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El hombre que había salido disparado por la ventana se quedó un rato tumbado boca arriba, luego se incorporó y trató de marcharse arrastrándose por el suelo, pero en seguida se le echaron encima dos agentes que lo esposaron con las manos a la espalda.
El personal de urgencias de la primera ambulancia se encargó de inmovilizarle el cuello a Vicky con un collarín antes de subirla a la camilla.
Joona informó de la situación al mando operativo mientras dos patrullas de agentes se metían en el edificio por distintas puertas.
En la sala frigorífica encontraron a un hombre callado y pálido cuya mano derecha estaba clavada con un cuchillo al cuerpo de un cerdo colgado. El agente que lo descubrió llamó al personal sanitario y después tuvo que pedirle ayuda a un compañero para poder retirar el arma. La hoja raspó las costillas del animal y luego se desprendió de la carne con una leve succión. El hombre dejó caer la mano, la apretó contra su estómago con la prótesis, se tambaleó y se sentó en el suelo.
El hombre que había recibido seis balazos de la metralleta casera estaba muerto, pero el joven que apretó el gatillo cuando Joona le arrancó el pie de cuajo de un disparo seguía con vida. Se había salvado a sí mismo de morir desangrado haciéndose un torniquete con el cinturón justo por debajo de la rodilla. Cuando los agentes de policía aparecieron con las armas en alto el hombre se limitó a señalar débilmente su pie amputado, que estaba debajo de una mesa de despiece rodeado de un charco de sangre.
Al último que encontraron fue a Tobias Lundhagen, que se había escondido entre la basura en la oscuridad el almacén. Tenía la cara gravemente desfigurada y sangraba en abundancia, pero las heridas no ponían en peligro su vida. Intentó meterse aún más entre los escombros y, cuando los agentes lo sacaron tirándole de las piernas, temblaba de miedo.
El jefe de la policía judicial, Carlos Eliasson, ya ha sido informado de los sucesos en la zona del matadero cuando Joona lo llama desde la ambulancia.
—Un muerto, dos heridos graves y tres heridos leves —cita Carlos de memoria.
—Pero los chicos están vivos, se han salvado…
—Joona —suspira Carlos.
—Todo el mundo decía que se habían ahogado, pero yo sabía…
—Lo sé. Tenías razón —lo interrumpe su jefe—. Pero tienes un expediente abierto y tenías otras órdenes.
—¿Y se supone que lo tenía que dejar pasar, sin más? —pregunta Joona.
—Sí.
—Imposible.
Las sirenas se apagan, la ambulancia hace un giro cerrado y desaparece camino del hospital Södersjukhuset.
—La fiscal y su gente se encargarán de los interrogatorios, y a partir de ahora estás de baja por enfermedad y quedas desvinculado absolutamente de todo.
Joona da por hecho que la investigación de Asuntos Internos se pondrá peor y que incluso puede que le dicten un auto de procesamiento, pero todo lo que siente en este momento es un alivio increíble de saber que el pequeño Dante ha sido liberado de las fauces del lobo.
Cuando llegan al hospital baja por su propio pie de la ambulancia, pero en seguida le piden que se acueste en una camilla. El personal de urgencias levanta las protecciones laterales y lo llevan de inmediato a una consulta.
Mientras lo exploran y le curan las heridas intenta enterarse de cuál es el estado de Vicky Bennet y, en lugar de esperar su turno para las radiografías, sale en busca de la persona que está a cargo de la chica.
La doctora Lindgren es una mujer de baja estatura que está examinando la máquina del café con la frente fruncida.
Joona le explica que necesita saber si puede interrogar a Vicky hoy mismo.
La mujer lo escucha sin mirarlo. Aprieta el botón en el que pone «moca», espera a que se llene el vasito de plástico y luego le responde que ha pedido una tomografía de urgencia del cerebro de Vicky para diagnosticar posibles hemorragias intracraneales. Ha sufrido una grave conmoción cerebral, pero afortunadamente las venas comunicantes están intactas.
—Vicky tiene que quedarse en observación aquí en el hospital, pero en realidad no hay ningún impedimento para que la interrogues mañana por la mañana, si es que se trata de un asunto importante —explica la mujer y luego se marcha con el vasito de café.
La fiscal de Sundsvall, Susanne Öst, conduce dirección a Estocolmo. Ha decidido retener a la chica capturada. A las ocho de la mañana piensa hacerle el primer interrogatorio a Vicky Bennet, la adolescente de quince años sospechosa de dos asesinatos y un secuestro.