Capítulo 61

Ryan está en la cocina preparando la cena y parece como si el mundo entero se hubiese detenido.

—¿Qué os pasa a los hombres con la cocina? —digo, moviendo la cabeza divertida—. Seguro que el estofado está de muerte, pero es como si estuviéramos en presencia de Marco Pierre White cocinando para los jueces de la guía Michelin.

Ryan ha comentado de pasada cada uno de los ingredientes que ha añadido al plato —los cinco que ha puesto— y no ha dejado de darse aires ante su público, Ruby, Samuel y yo, hasta tal punto que parece estar esperando una ronda de aplausos.

—No sé a qué te refieres —dice con una sonrisita—. Lo estoy haciendo bastante bien. De hecho, debería hacerlo más a menudo. Obviamente, soy un genio de la cocina.

Por lo menos se lo toma con ironía, pienso.

Cojo a Samuel para que mire el interior de la olla.

—Quiero pizza —dice. Por su expresión, parecería que acabara de contemplar el cadáver en descomposición de un roedor fallecido recientemente.

Se me escapa una risa.

—¡Esto es comida sana y casera! —dice Ryan, fingiendo estar ofendido—. Va estar delicioso como mínimo, ¿verdad, Zoe?

—Va estar divino, niños —les digo—. Y si no, siempre podemos escaparnos al McDonald’s después.

Ruby se ríe.

—Traidora —murmura Ryan.

De repente, oímos una voz desde la entrada de la casa.

—¡Hola! Eh... ¿hay alguien?

Suena a la voz de Trudie, pero más baja. Ella suele anunciar su presencia a un volumen solo equiparable a la sirena de un carguero de cuatrocientas toneladas.

—¿Cinco minutos y ya cenamos? —le pregunto a Ryan.

—Claro.

Trudie está en la entrada. Lleva un vestido corto de flores; uno de esos que, en una talla distinta y en una persona distinta, parecería un elegante modelito de andar por casa tipo Boden. Trudie se las arregla para lucir como la chica de un desplegable de Playboy en horas extras.

—¿Cómo estás? —pregunto—. Iba a darte un toque para ver si querías venir al cine con los niños esta semana, pero... Oye, ¿qué pasa?

Nunca había visto a Trudie tan pálida. En parte, porque es tan fanática de los productos de bronceado Fake Bake que hace que el look revista de moda parezca isabelino. Pero hoy está pálida. Pálida y preocupada.

—¿Tienes un minuto? —me pregunta. Le tiembla el labio.

—Claro. —La hago pasar al salón—, ¿Quieres un zumo o algo?

En cuanto lo digo, me doy cuenta de que le haría falta algo ciertamente más fuerte que eso. Un beta bloqueante o cinco.

Niega con la cabeza.

—¿Qué pasa?

Deja escapar un débil suspiro.

—¿Por dónde empiezo?

—¿Por el principio? —sugiero.

—Vale —dice ella—. El principio... Bueno, empecemos por Ritchie.

—¿Qué ha pasado?

—Hoy ha pasado por casa me dice —y me ha dicho que quiere pasar el resto de su vida conmigo... Pero que si yo no quiero lo mismo, no tiene sentido que sigamos perdiendo el tiempo juntos.

Me cruzo de brazos.

—¿Y tú qué le has dicho?

—He intentado explicarle, más o menos, por qué no me tiré a la piscina cuando me propuso que me casara con él.

—O sea, ¿le has contado que no puedes tener hijos?

¿Eso es todo lo que te preocupa?

—¿Eso es todo? —grita con incredulidad—. Zoe, eso es algo vital para cualquier persona, y más para alguien que habla todo el rato de que no puede esperar para formar una familia.

—Lo sé, lo sé. No quería decir eso —le digo, arrepintiéndome por mi falta de tacto—. Lo siento, yo... ¿Se lo has dicho, no?

Se muerde el labio y mira a través de la ventana.

—Le he dicho que lo quiero, que lo quiero de verdad, y que eso no tiene nada que ver con que no le dijera que sí al segundo de proponérmelo, y que... necesitaba pensar sobre un par de cosas y... bueno...

—¿Pero no se lo has dicho?

—Bueno...

—¿Trudie?

—No exactamente, no.

—Oh, Trudie.

—Zoe, piénsalo. Si le cuento mi problema, que no puedo tener hijos, solo hay dos formas de seguir con esto. Una, me deja. Dos, sigue conmigo y arruino su vida por no poder darle lo único que de verdad quiere.

—Pero...

—Deja eso —me interrumpe—. Esos no son ni la mitad de los problemas que tengo ahora mismo. —Arruga la cara y empiezan a resbalar lágrimas por sus mejillas.

—Oh, Dios. ¿Qué más? —le pregunto, mientras la rodeo con el brazo.

—Es Barbara.

—¿Qué le pasa? ¿Qué ha hecho? Es imposible que tengas problemas en el trabajo. Eres maravillosa con Eamonn y Andrew. Y te adoran. Y...

Me detengo. Le siguen temblando los labios.

—Es culpa mía —dice entre sollozos—. Es todo culpa mía.

—¿El qué, Trudie? ¿Qué es culpa tuya?

—Cuando Ritchie se fue —dice gimoteando—, estaba tan enfadada que dejé a los gemelos en su parquecito, con el Circo de Jojo, y me subí a mi cuarto.

Hace una pausa.

—Sigue.

Se mira las manos.

—Dejé de fumar antes de venir aquí. De verdad, Zoe, te aseguro que lo dejé. O creía que lo había dejado.

Oh, Dios.

—Creía que había superado el hábito. De verdad que lo creía.

Oh, Dios.

Pero me acordé de que me quedaba un cigarrillo en un paquete de Marlboro lights enterrado en el fondo de la maleta.

Oh, Dios.

Estaba tan estresada con lo de Ritchie que, de repente, me vi rebuscando para encontrarlo. Estaba como poseída. Lo prometo que estaba tan desesperada que, si hubiese sido el último cigarrillo de una máquina, habría pagado ciento cincuenta libras por él.

Oh, Dios.

Así que me asomé por la ventana de mi dormitorio, para fumar —continúa y fue genial. Fue asquerosamente genial. El pitillo estaba rancio del demonio, sabía como el sobaco de un camello... pero fue genial.

—Sigue.

—Y cuando le estoy dando la última calada y estoy a punto de apagarlo...

—Te ha pillado Barbara —remato por ella.

Asiente.

—Oh, Dios —digo.

Fumar va en contra de las normas para cualquier niñera en estos días, en casi cualquier país del mundo. No obstante, eso vale por dos en los Estados Unidos. Y por tres para Barbara King, una mujer tan obsesionada por resguardar a sus hijos de cualquier tipo de toxina que me sorprende que no les haga llevar mascarillas protectoras.

—Imagino que no se lo ha tomado muy bien. —Sé que solo pensar en una molécula suelta del humo de ese cigarrillo dirigiéndose a los pulmones de los niños bastaría para que le diese un ataque de furia.

—No muy bien, no —continúa, secándose cada vez más lágrimas de las mejillas—. Zoe, me ha despedido. Lo que significa que no solo me han echado del trabajo. Me echan del país.

Casada por los pelos
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml