Capítulo 78

El nuevo apartamento de Jason se encuentra en el piso decimocuarto de una de las flamantes nuevas construcciones que han brotado en la ribera del Mersey en los últimos años. Aúna parte anticuada de mí siempre le han encantado esos tramos ribereños que se hicieron merecedores del título de Patrimonio Mundial —la zona portuaria y sus impresionantes edificios neoclásicos, recuerdo permanente de su glorioso pasado.

Pero estos refulgentes rascacielos, como este en el que vive Jason, han añadido una sorprendente nueva dimensión a la belleza y el carisma de la ciudad. Una forma audaz de mirar hacia el futuro que queda mucho mejor de lo que hubiera pensado cualquiera que se haya criado aquí.

Mientras el ascensor sube hasta el apartamento de Jason, mi estómago rebota de un lado a otro. Miro mi reflejo en el espejo y siento una bocanada de alivio. Bueno, después de un vuelo de larga distancia y muy pocas horas de sueño, es posible que mi piel no esté radiante, pero al menos estoy ligeramente bronceada y, lo que es más importante, he perdido los kilos que había cogido. He recuperado el brillo en los ojos y mi pelo exhibe un lustre satisfactorio. Por primera vez en décadas, me siento bien con mi aspecto, cómoda en mi piel. Espero que Jason esté de acuerdo.

Llamo a la puerta con el corazón latiéndome tan rápido que, si me hicieran una prueba médica ahora mismo, daría la misma frecuencia cardiaca que un hámster.

Un par de segundos más tarde, se abre la puerta.

Y ahí está él.

El hombre que tanto deseaba que fuese mi marido. El hombre que pensé que me había rechazado, pero que ahora quiere que vuelva. Mi amante. Mi amigo. Jason.

—¿Cómo estás, cariño? —dice sonriendo.

—Estoy... estoy bien. —Respiro. Me tiembla la voz.

Nos quedamos de pie, uno frente al otro, sin saber ninguno qué decir. Finalmente, Jason toma la iniciativa.

—Ven aquí —dice suavemente, inclinándose para abrazarme. Pero cuando me muevo para corresponderle, se me engancha la manga en el marco de la puerta. Torpemente, tiro de ella y lo intento de nuevo.

Me envuelve entre sus brazos e intento rendirme a su reconfortante familiaridad. Espero que me abrume de fe1icidad y seguridad, como solía. Cierro los ojos y me aprieto en su abrazo.

Lo primero que cruza mi mente es lo pequeño que parece su cuerpo en comparación con el de Ryan. Mi silueta ya no se adapta a él como solía. Somos como dos piezas de rompecabezas que no encajan del todo. Después de unos pocos segundos, me aparto y lo miro a los ojos.

—Te he echado de menos —le digo.

Me besa.

Yo también. Venga, pasa que te prepare un café.

Al principio, la conversación resulta un poco incómoda, A pesar de que tenemos que ponernos al día en muchas cosas. Es como si la profundidad y la intimidad con la que hablamos por teléfono cuando estaba en Estados Unidos nunca hubiese existido.

Entonces... ¿no ha habido retrasos con el vuelo ni nada de eso? —pregunta Jason, rodeándome incómodamente los hombros con el brazo.

Me siento como una niña de quince años en la última fila del cine.

—No, ninguno en absoluto —contesto.

—Bien. —Asiente—. Eso es bueno.

—Mmm —coincido.

Esto no va bien. Después de veinte minutos de charla insustancial, empiezo a estar alterada. Y seguramente con una buena razón. Jason todavía no ha mencionado que ha vuelto a fijar nuestra boda. Dentro de dos semanas, el jueves.

—Jason. —Me giro hacia él y lo miro a los ojos—. Mi madre me dijo algo cuando fueron a recogerme. Algo que pienso que ya deberías haberme planteado a estas alturas.

—¿Eh? —responde. Estoy segura de que sabe de lo que estoy hablando—. ¿Ah, sí?

—Dijo que habías vuelto a fijar la boda. ¿Es verdad?

De repente, su cara vuelve a cobrar vida.

—Bueno, tenía la esperanza de poder decírtelo yo mismo —dice radiante—. Estaba esperando el momento adecuado. Se suponía que tu madre había jurado guardar el secreto, pero qué más da. Entonces, ¿qué te parece?

¿Que qué me parece? Esa sí que es una buena pregunta. Obviamente, debería estar encantada. También tengo todo el derecho del mundo a estar nerviosa, por supuesto, pero, sobre todo y en primer lugar, encantada.

—Obviamente, estoy... eh, encantado —propongo.

—¡Genial! ¡Sabía que lo estarías! Oh, cariño, va a ser la mejor boda que puedas imaginar.

—También estoy un poco preocupada, aun así, teniendo en cuenta lo que pasó la última vez —continúo.

—¿Qué? —dice, como si hubiese interrumpido el hilo de sus pensamientos—. ¿Preocupada? Bueno, sí, eso puedo entenderlo. Pero, créeme, esta vez no tienes de qué preocuparte. Absolutamente nada, ¿vale? ¿Vale, cariño?

Trago saliva.

—Claro.

Sé que pasará un tiempo hasta que las cosas vuelvan a la normalidad. Quiero decir, tengo derecho a estar nerviosa. Son momentos muy estresantes. Por eso me siento rara con la boda inminente. Y con Jason. Han pasado millones de cosas desde abril.

Con todo, eso no quiere decir que no esté segura de que es el hombre que necesito. Solo tengo que darme tiempo para adaptarme, eso es todo.

—¿Hay más café? —pregunto, sintiendo la necesidad de levantarme.

—Claro, voy a hacerte uno —dice, incorporándose solicito.

—No, yo lo hago. ¿Quieres uno?

—No —dice—. Sírvete tú misma.

Me dirijo hacia la cocina sin tabiques. Solo me cuesta un par de pasos llegar hasta allí. El apartamento no es que sea de generosas proporciones, precisamente. De hecho, es tan recogido como un armario para escobas.

—¿Cuándo te mudaste aquí? —pregunto, mientras rebusco el café.

—Hace un par de meses —dice orgulloso—. Es precioso, ¿verdad? Ya nos estoy imaginando aquí. ¿Tú no?

—Oh —digo, un poco sorprendida—. Entonces, ¿no quieres mudarte a una casa, como antes?

—Bah. ¿Para qué si puedes conseguir un sitio como este por el mismo precio que el que pagaríamos por una hipoteca?

—O sea, ¿no quieres comprar en alguna parte?

—¿Quién necesita un compromiso así a nuestra edad?

—¿Casarse no es un compromiso? —no puedo evitar señalar.

—Sí, claro —ríe—. Es distinto.

Suena su móvil, lo coge y enfila el baño, que está tan impoluto que me he sentido culpable solo de sentarme en el Inodoro.

Al abandono la preparación del café y me acerco a la ventana para mirar a la ribera. La vista es espectacular. Los ríos Mersey y Charles no se parecen en nada, en realidad; aun así, Boston me vuelve a venir a la memoria.

Estoy desesperada por llamar a Ruby y a Samuel para pedirles perdón por dejarlos tan abruptamente. Para decirles que los echo de menos. Para decirles «hola». También estoy desesperada por dejar de pensar en mi último beso con Ryan, en la sensación de su cuerpo contra el mío, en sus labios, en su...

Jason vuelve a la habitación con una chaqueta de cuero en la mano.

—¿Chaqueta nueva? —pregunto.

—Sí... Es bonita, ¿eh? Era Neil el que ha llamado, para preguntarnos si nos gustaría tomarnos algo rápido con él y con Jessica. ¿Te apetece?

Niego con la cabeza.

—Estoy destrozada. Lo de la diferencia horaria me ha matado. ¿Te importa si me echo un rato?

—Oh, vale. —Parece decepcionado.

—Ve tú, de todas formas —añado.

—¿Estás segura?

—Claro.

Cruza la habitación y me rodea con sus brazos. Me alivia no sentirlos tan extraños como antes.

—Dios, me alegro de que hayas vuelto, preciosa. De verdad.

—Yo también —suspiro.

Me aparta de él y camina hasta la puerta, deteniéndose para limpiar una inexistente mota de polvo de la mesa de la entrada.

—Jason... Voy a llamar a América —digo—. Tengo que atar un par de cabos sueltos.

—Sin problema. Mientras no sea a un novio. —Me guiña un ojo.

Me sonrojo con tanta violencia que debo de parecer momentáneamente menopáusica, pero, por suerte, cierra la puerta sin mirar atrás.

Cojo el teléfono y marco el número; tengo la garganta tan seca que podría plantar cactus en ella. Suenan cuatro tonos hasta que alguien lo coge.

—¿Hola? —es una vocecita que reconozco inmediatamente.

—Hola Ruby, soy Zoe. —Me avergüenzo de mí misma antes incluso de que las palabras salgan de mi boca.

Casada por los pelos
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml