INTEGRACIÓ D’UN TREBALL
Prato Raso, 10 de novembre de 2005
He dejado atrás los buenos trabajos, los trabajos encendidos, de ventanas abiertas, iluminadas. El camino de la ayahuasca sigue siendo un camino de aprendizaje y de poder, pero hay veces que me parece un camino de sombra.
Este ha sido un trabajo donde ha crujido la tierra en mil grietas vivas, debajo de las estrellas. Fuera brillaban verdosas, tenues, las luciérnagas.
He recorrido un camino de muros altos y más de una vez, al huir, me he estrellado contra sus paredes de piedra. Un camino salvaje, en el que he tenido la sensación de pisar descalza encima de la humedad grasienta del suelo.
Un camino de traje negro y severo. Y en él se quemaban las voces; durante horas seguidas sentí como la tierra me llamaba de otra manera. Una llamada salvaje, larga y dolorida; la tierra me llamó a mí desde la levadura de su sangre más antigua, oscura, lejana, con escalofríos de la sangre aún de Caín. La llamada tuvo la fuerza de lo más animal y salvaje del mundo y de la humanidad. Pensé fríamente y esperé. Tuve esa sensación de ser llevada entre los escombros de mi subconsciente. Hui, sobre todas las cosas. Hasta que cedí, y ciertamente fue el veneno el que me llamó en mi sangre, en mis oídos. No podía ser de otra manera. Hace años tuve ganas de matar de verdad. Hubo algo de rabia callada, ciega, empujándome a ir rompiendo mi propio camino. Mi rebeldía, en pie, creció. Aquel silencio con el rumor salvaje, llegándome a ráfagas, me trajo el pasado anestesiado. Siguió el sudor, enfriándose, como una cinta alrededor de mi cuello. Me limité a leer el pasado, y a seguir en estos cuadernos que tienen la fuerza de la primera fe.
Con los ojos entrecerrados, con el polvo en las pestañas, doblándome sobre la tierra, entendí que la bebida, tal vez como un anuncio frustrado, tenía la fuerza y el poder salvaje de mi esperanza y de mi rebeldía. Y el veneno me pareció hermoso y profundo, casi paladeo el amargor.
Empiezo un tiempo de realidades consciente de mi elección, porque la vida, a pesar de todo, no está en esta encrucijada.
La vida está conmigo. A veces en mis gestos y en mis ojos, hay una rabia callada. Limpiar la vergüenza es un trabajo difícil, duro y frío.