Capítulo 36
Cuarentena y ocho horas más tarde, Ethan apoyó los antebrazos en el lateral de la cama de Shelley Russell, mirando a la anciana. Zoe estaba del otro lado, mientras que Harry y Arcadia se encontraban a los pies de la cama.
Teniendo en cuenta por lo que había pasado la pobre mujer, se la veía bastante bien. Les había contado que le iban a dar el alta por la mañana, pero que ya no podía esperar más a que le contaran toda la historia.
Ethan la comprendía muy bien; a fin de cuentas, él también era detective privado.
—¿Así que Loring ha muerto? —preguntó Shelley.
—Murió en la ambulancia, camino del hospital —contestó Arcadia—. Pero habló con Harry y conmigo en el aparcamiento, mientras venía la ambulancia. Sabía que no lo iba a conseguir, así que no tenía nada que perder.
—¿Cómo te encontró?
Arcadia suspiró.
—Por desgracia, Grant sabía más de mis cuentas corrientes de lo que yo creía. Tenía el número de una que yo suponía secreta, y de vez en cuando le echaba un vistazo. Hace un mes saqué dinero de esa cuenta.
Shelley asintió.
—Y te descubrió.
—Sí, pero la nueva identidad de Arcadia era muy creíble —dijo Ethan—. Loring necesitaba estar seguro antes de hacer nada. También quería hacerse una idea de la nueva vida de Arcadia. Sus amigos, sus socios… ese tipo de cosas. No se atrevió a acercarse a ella hasta que estuvo seguro del todo.
—Así que usó a John Branch para que me contratara para sacar esas fotos.
—Pretendía mantenerse oculto el máximo tiempo posible —le explicó Zoe.
—Grant tenía muchos enemigos —dijo Arcadia—. Entre ellos, Hacienda y el FBI. No quería arriesgarse a ser visto en suelo estadounidense si podía evitarlo.
—Ahora entiendo por qué necesitaba esas fotos —dijo Shelley—. Tenía que estar seguro de que realmente eras su esposa. Lo que no entiendo es por qué le ordenó a Branch que matara a Truax.
—El plan original de Loring era que Branch atrapase a Arcadia —dijo Harry— pero, después de que usted nos sacase esas fotos a todos nosotros, creyó que Ethan podía suponer un problema.
—Ser un problema es una de las muchas capacidades profesionales de mi marido —comentó Zoe con orgullo.
Ethan se encogió de hombros, en señal de modestia.
Arcadia carraspeó.
—Después de haber investigado a Ethan, Grant decidió modificar sus planes. Siempre se le dio muy bien hacer ajustes estratégicos sobre la marcha. Pensó que liquidando a Ethan mataría dos pájaros de un tiro. No sólo se libraría de la única persona que podría ir tras él en caso de haberme secuestrado, sino que también haría que la atención de la gente se centrase en otra persona, con lo cual nadie sospecharía de él.
—¿Qué hay de Branch? —preguntó Shelley.
—Ha salido del coma esta mañana —contestó Harry—. Al principio sólo accedió a decir su nombre, su rango y su número de serie, pero el detective Ramírez acabó por convencerlo de que estaba metido en un buen lío y Branch comenzó a desembuchar. Por lo visto, creía realmente que estaba trabajando para una agencia gubernamental supersecreta. Aún no ha superado el que lo expulsaran de aquella unidad militar de élite en la que quiso ingresar. Estaba obsesionado con demostrarse a sí mismo que podía hacerse cargo de una misión.
—Grant tenía pensado deshacerse de Branch y de usted para cubrirse las espaldas, Shelley —dijo Arcadia.
—Bueno, conmigo casi lo consigue —repuso la anciana, haciendo una mueca—. Los médicos han llegado a la conclusión de que alguien vació una de mis cápsulas y la rellenó con una dosis de alguna droga de diseño. Combinada con mis otros medicamentos, me habría matado si Truax y Zoe no me hubiesen encontrado.
Zoe le acarició la mano.
Shelley miró cómo Zoe tocaba sus dedos. Frunció el entrecejo, pensativa.
—Tengo el vago recuerdo de un sueño que debí de tener cuando estaba inconsciente. Alguien no paraba de pronunciar mi nombre y de decirme que tenía que aguantar.
—Era Zoe —dijo Ethan, mirando a su mujer al otro lado de la cama.
La tensión que le provocaba estar en aquel hospital comenzaba a resultarle insoportable. Él lo notó en la tirantez que había en sus ojos y su boca. Tenía que sacarla de allí cuanto antes.
—¿Qué vas a hacer con ese archivo que tienes escondido? —le preguntó Shelley a Arcadia—. Al parecer, todavía podría ser peligroso.
Harry resopló.
—Se lo hemos dado a los federales esta mañana.
—Harry pensó que sería la mejor manera de acabar con esta situación —comentó Arcadia—. Mi intención era utilizarlo como seguro para protegerme de Grant en caso de que siguiera vivo. Ahora ya no hay motivo para conservarlo. Tendré que hacer algún papeleo para reclamar algunos bienes que me corresponden, y Hacienda querrá hacerme algunas preguntas, pero no importa.
—Nada que no podamos resolver con la ayuda de un buen abogado —dijo Harry.
—Me alegro —dijo Shelley, suspirando—. Siento haber participado en todo este embrollo. Casi te mato, Truax.
—Lo importante es que tus notas sirvieron para salvarle la vida a Arcadia —dijo Ethan.
—Ojalá me hubiera dado cuenta antes. En los viejos tiempos no me hubiera dejado impresionar tan fácilmente por unas credenciales falsas.
—¿Cuándo comenzó a sospechar? —preguntó Zoe.
—La verdad, Branch me dio mala espina desde el principio. A veces los clientes resultan sospechosos —dijo Shelley, mirando a Ethan—. ¿Sabes lo que quiero decir?
—Claro. Ves algo en ellos que no encaja.
—Exacto. De todas formas, en cuanto me enteré de que Branch estaba en coma en un hospital de Whispering Springs después de haberse electrocutado en tu piscina, supe que me había metido en un buen lío. Me disponía a avisarte cuando empecé a sentirme mal.
—¿Se dio cuenta de que la habían envenenado? —preguntó Harry.
—Al principio no estaba segura de nada, pero pensé en esa posibilidad, sí.
—Así que escondiste tu libreta —dijo Ethan—. Bien pensado, Russell.
En ese momento, un hombre y una mujer entraron en la habitación. Ambos se quedaron perplejos ante el grupo de gente que había en torno a la cama de Shelley.
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó la mujer—. Se supone que mamá tiene que descansar.
El hombre miró a Ethan con ceño.
—Fuera hay un cartel que pone bien claro que sólo se aceptan dos visitas a la vez —dijo.
—Os presento a mi hija Julie y a mi hijo Craig —dijo Shelley—. Creen que debería jubilarme.
Ethan los miró a ambos.
—Pues espero de veras que no lo haga. No estaría mal tener alguien de confianza aquí en Phoenix. Además, su madre es una excelente profesional.
Shelley esbozó una sonrisa.
—Os lo dice otro detective —dijo.