Anotaciones personales
LA esclava, Laya, hoy permaneció a mi lado en silencio. Mientras escribo, ella me observa atentamente. Parece querer retener el movimiento. A veces lo imita en el aire. Su silencio es tan limpio como el agua del Nilo. Cuando camina, se escucha el roce de sus collares contra su cuello y cabellos. Cuando estoy a su lado, recuerdo el goce de acariciar la piel de las mujeres que amé, y a veces creo que deseo a la esclava, aunque no me atreva a volver al placer porque puedo desear que éste se prolongue, que dure siempre. Es duro el recuerdo del placer cuando se ha perdido, y ahora que mi sufrimiento por los que perdí a veces se calla, no debo añadir un nuevo dolor, una alegría que sea la posibilidad de una felicidad efímera.