Capítulo 8

Estaba en medio del pequeño despacho, tratando de controlar su mente.

«Otra vez no; no tan pronto. No puedo perder el control; aquí no. El guardia puede darse cuenta de que la puerta está abierta y querrá comprobar que no haya intrusos. No pueden pillarme».

Sin embargo, el aura de la inminente llegada de la noche se cernió sobre él como una tormenta. Al cabo de un segundo, todo era oscuridad. Se cayó al suelo, con la cabeza llena de interferencias.

Cuando recobró la normalidad, estaba exhausto; siempre sucedía lo mismo.

Miró el reloj que había sobre el escritorio y se dio cuenta de que sólo habían pasado dos minutos. Todavía había tiempo.

Se puso de pie y fue hasta el archivador. Algo crujió bajo su pie. Alarmado por el ruido producido en medio del silencio de la habitación, alumbró el suelo con la linterna y vio que no era más que un bolígrafo roto, decorado con una pequeña imagen de Elvis; un bolígrafo cutre y barato, nada que fuera a echarse de menos.

Aliviado, lo levantó del suelo y se metió los pedazos en el bolsillo.

«Tengo que concentrarme. Estoy aquí por una razón».