Reunión de madre e hijo

Hasta abril pasado, Kellie Forbes y Shauna Bradley no se conocían y nunca habían hablado. Sus esposos trabajaban en compañías diferentes y sus hijos asistían a colegios diferentes. Ahora, cuando se preparan para celebrar su primera Navidad juntas, lo único que lamentan es no haberse conocido antes. Durante más de catorce años, estas dos mujeres, provenientes de Utah, habían compartido, sin saberlo, un vínculo tan fuerte como un vínculo de sangre; sin embargo, sólo a través de las circunstancias más improbables descubrieron exactamente cuál era. Llámenlo azar o destino—o, si prefieren, milagro.

En 1992, la vida de Kellie era bastante sombría; tres miembros de su familia habían muerto. Luego, justo después de mudarse a una nueva casa, ella y su esposo habían sido despedidos de su trabajo. Tantos problemas la habían dejado agobiada y deprimida.

La compañía para la que había trabajado ofreció unas sesiones de orientación con la psicoterapeuta Shauna Bradley para las personas que se habían quedado sin empleo. Shauna no pudo dejar de advertir el asombroso parecido de su paciente con su hijo, Jake, a quien había adoptado cuando era un bebé. Encontraba que los hoyuelos, las pecas, el cabello oscuro y los ojos castaños de Kellie eran exactamente como los de Jake. Sin embargo, descartó el asunto pensando que cualquier parecido no era más que una extraña coincidencia del destino.

Durante la segunda sesión, Shauna le preguntó a Kellie acerca de sus planes para el futuro. Kellie le respondió que quería escribir un libro sobre su experiencia con la adopción. Cuando era una adolescente, le dijo a Shauna, había dado en adopción a su bebé a una pareja a la que nunca había conocido. Luego se casó y tuvo tres hijos más, pero nunca dejó de pensar en su primer hijo, quien pronto cumpliría catorce años. Pensaba que escribir acerca de su experiencia podía ayudar a otras jóvenes.

La actitud de Kellie impresionó a Shauna. Sabía que le alegraría conocer a la madre natural de su propio hijo si fuera como Kellie. Le dijo a Kellie que ella era una madre adoptiva y que, por esta razón, el tema la conmovía mucho.

Agradecida por haber hallado a alguien compasivo que la escuchara, Kellie le habló emocionada de lo único que lamentaba: no le habían permitido abrazar a su hijo antes de entregarlo. Cuando Shauna le preguntó el motivo, replicó: "Kanab es un pueblo pequeño, y así era como hacían las cosas allá" (se refería a un pueblo a muchos kilómetros de donde había crecido).

Asombrada, Shauna dejó caer su libreta de notas. Su hijo había nacido en Kanab, catorce años atrás. "¿Dijiste Kanab?", exclamó. Kellie, cautelosamente, respondió que sí.

De repente, Shauna sintió que no podía respirar, como si alguien la hubiera golpeado en el estómago. Empezó a inhalar con gran agitación, tiritaba, y tapándose la boca con sus manos temblorosas, repetía, "¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!"

Kelly habló con lentitud. "¿Usted lo tiene?" Shauna asintió: "Creo que sí".

Por turnos, compartieron sus historias. Kellie le contó a Shauna que cuando era una adolescente sentía que sus compañeros de colegio la ridiculizaban, por lo que accedió a tener relaciones íntimas con su novio en un desesperado intento por ganarse la aceptación del grupo.

El resultado fue un embarazo inesperado cuando Kellie tenía dieciocho. Rompió con su novio poco después que se confirmó el embarazo y decidió dar a su bebé en adopción. Cuando se seleccionó a los futuros padres de su bebé, lo único que supo Kellie fue su edad, descripción y formación religiosa y académica.

Jim y Shauna Bradley habían estado casados durante cuatro años cuando solicitaron a un bebé en adopción después de "una cantidad de pruebas de fertilidad". Un año más tarde, fueron seleccionados para ser padres de un bebé de Kanab. Tres días después de nacido, Jake fue llevado a casa de los Bradley. Ellos le hablaron a Jake de su adopción en cuanto tuvo edad para comprenderlo, e insistieron en que su madre lo había entregado porque lo amaba. El día de su cumpleaños, Shauna solía decirle, 'Tú sabes quién está pensando en ti hoy".

En la oficina de la psicoterapeuta, Kellie no sabía si alegrarse o entristecerse. Después de todo lo que había soportado el año anterior, sentía que no podía arriesgarse a tener otra amarga desilusión si aquella mujer no era la madre de su hijo.

Kellie comenzó: "Su fecha de nacimiento es..."

"Junio 29 de 1980".

"Y el abogado era..."

"Mike McGuire—respondió Shauna—. ¿Y tu apellido de soltera es Robinson?"

Sumamente conmovida, Kellie asintió con la cabeza. Lo imposible había sucedido.

"Las probabilidades de que nos encontráramos así no existen", dijo Shauna. Las dos mujeres continuaron hablando mucho después de que terminó la cita. Shauna le dijo a Kellie que deseaba esperar hasta que Jake cumpliera los dieciocho años para hablarle de ella, pues creía que podía manejar mejor la noticia como un adulto. Kellie, feliz de saber que su hijo tenía un hogar donde lo amaban, estuvo de acuerdo.

Aquella noche, Jim Bradley advirtió que su esposa estaba muy entusiasmada, como si hubiese tenido el mejor día de trabajo de su vida. Cuando sus hijos se fueron a dormir, descubrió la razón de la felicidad de Shauna y compartió su entusiasmo.

Durante los días siguientes, Kellie y su esposo, Thayne, siguiendo los consejos de un experto, decidieron contarles a sus hijos acerca de aquel asombroso encuentro. Ellos ya sabían que tenían un medio hermano que había sido adoptado. Con gran entusiasmo, preguntaron cuándo podrían conocer a Jake.

Entre tanto, los Bradley experimentaban su propio dilema. Sopesando las alternativas, concluyeron que Jake era un muchacho bastante maduro y que podrían contárselo ahora. Sentían que si le ocultaban la verdad era probable que perdieran su confianza. Si se lo decían, Jake podía hacerse a la idea de conocer a su madre biológica, y ellos podrían servirle de apoyo en esta situación.

Cuando Kellie supo que los Bradley deseaban decírselo a Jake tan pronto como fuese posible, fue ella quien se angustió. "Por favor, no se lo digan por creer que yo deseo que lo hagan", insistió. Ahora estaba aprensiva. ¿Y si no llenaba las expectativas de Jake?

Una mañana, Shauna y Jim entraron en la habitación de Jake y lo despertaron. Shauna le dijo: "Jake, ha sucedido la cosa más sorprendente del mundo. Estaba atendiendo a una mujer en mi consultorio y descubrimos que mi paciente es tu madre biológica".

Jake sonrió, y les preguntó: "¿Y cómo es? ¿Cuándo voy a conocerla?" Su madre le dio una fotografía de Kellie. Maravillado, corrió a enseñarle la fotografía a su abuela.

Cuando Shauna llamó a Kellie para decirle que ya habían hablado con Jake y que los invitaban a cenar, aceptó de inmediato.

Kellie fue la primera en llegar al restaurante, e intentó controlar sus emociones. Jim, quien venía directamente de su oficina, llegó después. Más tarde llegaron Shauna y Jake. Antes de que hubiera estacionado el auto, Jake saltó y le ofreció una bella violeta.

La voz de Kellie temblaba: "Tengo que abrazarte, ¡he esperado tanto tiempo este momento!" Cuando se abrazaron, los ojos de Jake se llenaron de lágrimas y se volvió hacia su madre. Shauna lo animó. "Está bien que te sientas emocionado, cariño. ¡Es un momento muy importante!"

En el restaurante, Jake, entusiasmado, le contó a Kellie acerca de sus aficiones y actividades. Se sentía feliz de que su madre biológica compartiera su amor por la música y de que su talento para reparar las cosas viniera del padre de Kellie, un mecánico.

Tanto la madre como el hijo lloraron cuando Kellie pronunció las palabras que siempre había anhelado decirle. "Sabía que había tantas cosas que no podía hacer por ti. Quería que tuvieras un hogar, una mamá y un papá. Aun cuando sabía que estaba naciendo lo correcto al entregarte en adopción, para mí fue verdaderamente difícil".

Después de este afortunado primer encuentro, Shauna y Kellie reunieron a todos sus hijos. "Nuestros hijos se comportaban como si se hubieran conocido hace largo tiempo", dice Kellie.

Hoy en día, Shauna y Kellie hablan con frecuencia, asombradas todavía por la extraordinaria coincidencia que las reunió. "Me alegro tanto por Jake —dice Shauna—. Ha encontrado una pieza del rompecabezas de su vida". Y Kellie agrega: "Estoy feliz de que Jake tenga la familia que tiene—han superado con creces todas mis expectativas".

Carolyn Campbell

Extractado de Woman's World Magazine

Sopa de pollo para el alma de la madre
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