Capítulo 15
Los grandes éxitos de la percusión
En este capítulo
Timbales, tambores y otras cosas dignas de ser golpeadas
Algunos artilugios de la vida cotidiana que entran en la música
Las
fuerzas de la orquesta se amplían con el látigo y el cencerro
Nadie es tan peligroso en una orquesta como los percusionistas. De todos sus integrantes son los que llegan al ensayo fuertemente armados y listos para golpear.
Los percusionistas se ganan la vida pegando, golpeando, azotando o haciendo chocar unas cosas contra otras. Tambores, gongs, platillos, xilófonos, triángulos, panderetas, castañuelas, fustas, cencerros y matracas son todos instrumentos de percusión. Y no te creas, también el piano lo es, porque las teclas mueven unos martillos que golpean las cuerdas. Este mismo libro, si se sostiene a una altura adecuada y se deja caer al suelo, podría ser un excelente instrumento de percusión.
Los percusionistas tienen a su disposición una amplísima panoplia de varillas y mazos, de peso y proporción perfectos, muchos de los cuales suelen fabricar ellos mismos. Los cargan en una bolsa que llevan dondequiera que van, porque nunca se sabe cuándo va a ser necesario dar un golpetazo a alguna cosa. Viven orgullosos de sus cacharros y pueden hablar de ellos sin parar si no se les detiene a tiempo. Pero es que razón no les falta para estar orgullosos, pues logran que el ruido de ese golpear y entrechocar de objetos se convierta nada menos que en música.
Cuando asistas a un concierto de una orquesta en la que se
interprete una obra de amplias proporciones, intenta sentarte en un
lugar desde el que puedas observar a los percusionistas. Es
increíble la cantidad de movimientos que
pueden hacer estos profesionales y la precisión con la que golpean
los más variados instrumentos.
Los timbales
Como puedes observar en la figura 15-1, el timbal consiste en un gran cuenco de metal invertido, como una marmita, pero sin pico, asas ni abertura para llenar de agua.
A
diferencia del resto de tambores, los timbales pueden afinarse
según determinadas notas. Sonidos grandes, bajos, resonantes,
impresionantes, como dioses. ¿Recuerdas el comienzo de la película
2001: Una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick? La
música que le sirve de fondo, tomada del poema sinfónico Así
habló Zaratustra, de Richard Strauss (en el capítulo 5 te hablamos más detenidamente
de este autor), emplea de manera especialmente dramática e
imponente el sonido de los timbales, como si de algo arcano se
tratara...
BUM-bum-BUM-bum-BUM-bum...
Lo que escuchas en ese célebre pasaje son dos notas diferentes que se alternan, un efecto muy común en los timbales.
En los archivos sonoros de este libro que
puedes encontrar en www.paradummies.es
hay una variación interesante de lo anterior. Si vas a la pista 9,
en 7:11, podrás escuchar algunos bravíos toques de timbal en La
consagración de la primavera de Stravinski.
El timbal se afina aumentando o disminuyendo la tensión de la membrana tendida sobre la abertura del cuenco. (Ahora no tendrás que preguntarle a tu médico la razón por la cual la membrana del oído se llama tímpano: es porque el tímpano está en tensión, como la membrana de los timbales, que en italiano, por si no lo sabías, reciben el nombre de timpani.)
En los modelos antiguos el instrumento se afinaba por medio de tornillos de mariposa aplicados en torno a la circunferencia, lo que no es nada fácil de hacer en los tres segundos de intervalo que suele haber entre los movimientos de una sinfonía.
Por fortuna, hoy los timbales vienen con pedales para los pies. La membrana se tensiona presionando hacia abajo el pedal con la punta del pie: para aflojarla se presiona hacia abajo el pedal con el talón, levantando la punta del pie. Es decir, el timbal se puede afinar rápidamente.
De
hecho, se puede modificar una nota mientras se está tocando,
haciendo que el sonido deslice hacia arriba o hacia abajo. Este
efecto especial, un glissando, es un efecto muy llamativo.
Si quieres escucharlo, localiza el Concierto para orquesta
de Béla Bartók: en su último movimiento encontrarás un
glissando de los timbales.
Redoble, por favor
Sin embargo, los timbales (y en plural porque, excepto en la figura 15-1, nunca se ven menos de dos timbales en un mismo lugar) son más conocidos por el redoble. El percusionista ejecuta el redoble con dos mazas, golpeando la membrana de forma alternada con cada una y a gran velocidad.
El redoble va acompañado por lo regular de un incremento gradual en el volumen del sonido. El clímax de este incremento coincide generalmente con una explosión de toda la orquesta. El efecto es tan común que se ha convertido en un cliché.
Para escuchar los timbales
Puedes
escuchar los timbales en un gran número de obras, de las que te
recomendamos éstas:
En todas estas obras los timbales tienen pasajes en los que se hacen sentir de forma bien contundente. Pero si lo que quieres es escuchar a los timbales como instrumento solista, he aquí todo un concierto para ellos:
Pero no se agotan aquí los instrumentos de percusión. Sigue leyendo y verás que en esto de golpear y sacudir la panoplia disponible es bien amplia.
El bombo
Cuando el bombo entra en acción, poco importa lo que los demás instrumentos hagan porque lo más seguro es que no se les oiga. El intenso y sordo rugido producido por el bombo puede hacer sacudir la sala como si de un temblor de tierra se tratara y ahogarlo todo.
Aunque una nota fuerte del bombo es arrolladora, una tenue puede ser aún más devastadora. Cuando se usa en el lugar correcto en una obra musical, el sonido hueco y tenue del bombo puede golpearte lo mismo que una impresión paralizante.
Para
una brillante incursión en el mundo de las posibilidades del bombo,
tanto fuertes como suaves, puedes acercarte a cualquiera de estas
partituras:
Los platillos
¿Pueden quedarse atrás los platillos en relación con el bombo? Desde los días de los primeros desfiles, el bombo y los platillos han sido el uno para los otros.
Los platillos más pequeños producen un sonido alto, mientras que los grandes suenan bajo. Los delgados emiten un sonido vibrante, como un chirrido, y los más gruesos producen un pesado sonido metálico. Pero casi todos suenan con un estrépito metálico cuando se requiere.
Para lograr este estrépito, el efecto más común en los platillos, se necesita la pareja, por supuesto. En cada mano se sostiene uno de los platillos y se golpean suavemente, de modo que rocen el uno contra el otro; después se separan para obtener el máximo volumen.
Si el cometido de los timbales es redoblar anunciando un próximo clímax, la tarea de los platillos es hacer saber que el clímax ha llegado. El estruendo de los platillos ocurre en los momentos más estimulantes de la música orquestal. De hecho, el redoble del timbal y el estrépito de los platillos son la puntuación convencional del clímax de cualquier obra musical.
Un platillo puede continuar vibrando y produciendo sonido por un tiempo increíblemente largo. Si tocas bien un sonoro golpe de platillos y los mantienes luego separados por encima de tu cabeza, pueden continuar vibrando durante un tiempo igual al que necesitas para leerlo todo acerca de ellos.
Pero
hay otras formas de tocar los platillos. Por ejemplo, puedes tocar
un platillo suspendido de un pedestal con un arco de violín: el
efecto pone los pelos de punta. O puedes redoblar sobre él con unos
macillos. En este caso el resultado es un torrente de sonido,
similar al golpe de una ola del mar. De hecho, el compositor
francés Claude Debussy lo empleó con ese propósito en La
mer. Puedes escuchar este brillante efecto en la pista 8 de
audio que encontrarás en www.paradummies.es.
Otros momentos estelares de los platillos son
los que se encuentran en estas obras:
La caja clara
Aunque anden cortos de cañones o municiones, todos los ejércitos del mundo tienen una enorme provisión de cajas claras. La razón es muy sencilla. La caja clara permite que los aguerridos soldados marchen a un ritmo sincronizado. Y si por casualidad eres de los que hizo el extinto servicio militar, sabes sin duda lo importante que es esto.
Una caja clara típica es un pequeño tambor cilíndrico, de unos 30 centímetros de diámetro por 15 centímetros de altura, con dos membranas de pergamino o plástico, una superior y otra inferior. Se golpea con dos palillos de tambor o baquetas.
El sonido característico de la caja clara es producido por los bordones, dos cuerdas paralelas, de metal o plástico, tensionadas sobre la membrana inferior, a lo largo del diámetro. Cuando el tambor vibra, los bordones zumban contra la membrana, produciendo así un sonido áspero, típico de los desfiles militares. Los bordones se anulan mediante una palanca que los separa de la membrana inferior. El sonido que se obtiene sin bordones es completamente distinto, más bajo y hueco.
Es importante que los percusionistas de las orquestas no olviden anular los bordones cuando no están tocando la caja clara. Si no lo hacen, la vibración producida por el resto de los instrumentos puede hacerlos resonar abruptamente en momentos inoportunos, como en la escena de amor de Romeo y Julieta.
Desde
la segunda mitad del siglo XIX, el momento dorado en que la
percusión empezó a irrumpir en la orquesta sinfónica, la caja clara
compagina su vocación militar con la música. Éstas son algunas de
las obras en que puedes escucharla:
El xilófono
Los percusionistas suelen usar la palabra mazas para referirse a ciertos instrumentos que emplean. Tales instrumentos, contrariamente a la caja clara, por ejemplo, pueden producir notas específicas. De hecho, tienen las notas dispuestas en una escala, de abajo hacia arriba, casi como un teclado de piano. Hablamos de los instrumentos de la familia del xilófono.
El xilófono es un instrumento que produce un divertido sonido alto, como de madera hueca. Consiste en una serie de tablillas de madera dura que se tocan con dos mazos manejados con las manos.
Los
percusionistas usan diferentes clases de mazas para golpear las
barras del xilófono. Sus cabezas, de forma esférica, pueden ser de
lana para lograr un sonido tenue, o de plástico duro, caucho duro o
ebonita para producir un sonido más fuerte. Para tocar el
instrumento se suele tener una maza en cada
mano y golpear las tablillas del instrumento con las dos manos.
Algunas veces, sin embargo, se requiere tocar más de una nota con
cada mano, lo que es imposible para los percusionistas novatos.
Un acorde es el sonido que resulta cuando tres o más notas suenan al mismo tiempo. Si quieres producir un acorde de tres notas en el xilófono, no te queda otra que sostener en una mano una maza y dos en la otra, y dejarlas caer simultáneamente sobre las tablillas adecuadas.
Pero los compositores no se detienen aquí, y a menudo exigen a los ejecutantes de xilófono tocar acordes de cuatro notas, lo que significa manejar dos mazas en cada mano. Algunos compositores particularmente perversos escriben, de hecho, acordes de seis notas para el xilófono. Para tocarlos se requiere emplear determinados músculos de los dedos y la mano, de cuya existencia no sabíamos nada hasta ese momento.
Puedes
escuchar tan curioso instrumento en estas obras:
Otros instrumentos de la familia del xilófono
La hermana mayor del xilófono es la marimba, de sonido más profundo, suave y de mayor resonancia. Las notas graves, especialmente, recuerdan las músicas africanas y caribeñas.
Y otro instrumento de mazas que realmente queremos que conozcas es el glockenspiel (puedes verlo en la figura 13-2), que es como un xilófono o una marimba, pero más pequeño y con láminas de metal. De ahí que su sonido sea argentino, como el de unas campanas de hojalata. Pero no hay que tomar el glockenspiel a la ligera, pues es capaz de producir sonidos poderosos que pueden oírse sobre una orquesta completa.
Puedes escuchar un muy bello pasaje para glockenspiel en
el movimiento de La mer de Claude Debussy, incluido en los
archivos musicales de este libro en www.paradummies.es. Búscalo en la pista 8, en
5:10.
Otras obras en las que puedes conocer mejor tanto la marimba como el glockenspiel son:
Otros instrumentos dignos de ser golpeados
La variedad de instrumentos de percusión que los compositores exigen en su música, sobre todo en el siglo XX y este XXI en el que ahora estamos, parece no tener fin. ¡Fíjate que incluso hay obras sólo para ellos o conciertos en los que el percusionista es el solista!
Para que tengas una idea más completa de la inagotable riqueza sonora de esta familia, aquí tienes otros de sus representantes.
El triángulo
Al contrario que la trompa o corno francés, que no es francés, o el corno inglés, que tampoco es inglés (ni siquiera corno), el triángulo no engaña: es exactamente lo que pretende ser, como se muestra en la figura 15-2.
El triángulo se golpea con una varita delgada de metal y produce un argentino y delicado sonido: “ding”. Si la varita o el triángulo mismo son más gruesos, pues los hay de distintos tamaños, se logra un sonido más profundo: “dong”.
Además del “ding” o el “dong”, el triángulo puede producir un muy satisfactorio redoble o trino, que agrega una fabulosa resonancia a la sonoridad de la orquesta. Si eres aficionado a la trilogía fílmica La guerra de las galaxias, habrás escuchado este efecto en la banda sonora escrita por John Williams, una vez la orquesta al completo entra con una dramática explosión sonora. Si escuchas con atención advertirás que lo que causa la gran intensidad y excitación de la música es el trino del humilde triángulo.
Figura 15-2: El glockenspiel y el triángulo.
Para lograr que el triángulo vibre libremente, en la que podríamos llamar configuración de campana al viento, debes coger el instrumento con una cuerda por un vértice y sostenerlo en alto con una mano, mientras con la otra lo golpeas con la varita. También lo puedes colgar de un atril, lo que es una buena idea si estás a cargo de seis instrumentos de percusión a la vez...
Para obtener de un triángulo un trino convincente hay que golpear con rapidez mediante la varita, en forma alternada, dos lados adyacentes del triángulo por la parte interior.
En la
pista 5 de los archivos de audio de este libro (ya sabes, los
encontrarás en www.paradummies.es), correspondiente al tercer
movimiento de la Sinfonía n.o 4 de Johannes Brahms, puedes
escuchar al triángulo.
Y si
eso te parece poco y quieres más, allá van algunas otras
recomendaciones:
La pandereta
La pandereta es un instrumento de percusión pequeño y redondo que consiste en una membrana o parche de plástico, en ocasiones de piel de cabra, tensionada sobre un aro de madera. Lateralmente lleva insertadas pequeñas placas circulares de metal, o sonajas (mira la figura 15-3).
La probabilidad de que tengas en el armario este instrumento de percusión es alta.
Este instrumento se ve perjudicado por la falsa idea de que es el más fácil de tocar. Y no es así, ¡es muy difícil! En primer lugar, es difícil coger la pandereta sin hacer mucho ruido, pues las sonajas responden al más leve atisbo de movimiento.
En segundo lugar, muchos fragmentos de ritmo complicado están escritos para la pandereta y deben ejecutarse con virtuosismo y finura, lo mismo que el redoble que se obtiene mediante el movimiento continuo del instrumento. Muchos percusionistas producen el redoble sosteniendo el instrumento sobre la cabeza y moviendo la muñeca atrás y adelante. Pero otros emplean un método ingenioso. Mojan el pulgar y lo frotan contra la membrana, a lo largo de su perímetro. La fricción producida hace que el pulgar salte sobre ésta a un ritmo constante, lo que produce la vibración de las sonajas, obteniéndose así un sonido intenso y parejo.
Para
que penetres en el universo de la pandereta te recomendamos
escuchar:
El tamtan y el gong
El gong no es lo que te piensas. Si golpeas un verdadero gong chino con un mazo de cabeza blanda, produce un sonido de determinada altura, es decir una nota. Hay gongs de diferentes tamaños. Algunos compositores actuales escriben para gongs en la, en do, y así sucesivamente.
Pero el gran instrumento, impresionante, que usan en las películas con la intención de evocar China no es un gong propiamente dicho, sino un tamtan: esa cosa colgante y parecida a un gong que hace brrrwwwwaaaaaannnnnggggg, sin producir una nota.
Puedes
escuchar el tamtan en estas obras:
Las castañuelas
Así como el tamtan representa para los que hacen películas una señal de que algo es oriental, las castañuelas indican que algo es español. La primera imagen es la de unas bailaoras de flamenco con algo parecido a dos conchas de almeja que hacen chasquear repetidamente con el pulgar y los dedos de cada mano. Con creciente velocidad y volumen, las castañuelas crean un alborotado crescendo de abrasadora combustión andaluza.
Pero, fuera de los tablaos, las castañuelas se han hecho también un hueco en la música clásica. Y como era de esperar, en obras relacionadas con España... Pero los percusionistas de las orquestas suelen tocar un instrumento ingeniosamente modificado por comodidad, que consiste en dos castañuelas montadas sobre una superficie plana.
Si
quieres ver cómo suenan las castañuelas en la escena clásica,
escucha:
El látigo
Lo creas o no, el látigo forma parte del arsenal de la orquesta. Pero ¡tranquilo! Que no se trata de alguien encargado de despertar de forma más bien contundente a aquellos que echen una cabezadita durante el concierto.
El látigo en cuestión consta de dos láminas de madera unidas por una bisagra que, al entrechocar, provocan un sonido parecido al adminículo que siempre acompaña a Indiana Jones. Por tanto, sentimos decepcionarte si esperabas encontrarte un látigo de verdad en la orquesta. ¡La tradicional falta de espacio de la sección de percusión haría imposible su manejo! Y quizá los directores también prefieran que uno de sus músicos no lo tengan demasiado a mano... Otra cosa sería que lo pudieran tener ellos en el podio, pero afortunadamente el tiempo de los directores déspotas ya ha pasado.
Para producir el sonido intenso y lleno de un latigazo, todo lo que tiene que hacer el percusionista es sostener las dos piezas de madera abiertas y cerrarlas luego, golpeándolas una contra la otra. Parece fácil, pero el golpe tiene que ser de una precisión absoluta, para que suene donde el compositor quiere que lo haga.
Puedes
escuchar furiosos golpes de látigo en estas obras:
El cencerro
La
verdad es que la imaginación de los compositores para incluir
nuevos instrumentos en sus obras parece que no tiene límite. El
cencerro, que habitualmente asociamos a las escapadas
campestres en las que nos topamos con vacas, también ha hecho
alguna que otra escapada a las salas de concierto. Sobre todo
cuando se trata de interpretar las monumentales sinfonías de Gustav
Mahler. En la Sinfonía n.o 6 y en la Sinfonía
n.o 7, los cencerros
sirven para evocar el sentimiento de la naturaleza.
Las campanas
En un repaso (te lo aseguramos, ¡somero!) de la percusión no podían faltar las campanas, otro de esos instrumentos que se puede decir que forman parte de la vida cotidiana pero que se han hecho un hueco en la orquesta.
La gran ventaja de la campana es que posee un sonido muy característico, reconocible al primer golpe. La desventaja, pues que sólo es capaz de dar una nota, por lo que para dar otros diferentes no cabe otra solución que llenar el escenario con otras campanas de distintos tamaños y registros.
Ahora bien, como eso ocupa mucho espacio, por lo general en los conciertos de música clásica no verás campanas con la típica forma de campana de campanario, sino unos tubos metálicos suspendidos en posición vertical en un armazón. Son las campanas tubulares, en las que se pueden colgar tantas notas como se quiera.
A
continuación, algunas recomendaciones para escuchar campanas en un
concierto:
Queda fuera de toda duda, pues, que las campanas han fascinado a los compositores. Tanto, que los hay que, incluso sin usarlas, intentan que el resto de los instrumentos recreen su sonoridad, como en estos dos casos:
La matraca
¡La matraca es nuestro instrumento de percusión favorito! Consiste en una rueda dentada de madera que gira entre tablillas. Si se da vueltas a la manivela los dientes golpean las tablillas y se produce un ruido de bastante intensidad.
Hay que reconocer que la matraca no es un instrumento dado a muchos matices; suena fuerte o aún más fuerte, y eso es todo. Pero se puede controlar la velocidad a la que gira la manivela. Cuando gira más rápido los ruidos son más seguidos e intensos.
Puedes
escuchar la matraca en el poema sinfónico de Richard Strauss
Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel. Se supone que
su sonido es como la mueca insolente del travieso héroe. ¿Qué
instrumento distinto de la matraca podría representar mejor esta
idea?