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Elin cierra la puerta ante la mirada asustada de Vicky y cuando baja la escalera nota que está temblando de pies a cabeza. Tiene los brazos y las piernas entumecidas por el sobreesfuerzo. El teléfono le vibra en el bolsillo y ve que acaba de recibir un mensaje de Vicky:
«Perdóname, pero ya no quiero seguir mintiendo. No estés triste. Besos, Vicky».
Elin está mareada y su corazón late lleno de angustia. La cabeza le va a mil por hora. Le cuesta entender qué está pasando. Daniel debe de haberle enviado un mensaje justo ahora desde el teléfono de Vicky. Con cuidado entra en el oscuro salón. Las persianas están bajadas en toda la casa.
De pronto una sombra aparece dibujada en el suelo. Es Daniel. Está en la escalera que baja al sótano. Debía de estar en el garaje. Elin sabe que tiene que entretenerlo hasta que llegue la policía.
—Lo ha hecho —dice Elin—. Vicky ha cerrado la puerta de su habitación, tardaba demasiado y… no lo entiendo…
—¿Qué dices? —pregunta él despacio mientras la mira con brillo en los ojos.
—Está muerta… ¿Podemos ir afuera? Tenemos que llamar a alguien —susurra.
—Sí —responde él acercándose.
—Daniel…, no lo entiendo.
—¿No lo entiendes?
—No, he…
—Después de matarte a ti… Vicky ha subido a su cuarto y se ha ahorcado —dice él.
—¿Por qué dices…?
—No deberías haber vuelto tan pronto —termina Daniel.
De pronto Elin ve que esconde una hacha detrás de la espalda. Empieza a correr hacia la puerta de la calle, pero no hay tiempo, tiene a Daniel justo detrás, así que tuerce a la derecha y tira una silla para impedirle el paso. Daniel tropieza y Elin consigue un poco de ventaja, pasa por la cocina y se mete por el pasillo. Los pasos de Daniel se acercan. No hay dónde esconderse. Elin corre a meterse en el viejo dormitorio de Jack, cierra la puerta con llave y aprieta el botón de la persiana.
«No me da tiempo —piensa—. Va demasiado despacio».
El motor eléctrico susurra, las láminas de aluminio crujen al separarse y poco a poco los rayos de luz empiezan a filtrarse por los agujeritos.
Elin suelta un grito con el primer hachazo en la puerta. La hoja atraviesa la madera al lado de la cerradura, Daniel hace palanca a un lado y retira el arma.
Poco a poco la persiana va subiendo, pero al caer el segundo hachazo sólo asoma un trozo de ventana por la parte inferior.
No puede esperar, tiene que seguir, así que cruza rápidamente el cuarto y se mete en el lavabo justo en el momento en que Daniel revienta la cerradura de una patada. La madera salta en grandes astillas y la puerta se abre de golpe.
Elin se ve en el gran espejo cuando cruza el cuarto de baño y se mete en el despacho de Jack. Está tan oscuro que choca con la cajonera. Varias carpetas viejas se desparraman en el suelo. Elin tantea a ciegas sobre el escritorio, abre un cajón, hurga entre los bolígrafos y coge el abrecartas.
La persiana del dormitorio se detiene cuando llega arriba. Elin oye algo cayendo con un golpe dentro de la bañera. Daniel va a por ella. Elin se quita los zapatos, sale a hurtadillas al pasillo y cierra la puerta con cuidado.
Se le ocurre que quizá podría seguir a Daniel y pasar por la puerta destrozada al dormitorio de Jack otra vez y luego intentar abrir la ventana.
Da unos pasos, pero cambia de idea y se escapa por el pasillo.
—¡Elin! —ruge Daniel.
La puerta de la habitación de invitados está cerrada con llave. Elin gira la llavecilla, pero la cerradura se resiste. Mira hacia atrás y ve a Daniel acercándose. No corre, pero sus pasos son largos. Elin tira varias veces de la manija y percibe el olor a sudor del hombre. Una sombra se mueve de prisa sobre la puerta. Elin se hace a un lado y se golpea la mejilla contra un cuadro.
El hacha pasa rozándole la cabeza. La hoja choca contra la pared de hormigón con un ruido metálico. El arma cambia tanto de ángulo que Daniel pierde el agarre y el hacha cae al suelo.