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Un pasillo helado va desde la cocina hasta el salón con estufa de leña y hacia el comedor con el porche acristalado frente al mar. En una de las paredes del pasillo se suceden las puertas de las habitaciones de las alumnas. Lu Chu camina delante de Elin enfundada en un chándal holgado y zapatillas de deporte con los talones desgastados. Señala su habitación y la de Tuula antes de detenerse delante de una puerta que tiene una colorida campanilla de porcelana atada a la manija.
—Aquí duerme Carol.
—Gracias —dice Elin.
—Se está haciendo tarde —le dice Daniel a Lu Chu—. Ve a lavarte los dientes y prepárate para irte a la cama.
La chica estira los segundos hasta que finalmente se mete en el cuarto de baño. Daniel llama a la puerta y la campanilla tintinea. Cuando abren, una joven mujer se queda mirando a Daniel con los ojos abiertos y luego le da un delicado abrazo.
—¿Podemos entrar? —pregunta él dulcemente.
—Claro —responde ella y alarga la mano—. Caroline.
Elin saluda a la chica y aguanta unos segundos la mano delgada de la joven. Su tez blanca está llena de pecas y va ligeramente maquillada. Se ha arreglado las cejas, de color arena, y lleva el pelo recogido en un grueso moño.
El empapelado es rico en colores, hay una cómoda torcida debajo de la ventana y un cuadro de un pescador con gorro de hule fumando en pipa en la pared.
—Hemos venido para hablar de Vicky —dice Daniel y se sienta en la cama hecha.
—Yo fui su madre de acogida hace varios años —dice Elin.
—¿Cuando era pequeña?
Elin asiente en silencio y Caroline se muerde el labio inferior mientras mira por la ventana, al jardín de atrás de la casa.
—Tú conoces un poco a Vicky —dice Elin al cabo de un rato.
—Creo que no se atrevía a confiar en otras personas —sonríe Caroline—. Pero me caía bien…, era tranquila y tenía un humor de lo más retorcido cuando estaba cansada.
Elin se aclara la garganta y le pregunta sin rodeos:
—¿Te hablaba de gente a la que conocía? ¿Sabes si tenía algún novio en algún sitio? ¿O amigas?
—Casi nunca hablamos de la mierda que arrastramos, porque entonces todo el mundo se deprime.
—Pues de cosas buenas… ¿con qué soñaba, qué quería hacer cuando saliera?
—A veces fantaseábamos con trabajar en el extranjero —dice Caroline—. Ya sabes, Cruz Roja, Save the Children… pero ¿quién nos iba a contratar a nosotras?
—¿Pensabais hacerlo juntas?
—Sólo eran fantasías —responde Caroline paciente.
—Estaba pensando una cosa —dice Daniel frotándose la frente—. Yo el viernes libraba, pero tengo entendido que Miranda estaba en el cuarto de aislamiento, ¿tienes idea de por qué?
—Había pegado a Tuula —dice Caroline.
—¿Por qué? —pregunta Elin.
La chica se encoge de hombros:
—Porque se merece una par de hostias, no para de robar cosas. Ayer me quitó unos pendientes, dijo que querían estar con ella en lugar de conmigo.
—¿Qué le quitó a Miranda?
—Cuando bajamos a bañarnos al lago se llevó el bolso de Vicky y por la noche le quitó un collar a Miranda.
—¿Le cogió el bolso a Vicky? —pregunta Elin con voz tensa.
—Se lo devolvió, pero se quedó con algo… La verdad es que no acabo de entender qué le cogió, pero era algo que Vicky tenía de su madre.
—¿Vicky se enfadó con Tuula? —pregunta Elin.
—No.
—Vicky y Caroline nunca se meten en peleas —dice Daniel y acaricia a Caroline en el brazo.
—Daniel, te necesitamos —dice Caroline mirándolo con expresión sincera—. Tienes que cuidar de nosotras.
—No tardaré mucho —contesta él—. Me muero de ganas, pero no… aún no estoy del todo en forma para…
Cuando Daniel retira la mano de su brazo Caroline intenta retenerlo…
—Pero volverás, ¿no? ¿Verdad que sí?
—Sí, lo haré.
Elin y Daniel salen del cuarto y dejan a Caroline de pie en el centro de la habitación. Parece sentirse completamente abandonada.