasta aquí, chicos?
Rhysati se sentó junto a sus pies y frunció el ceño.
—Acabamos de enterarnos de que estás arrestado, y de que además quizá tengas que enfrentarte a un consejo de guerra. ¿Qué tal lo estás llevando?
El corelliano se encogió de hombros.
—Oh, muy bien.
Erisi Dlarit apartó unos cuantos mechones de negra cabellera de su cara mientras se sentaba en la cama de Ooryl.
—¿Y no estás furioso? Que te traten de esta manera después de lo que hiciste…
Corran tardó unos momentos en responderle. Wedge había hablado con él después de que hubieran vuelto al Aplazamiento y le dijo que el general Salm tenía intención de acusarle de insubordinación, desobediencia a órdenes directas y piratería de un escuadrón de bombarderos. Wedge le dijo que creía que, en vista de como habían ido las cosas en Vladet, podría conseguir que las acusaciones no prosperasen, pero hasta entonces quería que Corran se considerase arrestado y no saliera de su alojamiento. Al haber decidido que esa sesión disciplinaria fuese privada, Wedge estaba permitiendo que Corran mantuviera el asunto en privado hasta que se hubiera tomado una decisión oficial.
—No, creo que no lo estoy. —A Corran le sorprendió oírse decir aquello, pero en realidad no sentía la rabia asfixiante que había caracterizado sus emociones después de que el asesino de su padre fuera puesto en libertad sin ni siquiera una multa—. El general Salm no tiene más remedio que presentar esos cargos por la sencilla razón de que en realidad no le queda otra opción que presentarlos. Lo que hice fue francamente estúpido y muy arriesgado…, y además puse en peligro a uno de sus escuadrones.
El twi'lek permitió que una de sus colas cefálicas se curvara sobre el hombro de Rhysati y le acariciase suavemente la garganta.
—Si el general no informara de las acciones de Corran, la disciplina militar se desintegraría. Cualquier piloto al que se le hubiera ocurrido cometer una locura (y con eso no estoy dando a entender que tú cometieras una locura, desde luego), podría desobedecer las órdenes y, muy probablemente, conseguir que lo mataran.
Erisi apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia adelante, y Corran vio que la cremallera de su traje de vuelo estaba lo suficientemente abierta como para formar un escote francamente atractivo.
—Pero Corran no consiguió que le mataran.
Corran sonrió.
—Por poco. Uno de los porquerizos disparó sus torpedos con cierto retraso. Perdieron mi señal, y luego volvieron a captarla cuando ya estaba empezando a alejarme de la Devastadora. En cuanto me di cuenta de que venían a por mí, comprendí que Silbador no había desactivado el programa oscilatorio que había estado utilizando para aleatorizar mi trayectoria de vuelo mientras me dirigía hacia la luz de la Lancero. Yo quería cambiar el curso, pero mi androide astromecánico estaba decidido a mantenerme encerrado dentro de un cono de veinte grados, así que lo único que podía hacer era seguir un vector recto.
—¿Y entonces cómo conseguiste…?
Ni siquiera un fruncimiento de ceño tan visiblemente lleno de perplejidad era capaz de disminuir de manera realmente perceptible la belleza de Erisi.
—Le dije a Silbador que anulara el sistema, y estaba pensando en el maldito código de las oscilaciones. Silbador, que tiende a ser un poco más directo cuando tiene que tratar de resolver un problema, se limitó a desconectar la baliza de localización que estaban usando los torpedos para seguirme el rastro. Los torpedos perdieron su objetivo, no consiguieron readquirirlo y estallaron. El segundo que necesitaron para hacer todo eso bastó para sacarme del radio de sus detonaciones.
Rhysati sonrió y le dio un par de suaves palmaditas a una de las colas cefálicas de Nawara.
—Bueno, pues nos alegramos de que tu unidad R2 cuidara tan bien de ti. Y por mi parte, quiero agradecerte que hicieras lo que hiciste ahí fuera. Si hubiéramos intentado acabar con ella de la manera normal, muchos de nosotros habríamos muerto ante las torretas de esa Lancero.
El twi'lek asintió.
—Al estilo tradicional del Escuadrón Rebelde, ¿eh? Dejar un montón de fragmentos de ala-X esparcidos por todas partes…
La thyferrana de ojos azules miró a Nawara y frunció el ceño.
—Ahora tenemos una nueva tradición, y la acción de Corran constituye una parte realmente gloriosa de ella. Hemos llevado a cabo tres misiones y todavía no hemos perdido a ninguno de nuestros pilotos…, y eso a pesar de que el comandante Antilles nos dijo que alguna de nuestras primeras cinco misiones terminaría acabando con un montón de nosotros.
—Hemos perdido un piloto, Erisi. —Corran se rascó el punto del pecho en el que le habían disparado—. Y en Talasea estuvimos a punto de perder tres más, ¿verdad? No empieces a pensar que somos invulnerables. Las misiones que hemos llevado a cabo hasta el momento han sido relativamente sencillas.
—Ya lo sé, Corran. No pienso que ninguno de nosotros esté llevando una vida excesivamente envidiable. —Sus párpados se tensaron ligeramente, pero Corran no percibió ni la más pequeña sombra de ira en aquel repentino cambio de expresión—. Si conoces un poco la historia de la unidad, sabrás que las misiones sencillas siempre han ido bastante bien. Aun así, nuestros índices de victorias y de reparaciones nunca habían sido tan buenos. No dudo de que tendremos que llevar a cabo misiones que nos obligarán a dar lo mejor de nosotros mismos, pero si las estadísticas contienen aunque sólo sea un átomo de verdad…, bueno, en ese caso está muy claro que no hemos estado consumiendo toda nuestra suerte en esas misiones.
—Habla por ti —dijo Corran, y le guiñó el ojo—. Yo ya he alcanzado mi límite de crédito en el Banco de la Suerte.
Nawara señaló la puerta con un pulgar.
—Bueno, pues tienes a toda un ala de pilotos de bombardero dispuestos a hacer ingresos en tu cuenta. Ahora mismo se están disponiendo a invitar a los pilotos de los ala-X a un par de rondas en el centro de descanso.
—Ahora están brindando por Bror porque destruyó a dos globos oculares sobre la Gran Isla. —Rhysati puso los ojos en blanco—. En realidad preferirían estar brindando por ti, claro.
—Bror es el héroe de la misión. Dos victorias son más de las que obtuve yo.
Erisi le miró fijamente y frunció el ceño.
—Pero tú acabaste con la fragata.
Corran meneó la cabeza.
—No, no acabé con ella.
—¿Qué estás diciendo?
El twi'lek se encargó de explicárselo.
—Si Corran hubiera disparado aunque sólo fuese un haz láser contra la fragata habría obtenido una parte de la victoria, pero las fracciones que se encuentran por debajo de una mitad no son reconocidas como merecedoras de ser registradas. El Escuadrón Vigilante destruyó la fragata y Corran está en condiciones de verificar esa eliminación, pero en cambio no obtiene nada a cambio de ello.
—Eso no me parece muy justo. —La mirada de Erisi fue de Nawara a Corran y volvió a Nawara—. Deberían reconocerle el mérito de la victoria.
—Erisi, si estás disparando contra un bizco y el bizco cambia el curso de repente y tus disparos acaban iluminando a un globo ocular, ¿te gustaría que el bizco se llevara el mérito de tu victoria? —preguntó Rhysati.
—Entiendo adónde quieres ir a parar, pero sigo pensando que no es justo.
—Sobreviviré a ello. —Corran se encogió de hombros—. Lo que no es justo es que los tres estéis perdiendo el tiempo aquí conmigo cuando deberíais estar abajo divirtiéndoos y pasándole las facturas al Ala Defensora. Vamos, id a pasarlo bien…
Rhysati se levantó y deslizó un brazo alrededor de la cintura de Nawara.
—Bien, en ese caso nos iremos. Informaremos a los demás de que estás bien.
—Gracias.
Rhysati miró a Erisi.
—¿Vienes?
—Dentro de un momento.
—De acuerdo.
Los dos se fueron y la compuerta se cerró detrás de ellos, y después Erisi atravesó la pequeña habitación y ocupó el lugar de Rhysati en el extremo de la cama. De repente a Corran le pareció que el camarote, que para empezar nunca había sido demasiado grande, se había vuelto mucho más pequeño e, incluso, un poco asfixiante. El corelliano hubiese estado dispuesto a utilizar la palabra «intimidad» para describir aquella sensación, pero la forma en que Erisi puso la mano sobre su rodilla le produjo la impresión de que ella también tenía aquella palabra en la mente y, por alguna razón inexplicable, eso hizo que se sintiera un poquito incómodo.
—Corran, sólo quería que supieras que pienso que…, que he contraído una enorme deuda contigo. Cuando nos informaron de que había una Lancero en nuestro vector de salida, supe que… —Erisi titubeó y se llevó la mano libre al cuello—. Supe que no conseguiría salir con vida de allí. No soy el mejor piloto de esta unidad, desde luego, y estaba segura de que moriría enfrentándome a la fragata. Y entonces tú hiciste lo que hiciste, y sentí como si un peso enorme que me había estado aplastando acabara de desaparecer. —Meneó la cabeza, haciendo que sus oscuros cabellos descendieran sobre su frente hasta medio tapar sus ojos azules—. Ya sé que esto supondrá una sorpresa para ti, pero…, bueno, el caso es que ahora me siento muy cerca de ti. —Se inclinó hacia adelante, apoyó las manos sobre las rodillas de Corran y puso el mentón encima de ellas—. ¿Sabes a qué me refiero?
—Sí, y probablemente bastante mejor de lo que crees.
Erisi parpadeó y luego sonrió.
—¿Tú también lo sientes?
—Lo he sentido. —Corran suspiró—. Una gran parte de lo que estás sintiendo tiene su origen en el brusco descenso de la enorme tensión emocional que llegaste a experimentar durante la misión. Sé muy bien lo que se siente en ese tipo de situaciones, créeme… Cuando estaba en la Fuerza de Seguridad de Corellia trabajaba con una mujer llamada Iella Wessiri. Y era bonita: no tanto como tú, pero tampoco era ninguna gamorreana. Entramos en el almacén de un traficante de brillestim, y las cosas empezaron a ponerse francamente feas y al final hubo un tiroteo bastante intenso. Un tipo me tenía centrado en su mira cuando Iella acabó con él. Yo me había dado por muerto, y ella me salvó.
»Después de eso pensé que estaba enamorado de ella…, o por lo menos, que la deseaba. Hasta entonces sólo habíamos sido amigos, igual que lo somos tú y yo. Quizá había los primeros chispazos de algo, pero no se trataba de nada que hubiéramos percibido o que nos hubiera impulsado a actuar. Y de repente esa noche… Bueno, el caso es que los dos lo sentimos.
—¿Y qué ocurrió?
Corran frunció el ceño.
—El oficial de enlace imperial nos puso bajo custodia a los dos para interrogarnos. Dos días después volvimos a vernos. El apasionamiento de los primeros instantes ya había pasado y nos reímos de ello, pero nunca llegamos a hacer nada. Y ese miedo, y el haber estado tan cerca de la muerte, hizo que deseáramos poder contar con algo positivo para contrarrestar aquella experiencia.
—¿Y tan malo es eso?
—No, Erisi, no es malo. —Corran se deslizó sobre la cama hasta quedar sentado junto a ella y le tomó las manos—. Pero tampoco es real. Y debo admitir que no estoy muy seguro de que sea excesivamente prudente iniciar una relación con alguien que forma parte de la unidad.
—Rhysati y Nawara no parecen estar teniendo ningún problema con ello.
—Ya lo sé, y creo que esa relación está resultando beneficiosa para ambos.
Erisi se llevó la mano derecha del corelliano a la boca y depositó un beso sobre su palma.
—Creo que quizá tengas razón, Corran, pero he de preguntarte una cosa. Has dicho que entre tú y tu compañera había chispas a un cierto nivel básico, y que eso acabó haciendo que te sintieras atraído por ella. ¿Nosotros también producimos esas chispas?
—Tal vez. No lo sé. —Corran, que estaba empezando a sentirse incómodamente acalorado, tiró del cuello de su traje de vuelo—. Durante los últimos años, y tanto antes como después de que dejara la Fuerza de Seguridad de Corellia, mi vida emocional ha sido un poquito inestable.
—¿Hay alguien más? ¿Todavía sigues pensando en tu antigua compañera?
—No, no hay nadie más. Ni Iella, ni nadie…
Erisi frunció los labios durante un momento y luego acabó asintiendo.
—Acepto lo que me estás diciendo. —Se puso en pie y se desperezó lánguidamente—. Aunque no sabes lo que te estás perdiendo, naturalmente.
Corran dejó escapar un prolongado suspiro, y después se levantó de la cama.
—Ojalá no lo supiera, créeme… Pero ahora me encuentro tan cansado que no sería capaz de hacer absolutamente nada por ninguno de los dos.
Erisi se rió y le besó en la boca.
—Te agradezco muchísimo el que te preocupes tanto por mis sentimientos, Corran. —Después dio un paso hacia atrás, vendo hacia la compuerta abierta—. Que tengas dulces sueños.
Cuando llegó al umbral del camarote, Erisi giró sobre sus talones y se encontró con Mirax Terrik. La hija del contrabandista sonrió afablemente.
—Oh, perdona. No pretendía molestar.
—En absoluto, señorita Terrik. —Todo el calor anterior desapareció de la voz de Erisi—. Me disponía a irme para que el teniente Horn pudiera descansar un poco. No puede salir de aquí, y además no creo que la naturaleza de la orden de confinamiento le permita recibir visitas de civiles.
Mirax señaló el cuaderno de datos guardado en la pequeña funda adherida a su antebrazo izquierdo.
—Su oficial superior me ha dado permiso para visitarle. Si lo desea, Emetrés puede confirmárselo.
Erisi volvió la cabeza hacia Corran, y el corelliano pensó que volver a encontrarse ante los cañones de la Devastadora hubiese sido preferible a tener que soportar esa mirada.
—No te preocupes, Erisi —dijo después—. Estoy seguro de que la señorita Terrik no se quedará mucho rato y…, bueno, gracias por la conversación.
—De nada, teniente. —Erisi se volvió hacia Mirax y le dirigió una seca inclinación de cabeza—. Señorita Terrik…
—Hasta luego. —Mirax siguió con la mirada a Erisi mientras se iba, y luego añadió un «Hasta dentro de mucho rato» casi inaudible. Después giró sobre sus talones y vio que Corran también tenía los ojos clavados en la compuerta—. Ah, los pilotos… Sólo piensan en el sexo.
—¿Qué?
Mirax le alargó el estuche de plástico, hundiéndolo en su estómago sin excesiva suavidad, y luego pasó junto a él.
—El compartimiento de contrabando más diminuto del Patinaje es más grande que este sitio.
—El Aplazamiento no fue construido pensando en el contrabando o en los cruceros de placer. Ardo en deseos de llegar a la nueva base, te lo aseguro… —Corran se apartó de la compuerta y permitió que se cerrara detrás de él—. ¿Qué es esto? —preguntó, sopesando el recipiente.
Mirax se dejó caer sobre la cama de Ooryl.
—Wedge dijo que quizá no te encontraras muy bien…, pero no había pensado en que la reina del bacta estaría aquí. Pensé que tal vez te gustaría poder disfrutar de algunas cosas de casa, así que preparé este paquetito. —Se encogió de hombros—. Supongo que en realidad mi auténtica intención era presentártelo como una especie de ofrenda de paz.
Corran se sentó en el borde de la cama y desbloqueó los dos cierres del recipiente. Después lo abrió y sonrió. El recipiente contenía media docena de tarjetas de datos en las que había registradas revistas corellianas, así como dos latas de nerf ahumado y aderezado con especias una botella de whisky Reserva de Whyren.
—Uf. Vaya, vaya… Llevaba más de dos años sin ver juntas tantas cosas de Corellia.
Mirax se acostó sobre el costado derecho y apoyó la cabeza en la mano derecha.
—Debajo del whisky hay un ryshcate —dijo—. He tenido que sustituir algunos de los ingredientes, pero creo que me ha salido bastante bueno.
Corran sacó la botella de whisky del recipiente y la dejó junto a él. Debajo de ella, y envuelto en un plástico transparente, estaba el bizcocho de color marrón oscuro tradicionalmente reservado para los cumpleaños, aniversarios y demás celebraciones de todo aquello que merecía ser conmemorado.
—La última vez que tomé ryshcate fue cuando murió mi padre, después del funeral. ¿Dónde has encontrado las nueces vweliu?
—Por ahí.
—¿Por ahí?
—Sí, por ahí. Allí fuera hay todo un floreciente mercado negro de artículos procedentes de Corellia. Hay muchos corellianos fuera del planeta, y gracias al Diktat los imperiales siguen controlando nuestro espacio. Eso significa que tenemos una gran demanda y una oferta bastante restringida, por lo que hacer circular las mercancías de un lado a otro siempre proporciona muchos beneficios. —Volvió la mirada hacia la compuerta y torció el gesto—. Ese condenado androide de protocolo vuestro tiene…, eh…, tenía dos cajas de whisky corelliano, y me lo ha estado suministrando de botella en botella. Hubiera podido conseguir una vieja nave del servicio de aduanas para sustituir a la que se quedó en el lago del sistema de Hensara a cambio de toda la remesa, pero vuestro androide me está haciendo sudar. Sacarle dos botellas me costó un hiperimpulsor horizontal y una caja de mezclas de l'lashsh que llegó de Alderaan antes de que el Imperio lo destruyera.
Corran enarcó una ceja.
—¿Emetrés tenía el whisky?
—Obtuve dos botellas de él. Una está junto a ti, y la otra ha servido para el ryshcate. —Mirax se sentó, y sus rodillas y las de Corran casi se tocaron—. ¿Vas a arrestar al androide por dedicarse al contrabando?
—No, no… Supongo que por esta vez me limitaré a hacerle una pequeña advertencia. —El piloto de caza sonrió—. ¿Te apetece un poco de ryshcate? Después de todo tú lo hiciste, así que creo que deberías tomar un poco.
Mirax pareció dudar, y luego acabó asintiendo.
—Un trocito, pero sólo si se nos ocurre alguna razón para disfrutar de una pequeña celebración.
—¿Qué te parecería la de seguir con vida?
—Me parece lo suficientemente buena.
Corran agujereó la envoltura de plástico con el pulgar y arrancó una esquina del bizcocho. Después la partió en dos trozos y le ofreció el más grande a Mirax.
—Compartimos este ryshcate de la misma manera en que compartimos nuestra conmemoración de la vida —dijo, tal como prescribía la tradición.
—Por la conmemoración de la vida.
Le dieron un mordisco al bizcocho y Corran recogió torpemente unas cuantas migajas con la mano izquierda. El bizcocho estaba delicioso. La dulzura suavizaba el potente regusto a madera del whisky, y las nueces vweliu se le derretían en la boca. Corran tragó el bocado y sonrió.
—¡Está realmente magnífico!
—¿Aunque haya tenido que ser confeccionado con ingredientes de contrabando?
—Más razón para comerse todas las pruebas y no dejar ningún rastro de ellas. —Corran meneó la cabeza—. Como ofrenda de paz, no se me ocurre nada mejor.
—Estupendo. —Mirax se levantó y se alisó los cabellos con una mano—. Cuando esta Alianza decida de una maldita vez que ya ha llegado el momento de conquistar Coruscant, prepararé otro ryshcate y podrás llevárselo a quienquiera que crea estar al mando. Eso ayudará a acortar la guerra.
—Este ryshcate hubiera podido volver a convertir a Darth Vader en un Jedi, pero no sé si surtiría efecto con Corazón de Hielo. —Corran dejó el recipiente sobre la cama—. ¿Estás segura de que no quieres más?
—Gracias, pero he de volver al Patinaje. —Mirax bajó la mirada hacia el cuaderno de datos—. Dispongo de unas seis horas antes de tener que despegar con rumbo hacia el Núcleo.
—¿Vamos a proporcionarte cobertura?
—Oh, no. Conseguiré salir adelante utilizando mi ingenio y mis agallas.
Corran frunció el ceño.
—No es que pretenda ofenderte, pero… ¿no crees que es un poco peligroso?
Mirax meneó la cabeza.
—Me han tendido una emboscada, y a vosotros os han tendido dos. Tal como están las cosas ahora, sospecho que viajar sin vosotros podría resultar un poco menos peligroso que viajar con vosotros, pero de todas maneras no espero tener complicaciones. —Le besó en la mejilla mientras la compuerta se abría—. Gracias por tu interés. Te veré cuando vuelva.
La compuerta ocultó su figura al cerrarse. Corran cayó en la cuenta de que la marcha de Erisi había supuesto un alivio para él, pero en cambio hubiese preferido que Mirax se quedara más rato. Sabía que no la deseaba, aunque su hermosura no tenía nada que envidiar a la de Erisi. La diferencia con Mirax, y eso era debido a que compartían el mismo mundo de origen, estaba en que Corran se sentía unido a ella por una conexión que él y Erisi nunca llegarían a establecer. De alguna manera inexplicable, incluso el hecho de que sus padres hubieran sido enemigos reforzaba el vínculo existente entre ambos.
—Basta ya, Horn —dijo, sacudiendo la cabeza—. Estás empezando a establecer la misma fijación sobre ella que Erisi ha establecido sobre ti. La hija de Toberas Terrik y el hijo de Hal Horn quizá podrían llegar a ser enemigos que se respetan el uno al otro, y quizá incluso podrían llegar a ser amigos…, pero nada más. Recuerda que en primer, último y eterno lugar, ella es una contrabandista. Llegará un momento en el que te convertirás en una carga financiera, y entonces Mirax Terrik decidirá reducir sus pérdidas.
Corran oyó sus palabras, y de repente supo que había una gran parte de verdad en ellas. También oyó mucho de su padre en ellas, y eso le sorprendió un poco. Se metió la otra mitad de su trozo de ryshcate en la boca. «Mi boca tiene cosas mucho mejores que hacer que articular especulaciones que deshonran el regalo que me ha hecho Mirax. Podemos ser amigos, y seremos amigos… Ahí fuera, con el Imperio impidiéndonos volver a nuestro hogar, lo que tenemos en común es más importante que cualquier clase de diferencia que pueda tratar de enfrentarnos».