Necesitamos una roca
El día anterior al nacimiento de mi hijo fue decididamente uno que siempre recordaré. Mi madre estaba en el hospital recuperándose de un derrame que le paralizó el lado izquierdo y le afectó el habla. Mi hermana y yo habíamos ido todos los días para animarla y tratar de que hablara. El médico dijo que hablaría cuando tuviera algo que decir.
Aquel día, mamá trató de decirme algo. Sus ojos me miraban y luego se dirigían veloces a la puerta. Trataba de formar las palabras que gritaba su mente, pero su boca no colaboraba. La abracé y lloramos juntas. Sé que estaba preocupada por mí y deseaba que me fuera a casa, pero yo sabía que todavía faltaba un mes para el nacimiento del bebé y deseaba permanecer con ella. En realidad no necesitábamos palabras para comunicamos, pero una palabra de ella nos hubiera dado tanta esperanza. "Regresaré mañana", dije, mientras me despedía y avanzaba lentamente hacia la puerta. Vi que sacudía la cabeza como si dijera, "Debes quedarte en casa y descansar".
Mamá estaba en lo cierto. Hubiera debido descansar. Siete horas más tarde, me llevaron de prisa a la sección de urgencias del mismo hospital. Los médicos dijeron que era placenta previa. Lo único que yo sabía era que el bebé y yo estábamos en problemas.
Con la ayuda de Dios y de algunos buenos médicos, terminé en una habitación en el piso superior al de mamá con un bello nitrito en los brazos. Mientras lo contemplaba, trataba de pensar en un nombre. Un nombre es importante. Un nombre debe tener una historia de la que mi hijo pueda sentirse orgulloso. Un nombre debe estar arraigado en algo. Pero estaba demasiado agotada emocionalmente y fatigada por la cesárea de emergencia para encontrar el nombre adecuado.
Nuestro primer hijo recibió el nombre de su padre, Daniel. Nuestro segundo hijo recibió el segundo nombre de su padre, Michael. Infortunadamente, mi esposo no tenía más nombres. Nuestra hija recibió el nombre del más bello condado de Irlanda, Kerry. Todos los otros nombres de la familia ya habían sido repetidos dos o tres veces por muchos de mis sobrinos. Mi tío nos dijo que Finbar era el santo patrono de nuestra familia, pero sabía que alguien llamado "Finbar Ryan" tendría que aprender a defenderse antes de aprender a caminar.
El tiempo pasaba y las enfermeras me estaban presionando. De repente, tuve una idea. Llamé a la enfermera y le pedí que le llevara una nota a mi madre en el tercer piso: Mamá, es un niño. ¿Le buscas un nombre? Con cariño, Kathy.
Esperé una respuesta la mayor parte del día. Cada vez que sostenía al bebé, lo mecía y susurraba. "Pronto tendrás un nombre". Pensaba en mamá y deseaba verla; mis ojos se llenaban de lágrimas. De repente, la enfermera estaba en el umbral de la puerta. Tenía una mirada picara.
Tomó el bebé y susurró, "Shhh". Sorprendida, pregunté, "¿Qué ocurre?" Me indicó que me subiera a la silla de ruedas y permaneciera en silencio. Otra enfermera tomó al bebé. Me condujeron por un pasillo oscuro. Al frente del lugar donde están los bebés, se encontraban Dan y mi madre, con la mejor sonrisa torcida que he visto en mi vida.
"Mamá", llamé, y se me llenaron los ojos de lágrimas. Era la primera vez que salía del tercer piso. Luego hubo un gran silencio, mientras levantó la mano izquierda y señaló el lugar donde las enfermeras habían asomado mi bebé a la ventana. Lentamente y con gran dificultad, dijo: "Llámalo ... Peter. Nece ... si... tamos ... una ... roca".
Kathy Ryan