1.

¿QUÉ PUEDO

HACER? – ¡SER

MÁS QUE TU DESTINO!

1812-1815

1812-1813

En este momento, por más que se pueda esperar que el desconocido que ha copiado los cuadernos íntimos (en la recopilación conocida bajo el nombre de «manuscrito Fischhoff») no haya dejado pasar las páginas anteriores, Beethoven, en lugar de anotar aquí y allá una reflexión aislada, parece que se dispone a escribir un diario continuado, aunque con poca frecuencia todavía. Es bastante notable que la abundancia (muy relativa) de sus escritos literarios coincida con una disminución sensible de su producción musical, y el diario se interrumpe poco más o menos en junio de 1818, cuando Beethoven, instalado en Mödling, empieza la Sonata opus 16 y la Misa en re mayor. Se puede, pues, suponer que Beethoven siente la necesidad de controlarse y esforzarse en estos años de lucha interior.

¿En qué época se debe fechar el comienzo de este diario? Es imposible precisarlo exactamente, pero lo que nos parece más probable es la fecha de regreso a Viena, es decir, a mediados de noviembre. En este final de 1812, tres notas tan sólo se continúan entre ellas. Las dos primeras tienen un tono completamente distinto al de la tercera:

326 / ¡Resignación, la más profunda resignación a tu Destino! Sólo ella te permitirá los sacrificios que exige el servicio1. ¡Oh dura lucha! Dedicarse a preparar todo lo necesario para el lejano viaje2, todo lo que queda aún por hacer. Debes encontrar lo que garantice tu más querido anhelo; debes conseguirlo por encima de todo; mantenerte absolutamente firme en esta idea.

BEETHOVEN

327 / No puedes ser hombre, para ti [tú] no [puedes] serlo, solamente para los demás: para ti no hay ninguna felicidad, excepto en ti mismo, en tu arte3. ¡Oh Dios!, ¡dame la fuerza de vencerme a mí mismo!, ya nada puede encadenarme a la vida. De esta forma, con A.4, todo se desploma.

BEETHOVEN

BEETHOVEN

Es inútil buscar las ideas exactas y las circunstancias de la lucha que Beethoven sostiene y en las que debe vencerse a sí mismo. Las circunstancias exteriores no van a hacerle la lucha más fácil. Pues el 3 de noviembre el príncipe Fernando Kinsky muere a consecuencia de un accidente de caballo, y su viuda pondrá todas las dificultades no solamente en continuar pagando la parte de la renta, sino en entregar el final de lo atrasado que Beethoven había descuidado percibir en julio, en su precipitación por abandonar Praga. Beethoven tiene ya un juicio contra el príncipe Lobkowitz, por entonces asistido por un consejo judicial, y en sus cartas y en sus conversaciones trata a Lobkowitz de «canalla principesco» y de «Fizlypuzly» (¿de dónde sacaría este nombre de un dios azteca para ridiculizar a un noble austriaco?). También, y durante tres años, va a arrastrar un segundo proceso contra los herederos de Kinsky. Es el comienzo de esta serie de procesos interminables en que va a debatirse y ahogarse durante años, y que mantienen probablemente en sus ocupaciones un lugar tan importante como en su correspondencia. Además, su cura en Toeplitz no parece haber servido de mucho; su estado psíquico se resiente de la lucha interior que está librando. Sin embargo, se esfuerza en no dejarse hundir, y a veces hasta bromea con ello.

329 / Rode [violinista amigo de Beethoven] no tiene razón en todo lo que os ha dicho sobre mí; mi salud no es de las mejores y, sin que lo haya merecido, mi situación es por añadidura más desgraciada que nunca en toda mi vida.

Pero ni esto ni nada en el mundo me impedirá acudir en ayuda, dentro de lo posible, con mi modesta obra, de vuestro convento de mujeres [cf. supra, texto núm. 299], que sufren sin ninguna culpa […]. Sin la menor remuneración, estoy dispuesto, lo mismo que el año pasado, a poder hacer cualquier cosa por mis amigas las respetables damas, como lo estaría en todo momento por la humanidad doliente en general, hasta mi último aliento.

LUDWIG VAN BEETHOVEN

(Carta a Varenna, finales de 1812)

LOUIS VAN BEETHOVEN

(Carta en francés a Thomson del 19 de febrero de 1813)

Vuestro

LUDWIG VAN BEETHOVEN Miserabilis

(Carta del 25 de febrero de 1813)

Después de las anotaciones de finales de 1812, el diario de Beethoven no trae nada durante cuatro o cinco meses. En mayo de 1813 un nuevo grito se abre paso, pero la angustia se manifiesta más que la resolución de luchar; se tiene la impresión de que Beethoven retorna a una catástrofe irremediable y que sólo puede resignarse a duras penas.

332 / 13 de mayo. ¡No rematar una gran acción que hubiera podido ser, y quedarse así! [«Eine grosse Handlung, welche sein Kann, zu unterlassen und so zu bleiben». Romain Rolland apunta otra posible traducción, que ofrece un sentido muy distinto: «¡Una gran acción, que puede ser abstenerse y quedar así!»]. ¡Oh!, ¡qué diferencia con una vida desaprovechada [¿unbeflissenes Leben?] que se dibujaba en mí con tanta frecuencia! ¡Terribles circunstancias que no reprimen mi sentimiento por la vida familiar, pero sí su realización! ¡Oh Dios, Dios, desciende tu mirada sobre el desgraciado Beethoven, no dejes que esto dure mucho tiempo!

BEETHOVEN6

En las notas que siguen alternan las exhortaciones que Beethoven dirige hacia sí mismo y las citas que copia, aplicándolas claramente a su situación personal.

333 / ¡Aprende a callarte, oh amigo mío!

BEETHOVEN

BEETHOVEN

335 / La vida se parece a la vibración de los sonidos y el hombre a la ejecución de los instrumentos de cuerda. Si el choque ha sido demasiado rudo, pierde su resonancia y nunca podrá volver a encontrarla, no le proporcionará más que sinsabores y no podrá unirse a los demás sin causar una disonancia que destruye el coro bien acoplado.

Cita de La falta, drama de Müllner, copiado por BEETHOVEN

De hecho, la actitud interior de Beethoven corresponde a esta idea que él se hace de una existencia rota. No es a la época de Giulietta Guicciardi a la que hay que referirse para hablar de un Beethoven hundido por un amor desgraciado; es al ahora.

La crisis de Heiligenstadt, que era, sobre todo, casi únicamente, la lucha contra el demonio interior que se había instalado en sus oídos, como él decía a Wegeler, se había terminado por el despertar triunfal del heroísmo creador. Pero, bajo el rostro de un amor imposible, el Destino no provoca ya en él ninguna reacción de lucha. Al terminar 1812 Beethoven veía aún la posibilidad de una felicidad para él en su arte; pero desde hace seis meses no ha escrito casi nada, no proyecta nada, está desanimado, se cree acabado para siempre.

Llega el verano. Ahora no es en Toeplitz, sino de nuevo en Baden, donde va a buscar el contacto con la naturaleza. Los amigos que encuentra aquí, como Nanette Streicher7 y el pintor Blasius Höfel, que va a hacer su retrato, están asombrados por el deterioro de su salud y de su aspecto: no tiene ningún cuidado de su persona, se abandona hasta parecer sucio. Beethoven está a punto de convertirse en una ruina.

Nadie puede decir si se habría abandonado indefinidamente. Existen todavía en él tales fuentes de energía que nos es imposible suponer que, tarde o temprano, no hubiese salido a flote. Lo que es seguro es que los acontecimientos políticos y nacionales le proporcionan la sacudida que le ayuda a ponerse en pie. Después del desastre de la retirada de Rusia, Alemania se levanta poco a poco contra el yugo de Napoleón. Fichte había suspendido sus cursos, convocando a sus alumnos para después de la victoria. El 17 de marzo, empujado por el movimiento popular, el rey de Prusia declara la guerra a Francia. El 10 de agosto Austria se une a la coalición, y en el mes de octubre la batalla de Leipzig iba a poner fin a la dominación francesa en Alemania. Durante este período, Wellington, vencedor en Vitoria el 21 de junio, expulsaba a los franceses de España.

Lo más asombroso es que no tengamos ningún eco de una reacción un poco viva y entusiasta de Beethoven al comienzo de estos grandes acontecimientos, que, sin embargo, había deseado tanto. Es posible que su aversión, cada vez mayor, por la nobleza y la monarquía austriacas, su desprecio por ellos, alimentado por tantas razones (por el proceso Lobkowitz y Kinsky, por ejemplo), le hayan puesto de un mal humor político generalizado. Es todavía más probable que el drama personal en el que se debate le haya absorbido de tal modo que le quede menos atención para el resto del universo.

Felizmente, estaba Maelzel. Este checo, original y astuto, se había hecho célebre fabricando autómatas perfeccionados. Establecido en Viena desde 1792, honrado con el título de mecánico de la corte, Johann Nepomuk Maelzel (1772-1838) se había hecho notar ante Beethoven por cierto número de inventos (cornetas acústicas, etc.), de los que el más duradero y más famoso fue el invento del metrónomo. Y acababa de poner a punto una especie de gran caja de música con campanas múltiples, a la que bautizó pomposamente con el nombre de «Panarmónica».

Y además Beethoven soportaba menos que nunca la idea de quedarse en Viena. Maelzel proyectó con él; de nuevo, el antiguo viaje a Inglaterra y le persuadió para que compusiera cualquier cosa para la «Panarmónica», una especie de saludo de bienvenida a los ingleses. Beethoven se puso a ello, y el resultado fue la Sinfonía de batalla sobre la victoria de Wellington en Vitoria.

Sobre su diario escribe:

336 / Tengo que descubrir un poco a los ingleses cuál es la bendición que existe en su God save the King8.

BEETHOVEN

337 / Es cierto que escribimos mejor cuando escribimos para el público y cuando escribimos rápido.

BEETHOVEN

Nada tan significativo como esta última nota. Todos los críticos, sobre todo franceses (pues no perdonan a Beethoven haber celebrado una derrota francesa), insisten en la mediocridad de la obra y en las alusiones de Beethoven respecto a ella. A pesar de nuestra voluntad de silenciar al máximo nuestras preferencias personales, no ocultamos que la música beethoveniana nos interesaría muy poco si sólo nos ofreciese obras de ese calibre. Pero no es la ilusión de Beethoven lo que nos ocupa aquí; es que vuelve a interesarse en su obra y a tener confianza en sus fuerzas. Y que seguramente, por vez primera, siente la necesidad de un público y vislumbra esa posibilidad.

Además, ese público existe, acaba de nacer –por bien poco tiempo–, pues las ideas políticas y otras van a evolucionar rápidamente; ya en este mismo año de 1813 triunfa en Venecia el Tancredo de un joven de veintidós años, Gioacchino Rossini. Por un breve instante, Alemania, liberada del yugo extranjero, decide que Beethoven es su músico nacional, y si la obra que le ofrece no es precisamente la mejor, no se fija en ello. Cuando Maelzel convence a Beethoven de que transcriba para orquesta la obra compuesta para la «Panarmónica», y organiza los conciertos del 8 y del 12 de diciembre de 1813 (a beneficio de los heridos de la batalla de Hanau, la última librada sobre suelo alemán, el 30 de octubre), un éxito triunfal, escandaloso, acoge La batalla de Vitoria y la Séptima Sinfonía.

A los dos lados de la sala se hacía desfilar a las tropas enemigas. Salieri y Hummel tenían a su cargo las partes del cañón. Meyerbeer estaba en el bombo. Schuppanzigh dirigía a los primeros violines. Beethoven dirigía en persona. Como le preguntaran si oía bien todos los detalles, respondió: «Oigo bien el bombo».

338 / Beethoven había adquirido la costumbre de indicar los matices a la orquesta por medio de singulares movimientos del cuerpo. Para marcar los piano se agachaba tan bajo según como los quisiera de acentuados. Al llegar al crescendo, entonces se levantaba poco a poco, y se erguía en toda su estatura a la entrada del forte. Gritaba incluso a veces en medio del forte para reforzarlo y sin darse cuenta de ello.

(Recuerdos del compositor SPOHR, que asistía al concierto)

Beethoven estaba imbuido de tal entusiasmo, él, hasta aquí tan solitario, que siente la necesidad de agradecerlo por medio de una carta pública.

339 / Es Maelzel en particular quien merece todo nuestro agradecimiento. A él corresponde la primera idea de esta academia, y es él quien se ha ocupado de la organización del conjunto en todos sus detalles. Le doy particularmente las gracias por haberme procurado la ocasión de ofrecer mis composiciones para un fin de utilidad pública, cumpliendo así el deseo ardiente que tengo desde hace tiempo de depositar en el altar de la patria los frutos de mi labor.

BEETHOVEN

Las desilusiones vendrán enseguida. Pronto Beethoven va a discutir con Maelzel, que intenta acaparar todo el éxito de la obra –y en 1814 añadirá un nuevo proceso contra Maelzel a los otros procesos en curso–, pero se reconciliarán rápidamente. Sobre la valía de su Batalla de Vitoria, Beethoven no se hace muchas ilusiones: en 1814 dirá a Tomaschek que es «una estupidez».

El diario de 1813 finaliza con una nota (cuyo principio parece ser una cita), de tono religioso más acentuado que nunca, el cual indica que Beethoven no se encuentra demasiado a gusto en su gloria:

340 / Enséñame el camino a cuyo lejano término me espera la palma. Consciente de la elevación de mis nobles pensamientos, hazme oír esas verdades que permanecerán eternas.

BEETHOVEN

1814

Al menos ha vuelto a encontrar su amor por el trabajo. Y las solicitudes del público se multiplican. Después de las audiciones del 8 y 12 de diciembre, después del 2 de enero, Beethoven da una «academia» el 27 de febrero; ejecuta no solamente La batalla de Vitoria y la Séptima Sinfonía, sino por primera vez la Octava Sinfonía y el trío vocal Tremate empi, opus 116. El 25 de marzo dirige un concierto a beneficio de los pobres: La batalla de Vitoria, obertura de Egmont. A principios de abril, en una matinée de música de cámara organizada por Schuppanzigh, se reserva para él mismo la parte de piano para la primera ejecución del Trío del archiduque. Y el 11 de abril se interpreta en honor de la caída de París (31 de marzo) una pieza improvisada de Friedrich Treitschke, La buena nueva, que se termina con un coro de Beethoven: Germania… «¡Alemania, en qué resplandor te alzas hoy!».

A finales de enero o primeros de febrero, tres artistas del teatro de Carintia (Kärntnerthortheater) acababan de pedir a Beethoven que consintiera en dejarles montar de nuevo Fidelio. Sensible a su solicitud, Beethoven acepta, pero pone como única condición que le dejen antes tiempo para retocar su obra; ocho años después de los fracasos de 18051806, seguramente veía mejor las imperfecciones que en la época de su disputa con el barón Von Braun.

El 13 de febrero escribe a Franz von Brunsvik, entonces en Budapest:

341 / ¡Querido amigo y hermano!:

Me has escrito recientemente, y yo te escribo ahora; – tú que te alegras de todas las victorias – [alégrate] también de las mías.

– El 27 de este mes doy una segunda academia en la gran sala de la Redoute; – ven, ya estás avisado. –De esta manera me salvo poco a poco de mi miseria, pues no he obtenido un kreutzer de mi renta […]. Mi ópera se va a representar, pero estoy haciendo muchas cosas nuevas.

Espero que vivas feliz, eso es bueno. En cuanto a mí, ah, querido cielo, mi reino está en el aire; como el viento a veces, así se arremolinan los sonidos, así esto da vueltas en mi alma.

– Te abrazo.

Tu amigo,

BEETHOVEN

Hacia la misma fecha, o un poco antes, al archiduque Rodolfo:

342 / Espero obtener de Vuestra Alteza Imperial el perdón por no haber ido. Su desfavor golpearía a un inocente. Dentro de unos días podré reparar todo. Quieren volver a representar mi ópera Fidelio. Esto me da mucho trabajo; además, a pesar de mi buen aspecto, no me siento bien.

LUDWIG VAN BEETHOVEN

Para las modificaciones que Beethoven se propone aportar a la música necesita un nuevo libretista que, una vez más, modifique el argumento y el texto. Esta vez se entiende con Friedrich Treitschke (1776-1842), que era a la vez poeta y regidor de la Ópera imperial, y que había y proyectado con él una ópera sobre Rómulo y Remo, y para el que va a escribir el coro final Germania de La buena nueva. De esta colaboración nos quedan una serie de cartas, a través de las cuales podemos seguir las etapas de trabajo de finales de febrero hasta abril.

343 / Muy querido Tr., no he podido pensar todavía en vuestro lied [¿se trata quizá de Germania …?], pero quiero acometerlo sin demora […]. Lo que hay que hacer para preparar una aca demia de este género es algo de lo que no podéis haceros una idea. ¡Sólo la necesidad me obliga a ello!, a asumir yo mismo todas las molestias que se produzcan. Apresuradamente, vuestro amigo,

BEETHOVEN

Vuestro amigo,

BEETHOVEN

Si no os hubierais preocupado tanto por ella y si no la hubierais transformado tan favorablemente –por lo que os quedaré eternamente agradecido–, ¡me hubiera costado mucho acabarla yo solo! Habéis salvado también algunos restos de un navío que había naufragado.

Mientras tanto, – si pensáis que esto va a ser muy largo, dejad - lo para más adelante; ahora voy a continuar hasta que todo esté terminado, haciendo como vos, que habéis cambiado y mejorado todo; a cada momento me doy más cuenta de ello. Sólo que esto no va tan rápido como cuando escribo algo nuevo, y no es posible hacerlo en quince días. ¡Actuad como mejor os parezca, pero siendo un amigo para mí! Mi celo no faltará.

Vuestro

BEETHOVEN

346 / […] Vuestro copista es – ¡un asno!, pero le falta la hermosa piel tan conocida de este animal [alusión a la Piel de asno, de Hummel, que acababa de ser representada el 10 de marzo] […]. Todo este asunto de mi ópera es lo más penoso del mundo, pues estoy descontento de casi todo, – y no hay, por así decirlo, ningún fragmento donde no hubiera necesitado dar aquí y allá alguna satisfacción a mi actual descontento. Hay una gran diferencia entre el hecho de darse a la libre reflexión y el de poder entregarse a la inspiración.

Todo vuestro,

BEETHOVEN

A pesar de todo, en este ingrato trabajo, Beethoven conoció también momentos de entusiasmo, si creemos en los recuerdos de Treitschke. Así, cuando se trata del aria de Florestán, al comienzo del acto segundo.

347 / Beethoven llegó a mi casa hacia las siete de la tarde. Después de haber discutido algunos puntos, me preguntó por dónde iba en el aria. Acababa de terminar las palabras. Se las tendí. Él las leyó, paseando a lo largo y ancho de la habitación; se puso a murmurar entre dientes y a mascullar, como tenía costumbre, en lugar de cantar. Después, bruscamente se dirigió al piano y lo abrió. Mi mujer le había rogado muchas veces en vano que tocase para ella; este día, después de haber colocado mi texto sobre el atril del piano, empezó unas maravillosas interpretaciones, para las que no existe, desgraciadamente, medio alguno de retenerlas. Parecía querer con esto conjurar el tema del aria. Las horas pasaron; Beethoven seguía tocando, continuando su fantasía. Trajeron la cena, que había aceptado compartir con nosotros, y él seguía tocando. Más tarde, por la noche, se arrojó a mi cuello, y desdeñando la cena que estaba preparada, regresó precipitadamente a su casa. Al día siguiente, esta bella página de música estaba terminada.

TREITSCHKE

Pero nunca la independencia de carácter de Beethoven se afirmó mejor. Él, que alimenta desde hace tanto tiempo la ilusión de un viaje a Inglaterra, en el momento en que La batalla de Vitoria le facilitaría ir, parece de pronto reacio, como si presintiera alguna traba o alguna trampa. En principio, escribe a Zmeskall:

348 / Querido Z., ya no viajo, al menos en esto no quiero imponerme ninguna sujeción. – Es algo que debe pensarse tranquilamente. – La obra ha sido enviada ya al Príncipe Regente. Si me quieren, me tienen, y aún me queda la libertad de decir sí o no. ¡Libertad! ¿Hay algo que valga más?

BEETHOVEN

Si sólo conociéramos de Beethoven estos éxitos externos, estos aplazamientos respecto al viaje a Inglaterra, este trabajo para la transformación de Fidelio, dudaríamos de que durante este comienzo de 1814 pensara en el suicidio porque se creía afectado de una enfermedad incurable. Y, sin embargo, su diario dice:

349 / Decisión de los médicos sobre mi vida. Si ya no hay salud, ¿debo hacer uso de ***? Importa solamente terminar rápido lo que antes era imposible. Consultar con ***.

BEETHOVEN

El imperdonable copista del manuscrito Fischhoff ha suprimido (¿por discreción?) dos palabras y las ha reemplazado por ***. Parece, sin embargo, que el contexto queda claro y que lo que Beethoven contempla es una manera de suprimirse. ¿Cuál es la enfermedad que amenaza su vida? Estamos aquí reducidos a conjeturas. Ciertos autores han dado a entender que se trataba de secuelas relativas a una sífilis ya antigua; en efecto, sabemos que Bertolini, el médico, que era una de las personas que tenían más intimidad con Beethoven, hizo quemar todas las cartas que había recibido, creyéndose él también a punto de morir. Posiblemente otros documentos, que se obstinan en mantener secretos, permitirán un día ver esto más claro; mientras tanto, guardémonos sobre todo de construir una novela y de relacionar esta posible recaída de la sífilis con la hipótesis de un proyectado matrimonio, luego abandonada. Esto sería pura y simplemente edificar sobre las nubes.

Ignoramos también la fecha exacta de esta nota. Con seguridad es posterior al concierto del 2 de enero, y quizá también al del 27 de febrero. Y es sin duda anterior a la conclusión de los arreglos de Fidelio, pues la nota siguiente dice:

350 / Desde el mes de marzo hasta el 15 de mayo de 1814, reescrita y corregida la ópera Fidelio.

BEETHOVEN

El tono es completamente distinto al de la nota del 13 de mayo de 1813. El interés por el trabajo le prende de nuevo y le obliga a continuar. Además, las anécdotas que tenemos sobre la representación de Fidelio nos devuelven, por su atmósfera, a muchos años atrás, a los tiempos de la fiebre creadora más activa.

351 / [La víspera del estreno, Beethoven no había escrito aún la obertura]. Este día fue a almorzar a Römische Kaiser, su restaurante favorito, con su amigo el doctor Bertolini. Después de haber comido con buen apetito, pidió la carta del restaurante y, trazando un pentagrama en el dorso, se puso a escribir silenciosamente cantidad de notas y de frases musicales. Cuando el doctor Bertolini hubo pagado la cuenta, Beethoven metió tranquilamente la carta en el amplio bolsillo de su abrigo y se fue satisfecho. Tenía el borrador de su obertura.

La orquesta había sido convocada para la mañana del 23 de mayo, día del estreno, para la lectura de la nueva obertura. A la hora fijada, los músicos estaban reunidos en el teatro, pero Beethoven no había acudido. Después de esperar un buen rato, Treitschke tuvo la idea de ir a su casa. Encontró a Beethoven dormido. Sobre el suelo de la habitación y sobre la cama se encontraban esparcidas las hojas de la partitura. Cerca de él, sobre la mesa, en un vaso de vino, se remojaban los restos de un bizcocho. Una vela encendida atestiguaba que había estado trabajando hasta primeras horas del día; la obertura estaba terminada. (Pero no hubo tiempo de copiarla, y se tocó otra la tarde del estreno, sin duda la de Prometeo; no se tocó dicha obertura de Fidelio hasta el 26 de mayo).

MAURICIO KUFFERATH

(Fidelio, págs. 150-151)

Esta vez el éxito fue grande. Beethoven había esperado cuatro años desde 1806 para hacer editar Leonora, convertida en Fidelio; en 1814 las exigencias de los editores le obligan a ir más rápido. En 1810 es a Czerny a quien Beethoven había pedido transformar la obra para canto y piano; esta vez se lo pide a Moscheles, cuya transcripción aparecerá a partir del 20 de agosto.

352 / Cuando llegué al final de mi trabajo, iba a llevarle la última hoja, sobre la que había escrito estas palabras: «Terminado con la ayuda de Dios». Beethoven estaba ausente, dejé el papel sobre la mesa. Al día siguiente, al ir a recogerlo, encontré en él algunas correcciones y esta nota trazada con la gruesa escritura del maestro: «Mensch, hilf dir selbst» [Hombre, ayúdate a ti mismo].

MOSCHELES

Decididamente, Beethoven va mejor, o al menos, a despecho de todos los dramas y todas las enfermedades, su voluntad de vivir para su arte se fortalece. Sobre su diario anota una serie de resoluciones, que deben escalonarse en lo que queda de 1814:

353 / Hay mucho que hacer sobre la tierra. ¡Hazlo pronto!

BEETHOVEN

BEETHOVEN

355 / Pues el Destino ha concedido al hombre el valor de soportar.

Cita de Homero, copiada por BEETHOVEN

356 / Las horas que pasan más rápidamente, durante las cuales la rueda gira con más rapidez, son aquellas que consagramos en ocupar nuestro espíritu, – es decir, para mí, en componer.

BEETHOVEN

357 / Acerca de todos los hombres, no dejar nunca ver el desprecio que merecen, pues es imposible saber si tendremos alguna vez necesidad de ellos.

BEETHOVEN

358 / Invitar cada día a alguien a cenar, músicos [Musici] por ejemplo, con los que se discute tal o cual punto, como la instrumentación para el violín, el violonchelo, etc.

BEETHOVEN

De nuevo, el verano en Baden. En el mes de agosto termina la Sonata opus 90; en el transcurso del verano escribe el Canto elegiaco, opus 118; en el mes de septiembre compone la cantata del Momento glorioso, opus 136, que será ejecutada durante las festividades de noviembre. Porque el Congreso de Viena se prepara y el lugar de Beethoven está marcado entre los grandes hombres que serán honrados.

Nadie puede negarle el sitio al que su patriotismo le hace acreedor. En las calles de Viena los comerciantes le reconocen y le saludan; los estudiantes de Medicina y de Derecho le aclaman. Es el artista con el que Alemania se identifica.

Beethoven no se da, sin duda, aún cuenta de la ilusión patriótica y liberal en la que vive la mayoría de los alemanes. Parece que es después del Congreso de Viena cuando medirá hasta qué punto la realidad no se corresponde con las esperanzas expresadas por Fichte diez años antes: el pueblo alemán liberado y unificado adoptando la misión revolucionaria de la Francia de Robespierre. Ahora se le encuentra en las cervecerías, teniendo interminables conversaciones con cierto capitán Pinterics, bien conocido, como diríamos hoy, por sus opiniones de extrema izquierda, y algunos se inquietan.

En medio de todo esto, sus problemas de negocios y de procesos le persiguen. En el transcurso del verano, antes del 22 de agosto, escribe a Kanka, el abogado de Praga que se ocupa de su caso contra los herederos de Kinsky:

359 / ¡Mil gracias, mi honorable K.!

Al fin veo de nuevo a un Representante del Derecho y a un hombre capaz de escribir y de pensar sin tener que utilizar miserables fórmulas. – Podéis apenas imaginaros hasta qué punto suspiro porque llegue el final de este asunto, ya que a causa de él debo vivir en la incertidumbre en todo lo que concierne a mi economía privada.

Sabéis vos mismo que el espíritu de los que trabajan no debe ser encadenado por miserables necesidades, y a causa de ello me veo privado de muchas cosas que hacen una vida más feliz. Del mismo modo he debido poner límites a mi propia inclinación y a los deberes que yo mismo me he impuesto de acudir con mi arte en ayuda de la humanidad doliente. – No os hablo de nuestros monarcas y de las monarquías, etc., ya hablan de ello los periódicos. – Para mí es el imperio intelectual y moral [geistige] el que me es más querido, y me parece la más alta de todas las monarquías espirituales y temporales. – Escríbame lo que desea de mí para usted mismo, para que pueda, tanto como me sea posible, con mis débiles medios musicales, procurarle alguna cosa para vuestro placer y para vuestro sentimiento musical. – […] Pensad en mí y pensad que representáis a un artista desinteresado y enfrentado a una familia pedante; cómo la gente niega de buen grado a un artista lo que le dan de otro modo, – y Zeus no está ya aquí, él que podría convidarnos a ambrosía. – Poned alas, querido amigo, a la lenta marcha de la justicia. A cualquier altura que me eleve, cuando me encuentro, por unos instantes de felicidad, en la esfera de mi arte, los espíritus de la tierra me arrojan al suelo, poniéndome a prueba con estos dos procesos […].

He vaciado un cáliz de amargo dolor y he obtenido ya la palma del martirio en el arte, de la mano de los queridos discípulos y compañeros. – Os lo ruego, pensad todos los días en mí, y pensad que es todo un mundo, pues naturalmente hay que animaros para que penséis en un individuo tan ruin como yo.

Con la más profunda atención y amistad, vuestro devoto,

LUDWIG VAN BEETHOVEN

En esta época, hacia el mes de marzo, Schuppanzigh le presenta a Beethoven a un joven de dieciocho años, estudiante de Derecho y violinista aficionado: Anton Schindler9. Schindler se había visto implicado (equivocadamente, como cuidará él mismo de aclarar en su vejez) en una manifestación liberal y acababa de salir de la cárcel; no hizo falta más para que Beethoven le manifestase una simpatía inmediata. Cuando se piensa que, como se verá más tarde, Schindler no dudará en hacer desaparecer los Cuadernos de Conversación, porque eran políticamente comprometedores, no se puede dejar de ver que las relaciones de Beethoven con el «honesto» Schindler están situadas desde el principio bajo el signo de un malentendido, que llega hasta la estafa intelectual. Pero no será, sin embargo, hasta algunos años más tarde cuando Schindler se hará indispensable y será admitido en la intimidad de Beethoven; los lectores se irán haciendo ellos mismos una idea del personaje a medida que su carácter se vaya manifestando.

En el mes de octubre, el Congreso de Viena se inaugura. Para Schindler es también el «momento glorioso», el «año maravilloso» (merkwürdigste Jahr) de la vida de Beethoven. En cualquier caso, es la cima de su celebridad y de sus éxitos mundanos. La policía y la corte de Austria saben muy bien a qué atenerse sobre sus opiniones, pero hay equívocos que podría ser peligroso disipar rápidamente, y en la euforia de la victoria nacional Beethoven hace el papel del gran hombre unánimemente respetado. Además, cuenta con garantes ante sus majestades: el archiduque Rodolfo y el conde Razumovski, que va a ser príncipe. Varias veces es introducido ante las testas coronadas, y el 25 de enero dará, como pianista, el último concierto ante una concurrencia de emperadores y reyes.

Naturalmente, Beethoven se siente orgulloso. Mucho tiempo después recordará las amabilidades del emperador Alejandro, así como las mezquindades del rey de Prusia. Pero si había llegado a hacerse ilusiones, se apresuraron a quitárselas enseguida10. Cuando en el mes de noviembre de 1814, al presentarle a un grupo de monarcas, Rodolfo le encarga una música para un carrusel, Beethoven responde con una sonrisa cortés, pero que se nota forzada, y no está seguro de que la broma sea de buen gusto; más aún teniendo en cuenta que el archiduque no ha bromeado.

360 / Veo que Vuestra Alteza Imperial quiere probar los efectos de mi música hasta con los caballos. Sea; veamos si de esta forma los caballeros pueden realizar algunas volteretas hábiles. – ¡He!, ¡he!, debo reír por la forma que tiene Vuestra Alteza Imperial de pensar en mí, al menos en esta ocasión.

También seré, mientras dure mi vida, vuestro solícito servidor.

LUDWIG VAN BEETHOVEN

N. B. – La música-de-caballo solicitada llegará en rápido galope hasta Vuestra Alteza Imperial.

1815

Beethoven no se deja embaucar con el juego de los honores y de la política oficial, y todo este año 1815 es para él de meditación interior. Compone todavía una Polonesa para piano (opus 89), que dedica a la emperatriz de Rusia. Pero no ve claramente cómo van las cosas. El 10 de marzo de 1815 escribe a Breitkopf y Härtel:

361 / ¡Cuántas cosas han sucedido desde que os escribí en Toeplitz la última vez! ¡Mucho más malo que bueno! […]. Por lo que concierne a los demonios de las tinieblas, veo que, aun en la más clara luz de nuestro tiempo, no se dejarán nunca empujar e intimidar.

BEETHOVEN11

Un amigo de Amenda le lleva una carta del amigo lejano y siempre fiel. Beethoven responde enseguida:

362 / Viena, 12 de abril de 1815.

¡Mi querido y buen Amenda!:

El portador de esta carta, el conde Keyserling, tu amigo, ha venido a verme y ha despertado en mí tu recuerdo. Tú vives feliz, tienes hijos; no ha sido así para mí. Sería muy largo de contar; en otra ocasión, si me escribes de nuevo, te diré más sobre ello. Pienso mil veces en ti, en tu sencillez patriarcal, y cómo tantas veces he deseado estar rodeado de personas como tú. Sólo que, por mi bien o por el de los demás, el Destino quiere contrariar mis deseos. Puedo decir que vivo casi solo en esta ciudad, que es la más grande de Alemania, pues debo vivir alejado de todo lo que amo o podría amar. ¿En qué condiciones está la música por ahí? ¿Has oído ya mis grandes obras? Digo grandes, – pero al lado de las obras del Altísimo todo es pequeño. Adiós, mi querido y buen Amenda, piensa alguna vez en tu amigo

LUDWIG VAN BEETHOVEN

P. S. – Cuando me escribas, no necesitas más dirección que mi nombre.

Ahora, en el seno de esta cuasi-soledad, una amistad vuelve a florecer. Después del enfado de 1809 habíamos perdido la pista de las relaciones entre Beethoven y María Erdödy12, y podemos entregarnos aquí a las hipótesis más diversas y más contradictorias; ya lo hemos dicho antes. Lo que es seguro es que a finales de 1814 Beethoven escribe en su diario: «34 botellas de parte de la condesa Erdödy», y que una correspondencia abundante y excepcional entre ellos durante el año 1815 nos ha sido conservada (seis cartas al menos a María y otras tantas al maestro de música de la familia Erdödy, este Brauchle que, ¡según Schindler!, le impidió a Beethoven dejarse morir de hambre en el fondo del parque de Jedlersee en 1802 ó 1803). Lo que es seguro también es que esta correspondencia parece, según los términos de la primera carta de Beethoven, poner punto final a un enfrentamiento, pero ignoramos cuál ha sido la duración de este enfrentamiento. En fin, lo que nos parece seguro es que no se pueden separar las cartas de Beethoven, y las ideas que expresan, de las dos Sonatas para piano y violonchelo, opus 102, que Beethoven compuso este mismo año de 1815 y que dedicó a María Erdödy13.

363 / Viena, 29 [?] de febrero de 1815.

Con el mayor placer he leído, mi querida condesa, vuestra carta, donde he podido ver la renovación de nuestra amistad. Hace mucho tiempo que acariciaba el deseo de volver a veros, lo mismo que a vuestros queridos hijos, pues a pesar de todo lo que he sufrido no he perdido ninguno de mis sentimientos de antaño por la infancia, la hermosa naturaleza y la amistad.

El Trío [opus 47] y todo lo que aún no ha aparecido, está a vuestra disposición desde el fondo de mi corazón, querida condesa; lo recibiréis en cuanto aparezca. He estado siempre al corriente de vuestra salud, con todo el interés de una afectuosa simpatía; ahora podré ir a vuestra casa personalmente y celebro poder participar en todo aquello que os concierne […].

Vuestro verdadero amigo,

LUDWIG VAN BEETHOVEN

364 / [Verano de 1815].

Querida, querida, querida, querida, querida condesa, necesito tomar baños, que no terminaré hasta mañana, por este motivo no os podré ver hoy, ni a vos ni a vuestros seres queridos. Espero que vuestra salud esté mejor. No es un consuelo para los seres mejores decirles que otros sufren también, pero hay que utilizar las comparaciones, y encontramos que todos nosotros sufrimos y nos equivocamos, simplemente de forma diferente […]. Adiós, ¡estrechad en vuestros brazos, besad por mí a vuestros hijos queridos, aunque, – pienso, las niñas son ya mayores, no me atrevo a abrazarlas, ¡sobre esto no sé qué hacer y me remito a vuestro juicio, querida condesa!

Vuestro amigo verdadero y respetuoso,

BEETHOVEN

365 / [Verano de 1815].

Mi muy querida condesa, me abrumáis de nuevo, y esto no es justo; me quitáis así todos los pequeños méritos que podría tener ante vos. – Que pueda ir mañana a vuestra casa no es seguro, por fuerte que sea mi deseo, pero con toda seguridad iré dentro de unos días. Mi vida es muy complicada en estos momentos. Me explicaré mejor de viva voz. ¡Saludad y abrazad de mi parte a vuestros queridos niños con todo vuestro corazón, dad al maestro [Brauchle] una pequeña bofetada; un solemne buenos días al gran magistrado [Sperl]! En cuanto al violonchelista [Linke], se le ordena que se traslade a la orilla izquierda del Danubio [María Erdödy estaba en Jedlersee] y que toque hasta que toda la orilla derecha atraviese el río; de esta forma vuestra vecindad se acrecentará rápidamente. Tomo gustoso y con alegría el camino que cruza el Danubio; con valor se vence siempre, cuando es de justicia. Beso vuestra mano y más de una vez; acordaos con afecto de vuestro amigo

BEETHOVEN

En medio de esta correspondencia vuelve a veces la preocupación que proporciona a Beethoven la salud de su hermano Karl, que no mejora durante todo el año, antes de fallecer en el mes de noviembre.

366 / [Verano de 1815].

Querido Brauchle, nada más volver encuentro a mi hermano que llora por tener caballos14; – os lo ruego, sed tan amable de dirigiros a Langen Enzersdorfs a por los caballos, compradlos por mi cuenta, os lo reembolsaré con mucho gusto. – Su enfermedad no deja de inquietarme, debemos ayudarnos unos a otros tanto como podamos. No se debe dejar sufrir a nadie por una pequeñez de dinero.

BEETHOVEN

367 / [Verano de 1815].

No me siento bien, querido Brauchle, pero en cuanto me encuentre mejor iré a veros; contrariado por muchas cosas, más sensible que los otros hombres, y con la calamidad de mi oído, no encuentro en mis contactos con los demás más que sufrimientos […].

BEETHOVEN

Al terminar el verano, María Erdödy deja los alrededores de Viena para irse a las cercanías de Padua, y Beethoven le escribe una vez más; después, la correspondencia se espacia.

368 / Viena, 19 de Vendimiario [octubre] de 1815.

Mi muy querida condesa:

Ya veo que podría inquietarme a propósito de vuestro viaje y de los sufrimientos causados por una parte de vuestro itinerario, pero parece que al fin pudisteis llegar a vuestro Destino; esto me consuela, y al mismo tiempo os animo para que os consoléis vos misma. Nosotros, seres limitados de espíritu ilimitado, hemos nacido no sólo para el sufrimiento y para la alegría, y casi se podría decir que los más eminentes se apropian de la alegría a través del sufrimiento [durch Leiden Freude] […].

De mí, nada, – es decir, de Nada, nada. Que Dios os dé todavía la fuerza necesaria para alcanzar vuestro Templo de Isis15. Ahí puede el fuego más puro destruir todos vuestros males, y podéis renacer como un nuevo Fénix.

Apresuradamente, vuestro amigo fiel,

BEETHOVEN

Mala salud, inquietudes de todo tipo16, preocupaciones debidas a la enfermedad de su hermano, ésta es la trama de la vida de Beethoven este año. Es alrededor de su «durch Leiden Freude» como prosigue su meditación, y el diario de 1815 lo demuestra. Beethoven copia un gran número de citas de todos los libros que va leyendo; algunas de ellas ofrecen tal consonancia con sus preocupaciones y su propia visión del mundo que nos parecen tener, para la historia de su pensamiento, la misma importancia que una frase suya.

369 / ¡Que todo lo que se llama vida sea sacrificado a lo sublime [sei der Erhabenen geopfert] y [que constituya] un santuario del Arte! ¡Que yo viva, aunque sea solamente por la casualidad, si él se encuentra únicamente ahí!

BEETHOVEN

370 / Perfeccionar el aparato acústico17 si es posible para el viaje, y después viajar. Esto tú te lo debes a ti mismo, a los hombres y a él, el Todopoderoso; sólo así podrás un día desarrollar todo lo que de ti puede esperarse.

¡Y una pequeña corte, una pequeña capilla, en la que el canto escrito por mí será ejecutado a mayor gloria del Todopoderoso, del Eterno, del Infinito!

BEETHOVEN

371 / ¡Que transcurran así los últimos días! ¡y la humanidad futura! [Dos sentidos posibles: Kubié: «los últimos días y (aquellos) de la humanidad futura»; Romain Rolland: mis «últimos días (al servicio) de la humanidad venidera»; nosotros nos alineamos claramente con la interpretación que hace R. R., y vemos, lo mismo que él, en este fragmento la continuación directa de la nota anterior.]

BEETHOVEN

372 / Retratos de Haendel, de Bach, de Gluck, de Mozart, de Haydn en mi habitación; debéis ayudarme a pedir paciencia.

BEETHOVEN

373 / [Proyecto de carta a su cuñada]. Como vivís en un profundo error sobre vos misma, creo necesario manifestar aquí mi punto de vista, pues más de una vez ha sucedido que después de haberme hecho soportar vuestras mezquindades hayáis intentado reparar vuestros errores con una cierta amabilidad. No habéis sido absuelta por esto y tendréis que sufrir vuestro castigo; conviene mantener el orden en consideración a vuestro espíritu y el mío… Creéis probablemente que todo esto me ha pasado inadvertido, pero para sacaros de vuestro error os haré notar que, si habéis querido causarme una buena impresión, los medios que habéis elegido han tenido justamente el efecto contrario; a mi pesar, tengo que deplorar de nuevo que mi hermano os haya librado del castigo merecido; así, yo no …… tanto vuestras acciones ……18.

BEETHOVEN

374 / Ilíada, canto XXII, pág. 350 (verso 303: es Héctor el que habla enfrentándose a Aquiles y viéndose abandonado por Apolo). Ahora el Destino me agarra con fuerza. ¡Que yo no desaparezca sin gloria en el polvo! No; antes realizar una gran hazaña de la que las generaciones futuras oigan hablar.

Copiado por BEETHOVEN

375 / La Brühl, en casa de Lamm [pequeño valle cerca de Mödling, donde Beethoven pasó el verano de 1815]. ¡Qué hermoso sería volver a ver las comarcas de mi país natal, y al dirigirme a Inglaterra poder pasar cuatro semanas en él!

BEETHOVEN

376 / Clasificar en dos partes mis asuntos musicales, mis cuadernillos de apuntes, mis estudios, mis partituras, mis obras terminadas.

BEETHOVEN

377 / Bajo el diente del tigre he oído rogar a la víctima: «Te doy gracias, Altísimo, muero en el dolor y no en la culpa».

Poema oriental recogido por Herder y copiado por BEETHOVEN

378 / ¿Querrías saborear la miel sin sufrir las picaduras de la abeja? / ¿Querrías la corona de la victoria sin el peligro del combate? / ¿Cogería el buzo la perla del fondo del mar / si por miedo al cocodrilo se quedara en la orilla / ¡Atrévete!, lo que Dios te ha reservado nadie te lo puede arrebatar. / Pero él te lo ha reservado a ti, tú, hombre valiente.

Otro poema oriental recogido por Herder y copiado por BEETHOVEN

379 / Quien ama a Dios no estima el mundo más allá de su mérito, / sabe bien que éste no le ofrece ninguna seguridad. / Cultiva la ciencia: no hay sendero más seguro para el hombre / que aquel que han pisado siempre los pies de los sabios… / Evítale el dolor de ofender a un amigo, / pero sobre todo al Amigo que no se puede comparar a ninguno.

Otro poema oriental recogido por Herder y copiado por BEETHOVEN

380 / Mi contrato19 me obliga a residir en el país: ¡qué fácil es cumplirlo en cada aldea! Mi miserable oreja no me atormenta aquí. Es como si cada árbol en el campo me dijera: «¡Sana, sana!». ¡Encantamiento en el bosque! ¿Quién puede explicar esto? Si todo falla, me queda siempre el campo, aun en invierno; en Gaden, o bien en la Brühl, etc. En esta estación es fácil encontrar alojamiento barato en casa de un campesino. ¡Dulce reposo de los bosques! El viento, que sopla de nuevo después de dos hermosos días, no puede retenerme en Viena; es mi enemigo.

BEETHOVEN

381 / No pidas nada, son tus actos los que debes cumplir; ¡sacrifícate sin gloria ni recompensa! Haz primero prodigios, si quieres que los reconozcan; sólo así podrá llenar toda tu existencia.

Cita de Los hijos del valle, drama de Zacharias Werner, copiada por BEETHOVEN20

382 / Combate por el derecho y por la hija del derecho, la que está glorificada por las leyes, la eterna libertad; ¡sumisión al inexorable deseo del Destino de hierro; obediencia y renuncia y lealtad inmutable hasta la tumba! […]. ¿Practicarás la sumisión y la renuncia?… Tú eres un héroe, – tú eres lo que vale diez veces más: ¡un verdadero hombre!

Las zarpas de hierro del Destino sólo destrozan los costados del débil. Aquel que tiene el espíritu de un héroe ofrece audazmente al Destino el arpa que el Creador ha puesto en su corazón – Puede golpear sus costados; pero no puede destruir el magnífico acorde interior, y las disonancias se desvanecen pronto en pura armonía, porque la paz de Dios murmura a través de las cuerdas […]. ¿El hombre fuerte debe dejarse abatir o levantarse del polvo?…

¿El hombre verdadero y real es esclavo de lo que le rodea o es libre? ¿No arranca de todas las tormentas y, lo que es más, de todos los placeres de esta vida su mejor Yo? – El mundo está en su seno; ¿es una parte de la masa elemental?, ¿y lo que a veces se agita y fermenta en esta masa puede actuar sobre este mundo? Hombre, ¿puedes estar hundido?

¡Sin embargo, hay momentos! – Sí, ¡seguramente los hay! Pero, gracias a Dios, solamente los momentos en los que el hombre, vencido por una naturaleza más poderosa, cree que su Yo más alto es el movimiento de las olas. En tales instantes la divinidad nos muestra la distancia entre ella y nosotros; castiga la criminal temeridad del hombre de querer igualarse a ella y le arroja a la nada. En tales momentos el juicioso se precipita en el polvo, – pues es hijo del polvo; no obstante, él se levanta pronto y, purificado, escapa a la fatalidad y proclama su propio poder frente a la voluntad sagrada. ¡Tú también te pondrás en pie! […]. ¿Qué puedo hacer? – ¡Ser más que tu Destino!

¡Amar a los que te odian y buscar, en el acto de crear, el bien supremo de la realización de uno mismo! – Tú eres la imagen del Eterno. Cuando los hombres le maldicen, se ríe y crea para morada suya un paraíso. – ¿Quieres todavía, egoístamente, retirarte al desierto?

– ¡Ruborizándome me inclino ante tu grandeza!

– Esto ¡no debes hacerlo! – Debes superarme. [Sé] un maestro de los hombres [que están por debajo de ti]. El hombre, el que está aislado, a veces puede más que acompañado de miles: pues difíciles son de conducir las voluntades de los hombres, y rara vez triunfa la mejor inteligencia.

Cita de Los hijos del valle, de Zacharias Werner, copiada por BEETHOVEN

Sigue una serie de textos copiados de filósofos indios, de los Upanishads y de la Bhagavad Gita, que Beethoven consulta con frecuencia este año y el año siguiente, y donde encuentra, al mismo tiempo que una exaltación panteísta, lecciones de desinterés en la actividad humana. El diario de 1815 termina así:

383 / Sobre el Kahlenberg, 1815. Finales de septiembre.

¡El Todopoderoso en el bosque! Me siento afortunado, lleno de felicidad, en el bosque: cada árbol habla a través de ti. ¡Oh Dios!, ¡qué esplendor! En semejante país de bosques, en la altura está el descanso, el descanso para servirle.

BEETHOVEN

Hay que procurar siempre no dar demasiada importancia a los documentos que nos quedan.

El diario de 1815 es de una excepcional riqueza espiritual e intelectual, pero es posible que en los años precedentes Beethoven leyera tanto, reflexionara tanto, pero que simplemente tomara menos notas. En cambio, parece que en 1815 se acentúan las preocupaciones religiosas. Bajo la doble influencia de su amor desgraciado y de las decepciones políticas, parece buscar por este lado una solución a los problemas de su vida, y la busca en las direcciones más variadas: la sabiduría griega, los poetas orientales, el pensamiento indio, Zacharias Werner, etc., pero, por lo que podemos ver, siempre fuera del cristianismo tradicional.

El 16 de noviembre, el Ayuntamiento de Viena le concede un diploma de ciudadano de honor. Es la primera y la única vez de toda su vida en que se le rinde un homenaje oficial por un poder civil. Beethoven se siente feliz. Pero la víspera del día en que se le iba a dar esta distinción sobreviene un hecho que iba a tener en su vida consecuencias mucho más importantes. El 15 de noviembre muere su hermano Karl. Y Beethoven, el 22 de noviembre, escribe a Ries, que vive en Inglaterra:

384 / […] Mi desgraciado hermano acaba de morir, tenía una mala mujer. Puedo decir que tenía desde hacía años tuberculosis pulmonar, y puedo calcular en unos diez mil florines de moneda vienesa lo que he gastado para hacerle la vida más agradable. Sin duda esto no es nada para un inglés; pero para un pobre alemán, y sobre todo para un austriaco, es mucho. El pobre había cambiado bastante en sus últimos años, puedo decir que lo lamento de todo corazón y que ahora me alegro de haber hecho todo lo posible por mantenerle, y que no tengo nada que reprocharme […].

BEETHOVEN

La mujer de Karl van Beethoven, esta Juana Reiss a la que Beethoven llamará a veces «la reina de la noche», en recuerdo de La flauta mágica, no era un modelo de virtud. Se había casado con Karl en 1805, y en 1811 había sido condenada a un mes de prisión por adulterio comprobado. En 1818, en medio de sus procesos con su cuñado, tuvo un hijo natural. Como dice el austero Romain Rolland, se mostraba «desvergonzada en sus cartas y en sus conversaciones».

Pero de lo que Beethoven no habla a Ries es lo más importante. Su hermano no tenía tan sólo «una mala mujer»; tenía también un hijo, nacido el 4 de septiembre de 1806 y llamado Karl como él. En el momento en que muere su hermano es un niño de nueve años. Y Beethoven lo quiere para él solo21.

Durante los últimos meses de la vida de su hermano le acosa para hacerse nombrar tutor por medio de un testamento en toda regla. (Sin duda es a un episodio de esta batalla al que se refiere el proyecto de carta a su cuñada; cf. supra, texto núm. 373). Karl, el padre, tenía buenas razones para no tener confianza en su mujer; pero después de todo era su mujer, y la defendía; Karl redactó sucesivamente dos testamentos; en uno confiaba la tutela a su hermano Ludwig únicamente, y en el otro, a su mujer y a su hermano conjuntamente.

Esto fue el punto de partida de una serie de procesos que no finalizaron hasta 1820, con la victoria definitiva de Beethoven. Estaba convencido de que sólo su deber le obligaba a separar a su sobrino de la madre y a guardarlo para él solo. Y esta convicción era sincera; de hecho, Juana no era y no podía ser una buena educadora, ni siquiera una buena madre. Pero nos parece evidente que este hombre de cuarenta y cinco años (todos los biógrafos están empeñados en presentarlo en este momento de su vida como un anciano; sin embargo, está en la plenitud de su madurez), frustrado en todas sus esperanzas de un amor feliz, de un hogar y una vida familiar (cf. supra, texto núm. 332), ha transferido al pequeño Karl todo su horror a la soledad, todo su profundo rechazo de una vida árida y célibe; ha puesto, al ocuparse de este niño, una pasión, donde la voluntad de tomarse el desquite sobre la vida le importaba más que las preocupaciones morales. Desde el principio, como un fanático, empieza la ofensiva. En lugar de procurar llegar a un acuerdo amistoso, acusa a Juana de haber envenenado a su marido; naturalmente, ningún tribunal acepta tomar en serio esta acusación criminal que ninguna prueba respalda, y de la que el mismo Beethoven no se volverá a acordar. Pero Juana sí se acuerda; es muy comprensible. Acusada de homicidio, tratada de madre indigna, cuando es solamente una mujer ligera que no se preocupa lo suficiente de su hijo, se empeña en una guerra a muerte contra Beethoven, en la que no todas las culpas están de su lado. Cuanto más la insulta Beethoven y más pretende impedirle ver al joven Karl, más se irrita ella. Finalmente, tratará más de conseguir que Beethoven sea odiado por su pupilo que de recuperar a su hijo.

Karl será la principal y más inocente víctima de este duelo. Todos los biógrafos de Beethoven han seguido mucho tiempo el furioso ataque de Schindler contra este sobrino-que-ha-hecho-morir-a-su-tío-depena, este mal bicho, este granuja, este ingrato sin corazón, etc. Más recientemente algunos han intentado rehabilitarle. Nosotros iremos precisando el carácter de Karl a medida que se vaya haciendo un hombre; digamos enseguida que nos parece un muchacho muy insignificante. Cuando su padre muere, es un niño de nueve años, educado mediocremente por unos padres mediocres, con muchos defectos, pero también con buenas cualidades; la educación desigual que recibe a continuación y el duelo que mantienen su madre y su tío, que le destrozará y durante el que será consciente de ser objeto de la apuesta, terminarán por destruirle antes de que pueda empezar a vivir. Hay genios y héroes que se templan y se afirman en una adolescencia desgraciada; pero Karl no era ni un genio ni un héroe; era un poco pícaro de pequeño, y no mejoró al crecer. Se parecía a su padre y a su abuelo más que a su tío; tenía nueve años y se exigía de él que fuera el digno compañero de un hombre que era Beethoven; a falta de genio, podía haber aportado la inocencia de la infancia; pero ¿cómo podría haber guardado esta inocencia cuando su tío le enseñaba a despreciar a su madre, y su madre a detestar a su tío? Karl se convirtió en un pobre hombre en este ambiente; no se le puede admirar ni atacar, pero sí compadecer. En la continuación de esta biografía no seguiremos al detalle las innumerables peripecias de los procesos de Beethoven con la «reina de la noche», ni las vicisitudes de la educación de Karl. Ya hemos dicho bastante como para que se pueda calibrar el cambio que se introduce en la vida de Beethoven, la obsesión que se apodera de su corazón y de su cabeza en estos meses de diciembre de 1815 y de enero de 1816. Hemos dicho que en nuestra opinión Beethoven está lejos de tener siempre razón en este asunto; pero el lugar que Karl va a ocupar en su vida es uno de los motivos que nos hacen sentir tanto afecto por él. Y si nos parece inútil contar detalladamente todos los incidentes que se producen, nos parece esencial decir que si Beethoven no se hubiera mostrado de esta forma en esta cuestión, no habría sido aquel cuyas últimas obras son las más humanas.

Hace algunos meses quería sacrificar al arte «todo lo que se llama vida»; esta resolución la adopta en el mejor sentido; pero en el sentido más peligroso es incapaz de mantenerla, y en vez de calcular el número de obras que la educación de Karl ha podido frustrar a la posteridad, es mejor constatar que nunca Beethoven fue más él mismo que al entregarse con tal pasión al cuidado de este sobrino que tanto le hará sufrir. Según los versos de Zacharias Werner que copiaba poco tiempo antes, es «el que es diez veces más que un héroe: un hombre verdadero».

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