3.
LA LIBERTAD Y
EL PROGRESO SON
EL OBJETIVO.
1818-1821
509 / El 19 de mayo de 1818, llegada a Mödling; tomo mi primer baño el 21 de mayo; el 8 de junio de 1818, en Mödling, la nueva criada empieza a trabajar en mi casa.
BEETHOVEN
Con esta nota tan poco apasionante se abre el diario de la estancia en Mödling. De hecho, las dificultades familiares y domésticas se van a duplicar, pero no impedirán ni el retorno de la salud de Beethoven ni el trabajo creador; ésta es la mejor prueba de que no eran la única causa del hundimiento del año anterior y que Beethoven sólo se obsesiona por ellas en la medida en que su estado de salud, por una parte, y las repercusiones de su drama íntimo (amor imposible, oposición social, etc.), por otra, le debilitan y le quitan su voluntad de lucha.
En Mödling la atención de Beethoven se concentra en la situación siguiente: la madre de Karl ha pagado para ver a su hijo a las mujeres que Beethoven ha tomado a su servicio y se ha puesto en contacto con el cura de Mödling, un tal Fröhlich, con el que, como vamos a ver, Beethoven tenía otros motivos para llevarse bastante mal. Beethoven reacciona con energía y le envía a Nanette Streicher una enorme carta, de la que reproducimos largos pasajes, para dar una idea del montón de cartas similares, pero más breves, que hemos dejado de lado.
510 / Os había escrito ya algunos días antes de despedir a mis criados, pero dudaba todavía, hasta el día en que comprendí que sobre todo la mujer D. impedía a Karl confesarme todo: le decía que debía ser indulgente con su madre, y Pepi opinaba igual. Naturalmente, no, querían ser descubiertas, las dos estaban de acuerdo y se dejaban utilizar por la Van Beethoven, que les daba café y azúcar, dinero a Pepi, y sin duda también a la vieja. No hay ninguna duda, incluso han estado en casa de la madre de Karl; decían también a Karl que si yo las despedía irían inmediatamente a casa de su madre […]. La Pepi, que escuchaba a veces lo que yo le decía a Karl, parecía dispuesta a confesar la verdad, pero la vieja le hizo ver su estupidez y le riñó; entonces ella se asustó y quiso llevarme en una dirección falsa. La historia de esta infame traición ha durado alrededor de seis semanas […]. En el caso de la vieja, que en general es la que peor se ha comportado, puede tratarse de envidia, pues se consideraba perjudicada, y, sin embargo, ganaba más de lo que merecía. Su aspecto burlón una vez que Karl me besaba me hizo sospechar de su traición […]. Figuraos que dos días antes de mi llegada aquí Karl fue a ver a su madre a mis espaldas al mediodía, y la vieja lo sabía, lo mismo que Pepi […]. Como no se podía esperar ningún cambio de estas pecadoras empedernidas y como yo esperaba a cada momento una nueva traición, decidí sacrificarme por mi pobre Karl, y ¡largo!, ¡fuera de aquí!, grité como para asustar a todas las criadas habidas y por haber. Podría haber redactado un certificado menos favorable, pero no lo he hecho […]. Desconozco la venganza; cuando me veo obligado a actuar contra otros, no hago contra ellos más que lo indispensablemente necesario para defenderme e impedirles que me sigan haciendo daño […]. Presentía hace tiempo la traición, cuando la noche antes de mi partida recibí una carta anónima cuyo contenido me llenó de espanto; pero no había ninguna prueba. Karl, al que llevé aparte aquella misma noche, no confesó todo en el momento, pues sentía miedo […]. Pero cuando le prometí solemnemente perdonarle todo si decía la verdad, pues una mentira le llevaría a un abismo aún más insondable que en el que ya había caído, todo se aclaró […]. Karl se ha equivocado, pero – una madre, – una madre, – aun una madre mala sigue siendo una madre. Hay que perdonarla, pues, por ello, pero sobre todo tiene que conocer bien la perfidia de su madre. – El cura de aquí sabe que le he descubierto, Karl me lo ha dicho todo. Se puede suponer que no estaba al corriente y que ahora tendrá cuidado. Pero basta por el momento, no hace falta que Karl sea maltratado por él, pues parece bastante brutal. Ahora que la virtud de Karl ha estado a prueba, ya que sin tentación no hay virtud, dejara así las cosas hasta la próxima vez (que creo que no llegará); pero entonces asestaría a este Reverendísimo Eclesiástico tal tunda de puñetazos espirituales, con mi derecho exclusivo de tutela y con todos los privilegios que de él se desprenden, que todo el clero temblaría. –Mi corazón está terriblemente dolorido por esta historia, y me cuesta olvidarla. Ahora hablaremos de nuestra casa, que reclama vuestra ayuda […]. No os invito aquí todavía, pues todo está manga por hombro; sin embargo, no habrá necesidad de conducirme al manicomio. Puedo decir que he sufrido mucho con este asunto en Viena y que me había encerrado en el silencio. […] Me encuentro muy mal y necesitaré pronto una restauración de mi estómago.
Apresuradamente, vuestro amigo,
BEETHOVEN
Mödling, 18 de junio de 1818.
Aproximadamente en el mismo momento escribe a su amigo Vincent Hauschka, que le había encargado componer una obra en nombre de la Sociedad de Amigos de la Música de Viena, en un tono parecido al de las cartas a Zmeskall de veinte años atrás:
511 / Excelente primer miembro de los Enemigos de la música del Estado imperial austriaco:
[Con música]. Estoy dispuesto… estoy dispuesto…, etc., etc. No tengo otra cosa más que un tema espiritual, pero si deseáis uno heroico, eso también me va; solamente que creo que con una mezcla de espiritual estaría más en su lugar con semejante pueblo. [Con música]. ¡A… mén!, etc., etc. […].
Ahora, adiós, querido Hauschka, te deseo que vayas mucho a la sala y que tengas la mejor butaca.
En cuanto a mí, me paseo por aquí con un pedazo de papel, a través de los montes, de las gargantas y de los valles, y emborrono muchas cuartillas para ganarme el pan, pues en este todopoderoso y miserable país de feacios1 me encuentro en el punto en que, si quiero reservarme el tiempo necesario para una gran obra, debo antes ensuciar mucho papel para asegurarme con qué vivir hasta el final de la obra en cuestión. Por lo demás, mi salud ha mejorado mucho, y si vuestro encargo urge, creo que podré complaceros.
[Con música]. Estoy dispuesto… estoy dispuesto… estoy dispuesto… ¡A…mén!
Si creéis necesario cambiar impresiones conmigo, escribidme, y creo que podremos arreglarlo. Mis saludos a la Sociedad enemiga de la música.
Con prisa, vuestro amigo,
BEETHOVEN
Al señor Von Hauschka, primer miembro de la Sociedad de Amigos del Estado austriaco, así como Gran Cruz de la Orden del Violonchelo, etc., etc., etc.
Los borradores de que habla Beethoven son simplemente la monumental Sonata opus 106, que está a punto de nacer. Sobre uno de los cuadernos de apuntes en los que va anotando escribe al margen:
512 / Una pequeña casa aquí, tan pequeña que sólo haya sitio para uno. ¡Solamente unos días en esta divina Brühl! ¡Nostalgia o deseo, liberación o realización!
BEETHOVEN
Pero es verdad que otros proyectos se mezclan en su pensamiento. Y, sin embargo, tiene conciencia del valor de la sonata que está componiendo, por más que la carta a Hauschka no lo haga ver así.
513 / Potter, entrando un día en su antecámara, en Mödling, le oyó improvisar y esperó, naturalmente, sorprendido y embelesado por esta interpretación maravillosa, que a veces producía armonías sorprendentes (o más bien desarmonías, debido a su sordera) y a veces pasajes rápidos y dulces. Al cabo de poco tiempo, Beethoven entreabrió la puerta y miró hacia fuera; al ver a Potter, se quedó un momento parado y dijo: «No me gusta que nadie me escuche» […].
Él acompañaba algunas veces a Beethoven en sus paseos a través de los campos hasta Viena. Beethoven se detenía mucho, miraba a su alrededor y manifestaba el placer que le proporcionaba la naturaleza […].
Un día Potter tuvo la sensación de que el Septimino no era de su agrado; Beethoven le dijo textualmente: «No sabía componer entonces. Ahora creo que ya sé». En esa ocasión, o en otra similar, le dijo: «Ahora estoy escribiendo una cosa mejor», y poco tiempo después apareció la Sonata en si bemol, opus 106.
THAYER
Pronto va a extenderse la noticia de una próxima elevación del archiduque Rodolfo al cardenalato o al arzobispado de Olmütz. Al instante Beethoven piensa en una misa que podría ser interpretada el día de la entronización –los primeros apuntes del Kyrie de la Misa en re mayor aparecen en los cuadernos–. En su diario escribe (después de una frase documental sobre los trogloditas (!) y una primera nota en la que habla de la criada):
514 / Para escribir verdadera música de iglesia, recorrer todas las corales de la iglesia de los frailes, etc., buscar en alguna parte cómo son los versículos en las traducciones más exactas, con la prosodia completa, principalmente en todos los salmos y cantos cristiano-católicos.
BEETHOVEN
No es sólo el lado técnico lo que le detiene en este proyecto de misa. Pues las tres notas que siguen a la precedente, y con las que se termina lo que ha sido copiado del diario en el manuscrito Fischhoff, indican un profundo fervor religioso –en una ortodoxia cristiana sobre la que podrían hacerse importantes reservas– durante su estancia en Mödling.
515 / ¡Sacrifica una vez más todas las pequeñeces de la vida en sociedad a tu Arte! ¡Dios por encima de todo!
Pues la eterna providencia gobierna en su omnisciencia la felicidad y la desgracia de los mortales.
BEETHOVEN
(La última frase es una cita del canto XX de la Odisea)
516 / Pocos días le son concedidos al hombre. Aquel que piensa con crueldad y realiza actos crueles es perseguido durante toda su vida por todos los deseos de desgracia, y cuando muere, su memoria es objeto del oprobio. Pero aquel que piensa con nobleza y realiza actos nobles, de éste su fama merece ser llevada hasta todos los hombres de la tierra, y cada uno de ellos le bendecirá.
Cita del canto XIX de la Odisea, copiada por BEETHOVEN
517 / Quiero abandonarme pacientemente a todas las vicisitudes y colocar mi absoluta confianza únicamente en tu inmutable bondad, ¡oh Dios!, ¡sé mi roca!; ¡oh Dios, sé mi luz, sé eternamente mi seguridad!
Cita de Christian Sturm, copiada por BEETHOVEN
Este Christian Sturm, con uno de cuyos textos terminan los fragmentos conservados del diario de Beethoven, es menos conocido que Homero por el público, pero es uno de los autores más familiares para Beethoven. Había escrito una serie de meditaciones para cada día del año bajo el título Obras de Dios en el reino de la Naturaleza y de la Providencia. Obra más racionalista y sentimental que sobrenatural, entroncada a la vez con la filosofía de las luces y la «profesión de fe del vicario saboyano», fue leída con tanta frecuencia por Beethoven que tuvo que procurarse un segundo ejemplar, que anotó y subrayó tan rápidamente como el primero. Algunas de estas anotaciones marginales demuestran más rebeldía que mansedumbre. En un lugar muy próximo por el sentido al pasaje que Beethoven copia al final del diario, Sturm escribía: «Pongo mi confianza en Dios, que me ha tomado bajo su protección cuando mi infancia me exponía a miles de desgracias» Beethoven:
518 / Ach! ich habe aber zuviel davon! [¡Ah!, ¡pero he tenido demasiado!].
BEETHOVEN
Es sin duda durante esta estancia en Mödling cuando hay que situar esta tentativa que cuenta Schindler, y a la que se ha entregado Beethoven a propósito de la obra de Sturm, en presencia de ese cura, Fröhlich, del que ya sabemos lo que pensaba.
519 / El contenido de este libro, de una redacción clara, ofrecía, según Beethoven, el compendio de conocimientos más necesarios al pueblo. Lo recomendó a la atención del clero durante sus largas temporadas en el campo, e hizo un informe a la cancillería del Gobierno; pero encontró oídos sordos y recordó la respuesta del cura de Mödling a propósito de la instrucción del pueblo: «Nuestros vecindarios hacen lo mismo que los fenómenos del firmamento, ya que saben que el sol, la luna y las estrellas se levantan y se acuestan». Esta forma de entender la instrucción en las clases trabajadoras frenó un poco el celo del célebre propagador, hasta el punto de que, excepto algunos epigramas, no volvió a abrir la boca al respecto.
SCHINDLER
«El célebre propagador» lo podía haber temido; ¿qué acogida esperaba él del Gobierno y del clero –y sabemos hasta qué punto en la Austria de Metternich el Gobierno y el clero eran uno solo, más aún que en la Francia de la Restauración– para la obra de un protestante liberal y reñida con la reforma de Jean-Jacques y de Lessing? Beethoven no estaba ya en olor de santidad ni política ni religiosa, y recuerden que el viejo Haydn, mucho tiempo atrás, le trataba de ateo; el hecho de pedir que semejante obra sea la base de la instrucción popular no podía sino hacer aún más sospechoso a Beethoven. Además, cuando algunos meses más tarde Beethoven acusa al cura Fröhlich de libertino, borracho y sádico ante los tribunales de Viena, Fröhlich le acusará a su vez de pervertir a su sobrino dándole una mala educación religiosa, y naturalmente será al cura al que se creerá; casi hasta la muerte de Beethoven deberá defenderse contra esta acusación, iniciada por la policía (cf. infra, texto núm. 760).
Desde el punto de vista de la estricta ortodoxia, ¿Fröhlich estaba tan equivocado? No es éste el lugar para preguntarnos cuáles eran en lo más íntimo las creencias de Beethoven. Si nos atenernos a los documentos y a los testimonios, hay que decir que la opinión de Schindler le da la razón a Fröhlich; se ha discutido a menudo esta opinión, y de hecho carece de rigor; pero hay que recordar que Schindler se esforzó siempre en escamotear, más que en atenuar, las ideas no conformistas de la vida de Beethoven. Debe haber por ello una parte de sinceridad en lo que dice.
Schindler escribe primero que Beethoven no daba nunca su opinión sobre los dogmas de las diferentes iglesias cristianas, rehusaba hablar de la cuestión religiosa y decía:
520 / La religión y la educación básica son dos cosas cerradas sobre sí mismas [in sich abgeschlossene Dinge], sobre las que no se debe discutir a distancia [weiter disputieren].
BEETHOVEN, según Schindler
Dejemos aquí a los técnicos como únicos jueces del comportamiento de Beethoven respecto a la educación básica, y a los teólogos como únicos jueces del valor doctrinal de la aproximación y del carácter herméticamente cerrado de esta religión.
Schindler añade:
521 / Según mis observaciones, me parecía que sus convicciones religiosas tenían su fuente en el deísmo (siempre que entendamos bajo este vocablo a la religión natural), más que en las creen cias de la Iglesia [Kirchenglaube]. Había copiado, enmarcado y colgado desde hacía muchos años en su lugar de trabajo dos inscripciones que procedían del templo de Isis. [En una siguiente edición, Schindler precisa que se trata del templo de Neith –o Isis– en Saïs2.]
SCHINDLER
No eran dos, sino tres inscripciones en realidad. Son éstas:
522 / Yo soy el que es.
Yo soy todo, el que es, el que era, el que será. Ningún mortal ha levantado mi velo.
Él es único por él mismo, y a este Único le debemos todas las cosas de nuestra existencia.
Copiado por BEETHOVEN
No es necesario ser un gran erudito para medir la distancia entre estas fórmulas panteísticas y la afirmación trascendental del Éxodo: «Yo soy el que soy». (O, si nos atenemos a la traducción tradicional: «Yo soy Aquel que Es».) Pero es más difícil decir en qué medida Beethoven tenía clara conciencia de ser panteísta3. Lo que es seguro es que, de una parte, hemos podido ya constatar que las fuentes religiosas donde bebe Beethoven en sus lecturas son de lo más variadas, y que sólo están ausentes los textos católicos. Y es, por otra parte, en el mismo momento en que empieza a escribir la Misa en re mayor cuando Beethoven concibe otro proyecto musical, de carácter religioso claramente sincretista: una sinfonía nueva, de la que anota la idea sobre una hoja de borrador fechada por Nottebohm en la segunda mitad de 1818.
523 / Adagio -Cántico. Canto religioso para una Sinfonía en los antiguos modos. – Señor Dios, te alabamos, – ¡Aleluya!, – sea de una forma independiente, sea como introducción a una fuga. Esta sinfonía se podría caracterizar por la entrada de las voces al final, o ya en el adagio. Los violines de la orquesta, etc., se multiplicarán para los últimos movimientos; las voces deben entrar una a una. O bien repetir de alguna forma el adagio en los últimos movimientos. En el adagio el texto será un mito griego, un cántico eclesiástico. En el allegro, una fiesta a Baco.
BEETHOVEN
La Novena Sinfonía se inspirará más tarde en este proyecto. Por el momento está sobre todo ocupado en el trabajo de la Sonata opus 106. Acaba de recibir de Inglaterra un magnífico piano Broadwood, sin duda aquel sobre el que Potter le oyó improvisar, y recobra toda su vitalidad. En el mes de septiembre afirmará en una carta que su salud nunca ha sido mejor que ahora y que hasta sus oídos mejoran. De nuevo puede dar sin ningún peligro los paseos que tanto necesita. Schindler, una vez, le ve en Mödling regresar muy tarde por la noche, «sus ropas mojadas, sin sombrero, los cabellos calados por la lluvia; no se había dado cuenta de que había estado paseando bajo una tormenta durante horas». Recordemos una vez más que el hombre que compone el enorme opus 106 y que va a empezar la Misa en re no es un «viejo» o un «anciano», como Romain Rolland y otros le llaman en este momento de su vida; no tiene aún cuarenta y ocho años. Y a la vez que las fuerzas físicas, a la vez que el impulso creador, tiene otras aspiraciones, si, como parece, es cierta la fecha de 1818 de la hoja que Schindler ha reproducido en facsímil en su biografía4:
524 / Sólo el amor, sí, sólo el amor puede darte una vida más feliz.
– ¡Oh Dios!, ¡déjame encontrar al fin a la que me volverá fuerte en la virtud, aquella a la que me será permitido que pueda ser mía!
Baden, 17 de julio, cuando M. pasó en coche y, por lo que me parece, me miró.
BEETHOVEN
La inicial es difícil de leer. Probablemente M., pero puede ser también R. o K. ¿De quién se trata? Schindler es tajante. Afirma, después de haber reproducido la hoja:
525 / Por resignado que estuviera Beethoven, no renunciaba sin embargo, del todo a la felicidad conyugal, como se verá por la carta [sic] siguiente […]. El objeto de este amor tardío de Beethoven era perfectamente conocido por el autor de este libro. Existen aún en mi poder dos cartas de M.[aría] L.[eopoldina] P.[achler], casada más tarde en Gratz; fueron dirigidas a Beethoven en 1825 ó 1826. Esta mujer era tan bonita como inteligente. Beethoven sintió por ella durante muchos años una gran inclinación, y ella no lo ignoraba. – La confesión que hizo en septiembre de 1816 a Giannatasio del Rio sólo puede referirse a ella.
SCHINDLER
¡Por una vez es bien preciso! Pero esto no se tiene de pie. Y Faust [sic] Pachler, el hijo de María, hará bien en derribar la tesis de Schindler. Beethoven no pudo hablarle de María Pachler a Del Rio en septiembre de 1816, porque no la conoció hasta el verano de 1817, y no podía soñar en casarse con ella en 1817 ó 1818, puesto que estaba casada desde mayo de 1816. Decididamente, cuando Schindler habla de los amores de Beethoven se equivoca con tanta torpeza y siempre con tanto aplomo que acabamos por preguntarnos si se equivoca de verdad o sólo pretende engañarnos.
Dicho esto, no es imposible del todo que Beethoven sintiera aún por María la ternura que demuestra su carta de 1817. Y no se puede en absoluto excluir que María Pachler fuera la designada por la inicial de la nota precedente si esta nota hubiera sido de 1817 o si María hubiera estado en Baden en 1818. Pero esto no tendría gran importancia.
Pues, si comprendemos bien, la «M» o la «R» de la nota del 27 de julio no es más que el despertar de la nostalgia y del deseo. Ha habido ciertamente entre ella y Beethoven, o sólo por parte de Beethoven, algo parecido al amor, una atracción o una pasión. Su reencuentro vuelve a abrir una herida, reaviva una aspiración; parece mejor, más lógico, dirigirse hacia una desconocida que Beethoven quería encontrar. La amada inmortal de 1812, la amada lejana de 1816, todo esto pertenece al pasado. Es al matrimonio a lo que aspira Beethoven en 1818, y se podría comparar esta nota con la carta a Gleichenstein de la primavera de 1809, si nueve dolorosos años no separasen los dos textos y si la oración del hombre de cuarenta y siete años no tuviese un acento infinitamente más serio y más trágico que las bromas del hombre de treinta y ocho años.
Este Beethoven del verano de 1818 es del que August von Kloeber hizo su retrato, y nos lo describe así:
526 / Beethoven tenía siempre aspecto serio; sus ojos muy vivos eran a veces soñadores, con la mirada un poco triste dirigida hacia lo alto, que he intentado reproducir en el retrato. Sus labios estaban cerrados; pero el trazo alrededor de su boca no era hosco […]. Sus ojos, gris azulado, tenían una extrema vivacidad. Cuando su cabellera se agitaba violentamente tenía algo de osiánico y de «demoniaco» […]. Cuando Beethoven vio el retrato me indicó que el arreglo del cabello le gustaba mucho así, ya que los otros pintores le habían representado muy atildado, como si tuviera que presentarse en la corte –decía–, y él no era así en absoluto.
KLOEBER
527 / Durante mis paseos en Mödling encontré muchas veces a Beethoven, y era muy curioso verle con su papel de música y un lápiz en la mano, parándose de vez en cuando como si escuchase, mirando hacia arriba, hacia abajo, y después escribiendo algu nas notas en el papel. [Me habían advertido] que no le abordase nunca ni me fijara en él si le encontraba, pues se mostraría molesto, e incluso desagradable. Una vez que me paseaba por el bosque le vi frente a mí, al otro lado del camino que nos separaba, trepando hacia lo alto, su sombrero de fieltro gris de anchas alas apretado bajo su brazo; al llegar arriba se tendió todo lo largo que era bajo un pino, y se quedó mirando al cielo.
KLOEBER
528 / Hablaba de buena gana de la vanidad arrogante y del gusto corrompido de la aristocracia vienesa, de la que nunca tenía nada bueno que decir, pues consideraba que no le trataban realmente con el respeto que le debían y que no le comprendían lo suficiente.
KLOEBER
En otoño Beethoven regresa a Viena, y su curación parece definitiva. Las notas a Zmeskall y a Nanette Streicher desaparecen, y en lo sucesivo Schindler se va a convertir cada vez más en el factótum indispensable. En este aspecto se impone a Beethoven, pero el desgraciado tiene también la pretensión de ser un alumno modelo y de eclipsar a Ries y a Czerny, y Beethoven no lo toma demasiado en serio hasta el día en que se enfada.
529 / Es éste el momento de unir a estos comunicados mis propios recuerdos, sobre todo los que datan de 1818 a 1821. Entonces Beethoven me trataba en broma, como aficionado frívolo o un poco superficial; o bien me llamaba «Señor Sin Fundamento» [Herr Ungrund]; algunas veces me interrumpía en medio de una sonata para ponerse en mi lugar y volverla a tocar, entera o en parte. Esta manera de enseñar, interpretando él mismo el fragmento, tenía un gran encanto y reunía todas las condiciones de una excelente lección. Pero esto llegaba a veces precedido de alguna tormenta. El maestro gruñía fácilmente y no trataba con miramientos a nadie.
SCHINDLER
Llegaba a suceder que la frívola pedantería de Schindler se asustaba de las audiencias del «maestro». Y el «maestro» le respondía:
530 / No están todavía trazados los límites que se opondrían al talento y al trabajo, proclamando: ¡hasta aquí y no más lejos!
BEETHOVEN, según Schindler
Pero en este final del año 1818, cuando toda la vida de Beethoven renace, cuando la Sonata opus 106 está casi terminada, cuando el Kyrie de la Misa está en el buen camino, Schindler no es más que un pequeño contratiempo. Es Karl el que trae una nueva catástrofe. El 3 de diciembre este muchacho de doce años, que empieza a no saber dónde está, se escapa de casa de su tío y corre donde su madre. Beethoven le hace regresar con la policía y va a desahogarse a casa de Giannatasio.
531 / Jamás en la vida olvidaré el momento en que vino y nos dijo que Karl se había marchado, que había huido con su madre, y nos enseñó la carta que probaba su bajeza. Era angustioso ver a este hombre sufrir, e incluso llorar.
Gritaba llorando: «¡Tiene miedo de mí!». Decía que su corazón había latido tan fuerte toda la noche que se podía oír.
Diario de FANNY G. DEL RIO
Karl es recuperado y devuelto al Instituto Del Rio por algunas semanas. Pero los disgustos no habían hecho más que empezar. La «reina de la noche», tomando como pretexto la fuga de su hijo, intenta un nuevo proceso contra Beethoven, fundado en gran parte en las acusaciones del cura de Mödling. Hasta entonces, el asunto había sido llevado ante el tribunal de la nobleza, y Beethoven, instado a demostrar sus títulos de nobleza, habría contestado –según Schindler–, señalando su cabeza y su corazón: «Mi nobleza está aquí y aquí». No es seguro que las cosas sucedieran así; pero sí sabemos que el tribunal de la nobleza, juzgando que el «van» flamenco no es una partícula nobiliaria como el «von» alemán, devuelve el expediente ante el tribunal civil de la municipalidad de Viena. Hay que pleitear de nuevo, y Beethoven está durante muchos días enfermo de furor y de pena.
Durante todo el año 1819 el proceso continúa, con numerosos cambios. Sucesiva nominación de dos protutores, paseos impuestos a Karl, al que Beethoven saca muy pronto de casa de Giannatasio, con el pretexto de que la habitación del muchacho era muy fría; intenta llevarlo a su casa, pero se ve obligado a ingresarlo en la Institución Blöchlinger. Compatriota, alumno y amigo de Pestalozzi, Blöchlinger era un excelente pedagogo; durante cuatro años tendrá a Karl con él y se esforzará en equilibrarlo y sanearlo; a la vez será un verdadero amigo para Beethoven.
Sin embargo, el proceso sigue su curso. La madre de Karl ha obtenido algunos derechos; Beethoven contraataca; intenta conseguir el apoyo del archiduque Rodolfo; el 4 de noviembre de 1819 es desestimada su demanda de tutela exclusiva; recurre a los consejos del doctor Bach, su abogado5, y del periodista Bernard, su amigo6. El 8 de abril de 1820 obtiene al fin satisfacción: la tutela se comparte, según su demanda, entre él y uno de sus amigos, Peters, consejero del príncipe Lobkowitz7. El 24 de julio de 1820, la notificación oficial del juicio se comunica a la «viuda». Los procesos habían terminado.
Éste es el telón de fondo, hecho de agitación interior, angustia, cólera, humillación, de torpes solicitudes, sobre el que se desarrolla la vida de Beethoven en 1819. Lo admirable será que, al margen de breves recaídas, nunca volverá a descender tan bajo como en 1817.
1819
Durante los meses de diciembre y enero todo trabajo de composición musical queda prácticamente suspendido. No obstante, algunas señales anuncian un renovado interés del público por su obra: el 17 de enero dirige un concierto, donde figuran la obertura Prometeo y la Séptima Sinfonía. Pero sus preocupaciones van más lejos: al proceso. Prepara una memoria para la municipalidad de Viena; sin duda, es pocos días antes cuando le escribe a un desconocido destinatario:
532 / […] No soy tutor por un interés cualquiera, pero quiero, por mi sobrino, fundar un nuevo monumento a mi nombre. No tengo necesidad de mi sobrino, pero él sí me necesita a mí. Las habladurías, las calumnias, están por debajo de la dignidad de un hombre que se sabe superior; podría ser muy susceptible, pero el justo también debe poder sufrir la injusticia sin alejarse en nada de la justicia. Con este espíritu soportaré cada prueba y nada me hará vacilar. Se expondrían a una gran responsabilidad queriendo quitarme del todo a mi sobrino. Esto acarrearía a Karl penosas consecuencias morales, e incluso políticas [!?]. Confío en vuestro buen corazón. Mis hechos deben recomendarme a mí mismo, no por mí, sino por él […].
BEETHOVEN
La muy larga memoria a la municipalidad de Viena, fechada el 1 de febrero de 1819, tiene un tono más majestuoso y más conformista aún. ¡Es todavía más difícil encontrar al verdadero Beethoven en este informe lleno de moral biempensante, que es auténtico de él, que distinguir cuál es su pensamiento y cuáles son las acotaciones de Bettina! Y, sin embargo, aquí y allá encontramos el sonido de su voz y de su pensamiento.
533 / […] A esto se añade también la enseñanza especial del francés, del dibujo, de la música; ¡así no solamente está ocupado todo el día de una manera útil y agradable, sino que está bajo vigilancia constante y tan necesaria! Además, he encontrado un sacerdote que le enseña especialmente sus deberes de hombre y de cristiano, pues sólo sobre esta base se pueden educar los verdaderos hombres. Más tarde, hacia el verano, aprenderá también un poco de griego. Pueden ver que no reparo en gastos para alcanzar este objetivo tan hermoso, el de dar al Estado un ciudadano útil y honesto […].
Cada hombre que no vaya a ser un obrero debe ser lo que quiera, debe tener al menos cinco o seis clases, y durante este tiempo se puede apreciar a qué le destinan sus inclinaciones y sus facultades […].
No he emprendido jamás una acción más bienhechora y más grande que tomar a mi sobrino conmigo, cuidando a la vez de su educación; si, según Plutarco, un Filipo no ha sido considerado indigno de dirigir él mismo la educación de su hijo Alejandro y darle por maestro al gran Aristóteles, porque no encontraba apropiados a los maestros vulgares […], ¿por qué otros no podrían seguir tan hermosos y sublimes ejemplos? […].
Declaro que me creo capacitado más que nadie para alumbrar en mi sobrino, con mi propio ejemplo, el amor y la práctica de la virtud: los pensionados e instituciones no ejercen suficiente vigilancia sobre él […].
Hay tantas acusaciones deshonrosas contra mí y proceden de tales personas que es preferible no responder. Porque mi condición moral no sólo ha sido reconocida ya de una forma general y pública; también algunos excelentes autores, como Weissenbach y otros, lo juzgan digno de ser tomado por ellos como tema de disertación, y sólo la parcialidad puede imputarme algún hecho vil; a pesar de todo, juzgo necesario aclarar algunas cosas pendientes […].
Además, no he pensado nunca más que en la salud de su alma, es decir, en sustraerle de la influencia de su madre; los bienes de fortuna se adquieren, pero hay que inculcar temprano la moral, especialmente cuando un niño ha tenido la desgracia de tener una madre semejante; incluso ha vivido muchos años bajo su tutela, y ha sido apartado del camino recto hasta el punto de colaborar con su madre para engañar a su padre; y, sin, embargo, él será mi heredero […].
Se debe considerar también que ningún conde o barón se avergonzaría de este centro de educación; incluso hay nobles que no pueden permitirse este gasto […]8.
Quiero demostrar que nadie que actúe bien y con nobleza puede soportar los malos tratos; que jamás debe perder de vista el noble objetivo que se ha propuesto; he jurado mantener todo lo que sea mejor para él hasta el fin de mi vida, y aunque no lo hubiera hecho, no se puede esperar de mi carácter y de mis sentimientos algo que no sea lo más ventajoso para mi sobrino en todos los sentidos.
Ahora debería hablar de las intrigas… de un cura de Mödling, el cual, despreciado por su comunidad, tiene fama de tener un comercio prohibido; hace acostar a su escolares sobre un banco, de una manera soldadesca, para castigarles, y no ha podido perdonarme que no haya querido tolerar –porque lo he visto– que tratase a mi sobrino bestialmente, a puñetazos. ¿Era mi deber hacerlo?; no, las relaciones de este hombre con la señora Van Beethoven son una prueba concluyente […].
LUDWIG VAN BEETHOVEN,
tutor de mi sobrino Karl von Beethoven
A pesar de todas las inquietudes del proceso y de la tutela, Beethoven pone punto final a la Sonata opus 106. Inmediatamente se preocupa de hacerla editar en varios países, y ello da ocasión a una nueva serie de cartas a Ries:
534 / Viena, 30 de abril9 [¿marzo?] de 1819.
Mi querido Ries, es ahora solamente cuando puedo responder a vuestra última carta del 18 de diciembre. Vuestro interés me hace mucho bien. Por el momento me es imposible ir a Londres, atado como estoy por tantos obstáculos; pero Dios me ayudará para ir seguramente el próximo invierno; llevaré también las nuevas sinfonías […]. Recibiréis pronto el quinteto [opus 104] y la sonata […]. En la próxima ocasión os enviaré también mi retrato, pues me he enterado de que lo deseáis.
Adiós, queredme siempre. – Vuestro amigo,
BEETHOVEN
¡Todo lo que podáis encontrar de amable para vuestra gentil esposa!
¡De mi parte!10
535 / [19 de abril]. – La sonata ha sido escrita en circunstancias apremiantes. En efecto, es duro escribir casi para ganarme el pan: me he visto obligado a ello. – Respecto al viaje a Londres, nos escribiremos todavía. Sería ciertamente para mí el único medio de salvación, el único modo de salir de esta posición de miseria y de opresión en la que no me encuentro bien, y, por tanto, no puedo hacer todo lo que podría realizar en otras condiciones mejores.
BEETHOVEN
536 / [25 de mayo] […] He estado durante este tiempo lleno de problemas, como no lo he estado en mi vida, y esto por haber hecho favores a otros hombres […]. No olvidéis el quinteto, la sonata y el dinero; quiero decir los honorarios, avec ou sans honneur [en francés].
BEETHOVEN
El diario de Beethoven, o al menos lo que nos ha sido conservado por el manuscrito Fischhoff, se detiene en el verano de 1818, pero a partir de 1819, en el mes de marzo y con lagunas considerables, nuevos documentos nos informan sobre la vida cotidiana de Beethoven: son los Cuadernos de Conversación. La sordera de Beethoven ha llegado a ser total11, a pesar de la precaria mejoría que había notado en septiembre de 1818, y no le permite comprender más que a algunos escasos interlocutores, que vocalizan mejor o cuyo timbre de voz está afortunadamente acorde con sus oídos: el archiduque Rodolfo o Tobias Haslinger, entre otros. A todos los demás, Beethoven se resigna a tenderles el papel que le permitirá entenderse con sus semejantes. Es fácil adivinar lo valiosos que son estos cuadernos. Y estamos casi tentados de pensar que la enfermedad de Beethoven nos ha proporcionado al menos esta gran ventaja; ¿de cuántos grandes hombres podemos conocer tan bien el entorno, los temas de conversación, con una autenticidad más rigurosa que la del fiel proceso verbal? Sin embargo, antes de recurrir a estos Cuadernos de Conversación para el final de la vida de Beethoven queremos aportar dos restricciones a las conclusiones que se pueden extraer.
La primera de estas dos restricciones es que no es –salvo en raras ocasiones– más que la voz de los interlocutores la que se deja oír. Lo más interesante, lo que Beethoven decía, lo ignoramos, pues, ¡ay!, sus amigos no eran sordos y no necesitaban que se les escribiera. Esto transforma la lectura de los cuadernos en un verdadero suplicio de Tántalo.
Según la expresión del señor J.-G. Prod’homme, «se parecen bastante a una conversación telefónica, de la que sólo oímos una voz» –y siempre la voz que menos nos interesa–. Nos vemos reducidos a suponer las preguntas, los acuerdos o los desacuerdos del otro, según lo que tenemos; además, no se sabe nunca si ciertas conversaciones continúan o si bien Beethoven ha hablado entre dos frases. Hay, pues, que ser muy prudentes en la utilización de estos textos.
No obstante, esto no suprime de ningún modo su valor. Pero aquí interviene la segunda restricción: no tenemos más que un tercio de los cuadernos, y las circunstancias de su desaparición son lo bastante interesantes como para ser contadas aquí, excusándonos por esta digresión interminable12.
Al día siguiente de la muerte de Beethoven, Breuning devolvía a Schindler cuatrocientos Cuadernos de Conversación. Schindler, «el amigo de Beethoven»; Schindler, el fiel entre los fieles, el honesto perro guardián que velaba por la memoria de Beethoven, vendió estos Cuadernos en 1846 a la Biblioteca Real de Berlín, y a propósito de esto escribía a S. W. Dehn, conservador de la Biblioteca de Berlín:
537 / El mismo Beethoven deseaba que sus cuadernos originales, como la mayor parte de su herencia espiritual, fuesen depositados indivis en una biblioteca pública para que sean accesibles a todos.
SCHINDLER
Pero los Cuadernos que Schindler entregó a la Biblioteca de Berlín eran ciento treinta y seis. Es decir, un tercio solamente de los cuatrocientos que Breuning le había enviado. Schindler habría dicho ya antes a Thayer que, poco a poco, se había desembarazado de una parte de los Cuadernos, que le molestaban por su volumen, debido a sus frecuentes cambios de domicilio, pero que naturalmente sólo había destruido los Cuadernos menos interesantes. Nos estremecemos al pensar que Anton Schindler se haya arrogado el derecho de juzgar el valor y el interés de los textos beethovenianos. Pero hay algo peor. En una carta del 10 de marzo de 1846 a Dehn, Schindler dice de pasada que ha sustraído a la venta ciertos Cuadernos, sobre todo dos volúmenes de conversaciones de Beethoven con Karl Holz13. Dehn protesta, reclama los Cuadernos, en ejecución del contrato; Schindler, que no recuerda haber hablado de esto, niega su existencia. Dehn recuerda a Schindler los propios términos de su carta; Schindler, puesto contra la pared, es terminante: declara que acaba de buscarlos entre sus papeles y que, ante su profundo estupor, no los ha encontrado. Pero además:
538 / Había dos libros cuyo contenido sobrepasaba con creces todo lo que había sido escrito por este hombre [Holz]. Se encontraron los ataques más groseros y más desenfrenados contra el emperador; lo mismo que contra el príncipe imperial –ahora emperador– y contra otras altas personalidades de la casa imperial. Éste era, desgraciadamente, un tema en el que Beethoven se complacía. Ya que Beethoven estaba en su conversación en rebeldía constante contra las autoridades superiores, contra las leyes y las ordenanzas. Pero era muy raro que encontrase a su alrededor un simpatizante que se prestase a este juego. Holz fue para él un interlocutor con el que coincidía completamente y que le aportó sobre estos temas una extraordinaria colaboración.
Estos dos libros de conversación, por respeto a la memoria de Beethoven, los he dado siempre de lado, y nunca los he incluido [en el contrato de venta]: ¡pues qué mal uso podría haberse hecho si hubiesen caído en manos imprudentes!
Estoy convencido de que Su Excelencia, si los hubiera leído, habría ordenado que fueran quemados, a fin de que la Biblioteca Real no fuese lugar de depósito donde se conservasen estos ataques desenfrenados contra las autoridades supremas.
Carta de SCHINDLER a Dehn
Dehn no insistió, pues debía de estar tan seguro como lo estamos nosotros de que Schindler había destruido los textos. Pero sí se le antojó, con la carta de Schindler en la mano, releer la biografía de Beethoven por el mismo Schindler, y debió de encontrar por lo menos un «gazapo», pues se puede leer aquí, justamente a propósito de las opiniones políticas de Beethoven:
539 / El maestro tenía mucha prudencia para disimular sus íntimos pensamientos ante los extraños. Además, éstos eran poco comprensibles para aquellos que no poseían conocimientos especiales para captarlos y que no estaban al corriente de su manera de pensar. Beethoven tenía mucho cuidado con su lenguaje [el subrayado es nuestro]; conocía perfectamente la historia de todos los pueblos, principalmente los de la antigüedad, etc.
SCHINDLER
Pero cuando se consultan los Cuadernos de Conversación, o mejor dicho, lo que ha dejado Schindler (y hay muchos pasajes, a veces largos, casi ilegibles por culpa de minuciosas tachaduras, cuando la conversación se refiere al tema político), se tiene la impresión de que es Grillparzer quien tiene razón al decir:
540 / Aquí se habla sin ningún cuidado, se maldice o se injuria sin miramientos a los amos del poder, y también a sus ejecutores: no se tiene miedo de las groserías, del cinismo ni de las ofensas.
GRILLPARZER
En lo que queda de los Cuadernos ningún tema ocupa un lugar tan importante como la política –la música aparte–, y no nos asombran, después de haber leído todas las alusiones que hace Beethoven en sus cartas, todas las palabras suyas que han referido sus visitantes. Lo que no es nuevo es constatar que todos los habituales que Beethoven admite en su círculo íntimo en los años 1819 y siguientes: Oliva, el periodista Bernard, el pedagogo Blöchlinger, el abogado Bach, el consejero Peters, el músico Kanne14, etc., están todos de acuerdo en sus convicciones de izquierda. Todos están contra Metternich, contra la Santa Alianza, contra los Borbones, contra el régimen político, la policía, la censura, el clero, la aristocracia, los bancos…, y a favor del sufragio universal, la libertad de opinión, la libertad de expresión y el régimen parlamentario, y casi todos están a favor del régimen republicano. En la Viena de 1819 estas reuniones eran bastante escasas para ser notadas. «Dime con quién andas…».
La segunda observación que los Cuadernos nos invitan a hacer es que ningún indicio deja suponer una revolución, ni siquiera un de sacuerdo de Beethoven, en la medida en que su papel de mudo nos permite entenderlo, sobre el conjunto de las conversaciones políticas mantenidas. Sobre otros temas, incluso sobre el intento de una rehabilitación de Napoleón, el interlocutor o bien pide a Beethoven que se calme o bien deja entrever una divergencia de opinión, o bien se apresura él mismo a corregir sus palabras; aquí no hay nada de eso; estamos entre personas que no necesitan largas puestas a punto para comprenderse casi con medias palabras.
La tercera constatación que debemos hacer es que Beethoven no aparece jamás como el pensador o el artista distraído «metido en política», según la expresión consagrada, o el idealista enamorado de los pensadores antiguos y convertido en republicano porque ha leído a Platón y a Plutarco, o más simplemente, el hombre influenciado por su entorno. Al contrario, tanto en política como en arte, es a él al que sus amigos consideran como el animador del grupo. Se alaba su clarividencia y su información. Y para halagarle se le dice que es «un Talleyrand». O bien, cuando se ha expresado con un vigor especial, «un revolucionario, un carbonario». En marzo de 1820 le auguran: «Terminaréis en el cadalso».
El 23 de marzo de 1819, el estudiante Karl Sand apuñalaba a Kotzebue, agente de la política reaccionaria en Alemania y espía del zar Alejandro. La efervescencia era grande; las reuniones de estudiantes, agitadas. A finales del mes de abril, una conversación de Bernard se refiere a ello:
541 / –En Berlín se ha fundado ahora una liga no secreta en favor de la verdad y del derecho, como el Tugendbund secreto15. –
–El discurso del estudiante Riemann ha sido muy notable. –
–Son los únicos en ignorar lo que pasa o qué espíritu se agita ahora en las masas. –
–Hay ahora treinta y ocho señores soberanos en Alemania. –
–Con los diputados no se puede bromear, son la fuerza espiritual del pueblo. –
–De aquí a cincuenta años, en todas partes se habrán constituido repúblicas. –
–Hasta a los franceses, que son más prácticos, y a los ingleses, más especulativos que los alemanes. A los alemanes sólo les falta la unidad para estar por encima.
BERNARD
Un poco más lejos es el doctor Bach quien escribe:
542 / ¡Si la nobleza ya no tiene dinero, está acabada! – El emperador puede sanear de nuevo su moneda, pero ha arruinado la moral de sus súbditos.
BACH
Entre las conversaciones Beethoven escribe algunas direcciones, libros que hay que comprar (una tragedia de Grillparzer, ¡un libro sobre las enfermedades venéreas!, sermones de Zacharias Werner), un tratamiento eléctrico contra la sordera, y a veces reflexiones como ésta, que parece referirse al proceso de tutela:
543 / El poder, que es uno, lo puede todo contra la mayoría, que carece de él.
BEETHOVEN
Se habla también del oratorio sobre La victoria de la Cruz. Bernard, que no siente ningún entusiasmo por el tema, invoca siempre sus ocupaciones de periodista para no entregar el libreto; lo dará finalmente en 1823, y Beethoven ya no demuestra ningún entusiasmo por ponerle música.
Pero se habla sobre todo de la Misa en re mayor, y si la actividad musical de Beethoven ha sido escasa durante el invierno, va a intensificarse en primavera con su salida para el campo. Sobre su cuaderno escribe:
544 / ¡Llego a Mödling el 12 de mayo! Miser et pauper sum.
BEETHOVEN
Pero no es el problema económico el que predomina. En los meses de verano, que pasa por entero en Mödling, como el verano anterior y como el siguiente, es cuando termina el Kyrie, compone el Gloria y esboza el Credo, y trabaja en un verdadero estado de ansiedad. Si hay que ver en ello un estado casi místico más que un estado de creación artística, el hecho queda ahí.
545 / Desde el principio de este nuevo trabajo16 todo el ser de Beethoven pareció transformarse, lo que observaron sobre todo sus viejos amigos. Cuando recuerdo los acontecimientos del año 1819, sobre todo cuando trabajaba en Mödling en el Credo de su Misa, y cuando pienso en la exaltación de su espíritu, debo reconocer que jamás, antes o después de esta época, le vi en un estado parecido de total absorción […]. ¡Con la cara sudorosa golpeaba los tiempos, medida por medida, con las manos y los pies antes de escribir las notas! Sus vecinos se quejaban de que no les dejaba descansar día y noche con sus pataleos y sus golpes. El propietario le puso en la calle.
Todos, por todas partes, le miraban como un loco, y verdaderamente parecía un poseído […].
A finales de agosto llegué a casa del maestro en Mödling en compañía de Johann Horzalka, el músico que vivía ahora en Viena. Eran las cuatro de la tarde. A nuestra llegada nos enteramos de que las dos sirvientas de Beethoven le habían dejado aquella misma mañana. Poco después de medianoche una violenta escena había conmocionado la casa. De tanto esperar, las dos criadas se habían dormido y los platos ya no eran comestibles. – En la habitación vecina, con las puertas cerradas, oímos al maestro cantar, gritar y seguir el ritmo de su Credo. Escuchamos durante mucho tiempo esos ruidos espantosos, y estábamos casi a punto de marcharnos cuando la puerta se abrió y Beethoven apareció furioso y feroz. Tenía aspecto angustiado, como si acabase de salir de una lucha a muerte contra una legión de sus enemigos de siempre, los contrapuntistas. Sus primeras palabras fueron incoherentes, como si el hecho de que le hubiéramos escuchado le hubiese sorprendido desagradablemente. Pronto nos habló de los recientes incidentes, y dijo con tono muy tranquilo: «¡Una bonita casa!…, se han marchado todos, y no he comido nada desde ayer». Intenté calmarle y le ayudé a vestirse; durante este rato mi acompañante corrió al restaurante para que preparasen comida para el maestro, hambriento. Éste se extendió en lamentos sobre su hogar. Pero la situación era muy confusa. No, jamás una obra maestra semejante a la Missa solemnis ha nacido en circunstancias tan desfavorables.
SCHINDLER
De vez en cuando sucede que Beethoven regresa a la tierra; algunas veces es para interesar al archiduque en su proceso, otras veces para hablarle de su propio trabajo, con sorprendentes puntos de vista:
546 / Mödling, 15 de julio de 1819.
Desde que he querido ir a la ciudad la última vez para presentar mis respetos a Vuestra Alteza Imperial me siento muy mal […], mis continuas contrariedades en el asunto de mi sobrino son el principal motivo […]. Persiste siempre esta confusión sin fin, ¡y ninguna ayuda, ningún consuelo! ¡Todo lo que he realizado se ha venido abajo con un soplo de viento! […].
BEETHOVEN
547 / Mödling, 29 de julio de 1819.
He recibido con pesar la noticia de una segunda indisposición de V. A. I.; pero no habiendo tenido más noticias, me he tranquilizado mucho17. He estado en Viena para buscar en la biblioteca de V. A. I. lo que más me interesa18. El pensamiento principal es alcanzar rápidamente el fin, uniendo a ello la mejor forma artística, pero bajo la reserva de los derechos excepcionales que confieren las exigencias o las voluntades de realización práctica19. En esto los antiguos nos sirven doblemente, ya que la mayoría dejó verdaderas obras de arte. – Sin embargo, entre ellos sólo Haendel, el alemán, y Sebastian Bach tuvieron verdadero genio. – Pero en el mundo del arte, como en toda la creación, la libertad y el progreso son el objetivo. Y si nosotros, los modernos, todavía no hemos alcanzado la solidez de nuestros antepasados, a pesar del progreso de nuestra conciencia [más exactamente: el refinamiento de nuestras costumbres: Verfeinerung unserer Sitten], ha ensanchado de muchas maneras [¿nuestra perspectiva?, ¿nuestro arte?, auch manches erweitert…]. – No se debe tachar de estrechez de espíritu a mi augusto discípulo musical, pronto mi rival para los laureles y la gloria, – et iterum venturus judicare vivos et mortuos […].
BEETHOVEN
548 / Mödling, 31 de agosto de 1819.
[…] Espero que yo mismo estaré mejor pronto. Tantos males han obrado tan desfavorablemente sobre mi salud que no me siento bien del todo, pues desde hace una temporada necesito tomar medicinas, y así no puedo dedicar más que algunas horas por día al más caro presente del cielo, a mi arte, y a las Musas. Espero, sin embargo, llegar al final de la Misa, con el fin de que pueda ser ejecutada el 1920, si la he terminado para ese día…21.
BEETHOVEN
En otoño Beethoven regresa a Viena, y los Cuadernos de Con versación, muchos durante el verano, nos hacen asistir de nuevo, a partir del mes de noviembre, a las discusiones sobre el proceso de tutela, a las promesas miríficas y nunca cumplidas de Bernard sobre el libreto del oratorio, a las preguntas de los amigos sobre la fecha de la conclusión de la Misa. Un día el consejero Peters invita a Beethoven y a Bernard al restaurante; la atmósfera parece bastante rabelaisiana.
549 / BERNARD.–Peters nos ha festejado bien hoy. Cuando nos volvamos a reunir, nos obsequiaréis con ostras.
PETERS.–El vino es demasiado fuerte […]. Deberíamos tomar una ración de ostras en Trieste y en Venecia.
BERNARD.–Respetad a las mujeres. – Un día el actor Rohr dio un almuerzo, que duró desde la una de la tarde hasta medianoche. Cuando se levantaron de la mesa, su suegro, el actor Koch, dijo: «Lástima que esto no dure tres semanas». Poco más o menos es lo que nos ocurre a nosotros ahora […]. El vino de San Jorge tiene demasiado fuego. Nosotros mismos tenemos demasiado fuego. – Pagaremos mañana. – No paguemos nada. – Vayamos a beber vino de Hungría. Ya pagaremos mañana22.
Otras conversaciones nos muestran a los amigos preocupados por la celebridad de Beethoven y la difusión de su música. Se proyectan conciertos. El pianista Joseph Czerny (no confundir con su homónimo Karl) es presentado a Beethoven, y le dará noticias de Zmeskall, cada vez más inmovilizado por la enfermedad, y que se hace tocar muchas veces seguidas la Sonata opus 106, excluyendo toda otra música. Bernard cuenta las manifestaciones que han tenido lugar en Bremen, con motivo del cumpleaños de Beethoven, el 17 de diciembre.
550 / En Bremen sois un dios. Anteayer, en el Bremen Zeitung, preguntaban por qué los periódicos de aquí estaban absolutamente mudos […]. – ¿No habéis recibido nada de Bremen? Vuestro aniversario se ha celebrado en Bremen con gran solemnidad, y en el periódico de allí hay un gran artículo sobre esto. Se os han enviado poemas y otras cosas del día.
BERNARD
Por la misma fecha surge por primera vez un rumor absurdo, del que se volverá a hablar con frecuencia enseguida.
551 / He preguntado a Bernard si no había rectificado todavía en el Conversations-Lexicon que seáis el hijo natural del gran Federico. – El señor Von Janistschek dijo que queréis tanto a Federico el Grande porque es vuestro padre. – Tales cosas deben ser corregidas, pues no tenéis ninguna necesidad de pedir prestado su esplendor a un rey; en este caso, sería al contrario.
PETERS
A veces también se trata de mujeres.
552 / –Czerny conoce a una viuda que os quiere mucho y que debe casarse con vos: Stein. –
–Soy vuestro rival ante la Stein. Iremos próximamente [a su casa] con Czerny. –
–Czerny también está casado, tiene tres hijos y vive muy feliz. Tiene una mujer muy bonita y amable. –
–Sería una amante, si no la podéis hacer vuestra esposa. –
BERNARD23
553 / Si habláis siempre de la mujer, el marido reconocerá como hijo vuestro a aquel de sus hijos que posea talento para la música.
OLIVA
Por una vez, el tono es más doloroso. Es al final de diciembre. Bajo una línea de Bernard, y justo a continuación de una canción, se encuentran algunas líneas de una escritura femenina, tan tachada que apenas se pueden descifrar algunas palabras.
554 / BERNARD.–Ella no ha querido decir que os ha amado mucho.
Una mujer.–No estéis tristes o lo estaré yo también. Espero volver a veros pronto en nuestra casa.
Lo más importante de las conversaciones trata siempre sobre política. Pero la atmósfera ha cambiado desde la primavera. Enterado del asesinato de Kotzebue, Metternich había dicho: «No seré el último en obtener provecho de esto». En público se había expresado más noblemente: «Espero golpear, con la ayuda de Dios, a la Revolución alemana, de la misma forma que he vencido al conquistador del mundo». Y en el mes de agosto de 1819, en el momento en que Beethoven rugía la fuga de su Credo y escribía al archiduque Rodolfo que la libertad y el progreso eran el objetivo de toda creación, Metternich promulgaba las Ordenanzas de Karlsbad, que iban durante largos años a agarrotar y a amordazar a Alemania entera bajo el yugo de una dictadura policial despiadada y sin cesar reforzada24. Gentz, el hombre de confianza de Metternich, decía que las Ordenanzas de Karlsbad tenían una importancia histórica más grande que la batalla de Leipzig. No preveía que treinta años más tarde Metternich tendría que huir vergonzosamente de Viena, expulsado por una revolución triunfante. Mientras tanto, los cuadernos reproducen a cada instante la desconfianza, en una atmósfera policial agobiante. Para Beethoven la sordera aparece aquí como una molestia muy particular, y su costumbre de hablar en voz alta, con acaloramiento y sin preocuparse por el público presente, le coloca constantemente en peligro. En noviembre, Bernard le advierte de que la gente se fija en él y en lo que dice. En diciembre es Oliva:
555 / Libertad. – ¡No habléis tan alto! Vuestra actitud es muy conocida. Es el inconveniente de los lugares públicos, se está incómodo, porque todo el mundo espía y escucha.
OLIVA
Otra vez, en noviembre, es Beethoven el que se inquieta:
556 / BEETHOVEN.–¿Estos señores oyen lo que os digo?
OLIVA.–No, estáis hablando bajo […]. Nadie comprende una palabra de nuestra conversación.
BEETHOVEN.–Pero la gente parece que nos mira.
OLIVA.–Como os fijáis en los demás, podría deberse a esto25.
Pero las desconfianzas de Beethoven son siempre menos fuertes que su hablar sincero. Desde hace tiempo la policía estaba detrás de él. Se recuerdan desde 1809 la palabras de Trémont: «En la corte de Viena, Beethoven pasaba por un republicano declarado». Durante el Congreso, en el momento en que a Beethoven lo aclamaban los príncipes, sabemos ahora que ya era objeto de los informes secretos de la policía. En 1819 (o comienzos de 1820) nuevo informe secreto sobre él; posiblemente en él figurase una salida de tono dicha muy en alto por Beethoven:
La frase es ambigua, ¡y la fuente que nos la transmite, poco sospechosa de respetar, palabra por palabra, una conversación! Es, pues, más prudente no hacer mucho uso de ella para estudiar la religiosidad de Beethoven. Pero el ministro de la policía, conde Sedlnitzky, tuvo en 1820 una conversación seria sobre Beethoven con el emperador, «el cual –dice Romain Rolland– no tenía mayor placer que el de leer los informes de la policía y escribir al dorso la sanciones ya tomadas»26.
¿Por qué milagro escapó Beethoven a la prisión, cuando otros muchos pasaron años en ella por mucho menos? Sin duda, en parte, a causa de su gloria en el mundo. Probablemente también porque habría sido difícil mantener intacta la reputación del archiduque Rodolfo con el escándalo de un arresto de Beethoven.
Sin embargo, en diciembre, el Hofrat Peters le presta unos libros subversivos a Beethoven, previniéndole de que a causa de ellos puede ser encarcelado. Y cuando Rothschild, de Fráncfort, acude a Viena a negociar con Metternich, los Cuadernos nos proporcionan charlas singularmente clarividentes para la época, que Beethoven, el amigo del banquero Brentano, parece escuchar con complacencia:
558 / BERNARD.–Estos grandes banqueros tienen en sus manos a todos los ministros de Europa; pueden hacer caer los Gobiernos siempre que quieran. Sin ellos es imposible resolver una cuestión política.
En Aquisgrán [donde había tenido lugar en 1818 un congreso de la Santa Alianza] se les ha visto entenderse y examinar minuciosamente los pagos y las reclamaciones de las diferentes cortes. –
La política europea ha tomado un camino que, sin dinero y sin banqueros, no conduce a ninguna parte. –
Entre todos ellos no tienen una sola idea. Las ideas han desaparecido por completo de Europa con la toma de París. –
JANITSCHEK.–La nobleza que gobierna no ha aprendido ni olvidado nada.