31. DEPÓSITO LEGAL
Comparada con el Dépôt, la comisaría del distrito VIII es el hotel Fouquet’s Barrière. La primera noche fue una broma de mal gusto, un juego de polis y cacos, un gag de colegiales, como la borrachera de los empleados de correos en Bienvenidos al norte. La segunda duró un año, diez años, dura todavía. No sabía nada de nada, había vivido toda mi vida en la ignorancia. Aquella noche me di cuenta de que no había sufrido nunca. Ese lugar es la vergüenza de mi país, un infierno como la cárcel de La Santé, en la que me reuní con los prisioneros hace algunos años, cuando Véronique Vasseur acababa de escribir un libelo para denunciar su vetustez que le costó su puesto como médica jefe pero que no cambió ni un ápice la escandalosa repugnancia del presidio parisino. El Dépôt es húmedo, pegajoso y glacial como La Santé. Su nombre es demasiado amable: no es ningún depósito, es un calabozo. El Dépôt es una fosa común en la que se vierten los cuerpos cadavéricos de los proscritos, una mazmorra que data de la Edad Media y en la que os pueden encerrar en cualquier momento. Es un gran vestíbulo subterráneo de paredes gruesas y techos abovedados que aloja hileras de celdas a derecha e izquierda, arriba y abajo, separadas por rejas y pesadas puertas metálicas de cerrojos corredizos, en las que seres humanos piden socorro, suplican salir, claman su inocencia y son apaleados tras los barrotes. El Dépôt de París es una cárcel en miniatura con una cuarentena de celdas en las que se aglomeran todos los «citados», los delincuentes o criminales que se ha creído útil enviar bajo el Palacio de Justicia a la espera de que un juez se digne levantarse de la cama. Basta con que bebáis tres copas de vino y os pongáis al volante, que deis una calada al porro que os han pasado, que os pillen en una pelea o en una manifestación, y si el juez o el poli están de mal humor, o si sois conocidos y os quieren tomar un poco el pelo, o porque sí, por puro placer sádico, porque su mujer no los ha follado bien la noche anterior, iréis a parar al Dépôt, en la isla de la Cité, al final de un patio, bajo tierra, en el interior de la prefectura de policía, detrás del Palacio de Justicia de París, en pleno corazón de la Ciudad de la Luz, a dos pasos de la Sainte-Chapelle, y os introducirán esposado en un agujero negro y os desnudarán nuevamente de pies a cabeza para miraros el agujero del culo antes de arrojaros a un calabozo húmedo y gélido sin ventanas en el que la cama es una plancha de madera y se caga en el suelo, una jaula para zombis sin calefacción de la que incluso los carceleros se excusan avergonzados bajando la mirada. Viendo que tiritaba acurrucado en posición fetal, una guardia caritativa que me reconoció me trajo dos mantas malolientes. Cuando me harté de aprenderme de memoria «Liaisons, la revista interna de la prefectura de policía» (la única lectura que me concedieron tras mis súplicas), berreé hasta que el funcionario de servicio concertó una cita a las cuatro de la madrugada con el médico de guardia para que me prescribiera ansiolíticos, ya que el Estado también trafica con droga gratuita, basta con insistir. Ya sé lo que pensarán algunos lectores: «¡Marie-Chantal pasa una noche detenida en casa de María Antonieta!».[6] Si pensáis así, es que no os han encerrado nunca. Todos los que hayan sufrido una detención preventiva saben de qué hablo: del retorno al estado de bestia sumisa e inquieta. Y eso que tuve derecho al tratamiento «VIP», según parece, es decir que me encerraron en una celda individual, separado del Poeta y abandonado a mi angustia claustrofóbica. El eco de los pasos y los gritos ahogados del Dépôt me retumbarán para siempre en la cabeza. El ruido de las cadenas, de las llaves, de las esposas, de los sollozos. La congelación bajo tierra. «No es culpa nuestra, no hay presupuesto.» Nunca es culpa de nadie cuando se acepta la inhumanidad. Francia supo encontrar miles de millones de euros para reflotar sus bancos en 2008, pero tolera un PUDRIDERO DE HUMANOS en el centro de París. El comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa denunció el Dépôt en vano: existe la firme voluntad gubernamental de permitir la existencia de tan terrorífico lugar en el corazón de nuestra Cité. Alguien tomó la decisión racional de torturar a las personas en Francia. Francia es un país que practica la tortura en el distrito I, justo enfrente de la Samaritaine. Y yo mismo sería cómplice de esta calamidad si no la describiera aquí. ¿Cómo he podido vivir cuarenta y dos años sin sentir el más mínimo interés por esta atrocidad que acontece en mi propia ciudad? ¿Cómo podemos cometer la osadía de dar lecciones a China, a Irán o a Libia, si Francia no se respeta a sí misma? Hemos elegido a un presidente de la República que se pasa el tiempo liberando prisioneros en el extranjero y encerrando en mazmorras a la gente de su país. Queridos lectores franceses: TODOS LOS DÍAS, personas presuntamente inocentes son encerradas en aquella cloaca refrigerada y pútrida EN EL PAÍS DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE. Os hablo de una abyección absoluta situada al lado de la place Saint-Michel y sus bares musicales, a un brazo de río del restaurante Lapérouse, donde los notables se la hacen chupar en salones privados desde hace trescientos años, lindando con la Conciergerie, donde se proyectan películas y se organizan recepciones (en otro tiempo bailé en fiestas mundanas entre sus paredes enfundado en un esmoquin alquilado en Cor de Chasse), detrás del Palacio de Justicia, adonde fui en dos ocasiones para divorciarme, a dos pasos de la encantadora place Dauphine, donde vivían Montand y Signoret; sí, a dos pasos de estos dos grandes actores que militaron toda su vida contra este tipo de trato, en medio del Sena, existe un lugar de sufrimiento iluminado cada noche por los bateaux mouches, un presidio infecto, una mancha repugnante, un agujero húmedo sin fondo, un sótano frigorífico en el que los gritos de los desventurados resuenan cada atardecer en vano, sí, en el que los llantos ascienden hacia el cielo todas las noches del mundo, EN ESTE MOMENTO, HOY, AHORA MISMO, ENSEGUIDA, EN LA CAPITAL DE FRANCIA.