Yo, el cronista
Alianza
UN hombre que espera con el misino cuidado que guardaría el Arca de la Alianza, de mañana y de noche, manifiesta lo que debe significar la responsabilidad. Hay hombres que son responsables de una persona con la misma dedicación que un rey se ocuparía de un pueblo. Lo cierto es que, tras la experiencia y el relato de otros, los reyes y líderes se responsabilizan de su pueblo de diferentes formas. Hay quienes, impulsados por el afán de gloria, imponen a su pueblo la autoridad de su liderazgo, siguiendo sus propios deseos. Otros escuchan al pueblo, conocen los problemas que lo aquejan y tratan de encontrar la solución adecuada a las necesidades de cada momento. De la misma forma, se ocupa uno de su propia familia y de las personas que están a su cargo. ¿Qué diferencia hay en gobernar un reino o la propia vida? Hay que gobernar la vida como se gobernaría un reino y hay que gobernar un reino como si se tratara de un solo hombre del que hay que responder. Pero mi señor y rey del gran Imperio persa, si hemos aprendido de los reyes anteriores y de los otros pueblos, preguntémonos sobre los que se aproximan a ofrecernos sus consejos. ¿Quiénes tienen derecho a hablar, a opinar? Carshená, Shetár, Admat, Tarshish, Méres, Marsená y Haman son el gobierno, también los ojos y palabras del rey. ¿Cómo saber quiénes aportan la mejor solución para un asunto, para una acción? Según los Gatha, las personas son seres libres y responsables. Pero los hombres prefieren no serlo, ignorar.
Los magos que formulan sus profecías indican el camino, pero no hay que despreciar las influencias de los hombres del reino. Para que quede constancia de quiénes forman parte del gobierno.
Carshená. Guerrero diestro en el arco, un hombre de acción, curtido en mil batallas, impetuoso, que vive a la intemperie. Dispuesto a emprender campaña en cualquier momento. Duerme con su arco. Tiene en el rostro una cicatriz de oreja a oreja, que parte su cara dividiéndola: por una parte los ojos y por otra la boca. Bajo un efecto de asimetría, parece un rostro partido y unido con otro al azar, así los ojos no corresponderían al resto.
Méres. Anciano que ha sido ya consejero de varios gobernantes y ha sabido en silencio permanecer al lado de ellos. Hombre sabio y prudente. En su juventud fue un viajero que vivió un tiempo en una colonia griega con el propósito de aumentar su conocimiento de los otros pueblos. Un hombre que tarda en responder a las cuestiones, pero da siempre una respuesta serena y cauta. Es conocida su afición por los tatuajes, es especialista en hacerlos y además su cuerpo está surcado por algunos. En el brazo llama la atención un mapa que indica un lugar del que nada sabemos. Es fiel a Ahura-Mazda, y defiende la igualdad de todos los hombres, incluso los esclavos.
Marsená. Primo del rey que ha crecido en el palacio como su compañero de juegos. No es un hombre ambicioso, pero se deja seducir por los distintos placeres que le son olivados. Es el hombre indicado, ya que conoce a la perfección el reino y sabe todo de sus gentes. Apasionado viajero de las tierras persas, ha vivido y comido con el pueblo. Se dice que tiene varias familias con varias mujeres cada una de ellas diseminadas por todo el reino, desde Susa hasta la provincia más alejada. Trabaja el cuero desde niño, adornando siempre su ropaje con elegantes figuras por él elaboradas. Sabe cómo conquistar enseguida la voluntad de quienes le escuchan con sus suaves palabras. Es un devoto de la diosa persa y no decide nada sin consultar el oráculo.
Memujan (Haman). Hombre de unos cincuenta años, conocido por su dedicación a su familia y por su sobriedad en el trato con las mujeres. No se conoce más que a una con la que mantuviera relaciones. Se dice que es un apasionado de los trovadores y artistas quienes alaban su buen gusto y mecenazgo en el arte. De orígenes desconocidos, no proviene como los otros de familias afincadas en el palacio. Su influencia es notable. Mantiene siempre las distancias con los demás. Su carácter irritable e imprevisible produce respeto y un cierto temor. Es un hombre más bien menudo. Tiene en el cuello una mancha rojiza que trata de disimular con extraños y aparatosos adornos.
Éstos son los hombres más influyentes del palacio, a los que el rey siempre escucha. De todos ellos, el rey ha de tener especial cuidado con los consejos de Haman. Al menos eso es lo que se rumorea en el reino. Él y sus hijos han conquistado a fuerza de desprecio y altivez el temor del pueblo.