Capítulo 37
En el pequeño escenario había un trío de piano, guitarra y contrabajo. Interpretaban Sweet Lorraine, siguiendo la versión de Nat King Colé, y lo hacían a la perfección, dándole un aire alegre y sincopado. Sin embargo, la canción no estaba surtiendo en él el efecto habitual, pensó Harry. No lo ponía en el estado de ánimo ideal.
Tomó un sorbo de su cerveza y se hundió en los cojines. El Last Exit no estaba demasiado lleno aquella noche. Arcadia y él estaban sentados en su mesa habitual.
—¿Tienes muchas quejas respecto a cómo te han ido las cosas hasta ahora? —preguntó Harry.
En realidad, lo que deseaba preguntarle era: «¿Te arrepientes de estar acostándote con un tipo como yo en vez de con uno de esos ejecutivos refinados con los que solías salir cuando estabas en la cresta de la ola?». Sin embargo, tenía miedo de preguntarlo directamente; no quería ponerla entre la espada y la pared. La experiencia le decía que era mejor aceptar el momento y no mirar demasiado lejos.
Arcadia levantó la vista de su martini y Harry supo que ella había entendido lo que había detrás de su pregunta. A veces era como si pudieran leerse el pensamiento.
—No —contestó ella—. Ni una sola. —Puso el vaso sobre la mesa, se inclinó y le besó—. Eres lo mejor que me ha pasado nunca, Harry.
Él se sintió invadido por una sensación indescriptible.
—Te amo —dijo. No podía recordar la última vez que había pronunciado esas dos palabras. Tal vez nunca.
Arcadia le acarició la mejilla.
—Yo también te amo. Eres mi alma gemela, Harry.
Por fin, la música empezó a surtir efecto en su interior.
Harry supo entonces que, después de todo, aquel nuevo sentimiento que estaba experimentando tenía un nombre. A eso se referían sus amigos cuando hablaban de ser felices.
Alargó el brazo y cogió la mano de Arcadia, dejando que la música los llevara consigo.