Capítulo 75

—Jason. ¿Cómo estás?

Mi voz suena notablemente calmada, teniendo en cuenta que mi corazón late tan fuerte que parece que se me va a salir del pecho para ponerse a bailar claqué en el tocador.

De repente, se escucha un fuerte golpe, seguido de tanto estrépito que me tengo que apartar el teléfono de la oreja. Luego se detiene.

—¿Zoe? —Su voz me resulta reconocible al instante, familiar al instante, sobrecogedora al instante—. Zoe, ¿estás ahí? Perdona, se me ha caído el teléfono.

Jason está inusualmente nervioso, cosa que me inquieta.

—Zoe, estás ahí, ¿no?

—Sí —contesto, pero no se me ocurre nada más que decir.

—Zoe, he estado pensando en hacer esta llamada todos los días de los últimos ocho meses. De hecho, te he llamado unas cuantas veces pero... siempre se ha cortado.

Sigo sin saber qué decir.

—Pero ahora que por fin doy contigo —continúa—, no sé por dónde empezar.

Volver a oír a Jason es como el primer sorbo de champán después de meses de abstinencia. Tan exquisito e irresistible como peligroso. Siento ansiedad, me muero de ganas de estar con él en persona. A pesar de eso, tengo que empezar por la pregunta más obvia. No hay otra alternativa.

—¿Qué tal si me dices por qué me dejaste plantada el día de nuestra boda? —pregunto.

—Claro —dice incómodo—. Bueno, es una buena pregunta. Yo mismo me lo he preguntado cada segundo de cada día desde que pasó. Todo lo que puedo decir es que fue un momento de locura.

Se produce otro silencio.

—¿Quieres decir que te arrepientes? —pregunto.

—Sí —dice con algo más que un deje de desesperación—. Sí, me arrepiento. Fue una insensatez.

—¿Insensatez?

—Una completa locura —continúa—. No sé qué me paso ni cómo explicarlo.

—Bueno, inténtalo.

—Vale, vale. La verdad es que estaba asustado. No sabría decir por qué, pero lo estaba. Supongo que era simplemente la idea de estar con una persona el resto de mi vida. Era un pensamiento recurrente.

—Se llama matrimonio, Jason —le digo rotundamente.

—¡Lo sé, lo sé! Y el matrimonio es algo que yo quería. Algo que deseaba de verdad. Pero el día antes de la boda, bueno, supongo que estaba aterrorizado. Aterrorizado de la cabeza a los pies. Lo cual es estúpido, porque llevábamos tanto tiempo juntos que, por lógica, habríamos estado bien mucho, mucho más tiempo. Siempre, de hecho. Pero eso no impedía que sintiera... claustrofobia. Pánico. Tensión.

—¡Para!

—Lo siento.

Inmediatamente, desearía no haber saltado. Quiero llegar hasta el fondo de la cuestión, ¿verdad?

—No —digo—. Sigue.

Respira hondo.

Vale —continúa—. Bueno, el caso es, Zoe, que me parecía bien todo el tema de casarnos. O sea, te quería y era feliz contigo sin toda la parafernalia de una ceremonia a lo grande, pero sabía que tú querías hacerlo y me parecía bien. De hecho, más que bien. Pero el caso es que mis sensaciones con respecto a la boda empezaron a cambiar conforme se acercaba el día, y aquella mañana, mientras Neil y yo nos preparábamos, entré en una especie de estado de shock. No podía ni ponerme el traje. Estaba ahí, de pie, incapaz de moverme, incapaz de sentir otra cosa que no fuera el pánico y veía a Neil cada vez más histérico conforme pasaban los minutos.

Sigo sin decir nada.

—¿Sigues ahí? —pregunta.

—Sí.

—Bueno, dieron las dos y diez y todavía no me había puesto el traje. No podía hacer otra cosa que quedarme tumbado en la cama e intentar no pensar en ello. Intentar no pensar en ti, pasando por lo que debes de haber pasado. Solo quería cerrar los ojos y apartar todas esas ideas de mí.

Vuelve a hacer una pausa.

—Eso no me hace sentir mejor —miento.

—¿No? —pregunta con ansiedad—. No, supongo que no. O sea, ¿por qué iba a hacerlo? Arruiné tu gran día. ¿Cómo podría hacerte sentir mejor?

Su voz suena como la de un niño pequeño. Dolido y desconcertado por haber hecho algo desastroso y no ser capaz de volver atrás. A pesar de todo, siento la necesidad de acercarme a él y abrazarlo, de sentir sus brazos a mi alrededor. Pero nos separan 5.500 kilómetros de océano.

—Zoe —murmura—. Haría cualquier cosa para que volvieses.

Dudo. Y luego:

—¿Cómo puedes decir eso después de lo que ha pasado? ¿Después de lo que hiciste?

—Porque ahora sé, más que nunca, que te quiero dice—. Eres la única mujer a la que querré en mi vida. Sé que nunca podré volver atrás en el tiempo, pero me gustaría. Sin ti estoy acabado, Zoe.

—No seas idiota.

—Lo digo en serio —insiste—. Lo que más deseo en este mundo es tener la oportunidad de empezar de nuevo contigo. Que volvamos a lo que teníamos. Sé que no te merezco, pero pensé que tenías que saber cómo me siento. No podría vivir conmigo mismo si no te lo hubiera dicho.

Me desplomo sobre la cama, cierro los ojos y pienso. Pienso tanto, de hecho, que me empieza a doler la cabeza.

Da igual lo mucho que lo intente; siempre llego a la misma conclusión. Una conclusión que sé que mis amigos, mi familia, mis antiguos compañeros y todos los invitados que se presentaron en mi boda considerarían una muestra tal de locura que solo una lobotomía frontal completa podría ayudarme.

Pero todo el mundo se merece una segunda oportunidad, ¿no?

Casada por los pelos
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml