Cuando una madre sopla 75 velas
Espera secretamente que uno de sus regalos sea un tanque de oxígeno.
En el transcurso de los años, ha gritado, dicho y rezado "Jesús, José y María, dame paciencia!" 1.245.187 veces.
Sus manos han colgado pañales en cuerdas, esterilizado biberones, cargado bebés hasta el apartamento del tercer piso, planchado vestiditos y empujado orgullosamente cochecitos de bebé.
Ha pelado más papas que seis marineros en castigo.
Se ha arreglado el cabello con rulos de metal, permanentes, cápsulas colorantes de Nestlé, al estilo paje, poodle y como nido de abejas; ha sido rizado una y otra vez y se ha vuelto gris.
El "salón" era donde recibía sus visitas, la "despensa" donde guardaba los comestibles, la "hielera" donde colocaba el helado, y podía usar la "máquina de lavar" los martes.
Obtuvo su grado de enfermera después de cuidar paperas, sarampión, viruela, neumonía, polio, tuberculosis, fiebres, suturas, resfriados, brazos fracturados y corazones rotos.
En algún momento tuvo en su armario vestidos para la casa, sombreros de pluma, guantes blancos, faldas de dobladillo corto y de dobladillo largo, trajes pantalón, vestidos amplios de chifón, vestidos pegados, un abrigo para los domingos y los juguetes de Navidad que ordenaba a través del catálogo de Sears.
Su corazón ha conocido el éxtasis del amor de un hombre, la alegría de los hijos, el dolor de sus errores, la calidez de las buenas amistades, la celebración de bodas, la bendición maravillosa de los nietos y bisnietos.
¿Quién podría contar los pisos que ha fregado, las cenas que ha cocinado, los regalos de cumpleaños que ha empacado, las palabras deletreadas que ha escuchado, los cuentos que ha leído, las excusas que le han dado, las oraciones que ha susurrado a Dios todos los días?
Sus brazos han mecido generaciones de bebés. Sus manos han preparado innumerables platos "predilectos". Sus rodillas se han inclinado a rezar una y otra vez por sus seres queridos. Su boca ha besado heriditas que duelen. Su espalda se ha encorvado para lavar ropa sucia, recoger flores de su jardín y envejecer.
Ha viajado por la vida con sus lágrimas y alegrías, viendo cómo los atardeceres de ayer se convierten en los amaneceres de esperanza y promesa del mañana. Gracias a ella y al hombre que tomó su mano, la vida de familia y el amor se han prolongado a través de las generaciones.
Cuando una madre sopla 75 velas, benditos son los que la rodean con su amor.
Alice Collins
Presentado por Geraldine Doyle