1 Beethoven había podido inspirarse directamente de la Odisea para identificar peyorativamente a Austria con el país de los feacios; pero parece mejor que haya tomado la comparación de un epigrama de Schiller sobre el Danubio: «El pueblo de los feacios, el ojo brillante, habita a mi alrededor. Allí es siempre domingo, gira siempre el asador en el hogar».

2 Schindler dice que Beethoven copió las inscripciones de un libro de Champollion. Esto es muy poco probable, pues no tenemos el menor indicio de que Beethoven leyera a Champollion. Pero tenemos otra fuente mucho más lógica. Las inscripciones en cuestión fueron recogidas de un libro de Reinhold aparecido bajo el seudónimo de «Hermano Decius» en Leipzig en 1788: Los misterios hebraicos o la más antigua francmasonería religiosa. Es aquí donde las encontraron Schiller y Kant, y probablemente de ellos, más posiblemente de Schiller, las obtuvo Beethoven a su vez. Kant hablaba de esto en su Crítica de la razón, y según él «es posible que jamás se haya dicho nada tan sublime». Schiller habla dos veces en su poema La imagen cubierta de Saïs (cf. el fragmento de Novalis un poco más tarde: Los discípulos en Saïs) y en su ensayo filomasónico sobre la misión de Moisés.

3 Los biógrafos que quieren hacer de Beethoven un ardiente católico romano señalan que comía pescado los viernes y que vigilaba para que su sobrino fuera a confesarse. Pero les resulta muy difícil encontrar otro indicio de una práctica religiosa personal. La señora Belpaire quiere encontrar una prueba en una frase de una misiva sin fecha a Nanette Streicher; el lector juzgará el grado de devoción que implica la frase (se trata, naturalmente, de las sirvientas despedidas):

522 bis / La criminal a la que conocéis ha visto notificársele su condena hoy y se ha comportado como César ante el puñal de Bruto, con la diferencia de que en el fondo del primero estaba la verdad y en el de ella una incurable marrullería. La cocinera parece más utilizable que la anterior; ésta no ha vuelto, señal de que no quiere el certificado, que, sin embargo, yo le había preparado. Una de las cocineras iba un poco cabizbaja llevando la leña, pero recordará, espero, que nuestro Señor también llevó la cruz en el Gólgota.

BEETHOVEN

4 1817 ó 1818, dice Schindler, que no es nunca muy exacto para las fechas. En el estado actual de la documentación, la única cosa que puede ayudarnos es el lugar: «Baden». Beethoven no veraneó en Baden más que en 1815 y 1816, y después, en 1821, 1822, etc. En 1817 está en Heiligenstadt y luego en Nussdorf; en 1818, 1819 y 1820, en Mödling. O hay que admitir que Schindler se equivoca en muchos casos o, lo que es más probable, que la nota fue escrita a propósito de un simple paseo en Baden. Ahora bien, el 27 de julio de 1817 Beethoven acaba de regresar de Nussdorf (al norte de Viena) y se dispone a partir otra vez, y no se encuentra en un estado de salud como para andar mucho; el 30 de julio habla de Baden, en una carta a Nanette (cf. supra, texto núm. 480), en términos que contradicen más bien una visita reciente. Al contrario, el 27 de julio de 1818 Beethoven está en Mödling (al sur de Viena, justo entre Viena y Baden, que está completamente al sur) y da grandes caminatas por el campo. Mencionaremos también la hipótesis del doctor Kaznelson, según la cual la nota sería del 27 de julio de 1815 y la inicial sería una «R», que significaría Rahel, la que, de hecho, veraneó en Baden desde el 16 de junio hasta el comienzo de agosto de 1815. Esto no nos parece ni imposible ni evidente.

5 Johann Baptist von Bach es, desde 1816, uno de los principales consejeros de Beethoven para sus asuntos financieros y para sus procesos. A él le entregará Beethoven su testamento el 3 de enero de 1827.

6 Karl von Bernard, de origen checo, a pesar de su nombre francés, escribía poemas y libretos. Era él el que tenía que componer el libreto del oratorio sobre La victoria de la Cruz, que durante años se pide a Beethoven que componga y por el que Beethoven no sentirá jamás ningún deseo de empezar a trabajar. Bernard fue redactor jefe del Wiener Zeitung a partir de octubre de 1819. Conocía a Beethoven desde 1814 y fue hasta el final uno de los que estuvieron más al corriente de la vida íntima de Beethoven. Después de la muerte de éste pensó por un momento en escribir unas memorias sobre él y renunció por miedo al escándalo.

7 El Hofrath Karl Peters se hará notar en los Cuadernos de Conversación no sólo por sus ideas políticas, sino por sus dichos atrevidos. De vez en vez ofrece a Beethoven la posibilidad de acostarse con alguna mujer, incluso con la suya, y a veces Beethoven le reprende enérgicamente. Sobre todo no confundir a este Peters con el editor Peters, de Leipzig.

8 En un segundo informe, el 18 de febrero de 1820, Beethoven volverá sobre lo mismo con idéntico orgullo, en el que se aprecia el desdén por la burguesía que progresa, por el decadente régimen feudal: «Hay pocos tíos y tutores en la monarquía que puedan proveer con tanta largueza la educación de sus parientes y con un desinterés tan absoluto».

9 Una vez más, es posible que Beethoven se haya equivocado en un mes. Pues anuncia, en la continuación de la carta, que va a enviar la metronomización de los movimientos de la sonata, y la envía el 16 de abril. Quizá deba leerse 30 de marzo (o 3 de abril).

10 Se podría componer toda una letanía sobre la mujer de Ries (a la que Beethoven no vio nunca) con las cartas de Beethoven. Esto nos puede dar una idea de la actitud que Beethoven tomaba gustosamente ante las mujeres en general e incitarnos a no exagerar el alcance de otros textos y otros episodios. Y es bastante conmovedor también, pues Beethoven parece querer conservar en Ries la imagen del Beethoven conquistador e inconstante que Ries conoció hace mucho tiempo en Viena.

3 de abril de 1816. «¡Adiós!, ¡ofreced mis cumplidos a vuestra querida esposa, así como a todas las bellas inglesas a las que pudiera complacer esto de mi parte!».

5 de marzo de 1818. «Muchas cosas amables a vuestra querida y, por lo que he oído decir, encantadora mujer».

30 de abril (?) de 1819. «¡Todo lo que podáis encontrar de amable para vuestra gentil esposa! ¡De mi parte!».

25 de mayo de 1819. «Voy ahora a besar a vuestra mujer, solamente con el pensamiento, ya que he oído decir que es muy bonita, pero espero, el próximo invierno, tener el placer de hacerlo personalmente».

6 de abril de 1822. «Besad a vuestra encantadora mujer hasta que yo mismo en persona pueda realizar esta solemne acción».

¿1823? «Haced toda clase de cumplidos a vuestra esposa hasta que yo mismo esté ahí. Tened cuidado, creéis que soy un viejo, pero soy un viejo joven».

25 de abril de 1823. «En lo que concierne a vuestra amorosa unión conyugal, encontraréis siempre en mí una especie de oposición [en francés], es decir, oposición a vos y proposición [íd.] a vuestra esposa».

16 de julio de 1823. «No he podido hacer yo mismo la dedicatoria a vuestra mujer porque no sé su nombre. Haced esta dedicatoria en nombre de vuestro amigo y del amigo de vuestra mujer y dad una sorpresa a vuestra esposa; al bello sexo le gustan estas cosas […]. Pongo como condición que por la dedicatoria a vuestra esposa no recibiré más retribución que un beso, que iré a cobrar a Londres».

5 de septiembre de 1823. «Si mi salud mejora […], en 1824 besaría a vuestra mujer en Londres».

El «beso ardiente» enviado a Amalia por medio de Tiedge en septiembre de 1811 aparece un tanto devaluado ante esta considerable y platónica cascada.

11 Zelter, quien, de paso en Viena, ha ido a ver a Beethoven a Mödling el 12 de septiembre de 1819, escribe a Goethe: «El desgraciado es, por así decirlo, sordo, y me ha costado mucho contener las lágrimas».

12 No hacemos más que resumir aquí lo expuesto por Romain Rolland, según la edición alemana de los Cuadernos por Georg Schünemann en Finita Comoedia, págs. 211-217.

13 Como se verá más adelante, Karl Holz fue el amigo y el principal confidente de Beethoven a partir de 1824. Schindler no se lo perdonó nunca, tanto más que en 1824 Beethoven, harto, le había echado a la calle a él, a Schindler, y que éste consideraba a Holz como un usurpador.

14 August Fredrich Kanne (1788-1833) es posiblemente el más intelectual de los interlocutores de Beethoven en esta época, junto a Blöchlinger y Bernard. Había sido Kapellmeister de la ópera alemana de Presburgo, y compuesto la música y el texto de muchas óperas. Había estudiado teología, medicina, etc. Beethoven y él tenían muchas afinidades en sus temperamentos. Kanne había pensado escribir un estudio sobre Beethoven; para ello, Beethoven debía darle unas notas; no se las dio jamás y Kanne no escribió nunca el estudio.

15 Para todos los textos citados de los Cuadernos de Conversación hemos querido expresar tipográficamente con una raya (–) todos los pasajes que parecen marcar un intervalo en las conversaciones, y donde muy posiblemente Beethoven dijo alguna cosa a su vez.

16 Las indicaciones cronológicas de Schindler no son nunca muy precisas; es al final de 1818 cuando Beethoven empieza a trabajar en la Misa, y es principalmente en 1820 cuando trabaja en el Credo. Además, se puede comparar el estado de Beethoven trabajando en la Misa con otros testimonios sobre otros periodos y momentos de su vida. Cada vez que Beethoven se encuentra con buena vitalidad y en plena creación musical se produce en él una concentración artística que le pone casi en un estado diferente. Pero mientras en el místico los fenómenos estáticos son puramente contemplativos, pasivos e imposibles de exteriorizar en el momento, en Beethoven el trance artístico se manifiesta como un paroxismo de actividad desbordante, que se expresa de una manera enérgica y que no impide la aplicación de las facultades mentales a un objetivo concreto: la invención musical. Esto no significa que Beethoven no quiera expresar sentimientos religiosos en la Misa que está componiendo; significa solamente para nosotros que los estados de que habla Schindler habrían podido producirse y se han producido lo mismo en la composición de la Appassionata que durante una improvisación. Lo excepcional es aquí la frecuente y casi continua repetición de estos estados en el mismo periodo y la violencia con que atacan a Beethoven después de largos años de relativa calma.

17 Es difícil ser más descortés sin darse cuenta de ello. Durante años, la correspondencia de Beethoven con el archiduque (de la que sólo se encontrarán en este libro pequeños extractos) contiene un leitmotiv: el deseo de Beethoven de agarrarse a todos los pretextos para «cortar» las lecciones que debe dar a Rodolfo. Todas las ocasiones son buenas para ello y está muy contento en su interior cuando su alumno está enfermo. Además, se libra a veces diciendo que está en el campo; el inconveniente es que de vez en vez llega a oídos del archiduque que su profesor ha sido visto en Viena cuando pretendía hacer creer que estaba en Mödling; cada vez que esto ocurre, Beethoven se hace un lío y se pierde en largas explicaciones.

18 «Para atenernos aquí a las lecturas especialmente musicales, Beethoven dispuso de recursos únicos, que ningún otro músico ha tenido como él para poder utilizar: quiero hablar de la magnífica biblioteca del archiduque Rodolfo» (Romain Rolland, Las grandes épocas creadoras, I, pág. 156).

19 Todo el pasaje más interesante de esta carta está escrito en el estilo más típicamente beethoveniano, es decir, con total desprecio de todas las leyes del lenguaje. Por eso todos los traductores se mesan los cabellos cuando llegan a ellos. En esta frase, que hemos subrayado, nos ajustamos a la interpretación de Romain Rolland, que la da más como un «comentario hipotético» que como una traducción. Texto alemán: «Wobei aber praktische Absichten Ausnahmen machen können».

20 La entronización del archiduque como arzobispo de Olmütz estaba fijada para el 19 de marzo de 1820.

21 Otro leitmotiv de las cartas de esta época al archiduque y arzobispo: las variaciones que el serenísimo alumno ha compuesto sobre un tema prestado por Beethoven (cf. supra, pág. 359). Beethoven tiene mucho interés en que sean publicadas, pues están dedicadas a él, y esta dedicatoria podrá servirle de protección contra sus enemigos.

22 No es el único banquete del que hablan los Cuadernos. A mediados de marzo de 1820, Kanne dice: «Me he visto obligado a ayunar durante dos días simplemente para que se deshinchara mi vientre de tanto como había comido en vuestra casa».

23 Las bromas y proposiciones de este tipo salpican los Cuadernos siguientes. Se nos excusará por no reproducirlas todas; nada tan monótono como este tipo de charlas.

24 Las Ordenanzas de Karlsbad comprendían la anulación de todas las promesas y de todos los ensayos de constituciones, el recrudecimiento de la censura de los periódicos y de los folletos, el establecimiento de una censura previa para todos los escritos, la creación de «depuradores» en todas las universidades, la supresión de la unión de estudiantes, la creación de una comisión especial para informar sobre las intrigas revolucionarias, etc.

A todo lo largo y ancho de Alemania se crea, o se refuerza, una red de espías y de agentes provocadores. La policía de Metternich inicia sus listas negras, efectúa en las librerías batidas de todas las obras sospechosas, aunque sean antiguas, y viola sistemáticamente la correspondencia.

Los republicanos austriacos e italianos son arrojados a los calabozos de Spielberg. En Berlín, en un juicio contra diecisiete estudiantes, el total de las condenas se eleva a doscientos cuarenta y un años de trabajos forzados, es decir, más de catorce años por cabeza de media.

Los Estados de la Confederación germánica deben expulsar a los profesores sospechosos de liberalismo. En Bonn, Ernst Moritz Arndt es expulsado de su cátedra. En Berlín, el filósofo Schleiermacher, ministro de los Cultos, se ve obligado a presentar su dimisión. En Wiesbaden, un profesor es condenado a diecinueve años de cárcel.

Entre miles de hechos, este último detalle: en Hannover se vuelve obligatorio someter a la censura los versos de las bodas.

En una conversación de Beethoven con Bernard, en febrero-marzo de 1820, se trata de las Ordenanzas de Karlsbad, pero muchas líneas han sido cuidadosamente tachadas y resultan ilegibles.

25 En marzo de 1820 se le interrumpe en medio de una conversación: «¡Otra vez! En este momento el espía Haensel está aquí». En noviembre de 1822, Karl escribe: «Silentium, las paredes oyen. Atención a las personas sospechosas. Desde que se aborda a ciertos sujetos, éstos aguzan los oídos… No hay que decir una palabra. En cuanto se empieza a hablar se hace el silencio y escuchan». Y más tarde, Holz: «No hay una mesa, hasta en las últimas cervecerías de tercer orden, donde no se vea a uno de estos perros espías de la policía».

26 Parece seguro que el ministro de la policía habló del caso de Beethoven con el emperador, debido al informe de un espía. No es seguro que la conversación de Beethoven referida más arriba haya figurado en el informe. Según otra versión, contada por el hijo de Blöchlinger y publicada por Frimmel, las cosas pasaron de otra manera: un empleado del instituto Blöchlinger llamado Pulay y en dificultades con su patrón había hecho cantar a Blöchlinger amenazándole con ir a denunciar a Beethoven a la policía. Blöchlinger habría respondido que esto no daría ningún resultado, pues la policía tenía a Beethoven por un loco. Pulay entonces habría amenazado con repetir a los policías las palabras que Beethoven había pronunciado ante testigos: «¡Después de todo, Cristo no era más que un judío crucificado!». «Y entonces –dice el hijo de Blöchlinger– mi padre habría capitulado y cedido al chantaje de Pulay, pues sabía que Beethoven había dicho verdaderamente aquello».

27 A pesar de la reticencia que se puede adivinar en Beethoven respecto al héroe de la Tercera Sinfonía, Napoleón aparece con mucha frecuencia en los cuadernos. Por ejemplo: «Si Napoleón volviera hoy a Francia estaría en mejores condiciones que en 1814» (abril de 1820). «¡Nos podrían prestar a N[apoleón] diez años!» (abril de 1820). «¡Si él hubiera podido solamente realizar sus planes! Pero desgraciadamente tuvo que abdicar muy pronto; es en su seno donde la Revolución echó raíces: gracias a él se ha extendido fuera; ¿quién la terminará?» (febrero de 1823). En julio o en agosto de 1820, Oliva se apresura a propagar la falsa noticia de una evasión de Santa Elena.

28 Bernard continúa teniendo a Beethoven al corriente. En abril: «El rey de España ha nombrado a Quiroga y a Riego [los jefes de la rebelión militar] ayudantes de campo. Ningún enviado extranjero, excepto el de América del Norte, ha felicitado al rey de España por este cambio. Los españoles están ahora en la mejor situación». Veremos también a Kanne beber a la salud de los rebeldes con Beethoven un poco más tarde. Beethoven y sus amigos se apasionan igualmente por los alzamientos en Italia y por el movimiento carbonario.

29 Las charlas girarán a menudo sobre los Borbones franceses. Es sin duda uno de sus adversarios del que Bernard refiere las palabras, y no un interlocutor de Beethoven, el que dice la célebre frase, en francés en el original: «Dios no es más que un juerguista que no ha bajado nunca a la tierra».

30 En otros lugares, Blöchlinger habla de nuevo de los redentoristas y de su principal representante, Clemens Hofbauer, que acaba de morir y al que el Vaticano canonizará más tarde: «Un miserable fanático, un abominable hipócrita». También se indigna Blöchlinger por la conversión de cierto número de románticos al catolicismo: «¿Cómo es posible que un Stolberg, que en su traducción de Platón ha interpretado tan bien las ideas de Platón y de Cristo, se haya podido volver tan inconsecuente? ¿Qué se puede esperar de personas que no alcanzan jamás la verdadera conciencia de sí mismos? Todos estos “conversos” lo son por interés y no por convicción. Schlegel [Friedrich] se ha hecho católico por interés, esto es seguro, ya que no le creo capaz de ninguna cosa grande».

31 Según el contexto, parece que es en América Latina, entonces en lo más crítico de su lucha por la independencia, en lo que Blöchlinger piensa aquí.

32 Cuando se piensa que fue a Blöchlinger a quien Beethoven confió la educación de Karl nos preguntamos hasta dónde llega la sinceridad de ciertas afirmaciones suyas en su gran informe al tribunal de Viena. No es nada sorprendente que al final de abril de 1822 Karl escriba: «Mi examen ha salido muy bien; hasta el profesor de religión, del que ya te he dicho que se ensaña con el Instituto [Blöchlinger], me ha preguntado tres veces, pero todo ha ido bien».

33 La Comisión central, instituida por las Ordenanzas de Karlsbad, para buscar y perseguir toda tentativa revolucionaria, tenía su sede en Maguncia.

34 Con ocasión de otra conversación con Kanne, se lee: «Tratado y Borbones […]. ¡Los amotinados de España! ¡El voto! ¡Bebo a vuestra salud!».

35 Algunos días después Beethoven, al escribir al archiduque algunas de sus cartas más emotivas, le dice (3 de abril de 1820): «Podría decir: Blondel ha sido encontrado hace tiempo, y si en el mundo no hay para mí ningún Richard, entonces Dios será mi Richard». Creemos de verdad estar ante uno de los casos donde las palabras de sus interlocutores expresan mejor que las cartas del hombre mismo el pensamiento profundo de Beethoven.

36 Algunas páginas más adelante, Karl aparece y se excusa mezquinamente de su papel en el juicio: «Ella [la madre] me ha adoctrinado de tal manera que no he podido resistirme; lamento haber sido tan débil entonces y te ruego que me perdones; pero ahora seguramente no me dejaría engañar. No sabía las consecuencias que esto podía tener cuando hablé con el magistrado. Pero si hay aún otro sumario. ¡me retractaré de todo lo falso que dije entonces!».

37 Se trata, de una visita al Observatorio proyectada por Beethoven. Leitzmann, en su edición, excelente por cierto, del diario del manuscrito Fischhoff (y a continuación la traducción francesa y desnaturalizada del diario), pone esta frase al final del diario, suprimiendo la mención de Littrow. Este procedimiento nos parece lamentable. O bien habría que hacer seguir el diario de todos los apartados de Beethoven en los cuadernos o bien no habría que poner nada. Pero esta frase, desvirtuada además, da la impresión de que el editor ha querido dejar sacar una conclusión edificante al lector del diario.

38 Kügelchen era un amigo de juventud de Beethoven; el Elector de Colonia le había ayudado en sus estudios artísticos y sin duda fue él quien pintó el retrato de Beethoven antes de su marcha de Bonn, retrato en cuya autenticidad creemos, a pesar de que haya sido negada.

39 Es Czerny el que indica a Beethoven a principios de marzo: «En los Phantasiestücke de Hoffmann se os nombra mucho». En el transcurso del mes Beethoven debió leer a Hoffmann, porque el 23 de marzo de 1820 le escribe algunas líneas de agradecimiento y termina: «Permitidme deciros que esta manera de compararme a vos, viniendo de un hombre dotado de cualidades tan sobresalientes, me hace mucho bien».

40 Pero Beethoven recibe ayudas que le permiten recuperarse un poco. En 1820, el comerciante de paños Johann Nepomuk Wolfmayer, a quien volveremos a encontrar en el lecho de muerte de Beethoven como uno de sus más fieles amigos, le encarga un Réquiem y le paga por adelantado 1.000 florines.

41 Por ejemplo, ignoramos todo sobre la reacción de Beethoven cuando conoce la noticia de la muerte de Josefina, ocurrida el 30 de marzo de 1821.

42 Este padre Werner no es otro que el dramaturgo Zacharias Werner, cuya vida fue muy ajetreada. Cuando escribe su primer drama, Los hijos del valle (1803), soñaba con una especie de francmasonería que continuaría la orden de los templarios; después escribió un Martín Lutero o la consagración de la fuerza (1807), que era todo un elogio de Lutero; después, un drama fatalista, El 24 de febrero (1810); más tarde se convirtió al catolicismo y fue ordenado sacerdote en 1814. Anteriormente se había casado tres veces; en los primeros tiempos de su conversión iba al burdel todas las noches y al confesionario todas las mañanas; así es al menos como él lo contaba en los sermones encendidos que predicó en Viena desde su ordenación hasta su muerte (1823). Este género de sermones atraía grandes multitudes.

Beethoven, ya lo hemos visto, leía y copiaba con admiración Los hijos del valle en 1815, cuando Werner, convertido en sacerdote, los desautorizaba. Pronto o tarde, conoció la conversión del poeta con el que tenía tantas afinidades. No parece que nunca fuera a oírle predicar, pero en 1819 anota una obra piadosa de Werner entre los libros que quiere comprar. A continuación se habla muchas veces de Werner en los Cuadernos con un tono cada vez más hostil, y es que las sermones y los artículos de Werner desvelan cada vez más abiertamente un carácter político reaccionario y favorable a Metternich. En los cuadernos de comienzos de enero de 1820, Oliva escribe: «El padre Werner, sus maneras groseras e imbéciles» a propósito de una retahíla sobre el fanatismo. Aquí, Beethoven sólo parece demostrar desprecio hacia él.

Por el tono general de esta exhortación jocosa con que termina la carta se puede comparar con el final de una carta de Beethoven a su hermano el 31 de julio de 1822: «¡Lee todos los días el Evangelio, imprégnate de las epístolas de Pedro y de Pablo, ve en peregrinación a Roma y besa las sandalias del Papa!».

43 Lugar donde vivían los Birkenstock después de los Brentano, en Viena.

44 Desde 1814, y muchas veces después, los Brentano habían prestado dinero a Beethoven y «jamás –dice Schindler– estas excelentes personas recordaron al maestro sus obligaciones, sino al contrario; hicieron todo lo posible por que las olvidase». Además, desde el final de 1821 Beethoven sueña con hacer del lanzamiento de la Missa solemnis una gran operación financiera, y Franz Brentano es el que pone su talento de hombre de negocios al servicio de Beethoven para tratar con los editores, sobre todo con Simrock. Todo ello y el afecto que los Brentano le demuestran fielmente explica que Beethoven les llame «sus únicos amigos» en una carta a Schindler de principios de 1823. No contento con dedicar el opus 109 a Maximiliana, querrá dedicar los opus 110 y 111 a Antonia, y cuando renuncia a ello para no enfadarse con Rodolfo, que exige la dedicatoria del opus 111, dedicará a Antonia en compensación las Variaciones Diabelli, opus 120.

Ludwig van Beethoven
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