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Vicky vuelve la cara cuando Saga entra en la habitación. La chica tiene correas de sujeción en los tobillos, las muñecas y sobre el esternón.
—Quítale las cintas —dice Saga.
—No puedo hacerlo —responde la enfermera.
—Hacen bien en tenerme miedo —susurra Vicky.
—¿Llevas toda la noche así? —pregunta Saga y se sienta en la silla.
—Sí…
Vicky yace inmóvil mirando a un lado y con el cuerpo prácticamente flácido.
—Voy a conocer a tu nuevo representante —dice Saga—. Por lo que parece, esta tarde se va a negociar la petición de prisión provisional y tu abogado necesita el informe del interrogatorio.
—A veces me enfado sin poder evitarlo.
—No habrá más interrogatorios, Vicky.
—¿No puedo hablar? —le pregunta a Saga mirándola a los ojos.
—Sería mejor que le pidieras consejo a tu abogado antes de…
—Pero… ¿si quiero hacerlo? —la interrumpe Vicky.
—Claro que puedes hablar, pero no grabaremos la conversación —responde Saga tranquilamente.
—Es como cuando el viento sopla muy fuerte —explica Vicky—. Todo se… Te retumban los oídos y sigues el viento para no caerte.
Saga mira las uñas mordidas de la chica y luego repite en tono calmado y casi indiferente.
—Como cuando sopla el viento.
—No sé cómo explicarlo… Es como una vez que hicieron daño a Simon, un niño pequeño que… Estábamos de acogida en la misma familia —dice Vicky con labios temblorosos—. El hijo mayor de la familia, que era hijo de verdad, era muy malo con Simon y siempre lo estaba maltratando. Todo el mundo lo sabía, yo se lo había contado a la asistenta social, pero a nadie le importaba…
—¿Qué pasó? —pregunta Saga.
—Entré en la cocina… el hijo mayor había obligado a Simon a meter las manos en agua hirviendo y la madre estaba allí mirándolos asustada. Yo lo vi todo y me puse muy rara y de repente empecé a pegarles y a cortarles la cara con una botella de vidrio…
De pronto Vicky empieza a tirar con fuerza de las correas, tensa el cuerpo y cuando oye que alguien está llamando a la puerta comienza a tranquilizarse.
Un hombre con pelo cano y traje oscuro entra en la habitación.
—Soy Johannes Grünewald —dice dándole la mano a Saga.
—Aquí está el último informe —dice Saga.
—Gracias —dice Johannes sin mirar los documentos—. No hay prisa para leerlos, porque acabo de llegar a un acuerdo con el tribunal de instrucción para pasar la reunión a mañana por la mañana.
—No quiero esperar —dice Vicky.
—Lo entiendo, pero todavía me queda un poco de trabajo —sonríe él—. Y hay alguien a quien me gustaría que vieras antes de empezar con las preguntas.
Vicky mira con ojos grandes a la mujer que se le acerca sin siquiera saludar a la policía. Elin Frank tiene la mirada nerviosa y brillante. Le tiemblan los labios cuando ve las correas que mantienen prisionera a la chica.
—Hola —dice.
Vicky vuelve la cara lentamente y se queda así mientras Elin empieza a desabrocharle las cintas. Con movimientos delicados libera a la chica tras veinte largas horas de contención.
—¿Me puedo sentar? —pregunta luego con una voz cargada de sentimiento.
Vicky endurece la mirada, pero sigue sin responder.
—¿Te acuerdas de mí? —susurra Elin.
Le duele la garganta por las palabras que no consigue pronunciar y por el llanto que se intenta abrir paso. Las venas del cuello se hinchan y la sangre le calienta la piel.
Un campanario empieza a doblar en algún punto de la ciudad.
Vicky toquetea un momento la muñeca de Elin y luego retira la mano.
—Llevamos la misma venda —sonríe Elin y al instante se le llenan los ojos de lágrimas.
Vicky sigue sin decir nada, tiene la boca cerrada y vuelve a apartar la cara.
—No sé si te acuerdas de mí —continúa Elin—. Pero viviste conmigo cuando eras pequeña. No fui más que un recurso temporal, pero siempre pienso en ti…
Toma aire y luego se le vuelve a quebrar la voz:
—Y sé que te decepcioné, Vicky… Te fallé y…
Elin Frank mira a la niña que está tumbada en la cama, su pelo revuelto, la frente preocupada, los aros oscuros alrededor de sus ojos, las heridas de la cara.
—Para ti no soy nada —continúa con voz débil—. Una más de tantos que pasamos por tu vida, que te fallamos…
Elin se queda callada y traga saliva antes de continuar:
—La fiscal quiere meterte en la cárcel, pero yo no creo que eso sea bueno para ti, no creo que sea bueno para nadie estar encerrado.
Vicky niega de forma casi imperceptible con la cabeza. Elin lo ve y la voz se le llena de energía cuando dice:
—Entonces es importante que escuches lo que Johannes y yo queremos decirte.