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Saga todavía jura entre dientes cuando sale al puente de Kungsbron. Hace un esfuerzo por caminar más despacio mientras lucha contra su organismo para tranquilizarse. Su teléfono empieza a sonar en el abrigo. Se detiene, mira la pantalla y contesta en cuanto ve que se trata de su jefe de la policía secreta.
—Hemos recibido una solicitud de la policía judicial —dice Verner con su voz grave—. He tanteado el terreno con Jimmy y Jan Pettersson, pero ninguno puede cogerlo… No sé si Göran Stone es la persona más adecuada, pero…
—¿De qué se trata? —pregunta Saga.
—Un interrogatorio a una menor de edad… es psíquicamente inestable y la fiscal que lleva el caso necesita a alguien formado en técnicas de interrogatorio y que tenga experiencia…
—Entiendo que le hayas preguntado a Jimmy —dice Saga y nota cómo su voz se vuelve ácida por la irritación—. Pero ¿por qué a Jan Pettersson? ¿Por qué le preguntas a Jan Pettersson antes que a mí? Y Göran… ¿cómo puedes pensar que él…?
Saga se obliga a callarse. Nota los sudores que le han brotado con el enfado que acaba de tener en el despacho de Asuntos Internos.
—¿Te vas a poner a discutir? —suspira Verner.
—Como que fui yo la que se fue a Pullach y la que hizo la formación del BND y…
—Por favor…
—No he terminado —lo interrumpe—. Seguro que te acuerdas de que yo estaba presente en el contrainterrogatorio de Muhammad al-Abdaly.
—Pero tú no llevabas el caso.
—No, pero fui yo quien le hizo el…, joder, da igual.
Corta la llamada y apenas ha terminado de pensar que mañana mismo renunciará al puesto cuando el teléfono vuelve a sonar.
—Vale, Saga —dice Verner despacio—. Puedes hacer un intento.
—¡Cállate! —grita y apaga el teléfono.
Anja abre la puerta de golpe y Carlos vierte un poco de comida para peces sobre la mesa. Empieza a recoger los copitos secos con las manos y el teléfono fijo comienza a sonar.
—Por favor, dale al altavoz —le pide.
—Es Verner —dice Anja y aprieta el botón.
—Buenas —dice Carlos alegre sacudiéndose las manos encima del acuario.
—Verner de nuevo… perdona que haya tardado tanto.
—No pasa nada.
—Oye, Carlos, he vaciado todos los bolsillos, pero lo siento, ahora mismo mis mejores chicos están con Alex Allan en The Joint Intelligence Committee —dice el jefe de la policía secreta y carraspea—. Pero hay una mujer… de hecho, ya la conoces, Saga Bauer… ella sí que podría pasarse…
Anja se inclina sobre el teléfono y suelta:
—Que podría pasarse y hacer de florero, ¿no?
—¿Hola? —pregunta Verner—. ¿Con quién estoy…?
—¡Silencio! —espeta Anja—. Conozco a Saga Bauer y te puedo decir que en la secreta no os merecéis a una agente tan buena…
—Anja —dice Carlos limpiándose rápidamente las manos en el pantalón y tratando de interponerse entre ella y el aparato.
—Siéntate —ruge Anja.
Carlos se sienta al mismo tiempo que Verner explica con voz débil:
—Ya estoy sentado…
—Llama a Saga y pídele perdón —le dice Anja tajante al auricular.