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Joona y Saga se interpusieron entre Vicky y las dos mujeres y trataron de tranquilizarla. El suero caía como una mancha de pintura por la pared. Vicky respiraba nerviosa y los miraba a todos con ojos asustados. Se había hecho daño con algo y le salía sangre de una ceja. Los policías de guardia y el personal de planta entraron corriendo y la forzaron a tumbarse en el suelo. Eran cuatro contra una y a Vicky le entró el pánico, empezó a moverse de forma agresiva para liberarse, gritando y soltando coces con las que terminó volcando la mesita portable.
La pusieron boca abajo, después la colocaron en posición de seguridad y le pusieron una inyección en la nalga. En cuestión de segundos Vicky pasó de gritar afónica a quedarse tranquila y quieta.
Un par de minutos más tarde la subieron a la cama. Lloraba e intentaba decir algo, pero lo único que le salía era un balbuceo incomprensible. Una de las enfermeras le puso las sujeciones de seguridad. Primero le ató las muñecas y los tobillos a los bordes de la cama, después los muslos y por último le pasó unas cintas más gruesas en forma de cruz por encima del pecho. La sangre de Vicky había manchado las sábanas y la ropa blanca del personal sanitario. La habitación entera era un caos de agua y comida tirada por el suelo.
Media hora más tarde Vicky yacía inmóvil con lágrimas corriéndole por las sienes. Tenía la cara entumecida y los labios cortados. Le habían detenido la hemorragia de la ceja y le habían puesto un nuevo catéter en el brazo. Un policía se quedó esperando dentro mientras la mujer de la limpieza fregaba el suelo una última vez.
Joona sabe que la fiscal lo está vigilando, que no puede entrometerse, pero no le gusta cómo se está desarrollando la situación. Ante lo sucedido ya no habrá más interrogatorios hasta después del proceso de encarcelamiento. Habría sido mejor esperar a concluir todos los interrogatorios y a tener los resultados del Laboratorio Estatal de Criminología antes de llevar a cabo el proceso judicial. Pero Susanne Öst ha decidido arrestar a la chica y está empecinada en presentar una petición de prisión provisional mañana mismo.
Si Saga Bauer hubiese tenido un poco más de tiempo, Vicky Bennet le habría contado toda la verdad. Ahora lo que tienen es una confesión que se puede considerar más que provocada.
«Pero mientras las pruebas técnicas sean inequívocas quizá tampoco tenga la menor relevancia», piensa Joona y sale de la habitación donde Vicky está durmiendo.
Cruza el pasillo y percibe el fuerte olor de alcohol desinfectante que sale de una puerta abierta.
Hay algo en este caso que lo tiene preocupado. Si se olvida por un momento de la piedra, en realidad no tiene ningún problema en imaginarse claramente la secuencia de los hechos. Encajan entre sí, pero están lejos de conformar una trama sólida. Siguen flotando en un latente mundo de sombras. Los acontecimientos siguen siendo transparentes y cambiantes.
Necesitaría todo el material, los informes de las autopsias, los de los técnicos y los exhaustivos resultados del laboratorio.
¿Por qué Miranda estaba tumbada tapándose la cara con las manos?
Recuerda el aspecto de la habitación ensangrentada, pero para profundizar en la secuencia de los hechos tendría que estudiar los informes sobre la escena del crimen.
Susanne Öst se acerca a los ascensores y se pone al lado de Joona. Se saludan con la cabeza y la fiscal parece satisfecha.
—Ahora todo el mundo me odia porque he sido un poco dura —dice mientras entra en el ascensor y aprieta el botón—. Pero una confesión tiene mucho peso, aunque desate algunas protestas.
—¿Qué te parecen las pruebas técnicas? —pregunta Joona.
—Tan evidentes que escojo el segundo grado más alto de sospecha.
El ascensor se abre en la planta baja y salen juntos.
—¿Quieres que le eche un vistazo al informe? —preguntó Joona parando de golpe.
Susanne lo mira extrañada y al cabo de unos segundos de duda responde:
—En realidad no hace falta.
—Genial —dice Joona y empieza a alejarse.
—¿Crees que podría haber fisuras? —pregunta la fiscal acelerando el paso para seguir al comisario.
—No —respondió Joona.
—Debería tener el informe de la escena del crimen por aquí —dice Susanne Öst abriendo su macuto.
Joona cruza las puertas de cristal y a sus espaldas oye a la fiscal hurgando entre papeles y después sus zapatos correteando por el suelo. El comisario ya ha llegado a su coche cuando Susanne lo alcanza.
—Te estaría eternamente agradecida si le pudieras echar un vistazo hoy mismo —le pide la fiscal recuperando el aliento y entregándole un archivador de piel—. Te pongo también algunos resultados preliminares del laboratorio y las causas de la muerte extraídas de los informes forenses.
Joona se encuentra con su mirada, asiente con la cabeza y deja caer el archivador sobre el asiento del copiloto antes de arrancar el coche.