1 Beethoven no carecía de motivos de melancolía, pero es notable que Breuning no nos lo muestre casi nunca de buen humor, y esto se debe seguramente a que el mismo Breuning no estaba de un humor muy jovial y a que Beethoven daba rienda suelta ante él al lado triste de su carácter. Todos nos adaptamos a veces un poco a lo que nuestros amigos esperan de nosotros.

2 En sus Memorias, Varnhagen, que conoció a Beethoven en 1811 en Toeplitz, hace alusión a la escena en unos términos sensiblemente más brutales que los de Seyfried. Es posible que sea de Beethoven de quien obtiene la información en la que se desliza el error: la escena no ha tenido lugar en Viena.

205 bis / Lo que Beethoven rehusaba obstinadamente hacer, frente a los ruegos más imperiosos, lo que rehusaba con tremenda firmeza, un día que en Viena un príncipe le amenazó con un castigo corporal para hacerle tocar ante sus invitados, él, al que ningún poder había podido reprimir, lo hizo entonces por propia voluntad y con profusión: se sentó al piano tocando sus obras más nuevas, aún desconocidas, o entregándose a libres improvisaciones.

VARNHAGEN

3 La princesa Cristina conseguirá una reconciliación entre su marido y Beethoven. Cinco años después, en 1811, Beethoven pasará de nuevo algunos días en el castillo silesiano de Lichnowsky. Pero parece evidente que esta reconciliación no fue nunca una vuelta a la antigua y familiar amistad. Lo que es seguro es que desde 1806 hasta su muerte, el 15 de abril de 1814, el príncipe Lichnowsky no volverá a figurar entre los que ayudan financieramente a Beethoven. En revancha, Beethoven continuará siempre la buena amistad con su hermano, el conde Moritz. Y vemos, por el relato de Fanny del Rio y los recuerdos de Schindler, que guardó siempre un afectuoso recuerdo y agradecimiento a la princesa; también por una carta al conde Moritz del 21 de septiembre de 1814.

4 Prusiano de origen francés, Bigot de Morogues se había casado con María Kiene, alsaciana de Colmar. Desde 1804 vivían en Viena, donde Bigot había encontrado un empleo como bibliotecario de Razumovski. Aquí es donde Beethoven le conoció. María era una música de primer orden. Fétis cuenta que Haydn, habiéndola oído tocar una de sus últimas obras, le había dicho: «¡Oh! mi querida niña, no soy yo quien ha hecho esta música, sino usted; ¡es usted quien la ha compuesto!». Y le habría dedicado la obra en estos términos: «El 20 de febrero de 1805, Joseph Haydn ha sido feliz».

Siempre según Fétis, oyendo a María tocar una de sus sonatas, Beethoven le habría dicho: «No es éste el carácter que yo he querido dar a este fragmento, pero siga; si no es del todo mío, es mejor que mío». Las anécdotas de Fétis no inspiran demasiada confianza, pero la estima de Beethoven por el talento y el carácter de María es segura.

5 Habría sido más exacto decir que la había terminado hace un año; los primeros apuntes se remontan al menos a junio de 1804. Y hemos visto en qué condiciones, según Ries, encontró Beethoven la primera idea del final; cf. supra, texto núm. 181.

6 El archiduque Rodolfo era de salud bastante frágil. Ya hemos visto, a propósito de su tío, el archiduque Maximiliano Francisco, Elector de Colonia, que era una tradición establecida hacer entrar en las órdenes a los príncipes de la casa de Austria cuya salud dejara que desear. Rodolfo no fue una excepción a la regla, ¡y lo volveremos a encontrar más tarde arzobispo de Olmütz y cardenal, lo que nos valdrá la Misa en re!

7 Romain Rolland evoca muy acertadamente, a propósito de esto, a Pushkin saliendo de una entrevista con el zar Nicolás I. Un cortesano le preguntó lo que había sentido ante el emperador; Pushkin respondió: «Bajeza, en todas mis venas… (cf. Las grandes épocas creadoras, III, pág. 55).

8 Originario de Lucca, el doctor Giovanni Malfatti llegó a Viena en 1795, a continuación del doctor Peter Frank, antiguo médico de Beethoven también y padre político de Cristina Gerardi. Malfatti murió, casi centenario, en Viena (1755-1854). Fue médico de Beethoven después de la muerte del profesor Schmidt (19 de julio de 1808).

9 Herriot se equivoca al sugerir que Bigot dejó Viena para alejar a María de la asiduidad de Beethoven. Un rival reducido a desear que el marido no bese con demasiada frecuencia a su mujer no resulta muy peligroso. La realidad es mucho más simple. Durante la segunda ocupación francesa en Viena, en 1809, el ministro francés de Asuntos Exteriores se acordó de los orígenes franceses de Bigot y le ofreció un empleo en París. Bigot aceptó, y la pareja partió enseguida para Francia. En 1812, Bigot hizo la campaña de Rusia con el ejército francés y pasó muchos años prisionero de los rusos. María empezó a dar lecciones de piano; así es como llegó a ser la profesora de Mendelssohn. Murió a los treinta y cuatro años, en 1820, enferma del pecho.

10 La fecha del nacimiento es controvertida: 1791 ó 1793. 1791 nos parece más probable.

11 Puede ser que esto signifique otra cosa diferente; que, como Sofía de Houdetot, María Erdödy amaba a otro. En este caso sería el profesor de música de sus hijos, Brauchle (más tarde notoriamente su amante), quien representaría desde 1808 el papel de Saint-Lambert frente a Beethoven-Rousseau.

12 El insaciable archiduque Rodolfo bien habría querido recibir la dedicatoria de los Tríos opus 70; Beethoven le compensó con la del Trío opus 97, al que se llama siempre «Trío del archiduque», al mismo tiempo que con mucha menos frecuencia se dice también los «tríos Erdödy».

13 Johann Friedrich Reichardt, nacido en 1752 en Koenisberg, muerto en 1814. Berlinés, compositor de segundo orden pero de gran cultura musical, era amigo de Goethe y de Zelter. Había conocido a Beethoven en Berlín en 1796. Pasó algunos meses en Viena a finales de 1808 y a comienzos de 1809. Además de los detalles interesantes que él nos da sobre Ana María Erdödy y Beethoven, su testimonio tiene un doble valor. Por una parte, Zelter, lo veremos más adelante, era claramente hostil a la música de Beethoven, y la admiración de Reichardt tiene por ello más valor. Por otra parte, Zelter y Reichardt eran de opiniones ultraclásicas en literatura y en música; estamos, pues, seguros de que, marcando el aspecto Sturm und Drang, demoniaco (en el sentido del Egmont de Goethe), titánico (o, como dice él, ciclópeo) de Beethoven, Reichardt le vio objetivamente tal cual era y no lo interpretó a través del romanticismo de su propio temperamento.

14 No es, sin duda, el único ojo en medio de la frente de los cíclopes en lo que piensa Reichardt, sino en la parte que tienen por derecho en la mitología los cíclopes como compañeros de Vulcano en el arte del fuego y el trabajo de los metales. En los poemas de Hesíodo, son los propios cíclopes los que fabrican el rayo que regalan a Zeus para que pueda vencer a sus enemigos.

15 Será en una carta a María Erdödy, en 1815, donde escribe Beethoven las conocidas palabras: «durch Leiden Freude» (la alegría a través del sufrimiento). Si creemos aquí a Reichardt, nadie era más digno de recibir estas palabras que la «liebe, liebe, liebe, liebe…».

16 Se puede apostar, sin embargo, que Beethoven le había hablado de ello y, sin duda, le consultó también. Él mismo había hecho el peregrinaje a París en 1792 por su entusiasmo hacia la Revolución, y la afinidad de las ideas políticas entre Beethoven y él había contribuido no poco para unirles amistosamente en 1796 en Berlín.

17 Nos hemos visto obligados a decir mucho malo de Seyfried, y no lo lamentamos; pero ahora es la ocasión de rendirle un homenaje por su fidelidad a Beethoven en plena intriga.

18 Releyendo atentamente las conversaciones de Schindler, consignadas sobre un cuaderno de conversación, el 4 de febrero de 1827 (cf. infra, texto núm. 787), se aprecia que Schindler no empuja del todo a Beethoven a desligar el significado humano que su música quiere expresar, pero lamentaría más bien que Beethoven asocie significaciones precisas a sus obras. Cuando Schindler nos transmite el dicho sobre el Destino que llama a la puerta es casi contra su voluntad; por una vez nos podemos fiar de él sin ninguna reserva mental.

Ludwig van Beethoven
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