Capítulo 4
Ethan trató de no hacer ruido, pero Zoe estaba despierta y notó cómo se levantaba de la cama.
Le dio unos segundos de margen, sólo para asegurarse de que no iba al baño. Siempre podías tener un motivo para ir allí en mitad de la noche, se dijo. No diría nada hasta que Ethan comenzara a vestirse.
Su marido fue hasta el armario y comenzó a rebuscar. Zoé vio que cogía un pantalón.
—Podrías haberte ganado la vida desvalijando casas, ¿sabes? —dijo ella entonces, incorporándose—. No se te da nada mal salir a escondidas de la habitación de una dama.
Ethan se quedó quieto un instante y luego comenzó a ponerse los pantalones.
—Lo siento; no quería despertarte —se disculpó.
—Ya me he dado cuenta.
—Zoé…
—¿Vas a decirme qué pasa, Ethan?
—No podía dormir —contestó él, poniéndose una camiseta negra—. Supuse que no querrías que me pasara dando vueltas por la sala hasta el amanecer, así que pensé que sería mejor salir a dar un paseo.
—Salir a dar un paseo.
—Sí.
—¿En mitad de la noche?
—No me vendrá mal un poco de aire fresco.
—Venga ya —soltó Zoé, apartando la sábana y poniéndose en pie—. Estabas huyendo de mí, ¿no es cierto?
—¿De qué demonios estás hablando?
—Ibas a escaparte en mitad de la noche. —Zoé se percató de que le temblaban las manos; detestaba que le pasase eso. Se cruzó de brazos, tratando de contener el dolor y la rabia—. No me lo puedo creer. No esperaba esto de ti, Ethan Truax.
—Que quede algo bien claro —dijo él, abrochándose los pantalones con rapidez—. No estaba huyendo; sólo iba a dar un paseo. Hay una gran diferencia.
—No me lo creo. Hace dos semanas que te comportas de forma extraña, y me parece que es porque te arrepientes de haberte casado conmigo —repuso Zoé con lágrimas en los ojos—. Has cambiado de opinión y no tienes el valor de decírmelo, ¿verdad?
—Eso no es cierto.
—No querías casarte, ¿es eso? Preferías seguir como estábamos. Quieres ser libre para poder irte cuando te aburras de lo nuestro. Reconócelo.
—Maldita sea, deja de hacer suposiciones —replicó Ethan yendo hacia ella y cogiéndola de los brazos—. No tengo intención de romper con nuestro matrimonio.
—¿No?
—No.
Zoé alzó la barbilla.
—Entonces ¿por qué actúas como si quisieras escabullirte?
—No quiero escabullirme —negó Ethan—. Pero sería mejor si me mudase a Nightwinds unos días.
—Lo sabía.
—No, tú no sabes nada; te crees que sí, pero no. Esto no tiene nada que ver con lo nuestro.
—Mentira. Sea lo que sea lo que está pasando, no le está haciendo bien a nuestra relación.
—Zoé, en este momento no soy una buena compañía.
Ella lo cogió por los hombros.
—No estamos saliendo; estamos casados, ¿recuerdas? Eso quiere decir que no tienes que preocuparte por si eres o no una buena compañía.
—¿En serio? —dijo Ethan con ironía—. Pues la experiencia me dice que no es así, y tengo mucha.
—No pasarás por eso otra vez. Lo presiento.
—Conque lo presientes, ¿eh? Me pregunto qué fue lo que hice mal.
—Tú aguanta mis presentimientos —dijo Zoé, dándole una sacudida que no lo movió ni un milímetro—, qué yo te aguantaré a ti cuando estés de mal humor. ¿Entendido?
—Zoé…
—Dime qué te pasa. Sé que algo va mal, Truax.
Ethan retrocedió.
—En esta época del año me deprimo un poco, eso es todo.
—¿Por qué? ¿Por el tiempo? —Aquello no parecía probable. Sí, era noviembre, pero estaban en Arizona. Para los turistas, el tiempo seguía siendo magnífico—. ¿No te gusta que los días sean más cortos? ¿Acaso te molesta que haya menos luz?
—No. No tiene nada que ver con el tiempo ni con las horas de luz —dijo Ethan, la luna iluminándole el rostro—. Esto es algo que me pasa cada noviembre desde hace un par de años. Éste fue el mes en que secuestraron y mataron a Drew.
—El aniversario de la muerte de tu hermano —dijo Zoé, atando cabos y sintiendo un gran alivio, al mismo tiempo que se compadecía por Ethan. Se acercó a él y lo abrazó—. Por supuesto; tendría que haberme dado cuenta. En agosto pasado yo también estuve unos días deprimida. No sabía por qué, hasta que me acordé de que ése era el mes en que había muerto Preston.
La muerte de su marido había desencadenado una serie de terribles acontecimientos, entre ellos la pesadilla que había supuesto su ingreso forzado en Candle Lake. Agosto siempre le traería malos recuerdos, de igual manera que noviembre haría lo propio con Ethan.
Ethan la estrechó con fuerza.
—Bonnie y los chicos pasan por lo mismo todos los años.
Zoé pensó en las comidas que había compartido con su cuñada y sus sobrinos en las últimas semanas, en las que había notado cierta tensión en el ambiente.
—Bonnie parecía algo callada a principio de mes —dijo—. También es cierto que Theo y Jeff han estado más agresivos de lo normal.
—Bonnie y Theo se lo han tomado mejor este año, pero Jeff sigue teniendo problemas al respecto —comentó Ethan, frotándose la nuca—. Supongo que yo tampoco lo he superado del todo.
—¿Cuánto suele durar esta etapa?
—Hasta final de mes. —Ethan dudó una fracción de segundo, y añadió—: Justo al día siguiente de la fecha del accidente náutico de Simón Wendover. Murió dos años después de Drew, casi el mismo día.
—Ya.
Zoé sabía que Simón Wendover había sido el responsable de la muerte de Drew Truax. Ethan lo había investigado y había reunido pruebas contra él. Sin embargo, el peso de la ley no había caído contra aquel hombre, ya que lo habían declarado inocente.
A pesar de todo, no había podido disfrutar de su libertad durante mucho tiempo. Un mes después del juicio, Wendover había muerto en un accidente náutico.
Zoé se quedó con Ethan a la luz de la luna, abrazándolo hasta que notó que se relajaba. Entonces lo cogió de la mano.
—Ven —le dijo, llevándolo fuera del dormitorio—. Vamos a la cocina a prepararte un vaso de leche caliente.
—Eso es lo que yo te doy cuando tienes una de tus pesadillas.
—Funciona, ¿no?
—Me parece que me vendría mejor un trago de algo más fuerte.
—Como quieras —dijo Zoé, sonriendo.
Ethan la siguió hasta la cocina. Ella sacó la botella de brandy del armario y sirvió un poco en un vaso. Se sentaron a la mesa mientras Ethan lo bebía.
Luego volvieron a la habitación y Ethan se quitó la ropa por segunda vez aquella noche.
Zoé bostezó y volvió a meterse entre las sábanas.
—Si no consigues dormir, vete al salón y lee o haz algo, pero prométeme que no saldrás a la calle a caminar solo.
—De acuerdo.
Se metió en la cama y se pegó a la espalda de Zoé, que notó cómo él se relajaba.
Al cabo de un momento, Ethan se durmió.
Pero Zoé no. Se quedó despierta un buen rato, pensando. Estaba bastante segura de que Ethan le había dicho la verdad, hasta cierto punto. No le había mentido; ella sabía cómo sonaba una mentira. De hecho, había tenido que contar bastantes durante los meses que habían seguido a su fuga de Candle Lake, cuando se había visto obligada a asumir una nueva identidad.
No, Ethan no le había mentido. Sin embargo, no le había contado toda la verdad. Se preguntó qué había omitido y por qué no se lo había contado.