Cenar fuera
Fuimos a un pequeño café cerca de la universidad
para cenar juntos con tranquilidad.
Los estudiantes que cenaban allí
discutían profundos problemas filosóficos.
Te sentaste en nuestra mesa; te veías suave y afable,
tus cabellos enmarañados y brillantes,
tus ojos destellantes, llenos de picardía.
Y ejerciste tu encanto sobre mí y sobre todos los que estaban allí.
La mesera te mimaba, tu taza siempre llenaba,
"¿Otra servilleta? ¡Con mucho gusto!”
"¿Más galletas para la sopa? ¡Claro!”
La cortejabas abiertamente y a la dueña también,
lanzándoles seductoras sonrisas, invitándolas a hablar,
comiendo sólo los adornos de tu cena.
Dos veces te levantaste de la mesa
para pasearte y esparcir tus encantos en otra parte;
te detenías en una o dos mesas,
sonriendo ampliamente, pidiendo conversación.
Vi cómo cautivabas sus corazones
y supe que te habías apoderado del mío
mientras te observaba en silencio.
Finalmente, doblé con paciencia mi servilleta
y la puse al lado del plato terminado.
Supe que era tiempo de partir,
y acercándome a ti, dije, "Despidámonos ".
Te alcé, te puse en tu cochecito,
y mientras salíamos, te despediste profusamente de todos,
después de tu primera cena con la abuela cuando tenías solo dos años.
Maryann Lee Jacobs