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La presión de la pistola que estaba apuntando a la espalda de Joona desaparece, se oyen unos pasos rápidos que se apartan y el comisario se vuelve lentamente.
Un hombre bajito con gafas y traje gris retrocede un poco. Está apuntando a Joona con una Glock de color negro mientras su mano izquierda cuelga pálida junto a la cadera. Joona se pregunta primero si la tendrá herida, pero luego se da cuenta de que es una prótesis.
Tobias está detrás de un banco de trabajo sucio sujetando la Smith & Wesson de Joona sin saber muy bien qué hacer con ella.
A la derecha está el hombre rubio con la escopeta recortada apuntando también a Joona.
—Roger —le dice el bajito al de la recortada—. Tú y Micke os encargáis del poli en cuanto me haya ido.
Tobias lo mira desde la pared con ojos oscurecidos por el estrés.
Un hombre joven con el pelo rapado y pantalones de camuflaje se acerca por detrás apuntando a Joona con un subfusil. Es una metralleta pequeña construida a partir de piezas de otras armas. Joona no lleva chaleco antibalas, pero si tiene que elegir prefiere llevarse algún balazo de ésa antes que de la escopeta. A veces una metralleta tiene la misma potencia de disparo que una arma semiautomática normal, pero normalmente las caseras son de poca calidad.
Un puntito rojo se mueve nervioso en el pecho de Joona.
En la metralleta hay una mira láser de las que algunos agentes utilizaban años atrás.
—Túmbate con las manos en la nuca —dice Joona.
El hombre rapado sonríe impetuoso. El puntito rojo resbala hasta el plexo solar de Joona y luego sube a la clavícula.
—Micke, dispárale —dice Roger sin dejar de apuntar a Joona con la escopeta recortada.
—No podemos tener testigos —señala Tobias y se pasa la mano nervioso por la boca.
—Meted al crío en el coche —le dice tranquilo el hombre de la prótesis a Tobias y luego se marcha de la sala.
Tobias se acerca a Dante sin apartar los ojos de Joona y se lo lleva a rastras por el suelo cogiéndolo de la capucha, de prisa y sin ningún cuidado.
—¡En seguida voy! —le grita Joona.
Unos seis metros lo separan del joven hombre de la metralleta que se hace llamar Micke.
Joona se le acerca un poco, sólo un pasito cauteloso.
—¡Estate quieto! —grita el joven.
—Micke —dice Joona en tono afable—. Si te tumbas en el suelo con las manos en la nuca todo irá bien.
—¡Dispara al poli! —grita el hombre al que llaman Roger.
—Hazlo tú —susurra Micke.
—¿Qué? —pregunta Roger bajando la escopeta—. ¿Qué has dicho?